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octubre de 2011  

Así se ve la “democracia” imperialista patrocinada por EE.UU.

El asesinato de Muamar Gadafi

El asesino en serie de la Casa Blanca se anota otro tanto
 

La prensa imperialista se regocija del linchamiento de Gadafi.

La mañana del 20 de octubre, el ahora ex líder libio Muamar Gadafi fue capturado, golpeado brutalmente y ejecutado a sangre fría a manos de los victoriosos “rebeldes” patrocinados por los imperialistas, que han tomado el control de este país norafricano. El presidente norteamericano Barack Obama y otros dirigentes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) cuyos aviones de guerra bombardearan masivamente ciudades libias bajo la guisa de “proteger a la población civil”, no tardaron en celebrar el asesinato. La victória de las encontradas bandas de degolladores islamistas y monarquistas, armadas, financiadas y “asesoradas” por las potencias occidentales, dista de ser un triunfo a favor de la democracia y anuncia, en cambio, la fundación de un régimen neocolonial en Libia. En los espeluznantes videos que tomaron los linchadores mientras torturaban a Gadafi para luego asesinarlo se ve el feo rastro del nuevo régimen.

A todos aquellos que pidieron la intervención de EE.UU. y la OTAN en nombre de preocupaciones “humanitarias”, incluidos muchos liberales y algunos supuestos izquierdistas, y al grueso de la izquierda que vitoreó a los matones y reaccionarios rebeldes, y así ayudaron a preparar el camino para la guerra imperialista contra Libia, les decimos: lo pidieron y ahora lo tienen. ¡Atragántense con su “victoria”!

En la voluminosa cobertura informativa que le dieron los medios imperialistas, el sanguinario crimen que ha servido como certificado de nacimiento de la “Nueva Libia” ha sido blanqueado con una serie de eufemismos. Van desde los encabezados celebratorios “Libres de Gadafi” (Los Angeles Times), “Muerte de un dictador” (Guardian de Londres) y El fin de un tirano” (Independent de Londres), pasando por los dizque objetivos “Para Gadafi fin sangriento en Libia” (Washington Post) y “Gadafi, capturado por enemigos, tiene un violento final” (New York Times) hasta los de la prensa amarillista sedienta de sangre “Cobarde hasta el fin” (Daily News de Nueva York) y el más bizarro de todos, “Gadafi muerto a manos de un fan de los Yanquis” (New York Post), que presenta el linchamiento como si se tratara de un evento deportivo. Un comentarista solitario se atrevió a llamarlo con su verdadero nombre, “una turba bárbara de linchadores” (Peter Popham en The Independent), para luego disculparlo (“quiénes somos nosotros para juzgarlo”).

Sí, Muamar Gadafi fue un dictador y un tirano. Los trotskistas luchamos contra las ilusiones en el hombre fuerte libio, incluso cuando éste era ensalzado por buena parte de la izquierda como símbolo del antiimperialismo. Hemos mostrado en detalle cómo, junto con sus gesticulaciones nacionalistas, Gadafi buscó en repetidas ocasiones un modo de coexistencia, un acuerdo de convivencia con los imperialistas, y no sólo en años recientes, cuando se unió a la “guerra contra el terrorismo” auspiciada por Washington. (Véase “Gadafi y los imperialistas: de vez en cuando”, en el suplemento especial de El Internacionalista, mayo de 2011.) Sin embargo, una vez que comenzaron los bombardeos de EE.UU. y la OTAN, la Liga por la IV Internacional tomó posición por la defensa de Libia en contra del ataque imperialista, sin dar el menor apoyo político al régimen de Gadafi. En los años 30, León Trotsky llamó a los obreros a que defendieran militarmente a Etiopía en contra de la invasión imperialista italiana, al mismo tiempo que se oponía políticamente al régimen feudal del emperador Haile Selassie.

Cuando las masas norafricanas y árabes se levantaron contra diversos dictadores respaldados por EE.UU. a principios de este año, Gadafi se convirtió en un lastre, dando al mismo tiempo a las potencias occidentales una oportunidad para que intervinieran. Como ha hecho Estados Unidos en el pasado, el aliado que se ha tornado inconveniente es eliminado para fortalecer la dominación imperialista. Con frecuencia esta operación ha sido realizada no por derechistas republicanos, sino por demócratas liberales: cabe recordar los casos de Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana y en 1961 y de Ngo Dinh Diem en Vietnam del Sur en 1963, ambos asesinados por John F. Kennedy.

Ahora se nos está sometiendo a una orgía de auto congratulación en los medios imperialistas. Se nos dice que “miles celebran” el derrocamiento de Gadafi en Trípoli, o al menos las cien personas que pueden verse en una foto de Reuters, lo que muestra la magia de un uso diestro del enfoque estrecho para crear la impresión de una movilización masiva, como en el caso del famoso derribo de la estatua de Saddam Hussein en Bagdad el 9 de abril de 2003. De lo que no hablan es de cómo los terroríficos bombardeos de la OTAN contra Sirte, donde los combatientes pro Gadafi libraron una resistencia tenaz, destruyeron completamente la ciudad. Tampoco mencionan que hace una semana, las milicias en la capital libia dispararon contra una manifestación pacífica de partidarios de Gadafi en el barrio pobre Abu Salim.

También se nos atosiga con la basura seudosicológica sobre la necesidad de conseguir un “cierre emocional” en Libia, junto con los ensalmos santurrones de Obama acerca de la “construcción de una Libia incluyente, tolerante y democrática”. ¿Con ello se refiere a las redadas racistas en que se ha detenido a cientos de trabajadores africanos negros y libios de piel oscura en el sur, muchos de los cuales han sido sumariamente ejecutados, acusados falsamente de ser “mercenarios” de Gadafi? Entretanto, las bandas islamistas de Abdel Hakim Belhaj, quien combatió con los muyajedin (guerreros santos) de la CIA en contra de la intervención soviética en Afganistán en los años 80, están ahora aterrorizando Trípoli, donde a las mujeres se les “reprende” para que se pongan el velo islámico. Respaldado y pertrechado con fondos provenientes del emirato petrolero de Catar (que controla la red noticiosa Al Jazeera), Belhaj tiene también en la mira a los dirigentes de las milicias rivales.

Gadafi fue demonizado durante largo tiempo en los medios occidentales. Su afirmación de que los rebeldes que se levantaron en su contra eran islamistas y monarquistas fue ridiculizada, pero resultó completamente cierta. En efecto, Gadafi era caprichoso, errático, represivo, con un cabello rebelde que cobró fama en sus últimos años. Sus uniformes llenos de brocados parecían emular de un general de opereta. Pero cuando Ronald Reagan calificó al líder libio como el “perro rabioso de Medio Oriente”, no pretendía describirlo, sino formular un programa, el de que Gadafi debía ser “eliminado” (lo que Reagan intentó hacer, al bombardear su complejo en Trípoli en 1986, después de haber derribado aviones libios en el Golfo de Sidra).

Si había ayer perros rabiosos en Libia, éstos eran los “combatientes por la libertad” asistidos por la OTAN que mataron a Gadafi a sangre fría, con dos balas en la cabeza y una en el pecho –una ejecución, no el resultado de un “fuego cruzado”–  y que luego arrojaron su cadáver sobre el capote de un carro, jalando su cabello y golpeando su cabeza, para después arrastrarlo por la calle, pateándolo como un balón, para ahora exhibir su cadáver dentro de la cámara frigorífica de un centro comercial. Ésta es la indeleble imagen de la “Nueva Libia” bajo el control de los “rebeldes” patrocinados por EE.UU. y la OTAN. Nada tiene que ver con la imágen de la democracia y del estado de derecho por los que Obama y demás carniceros imperialistas pretendían luchar.

El Independent de Londres encontró que la “enorme expresión de emoción” –es decir, la asesina orgía sangrienta– tras la captura de Gadafi era “conmovedora”, y que su linchamiento constituyó un “castigo duro pero merecido” aunque, por supuesto, “desafortunado”. Y ¿qué de los otros 95 cuerpos de los luchadores pro Gadafi que han sido contabilizados en la pequeña área en la que el dirigente libio libró su última batalla, la mayor parte de los cuales fueron asesinados con disparos a quemarropa, estilo ejecución? Esto habría sido calificado correctamente como una masacre si hubiera sido perpetrado por el ejército de Gadafi. De hecho, es así como las milicias respaldadas por las potencias occidentales han actuado desde el primer día del levantamiento.

Algunos liberales se lamentan de que Gadafi no hubiera sido capturado para poder someterle a juicio por sus crímenes. Los gobernantes occidentales, por supuesto, no se interesaban ni siquiera en un simulacro de juicio, pues temían que el hombre fuerte libo pudiera detallar cómo había cooperado con los imperialistas. Pero además, ¿quién lo habría enjuiciado? ¿La Corte Internacional de La Haya? Éste es el absurdo tribunal imperialista en que se sometió a un juicio amañado al brutal hombre fuerte nacionalista serbio Slobodan Milosevic, pero que se rehusó a juzgar al primer ministro kosovar que asesinó a prisioneros serbios para “cosechar” sus órganos para venderlos. ¿O qué tal un “tribunal” establecido por los nuevos gobernantes de Libia? Un juicio de exhibición controlado por los lacayos imperialistas y asesinos racistas que ahora gobiernan Libia hubiera sido una farsa. Quienquiera que llame por este tipo de “justicia de los vencedores” sólo busca limpiar de sangre las manos de los jefes de EE.UU. y la OTAN.

Libia es presentada hoy en día como modelo para el intervencionismo imperialista liberal bajo el gobierno de Obama, en contraste con las invasiones de Irak y Afganistán que orquestó el republicano Bush y que rápidamente se vieron empantanadas ante la resistencia local. La semana pasada, EE.UU. anunció que enviaría tropas de combate a cuatro países africanos: Uganda, Congo, Sudán del Sur y a la República Centroafricana. Los demócratas intentan por lo general envolver sus guerras con retórica “progresista”, y suelen usar el lenguaje “humanitario” para encubrir la imposición de su dominio colonial (como con la reocupación norteamericana de Haití el año pasado, bajo la guisa de ayudar a las víctimas del terremoto). Ahora Obama ha prometido que retirará todas las tropas norteamericanas de Irak para finales de año. Sin embargo, dejará a varios miles de soldaos para “resguardar al personal de la embajada norteamericana” además de miles de “contratistas” (mercenarios) y legiones de agentes de la CIA.

El tipo de “ayuda” de Obama a los “rebeldes” libios se remonta a la “ayuda” de Theodore Roosevelt a los rebeldes panameños en 1904, quienes convenientemente se levantaron para luchar por la independencia con respecto a Colombia para que EE.UU. pudiera construir un canal estratégicamente ubicado a lo largo del istmo. No cabe duda de que uno de los propósitos de los imperialistas en Libia consiste en retomar el control del petróleo de este país. Pero más que eso, lo que está detrás de la guerra contra Libia, así como de la “guerra contra el terrorismo”, la “guerra contra las drogas” y todas las otras guerras que EE.UU. ha proclamado desde la contrarrevolución que destruyó a la Unión Soviética, es su campaña para conseguir un irrestricto dominio mundial.

Los revolucionarios proletarios defendimos a Libia en contra del ataque lanzado en su contra por los rapaces imperialistas, sin dar ningún apoyo político a su gobernante nacionalista burgués. Gadafi era un anticomunista jurado que suprimió sin piedad los sindicatos, además de conciliar con el imperialismo. Pero el dirigente libio también era una molestia par los imperialistas por haber quebrado su monopolio petrolero y utilizado algo de los resultantes petrodólares para elevar masivamente los estándares de vida de la población libia, que son mucho mejores que los de cualquier otro país de África (algo que apenas se menciona en las necrologías enlatadas que ahora aparecen en la presa).

Advertimos en varios artículos (“Salteadores imperialistas en las arenas movedizas de África del Norte”, “Derrotar la embestida de EE.UU., la ONU y la OTAN” y “Choque en Libia” en el suplemento de El Internacionalista de mayo de 2011) que los insurgentes libios eran muy distintos de las masas de trabajadores y jóvenes desempleados que desencadenaron la caída de Mohamed Ben Ali en Túnez y de Hosni Mubarak en Egipto. En Libia se trató de un levantamiento planeado con anticipación, dirigido desde el principio por agentes del imperialismo norteamericano de larga trayectoria y por islamistas que habían librado una guerra sangrienta contra Gadafi en los años 90 después de haber estado en la nómina de la CIA para luchar contra el régimen reformista y modernizador respaldado por la Unión Soviética en Afganistán. (En Afganistán, los trotskistas aplaudimos la intervención soviética y llamamos por la extensión de las conquistas de la Revolución de Octubre a los pueblos afganos.)

También desenmascaramos a los izquierdistas que alabaron obsequiosamente a los rebeldes libios como perros falderos del imperialismo que ayudaron preparar el camino para la sangrienta intervención de EE.UU. y la OTAN (véase “Libia y la izquierda oportunista”, también en el suplemento de mayo de El Internacionalista). Ahora están cosechando los frutos de su oportunismo. Barack Obama, quien fue elegido con el apoyo tácito o abierto de estos mismos seudoizquierdistas, no sólo es un asesino en masa, que ha dirigido la matanza de miles de civiles inocentes en Afganistán, sino que ha convertido al asesinato de dirigentes en una de las principales armas de la política norteamericana. En un breve período, sus agentes y aliados han asesinado al islamista y ex “asset” (recurso) de la CIA Osama bin Laden, al clérigo musulmán nacido en Estados Unidos Anwar Awlaki en Yemen y ahora a Muamar Gadafi en Libia, con el propósito de imponer regímenes neocoloniales de sátrapas corruptos y asesinos comprometidos con Washington.

Como trotskistas y oponentes de la dominación imperialista, desde Irak y Afganistán hasta Libia y Haití, hemos llamado por la derrota de la intervención norteamericana y por la defensa de quienes luchan contra ella, independientemente de las profundas diferencias políticas que tenemos con ellos. En Libia, hemos insistido en que lo que se necesita es una revolución obrera que se extienda por todo el África del Norte para barrer con todos los dictadores, reyes, coroneles, jeques y emires, así como con los militaristas sionistas, para formar federaciones socialistas en Medio Oriente y África del Norte. Reiteramos también que la única salida que puede poner fin a la maquinaria asesina de EE.UU. y la OTAN consiste en aplastar al imperialismo mediante la revolución socialista internacional.


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe a: internationalistgroup@msn.com

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