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diciembre de 1999 


Huelguistas de la UNAM exigen libertad para Mumia Abu-Jamal, protestan contra la represión en Seattle

De EE.UU. a México: ¡Por una lucha clasista 
contra la represión capitalista!
                                                                                                         AP

Granaderos detienen a estudiantes tras protesta del 11 de diciembre.

Frente popular cardenista: 
perro de guardia del imperialismo
Granaderos del D.F. atacan protesta estudiantil 
frente a la embajada de EE.UU.: 98 detenidos 

En las calles de la capital mexicana, las fuerzas represivas han dado una sangrienta demostración de la naturaleza del estado capitalista, sea éste controlado por el régimen del PRI que ha gobernado a México sin interrupciones durante siete décadas, o por el PRD de Cuauhtémoc Cárdenas, la supuesta “oposición democrática”. Mientras las banderas rojinegras ondean en las instalaciones y planteles de la UNAM ocupados y defendidos por los estudiantes en huelga desde hace ocho meses, las calles de la Zona Rosa se han teñido de rojo con la sangre de los estudiantes brutalmente golpeados por la policía paramilitar vestida de negro. El terror policíaco fue desatado por el gobierno perredista del Distrito Federal, encabezado ahora por una ex maoísta y ex dirigente sindical, y lleno de altos funcionarios que fueron dirigentes estudiantiles e izquierdistas de todo tipo. Los reformistas de ayer imponen hoy el orden social, con furia, explícitamente a petición del gobierno de Estados Unidos.

El sábado, 11 de diciembre, cientos de estudiantes huelguistas se dirigieron en una marcha hacia la embajada estadounidense para exigir la liberación de Mumia Abu-Jamal, el periodista negro radical condenado a muerte, y para protestar contra la represión de estado policíaco que se desató durante la reciente reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle. Al final del mitin, cuando ya estaban dispersándose, los manifestantes fueron el blanco de un masivo y bien orquestado ataque policíaco. Repentinamente aparecieron los granaderos, y comenzaron a golpear duramente con sus pesados escudos a los manifestantes, dando golpes potencialmente letales en el cuello a varios estudiantes, y pateando brutalmente en la cabeza a sus víctimas tendidas en el suelo. Los granaderos persiguieron varias cuadras a los estudiantes, mientras otro cuerpo policíaco cerró el cerco para atraparlos. Muchos fueron sacados a rastras de negocios, arrestados en teléfonos públicos y sacados a punta de metralleta del metro. El propósito no era sólo dispersar la protesta, que de hecho ya se había terminado, sino arrestar al mayor número posible de huelguistas identificados como “ultras”. En total fueron detenidos 98 manifestantes, 19 de ellos menores; seis estudiantes gravemente heridos fueron hospitalizados bajo vigilancia policíaca. Ahora 73 de ellos han sido acusados de “motín” y enfrentan una posible condena que va de seis meses a seis años en la cárcel.

La marcha del 11 de diciembre no sólo puso rabiosa a la burguesía mexicana, sino que también causó agitación entre las corrientes dominantes en el Consejo General de Huelga. Un día antes, delegados del CGH habían firmado cuatro “puntos de acuerdo” en cuanto a cuestiones de procedimiento con la comisión de Rectoría, y tanto los elementos abiertamente pro perredistas, como los supuestos “ultras” en la dirección del movimiento, se congratulaban por el progreso del “diálogo”. Repentinamente, sin embargo, la ilusión en una discusión cortés se hizo pedazos con los golpes y las pistolas de la policía del PRD. “Moderados” del PRD como Fernando Belaunzarán, se unieron al diario pro perredista La Jornada al censurar la marcha diciendo que se trató de una “provocación”. Sin embargo, los supuestos “ultras” de En Lucha, que son ahora los principales artífices del falso “diálogo” en el Palacio de Minería en su afán de negociar el levantamiento de la huelga, boicotearon conscientemente la marcha del 11 de diciembre y en repetidas ocasiones han intentado debilitar los esfuerzos para defender a los arrestados.

Lo que explica esta puñalada por la espalda no es sólo la traición de ambiciosos burócratas estudiantiles que quieren demostrar que saben “cómo terminar una huelga” (mostrando así lo valioso de sus servicios a la burguesía). Como mostraron los “tres reyes magos” (Imaz, Santos y Ordorika)—antiguos dirigentes estudiantiles cuyo acuerdo secreto para levantar la huelga estudiantil de 1987 fue su boleto para convertirse en peces gordos del PRD—el vender una huelga estudiantil de la UNAM es una clásica maniobra de ambiciosos politiqueros pequeñoburgueses. Los “ultras moderados” del Partido Obrero Socialista intentaron llevar a cabo la misma operación en julio pasado, pero fallaron miserablemente porque el rector anterior (Barnés) no estaba interesado en sus servicios. Ahora los “neomoderados” de En Lucha están intentando realizar la misma maniobra sórdida con el nuevo rector De la Fuente, nombrado a dedazo por Zedillo. Más importante aún es el hecho de que la represión contra la marcha del 11 de diciembre reveló la bancarrota de todos los programas “democráticos” (burgueses) de “reformas por consenso”, así como la urgente necesidad de una dirección revolucionaria en lo que es, en el fondo, una batalla de clase que ha durado más de 240 días.

Para ganar la huelga de la UNAM es esencial extenderla a la clase obrera: a los trabajadores universitarios en todo el país, cuyos contratos han vencido o están a punto de vencer; a los electricistas, que enfrentan la campaña privatizadora de Zedillo; a los maestros disidentes, que enfrentan un ataque rompesindicatos orquestado por el gobierno junto con los líderes charros del aparato corporativista del PRI que quiere hacerse pasar como sindicato; así como a otros sectores clave del movimiento obrero. La huelga de la UNAM se ha convertido en un tema recurrente entre los candidatos burgueses para las elecciones presidenciales del año 2000. La lucha estudiantil no puede separarse de la resistencia de los campesinos indígenas zapatistas contra la ocupación del ejército federal del estado de Chiapas, donde huelgistas de la UNAM se han unido a protestas zapatistas. Para derrotar el poder concentrado del estado capitalista, que se mostró el 11 de diciembre, la huelga estudiantil debe formar parte de una ofensiva proletaria que rompa con el frente popular cardenista. Lo que se necesita es forjar un partido obrero revolucionario que luche por la revolución socialista, desde las semicolonias como México, hasta las metrópolis imperialistas.

Cardenistas y granaderos: 
“blindaje” a la administración del PRD

Escribió Excélsior (12 de diciembre): “Lo que había iniciado como una marcha ‘pacífica’ a la embajada de Estados Unidos para exigir la libertad del líder negro Mumia Abu-Jamal, condenado a muerte en una prisión de ese país, culminó con un enfrentamiento entre paristas y granaderos…” En realidad, el mismo periódico pro gubernamental admitió que “la marcha había transcurrido sin incidentes mayores”. Varias escuelas portaban mantas exigiendo la liberación de Jamal. Los 600 participantes en la marcha gritaron, “¡Libertad, libertad para Mumia Abu-Jamal!” Frente a la embajada, un vocero del Grupo Internacionalista (GI) inició los discursos enfatizando la tarea de movilizar la clase obrera para liberar a Mumia; subrayó también la urgencia de una lucha proletaria e internacionalista de los trabajadores tanto en México como los EE.UU. Hizo mención además de aspectos de la historia de protestas en América Latina contra la pena de muerte en los Estados Unidos. Un segundo orador, proveniente este de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS), comenzó a hablar de las protestas en Seattle.

El Internacionalista

Estudiantes marchan el 11 de diciembre en el D.F. antes de la arremetida policíaca.

Ya los manifestantes habían notado la presencia de una decena de tipos dudosos que se habían infiltrado en la movilización. Entonces, estos provocadores profesionales comenzaron a romper la guarnición de las jardineras y a aventar pedazos de cemento y ladrillo a la embajada. Debido a la tensión creciente ocasionada por la presencia de los provocadores, los organizadores de la marcha intentaron aislarlos y el mitin de protesta se declaró finalizado. Cuando los manifestantes estaban abandonando el área estalló el último de una serie de cohetes. De pronto, varias camionetas Suburban y camiones llenos de policías antimotines llegaron al lugar. Pelotones de granaderos arremetieron contra los estudiantes y comenzaron a perseguir y a golpear a todos los que se cruzaban en su camino. Entre sus víctimas se encuentran varios fotógrafos, incluida una mujer norteamericana y un reportero gráfico de La Jornada. Cuando los manifestantes se reagruparon en el otro lado de Paseo de la Reforma, los cuerpos de choque volvieron a la carga para dispersarlos, y siguieron cazando a los estudiantes en buena parte de la Zona Rosa.

Cuando los paristas se dirigían hacia la estación Insurgentes del metro, apareció repentinamente un batallón del Grupo Especial de Reacción Inmediata (cuerpo policíaco paramilitar de élite entrenado por el ejército norteamericano para combatir la “insurgencia urbana”) y cortó su retirada. Policías infiltrados vestidos con ropas de civil sacaron sus pistolas y comenzaron a señalar, a los paramilitares pertrechados con metralletas, a estudiantes que habían participado en la protesta. La policía cercó la estación de metro e ingresó con las armas en mano hasta llegar a los andenes causando pánico a su paso. Comentó un estudiante (La Jornada, 13 de diciembre) “Nos metimos al vagón, pero antes de arrancar, las puertas de los vagones se volvieron a abrir y los policías con sus pistolas y metralletas Uzi en las manos entraron”, para sacar a un estudiante vestido de negro. Algunos de los que habían roto vidrios de automóviles y ventanas de tiendas, fueron vistos después hablando amigablemente con los granaderos en las afueras del metro. Poco después, cuando los estudiantes comenzaron a llegar a la Agencia 50 del Ministerio Público donde se encontraban los detenidos, se hicieron más arrestos, sumando en total a casi 100 personas.

Los detenidos fueron retenidos cinco días, lo que violó flagrantemente el requisito legal que establece que a todo detenido se le deben fincar cargos en menos de 48 horas. Los estudiantes fueron encerrados en grupos de 36 en celdas de apenas 3 metros cuadrados. Cuando fueron trasladados de la agencia del Ministerio Público al Reclusorio Norte fueron amenazados de muerte. A su llegada en la madrugada, fueron desvestidos y bañados con agua fría con una temperatura ambiente de menos de 5°. No obstante, el valeroso espíritu de lucha con el que los manifestantes enfrentaron estos tormentos es digno de ser señalado. Después de 24 horas en que se los mantuvo incomunicados, los estudiantes encarcelados pudieron hacer pasar mensajes al exterior, varios de los cuales exigían la liberación de Mumia Abu-Jamal. En la Agencia 57 del Ministerio Público, donde se encontraban los menores de edad, los prisioneros comenzaron a gritar “¡Libertad, libertad para Mumia Abu-Jamal!” como forma de desafiar a sus carceleros y de demostrar su determinación de seguir adelante.

Afuera, cientos de huelguistas rodearon las dos agencias del Ministerio Público donde se encontraban los detenidos, e izaron la bandera rojinegra en el asta bandera de una de ellas. La asamblea semanal del Consejo General de Huelga se llevó a cabo afuera de la Agencia 50, aprobando no regresar al “diálogo” con la comisión del rector hasta que fueran liberados los encarcelados. Miembros del Grupo Internacionalista hablaron sobre la necesidad de movilizar la fuerza de la clase obrera para exigir la liberación de los detenidos y el retiro de todos los cargos, así como para reforzar las guardias obrero-estudiantiles de defensa de la huelga. Los estudiantes, así como los familiares de los detenidos, pasaron ahí la noche encendiendo numerosas fogatas. Durante los días siguientes, se exigió en repetidas manifestaciones y plantones la liberación de los 98 detenidos. Más tarde, estudiantes recolectaron en boteos miles de pesos para pagar las altísimas fianzas para liberar a sus camaradas encarcelados. Las mayores contribuciones provinieron de sindicatos como el STUNAM y el SITUAM, que ya antes habían hecho donaciones financieras a los estudiantes en huelga y participado en las guardias de defensa obrero-estudiantiles de los diferentes planteles de la UNAM.

El lunes 13 de diciembre, se llevó a cabo en la ciudad de Nueva York una protesta de emergencia convocada por el Grupo Internacionalista frente al consulado mexicano. Los manifestantes llevaban pancartas que decían “Libertad a los 98 de la UNAM; Anulen todos los cargos ahora”, “No a una nueva masacre del 68. Victoria a la huelga”, “Ejército mexicano ¡Fuera de Chiapas!”, “Seattle: por solidaridad obrera internacional, no al proteccionismo nacional”, “Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes” y “Romper con el frente popular cardenista—¡Forjar un partido obrero revolucionario!” Además del Grupo Internacionalista, participaron algunos otros grupos en el piquete, como la League for the Revolutionary Party, la Spartacist League, el International Action Center, la Coalición por Mumia Abu-Jamal y el Comité por Chiapas. Hubo varios oradores. Esa noche, las noticias en español del canal 41 de Nueva York presentaron un reportaje sobre la manifestación, con entrevistas a los participantes y dramáticas escenas de la represión policíaca en la Ciudad de México.

73 de los arrestados han sido penalmente acusados. Originalmente el fiscal intentó acusarlos de daños a la embajada y a los automóviles cuyos parabrisas resultaron rotos en el tumulto. No obstante, ninguno de los dueños de los coches en cuestión presentó querellas, y el portavoz de la embajada admitió que sólo hubo “ligeros daños” en “18 ventanas”. Finalmente, hoy las autoridades capitalinas retiraron los cargos de “daño a propiedad ajena”. Además, una videocinta policíaca de la reyerta no muestra a ninguno de los arrestados. No obstante, los arrestados han sido acusados de “motín”, un delito tomado del repertorio de las dictaduras militares latinoamericanas. ¿Qué sigue? ¿Es que el gobierno del D.F. va a presentar a los estudiantes en huelga ante una corte marcial acusándolos de “rebelión” y a resucitar el infame delito de “disolución social” contra el que los estudiantes protestaron en 1968?

Lecciones del 11 de diciembre

Los dramáticos eventos recientes, desde Seattle hasta la Ciudad de México y Nueva York, echan luz sobre la situación política de México y Estados Unidos. En la campaña para las elecciones presidenciales de julio próximo, Cuauhtémoc Cárdenas del PRD se presenta como candidato de una coalición, la “Alianza por México”, junto con varios partidos burgueses menores y con el respaldo de varias organizaciones sindicales “independientes” (del PRI). Los otros contendientes de importancia son Vicente Fox del derechista PAN, que ha agitado el estandarte clericalista de la Virgen de Guadalupe, y Francisco Labastida del PRI, quien se presenta en su campaña con una plataforma electoral de imponer “el orden social”. El PRI ha gobernado México durante los últimos 70 años mediante un régimen semibonapartista en el que la maquinaria estatal y del partido se encuentran intrincadamente entremezcladas y la clase obrera se ha mantenido bajo control mediante los “sindicatos” corporativistas subordinados al PRI, que funcionan en realidad como aparatos policíacos de control laboral. 

La realidad del “PRI-gobierno” quedó de manifiesto la semana pasada, cuando un camión del Estado Mayor Presidencial llegó a las oficinas centrales del PRI para depositar un cargamento de armas de alto poder y municiones.

El PRD de Cárdenas es un partido nacionalista burgués que se envuelve en la bandera mexicana mientras grita a los cuatro vientos que defiende la “soberanía nacional”. Sin embargo, el 11 de diciembre, el gobierno supuestamente democrático del Distrito Federal desató la represión actuando como policía semicolonial del imperialismo. Excélsior (12 de diciembre) informó que en el punto culminante de la protesta, la embajada norteamericana exigió a las autoridades de la Ciudad de México que disolvieran la manifestación ya que, de lo contrario, “intervendría el cuerpo de marines estadunidenses”. Ante esta ominosa amenaza de desplegar elementos del ejército norteamericano en la capital mexicana por primera vez desde la intervención estadounidense en la Revolución Mexicana de 1910-17, el PRD saludó a sus patrones imperialistas y mandó a los granaderos.

El Internacionalista

Manta del Grupo Internacionalista, sección de la Liga por la IV Internacional.

Desde que contendió por primera vez por la presidencia en 1988, Cárdenas ha sido el punto focal de un frente popular cuyo propósito es desviar y contener el potencialmente explosivo descontento social. Para lograrlo, el frente popular encadena a sectores de la clase obrera que han roto con el control del PRI—lo mismo que campesinos, indígenas, estudiantes y pobres de la ciudad y del campo—al PRD, un partido nacionalista burgués, muchos de cuyos dirigentes son ex izquierdistas. El Grupo Internacionalista ha repetido desde su formación las advertencias del comunista internacionalista León Trotsky, dirigente junto con Lenin de la Revolución Rusa de octubre de 1917, contra el papel de los frentes populares como muros de contención de la movilización obrera revolucionaria. Desde la Guerra Civil Española en los años 30 hasta Indonesia en 1965 y el Chile de Allende a principios de los 70, los frentes populares han preparado el camino de la reacción derechista atando de pies y manos y reprimiendo a los obreros y oprimidos.

No es ésta la primera vez que las autoridades de la Ciudad de México lanzan a la policía contra los manifestantes. En mayo pasado, la policía antimotines atacó a maestros en huelga de la CNTE, que ha sido uno de los principales pilares de apoyo del frente popular cardenista. En junio, arrestaron a colonos ligados al Frente Popular Francisco Villa, otro pilar cardenista. El 4 de agosto, funcionarios de alto rango en el gobierno, ordenaron a los granaderos atacar a estudiantes que habían acudido a cercar una sede esquirola de trámites extramuros, arrestando a 117 huelguistas. Cárdenas renunció como jefe de gobierno de la Ciudad de México en septiembre para dar inicio a su campaña presidencial. Fue remplazado por Rosario Robles, ex dirigente del STUNAM y alguna vez maoísta de la Organización de Izquierda Revolucionaria–Línea de Masas. El 14 de octubre, la nueva jefa de gobierno del D.F. envió a los granaderos a que atacaran a los manifestantes cuando éstos abandonaban los carriles centrales del Periférico después de protestar contra la cobertura televisiva mentirosa de la huelga. Dramáticas fotografías mostraron a una joven estudiante yaciendo en medio de un charco de sangre junto con su hermano, que intentó ayudarla cuando era brutalmente atacada por los policías.

Como estudiante en los años 70, Robles protestó en las calles contra el PRI-gobierno exigiendo la disolución del cuerpo de granaderos, tristemente célebre por su brutalidad. Hoy en día, tanto ella como su jefe Cárdenas, mandan policías antimotines contra los huelguistas, maestros y colonos. Cárdenas ha intentado repetidamente dar confianza a los inversionistas norteamericanos, más recientemente con un discurso a la Cámara Norteamericana de Comercio en la Ciudad de México. Pero mucho más efectivo que los discursos resulta el enviar policías a golpear a manifestantes (algunos de los cuales eran apenas hace unos meses sus más fervientes partidarios) para mostrar su “fiabilidad” como el hombre que ha de imponer la “ley y el orden” burgueses. El 17 de diciembre, una manifestación estudiantil se dirigió primero hacia la embajada de Estados Unidos, y de ahí hacia las oficinas del gobierno del D.F. en el Zócalo, para subrayar la responsabilidad del PRD en la criminal represión policíaca. Una pancarta del GI en la manifestación del 11 de diciembre llevaba el mensaje en el que hemos insistido a lo largo de la huelga: “Romper con el frente popular cardenista–¡Forjar un partido obrero revolucionario!”

Los gobernantes mexicanos se han visto cada vez más frustrados con la huelga de la UNAM. Durante meses, el régimen del PRI y su rector, Francisco Barnés de Castro, antiguo secretario de estado responsible para la industria petroquímica, confiaron en desgastar a los huelguistas. Dado que esto no funcionó y tras la selección de Labastida  (cuya esposa es directora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM) como candidato del PRI a la presidencia, Zedillo se deshizo de su títere Barnés con una llamada matutina y puso en su lugar a Juan Ramón de la Fuente, que había sido hasta el momento secretario de salud. Mientras tanto, el semanario Proceso publicó un suplemento especial de 72 páginas (1° de diciembre) que tituló “La huelga sin fin”. Dos académicos de la UNAM publicaron un libro que lleva por nombre La huelga del fin del mundo en referencia al levantamiento milenarista de los canudos en Brasil a finales del siglo pasado que fue brutalmente suprimido por el ejército brasileño.

La intimidación tampoco funcionó: después de días de frenesí en los medios de comunicación con denuncias histéricas del atrevimiento de los estudiantes de bloquear el tráfico el 14 de octubre, y en medio de la movilización de miles de policías, el CGH pudo reunir a más de 30 mil personas el 5 de noviembre para marchar por el Periférico. En este acto de desafío, se unieron a los estudiantes sindicalistas y colonos de comunidades pobres. A principios de diciembre volvieron a reunir a más de 20 mil para protestar en el Zócalo frente a Palacio Nacional y las oficinas del gobierno de la ciudad. Frente a la tenaz resistencia de los estudiantes, el gobierno y el nuevo rector De la Fuente accedieron a participar en el “diálogo” con los huelguistas. Después de muchas discusiones sobre los lugares de reunión y la agenda, la comisión del rector acordó el 10 de diciembre discutir el orden del día del CGH. Entonces llegó el 11 de diciembre.

El violento ataque policíaco contra los estudiantes mostró la brutal realidad que está detrás del telón del “diálogo” en el Palacio de Minería. Un hecho sintomático: todos los estudiantes que no forman parte de la comisión de los 120 delegados (que tienen que mostrar su credencial de la UNAM para poder entrar) son mantenidos fuera del edifico por los policías de Protección Universitaria, a pesar de que una de las demandas del pliego petitorio es la disolución del aparato represivo de la Universidad y de que los policías (junto con los porros, sus auxiliares) fueron echados del campus y sus oficinas ocupadas al principio de la huelga. ¡Deben ser echados también del STUNAM! No obstante, la dirección de la huelga centrada en la corriente En Lucha—con su base de apoyo en la Facultad de Ciencias—insistió en reasumir el “diálogo” tan pronto como fuera posible. En Lucha sugirió regresar a las pláticas aunque los estudiantes arrestados estuvieran en la cárcel. Unos días después, en una reunión celebrada el 14 de diciembre, los representantes de Ciencias insistieron largamente en que no entregarían los 60 mil pesos (reunidos en la rifa de un Volkswagen) para reunir los fondos necesarios para el pago de las fianzas de los detenidos, porque supuestamente ese dinero estaba destinado a la compra de papel. Perdieron en la votación.

De hecho, estos otrora llamados “ultras”, a los que hoy se refiere irónicamente la prensa burguesa como “neo-moderados”, intentaron sabotear la marcha desde el principio. El 11 de diciembre insistieron en tener la asamblea de la Facultad a la misma hora de la marcha. Javier Fernández de En Lucha se opuso inclusive a enviar una delegación a la marcha. Un grupo de unos 15 estudiantes que habían pegado carteles convocando a la marcha para exigir la liberación de Mumia Abu-Jamal protestaron diciendo que la marcha había sido formalmente aprobada por el CGH, y abandonaron la asamblea para asistir a la manifestación. Al día siguiente, Mario Benítez, otro vocero de En Lucha, se rehusó a defender la marcha diciendo que el gobierno quería presentar a los estudiantes como “vándalos”. Después, en una reunión de los brigadistas de la Facultad de Ciencias celebrada el 13 de diciembre, en la que se discutió si había sido correcto asistir a la marcha, Fernández afirmó que los manifestantes “crearon los problemas que ahora enfrentamos”, y que en último caso la marcha en sí no tenía que ver directamente con la huelga. Algunos brigadistas expresaron su enojo por esta traición.

Y para colmo, en Los Brigadistas (16 de diciembre) En Lucha tiene el descaro de ¡quejarse de que se salga a “apoyar a tales o cuales en una marcha”! Esta es una referencia innegable a la marcha por la liberación del condenado a muerte Mumia Abu-Jamal. Así expresan, de la forma más grosera, su afán de aislar la huelga de la lucha de clases internacional para poder pactar una componenda podrida “entre universitarios” como exigen De la Fuente y José Narro. Esto viene en un número dedicado a machacar su fantasía de que se ganaría la huelga al mostrar su superioridad y pericia en los “argumentos” en las pláticas en Minería, como si se tratara de un programa de Jeopardy en TV Azteca. 

Como señaló el orador del Grupo Internacionalista en la protesta del 11 de diciembre frente a la embajada de EE.UU.: 

“Hoy los periódicos están llenos de elogios al supuesto diálogo, cuando aquí estamos protestando contra la represión—no solamente en Filadelfia y Seattle, sino también en Chiapas... y aquí en el D.F. El enemigo es el imperialismo y sus títeres y secuaces neocoloniales, como los Salinas, Zedillo, etc. Y Cárdenas, quien ha prometido reiteradamente a sus amos en Wall Street que va a cuidar sus intereses. Y lo ha cumplido, al enviar los granaderos contra los estudiantes huelguistas. Para ganar esta huelga de casi 240 días hay que extenderla a los trabajadores universitarios (SITUAM, STUNAM), a sectores claves del proletariado industrial como son los electricistas. Eso es lo que más teme la burguesía.” 
Forjar el partido trotskista mundial de la revolución socialista

Otro grupo que se ausentó ostensiblemente de la marcha fue el Grupo Espartaquista de México (GEM), sección de la Liga Comunista Interna-cional. Tras los arrestos en masa, el GEM publicó un volante afirmando que la manifestación del 11 de diciembre había sido “convocada en solidaridad con movilizaciones recientes en Seattle contra la reunión de la OMC” que fueron “un espectáculo circense del nacionalismo y el proteccionismo chovinista en solidaridad con su propia burguesía”. Las movilizaciones de Seattle, organizadas por la burocracia sindical de la AFL-CIO y organizaciones liberales y reformistas que orbitan en torno al Partido Demócrata, se basaron en un programa chovinista de proteccionismo, y los internacionalistas proletarios no habríamos participado en ellas. No obstante, la marcha del 11 de diciembre se convocó para protestar contra la represión de estado policíaco de que fueron objeto las manifestaciones contra la Organización Mundial del Comercio. Además, el mentiroso volante del GEM ¡jamás menciona que la marcha del 11 de diciembre fue convocada para exigir la liberación de Mumia Abu-Jamal!

Manifestarse a favor de estas dos demandas—abajo la represión en Seattle y por la liberación de Mumia—es lo que se aprobó en la asamblea del CGH de los días 4 y 5 de diciembre. Eso es también lo que decía el cartel del CGH llamando a la marcha. Incluso la declaración truncada puesta en Internet por la Comisión de Prensa y Propaganda (controlada por En Lucha) que los miembros del GEM citan como prueba de su afirmación dice: “Marcha el sábado 11 a las 2 p.m. del Tianguis del Chopo a la Embajada de Estados Unidos, en protesta por la represión en Seattle y exigiendo la liberación de los detenidos.” La mentira de la que el GEM pretende servirse es tanto absurda como repugnante. Absurda porque implica que los estudiantes mexicanos se solidarizaron con el proteccionismo chovinista norteamericano, que se dirige frecuentemente contra México (por ejemplo, la dirección del sindicato camionero exige impedir la entrada a Estados Unidos de camioneros mexicanos, mientras que la de los siderúrgicos ha acudido a los tribunales alegando que el acero mexicano se vende a precios de “dumping”). Repugnante, porque la marcha fue la primera manifestación de importancia de cientos de estudiantes en huelga para exigir la liberación de Mumia Abu-Jamal y protestar contra la represión de estado policíaco en Seattle… y el GEM y la LCI la censuran por “nacionalista”.

En realidad, la posición genuinamente nacionalista fue la de En Lucha, a quienes se unió el GEM para boicotear la marcha del 11 de diciembre a la embajada de EE.UU., afirmando en su caso que la liberación de Mumia y la oposición a la violencia policíaca en Seattle ¡no tienen que ver directamente con la huelga de la UNAM! En otro aspecto importante, sin embargo, la posición del GEM y la LCI fue incluso peor que la de En Lucha: durante varios días de movilizaciones afuera de las agencias del Ministerio Público y en las calles para exigir la liberación de los estudiantes de la UNAM encarcelados, a las que se sumó el Grupo Internacionalista, el GEM no apareció en lo absoluto. Tampoco los camaradas del Grupo Internacionalista vieron al GEM cuando fueron a los sindicatos más importantes para ganar apoyo para los estudiantes arrestados. No fue sino hasta que los estudiantes fueron liberados que los del GEM se presentaron para distribuir su volante en la marcha del 16 de diciembre. Estos charlatanes, que recurren a distorsiones absurdas, a viles calumnias y a abiertas mentiras para justificar su degeneración centrista, se han convertido en una parodia de la antigua LCI, haciendo mofa del nombre de espartaquistas, que significaba oposición intransigente a la burguesía. 

Hubo un grupo en la marcha del 11 de diciembre que, de hecho, vitoreó las protestas de Seattle, a saber, la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS), organización vinculada con el PTS argentino, una escisión de la corriente seudotrotskista dirigida por el difunto Nahuel Moreno. Fiel a la tradición morenista de maniobrerismo antiprincipista, la LTS opera a través de numerosos grupos de fachada, desde ContraCorriente, hasta el “Comité Contra la Represión del CGH”. Un volante firmado por ContraCorriente y “estudiantes independientes” y titulado “Viva la batalla de Seattle” (11 de diciembre) representa un ejemplo clásico de nacionalismo pequeñoburgués latinoamericano disfrazado de antiimperialismo. El volante tiene apenas una tímida crítica a las cúpulas de la AFL-CIO en Seattle, y presenta un programa puramente “democrático”, es decir, burgués, que pasa del “Congreso Democrático y Resolutivo” como la demanda culminante de la huelga de la UNAM, a la desmilitarización, alto a la represión, apoyo a las luchas de masas contra “la explotación y la opresión imperialistas”—¿y qué hay de la opresión y la explotación que ejerce la burguesía mexicana?

Por supuesto, siguiendo una pauta típicamente morenista, la LTS tenía otro volante sobre “La batalla de Seattle”, éste con su propio nombre, en el que se denuncia “la política nacionalista y proteccionista” de la dirección de la AFL-CIO. Incluso señala el carácter antichino de las protestas sindicales, pero no menciona que estos anticomunistas están empeñados en que se lleve a cabo una contrarrevolución, ni que la única manera de defender las conquistas que quedan de la Revolución China es mediante una revolución política proletaria dirigida por un partido trotskista, para echar a la burocracia estalinista que está preparando el camino para la restauración del capitalismo. De hecho, en sus volantes que presentan dos líneas distintas, la LTS no hace un llamado por la formación de partidos obreros bolcheviques, ya sea en Estados Unidos o en México. En cambio, sus demandas principales son formar una “Coordinación Nacional contra la Represión” y por una “asamblea constituyente revolucionaria”. (El mismo Cárdenas llama en su campaña electoral a formar una asamblea constituyente.)

El método de la LTS es el típico frentismo reformista, con una línea de masas de  bajo nivel, frentepopulista, “antiimperialista”, “antifascista”, y una línea partidaria más “avanzada” para los iniciados. Más particularmente, refleja una variedad peculiar del oportunismo característico de los grupos supuestamente trotskistas, a saber, el pablismo. Michel Pablo fue secretario de la IV Internacional a finales de los años 40 y principios de los 50, cuando bajo la presión de los partidos estalinistas de masas y la Guerra Fría, adoptó una política liquidacionista de hacer seguidismo a los partidos comunistas pro Moscú de Europa Occidental, lo mismo que a los socialdemócratas y a los nacionalistas burgueses en los países semicoloniales. Desde entonces, una panoplia de seudotrotskistas ha desarrollado el seguidismo pablista en un programa de seguidismo a cualquier movimiento de masas, desde las guerrillas castro-guevaristas, hasta las Guardias Rojas chinas, los generales portugueses, el ANC de Nelson Mandela en Sudáfrica e, incluso, fuerzas abiertamente reaccionarias como los mullahs iraníes.

Además, detrás de la línea de la LTS de “Viva la batalla de Seattle”, así como su crítica particular a la AFL-CIO, se encuentra el programa del nacionalismo latinoamericano que comparten con toda una serie de grupos izquierdistas pequeñoburgueses en México y el resto de la región. La LTS, junto con sus colegas del PTS, se refiere de manera rutinaria a los “obreros yanquis”. En contraste, los marxistas internacionalistas denunciamos el “imperialismo yanqui” que oprime no sólo a los países semicoloniales, sino también a la clase obrera en los Estados Unidos. Para la marcha del 16 de diciembre, que iba a regresar a la embajada de EE.UU., la Comisión de Prensa y Propaganda controlada por En Lucha, preparó un cartel que se refería a la “embajada gringa”, otra expresión chovinista. Unos estalinistas llevaban una bandera mexicana con la hoz y el martillo, y al abandonar la embajada de Estados Unidos, varios manifestantes cantaron el himno nacional. Y en este contexto, el GEM, en contradicción flagrante con su pretensión de defender el programa trotskista, se ha convertido en abanderado de la “soberanía nacional” de México.

Vanguarda Operária 

En la marcha del 22 de noviembre en Rio de Janeiro, 
llaman por la victoria de la huelga estudiantil en México.

La bandera tricolor y el himno nacional pertenecen a la burguesía, a aquellos que explotan al proletariado y reprimen la huelga de la UNAM. Nuestra bandera es la bandera roja del proletariado mundial; nuestro himno es la Internacional, que se remonta a la Comuna de París. Los marxistas luchamos contra la opresión imperialista como parte de una lucha proletaria internacionalista para aplastar al capitalismo. Como trotskistas, luchamos por el programa de la revolución permanente en los países semicoloniales como México, insistiendo en que incluso las tareas democráticas—la emancipación nacional, la revolución agraria y la liberación de los pueblos indígenas—podrán ser conquistadas únicamente con la derrota del capitalismo y el establecimiento del dominio proletario mediante un gobierno obrero y campesino bajo la dirección de un partido comunista y la extensión de la revolución obrera a todo el orbe. Atar la lucha a sectores de la burguesía “nacional”—como hacen todas las variantes del estalinismo, incluidos el maoísmo y el castrismo—implica la derrota. En México, ésta fue la política de Lombardo Toledano, quien fue la punta de lanza de la campaña de calumnias contra Trotsky que preparó el camino para su asesinato, y del Partido Comunista Mexicano, cuyos remanentes terminaron liquidándose en el PRD de Cárdenas.

Aquellos que presentan el antiimperialismo como un vulgar antinorteamericanismo, engañan a los trabajadores. La Internacional Comunista de Lenin y Trotsky subrayó que la lucha revolucionaria en América Latina sólo podrá triunfar si se une al proletariado multiracial norteamericano. De la misma forma, la lucha contra la racista pena de muerte en los Estados Unidos va de la mano de la lucha contra su reintroducción en México. (Varios de los más furibundos antihuelguistas, como los juristas eméritos Burgoa y Carrancá y Rivas que han atacado virulentamente la “impunidad” de los huelguistas y hacen llamados para que se “aplique la ley” contra los estudiantes de la UNAM, son también rabiosos partidarios de la pena de muerte en México.) Esta lucha debe ser parte de una lucha contra la opresión racista de los indígenas, contra la persecución de los inmigrantes centroamericanos, contra la opresión de la mujer y los homosexuales y contra las otras características del dominio de la burguesía “nacional” en México, que cumple las sangrientas órdenes de la embajada de EE.UU.

En México, los partidos burgueses se unen al reprimir a los estudiantes en lucha, acusando a los huelguistas de la UNAM de provocación—cuando la provocación vino directamente de la policía—para así justificar medidas de estado policíaco. En los Estados Unidos, el gobierno liberal del Partido Demócrata en Seattle llamó a la Guardia Nacional y acordonó prácticamente todo el centro de la ciudad para impedir que se acercaran, no sólo los manifestantes, sino cualquiera que no fuera uno de los dignatarios de la Organización Mundial del Comercio. En Nueva York, donde la posibilidad de una huelga de los trabajadores del metro sacudió a la ciudad durante la semana pasada, el alcalde republicano Rudolph Giuliani junto con el procurador estatal demócrata y los patrones de la paraestatal del transporte metropolitano acudieron a los tribunales para conseguir una batería de prohibiciones judiciales, no sólo para declarar ilegal a la huelga, ¡sino también el solo hecho de proponerla o incluso discutirla! Quienes violaran estas disposiciones fueron amenazados con multas inauditas de 25 mil dólares diarios por persona, doblándose esta cantidad diariamente; asimismo, se amenazó con multar al sindicato con un millón de dólares el primer día, dos millones el segundo, 4 millones el tercero, y así sucesivamente.

Así, en ambos lados de la frontera es candente la cuestión de cómo combatir la represión. En su discurso en el mitin en las afueras de la embajada estadounidense el 11 de diciembre, el orador del Grupo Internacionalista enfatizó:

“De Seattle a Chiapas y pasando por el D.F., la lucha contra la represión capitalista ha sido socavada una y otra vez por el frentepopulismo, que ata a la clase obrera organizada a sectores de la burguesía. La lucha por salvar a Mumia, igual que en su tiempo la lucha por salvar a los obreros anarquistas Sacco y Vanzetti, y los jóvenes de Scottsboro, debe formar parte de una lucha revolucionaria, clasista, proletaria e internacionalista, en la lucha por forjar el partido obrero revolucionario que tanto necesitamos.”
Mientras la LTS hablaba acríticamente de la “Batalla de Seattle” como una especie de revuelta anticapitalista, el orador del Grupo Internacionalista señaló que en las manifestaciones en Seattle el programa de los opositores de Clinton era el del proteccionismo:
“Muchos querían echar acero chino al mar. Este es un programa contrarrevolucionario, concebido como un medio para presionar al régimen clintoniano. El gobierno mexicano también se opuso a los planes de Washington para así ‘defender’ los salarios de miseria. En cuanto a las potencias europeas, lo que se vio en Seattle fue el inicio de las guerras comerciales del futuro, que podrían llevar a una tercera guerra mundial.”
El orador del GI concluyó con algo de la historia de la defensa obrera internacional:
“Durante la lucha por salvar a Sacco y Vanzetti del verdugo, un joven centroamericano trabajó en las oficinas en Nueva York de la International Labor Defense, afiliada al Socorro Rojo Internacional. Según se informa, este joven portaba un botón con el retrato de Trotsky. Luego se fue a Nicaragua, para entrevistarse con el insurrecto Sandino. Pero discrepando con la política nacionalista de este último, decidió luego formar el Partido Comunista Salvadoreño. El joven se llamaba Farabundo Martí, y fue brutalmente asesinado junto con 30,000 campesinos y obreros en el año 1932. Su ejemplo muestra cómo la lucha por los derechos democráticos y contra la represión va de la mano con la lucha por la revolución socialista en todo el mundo.”

Como subrayó una resolución del IV Congreso de la Internacional Comunista (1922) acerca de América Latina:

“Cuando los obreros de América del Sur se oponen a los intentos criminales del capitalismo yanqui, como durante el proceso de Sacco y Vanzetti, las clases gobernantes reprimen estas manifestaciones proletarias para demostrar su sumisión interesada y consciente al imperialismo del Norte. La unión panamericana de la burguesía es un hecho evidente…. Ya es hora de unir a las fuerzas revolucionarias del proletariado, puesto que los capitalistas de toda América se unen contra la clase obrera…. La lucha común de los proletarios de todos los estados de América contra todos los capitalistas americanos solidarios es una necesidad vital para la clase explotada.”
O, como dice la consigna lanzada por el Grupo Internacionalista en la marcha del 11 de diciembre y retomada con entusiasmo por muchos otros: “¡Revolución socialista en el monstruo imperialista!”

Grupo Internacionalista,
sección de la Liga por la IV Internacional
—21 de diciembre de 1999



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