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junio de 2013  
 
“Capitalismo andino” contra la clase obrera

Bolivia: Evo Morales desata brutal
represión contra huelga general



Policía ataca a trabajadores huelguistas en La Paz, el 18 de mayo. (Foto: EFE)

6 de JUNIOEn una capital latinoamericana, miles de trabajadores empobrecidos realizan una huelga general y enfrentan a la policía antimotines mientras las calles se llenan de gas lacrimógeno. Al mismo tiempo que el gobierno realiza arrestos masivos, los huelguistas lo denuncian como instrumento del capital y enemigo de la clase obrera. Desde el palacio presidencial se lanza una cacería de brujas al condenar la huelga, tachándola de siniestra conspiración izquierdista, mientras que los partidarios del gobierno se movilizan para “defender la democracia” contra los trabajadores. El escenario no es nuevo, pero en este caso el régimen en cuestión ha sido objeto de la adoración de la “izquierda antineoliberal” a escala internacional.

El país es Bolivia y el gobierno es del presidente Evo Morales y su vicepresidente Álvaro García Linera, dirigentes del Movimiento al Socialismo (MAS), que dice llevar a cabo una “revolución cultural y democrática”. El 6 de mayo, la Central Obrera Boliviana (COB) inició la más importante movilización proletaria desde la elección de Morales en 2005 como el primer presidente indígena de la nación más pobre de Sudamérica. La confrontación –uno de los más agudos conflictos de clase de los años recientes– subraya que el régimen capitalista indigenista se contrapone a las necesidades elementales de los obreros y campesinos indígenas que constituyen la mayoría de la población del país, y a sus derechos conquistados tras duras luchas.

Los combativos mineros encabezaron la huelga general junto con trabajadores fabriles, de la salud, la educación y de otros sectores con la exigencia de una “jubilación digna”, en un país en el que los mineros desde siempre han tenido más probabilidades de morir antes de cumplir 40 años, que de jubilarse con una paga decente. En las calles de La Paz, Oruro y Potosí, las tradicionales explosiones de los cachorros de dinamita de los mineros acompañaban las consignas sindicales: los huelguistas criticaban a Morales por conservar lo básico del antiobrero esquema de pensiones heredado del odiado expresidente “Goni”, el derechista Gonzalo Sánchez de Lozada, favorito de Washington, derrocado en la “Guerra del Gas” que sacudió al altiplano hace una década. Las amas de casa mineras jugaron un papel prominente en los bloqueos callejeros con los que las protestas obreras cortaron el tráfico en 40 carreteras y caminos vitales.

Movilización clasista contra el hambre y la represión


(Arriba) Mineros de Huanuni, la mina más grande de Bolivia, responden a la arremetida policíaca dinamitando el puente de Caihuasi, el 8 de mayo. (Abajo) La policía de Evo Morales caza a los mineros en los cerros, deteniendo a 337 huelguistas. (Fotos: Kyrios; Radio Nacional de Huanuni; Víctor Guitiérrez/La Razón)

Desesperado por romper la huelga, el gobierno de Morales lanzó una andanada de medidas represivas, con el arresto de 400 sindicalistas (para algunos de los cuales exige condenas carcelarias de hasta seis años), la imposición la detención domiciliaria en contra de dirigentes de la Central Obrera Departamental (COD) de Oruro –junto con 20 mineros de Huanuni, la mina más grande del país – y la movilización de una campaña mediática para calumniar a los sindicalistas con la patraña de que son instrumento de la derecha. El 17 de mayo, Morales declaró la huelga “ilegal”. Ante la represión violenta por parte de las mismas fuerzas policíacas y militares que han manchado de sangre minera el altiplano una y otra vez a lo largo del último siglo, se informó que los trabajadores de Huanuni habrían capturado a tres policías, manteniéndolos dentro de los socavones para canjearlos por sindicalistas arrestados.

Durante un ataque particularmente salvaje contra los mineros de Huanuni en la carretera entre Oruro y Cochabamba, un dirigente de la COD de Oruro, Juan Carlos Guarachi, dijo a la Cadena A de televisión en entrevista telefónica, “Estamos aquí en los cerros, seguimos haciéndole frente a los policías y al mismo tiempo con la furia y la rabia de los trabajadores se ha hecho volar el puente que conecta de Caihuasi hacia Caracollo”. El sindicalista agregó: “El Gobierno una vez más está actuando como los gobiernos neoliberales y por ende una vez más con soberbia y la incapacidad de todos sus ministros, por no dar solución a la demanda de los trabajadores” (ANF-Erbol, 9 de mayo).

Por su parte, el dirigente sindical de Huanuni, Ronald Colque, denunció al MAS por llevar a cabo una campaña de “represión al puro estilo de los gobiernos neoliberales” (ANF, 17 de mayo). Esta acertada observación refleja la amargura de muchos trabajadores y campesinos pobres que pusieron sus esperanzas en el MAS, cuya llegada al poder se dio en medio de torrentes de retórica en contra de la política económica neoliberal, que (como el resto de la “izquierda” populista y nacionalista) criticaba al mismo tiempo que afianzaba el sistema de explotación capitalista.

En una operación particularmente cínica, el MAS convocó una manifestación contra la huelga para el 23 de mayo “en defensa de la democracia”, en la que reunió a asociaciones campesinas y vecinales alineadas con el gobierno para que se opusieran a los trabajadores. En el discurso que pronunció en dicha movilización, Morales dijo: “Si no hay la unidad del pueblo boliviano, tal vez el esfuerzo de autoridades, el esfuerzo de dirigentes no puede ser consolidado para seguir garantizando esta revolución democrática y cultural”. Luego enfatizó los vínculos de su régimen con los “procesos revolucionarios en Latinoamérica... en Ecuador, Argentina, Brasil...” en los que otros presidentes de la “marea rosada” latinoamericana combinan políticas capitalistas con retórica populista/nacionalista (video en YouTube, 23 de mayo).

En Bolivia, país en el que décadas de convulsas luchas de clase produjeron una conciencia histórica particularmente fuerte, el paralelismo que hay entre Morales y sus predecesores populistas y nacionalista salta a la vista. La movilización de sectores del campesinado atados al partido gobernante como ariete en contra de los mineros y otros sectores proletarios fue una marca distintiva del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que llegó al poder con la revolución de 1952. Cuando el ejército reconstruido por el MNR lo derrocó en el golpe de estado respaldado por Washington en 1964, el jefe de la junta militar, René Barrientos, forjó un Pacto Militar Campesino dirigido explícitamente en contra de los sindicalistas mineros, los estudiantes y profesores radicales, y otros “elementos subversivos”.

Sombría realidad del “capitalismo andino” de Morales


Volvieron. Marcha de los combativos mineros de Huanuni entra a la capital, La Paz, el 20 de mayo.
(Foto: AFP)

Durante la “década perdida” de los años 1990, gobiernos a lo largo y ancho de América Latina siguieron las políticas libremercadistas dictadas por Washington y Wall Street que devastaron los niveles de vida de la clase obrera. Desde fines del siglo XX ha entrado en funciones una serie de gobiernos populistas burgueses que sueltan retórica izquierdista al mismo tiempo que reprimen a los trabajadores. Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro en Venezuela, se jactan de construir el “socialismo del siglo XXI”, pero los mandatarios de Bolivia han sido más francos. Durante la campaña electoral de 2005, García Linera resumió su política económica como “un tipo de capitalismo andino” (Econoticias Bolivia, 1o de septiembre de 2005). Luego, en un ensayo aparecido en Le Monde Diplomatique (enero de 2006), el flamante vicepresidente boliviano proclamó un “nuevo modelo económico” que resumió como un “capitalismo andino-amazónico”. La huelga general de mayo de 2013 revela lo que esto significa.

“La huelga de la COB visibiliza la polarización política en Bolivia”, fue el encabezado del sitio liberal Otramérica (Ciudad de Panamá, 17 de mayo). La huelga dista de ser la primera confrontación entre el gobierno de Morales y el movimiento obrero, o sectores de sus bases campesinas, plebeyas y de clase media (ver “Bolivia: Evo Morales Against the Workers and Oppressed”, The Internationalist, septiembre de 2007). A pesar de sus orígenes como dirigente de los cocaleros, Morales ha usado al ejército para reprimir a campesinos en algunas regiones en que se cultiva coca y a los pueblos amazónicos de la zona del TIPNIS  (o sea del Territorio Indígena y Parque Nacional Isidoro Secure) que lo acusan de complacer a compañías multinacionales con su plan de construir una autopista a través de una reserva selvática indígena.

Tras chocar en repetidas ocasiones con los maestros y otros sectores sindicales disidentes desde el inicio de su administración, Morales enfrentó huelgas y marchas de obreros fabriles en 2010 tras imponer un tope del 5 por ciento a los aumentos salariales a la vez que mantenía un salario mínimo de hambre. A finales de ese año, eliminó los subsidios a los combustibles que tan desesperadamente necesitan los pobres del campo y la ciudad. Protestas enardecidas lo obligaron a dar marcha atrás a esta medida, cuyo parecido con las medidas de austeridad típicamente exigidas por el Fondo Monetario Internacional fue señalado hasta por comentaristas favorables a su gobierno. Sin embargo, como señalaron algunos entusiastas norteamericanos de Evo Morales a principios de este año, “Las exportaciones han crecido, y las reservas monetarias internacionales de Bolivia alcanzaron un nuevo tope de 14 mil millones de dólares” (People’s World, 14 de enero).

La huelga general de mayo de 2013 llevó la confrontación de clases a su punto más álgido bajo el régimen del MAS, en una lucha en la que los mineros y otros sectores proletarios jugaron indiscutiblemente el papel central, dirigente.

Al destacar los fuertes elementos de continuidad entre el “capitalismo andino” de Morales y García Linera y el “consenso de Washington” que impulsaron sus predecesores derechistas, la cuestión de las pensiones de los trabajadores es tanto ilustrativa como profundamente sentida por la clase obrera. La manía privatizadora que se extendió por América Latina puso bajo la mira las pensiones de “beneficio definido” desde 1980, cuando el dictador chileno Augusto Pinochet –asesorado por los libremercadistas Chicago Boys de Milton Friedman– entregó los fondos pensionarios a los fondos privados de inversión con el objetivo de canalizar nuevos recursos a la especulación financiera. México siguió la pauta a finales de los años 90, cuando el presidente Ernesto Zedillo, un Yale Boy, impuso el sistema privatizado de pensiones de las Afores.

En Bolivia, durante su primer período en el Palacio Quemado, el Harvard Boy “Goni” Sánchez de Lozada privatizó las pensiones en 1996, al establecer un nuevo sistema “basado en la capitalización individual de las cuentas” de acuerdo con la “capitalización” (privatización) de casi todas las empresas nacionalizadas (Banco Mundial, The Bolivian Pension Reform, julio de 1997). Hace tres años, Evo Morales realizó una nueva reforma pensionaria que bajaba la edad mínima para la jubilación pero con la cual, para la abrumadora mayoría de los trabajadores, llegar a la edad de jubilación siquiera con una mínima posibilidad de escapar la miseria sigue siendo un sueño inalcanzable.

Como señaló entonces el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), la ley pensionaria de Morales representaba la “continuidad de la política neoliberal” pues no sólo “propugna el mantenimiento del sistema de capitalización individual impuesto por el neoliberalismo” (los patrones hacen poca o ninguna contribución), sino que lo hace “a costa del esfuerzo de los asalariados, a quienes considera un sector social privilegiado”. La ley de Morales prometía al ejército y a la policía pensiones del 100 por ciento de los sueldos, en tanto que decía a los trabajadores que tras años de contribuciones recibirían (supuestamente) el 70 por ciento de su paga (CEDLA, Nueva Ley de Pensiones, diciembre de 2010).

Durante la huelga general del mes pasado, el CEDLA publicó un nuevo estudio que demuestra que el actual sistema pensionario “no garantiza el pago de rentas de jubilación dignas que alcancen a los trabajadores para cubrir sus necesidades básicas cuando pasen a ser trabajadores pasivos y las fuerzas físicas y el mercado de trabajo no les permitan continuar trabajando”. La reforma de Morales de 2010 tuvo el efecto de “nivela[r] las pensiones hacia abajo”, de modo que incluso un trabajador que consiga realizar contribuciones regulares  a lo largo de treinta años, de todas maneras viviría en la miseria. Esto ocurre en un país en el que el salario mínimo equivale a 116 dólares mensuales, la expectativa de vida de los varones es de 65 años, y en el que los mineros enfrentan tradicionalmente de morir de silicosis antes de cumplir 40 años.

Los huelguistas denunciaron las “mentiras del gobierno sobre Huanuni” al refutar con hechos y cifras las demagógicas acusaciones de que la mina de Huanuni –que forma parte de la empresa minera estatal COMIBOL– supuestamente representa una sangría para la economía nacional y de que sus 4.800 trabajadores constituyen un sector privilegiado. Los mineros enfatizaron que con la ley pensionaria de Morales, un minero necesitaría cotizar durante 35 años para obtener una pensión equivalente a 535 dólares mensuales. Entretanto, en “el trabajo de interior mina no existen las condiciones de ventilación... ocasionando continuas muertes de jóvenes trabajadores”; se estima que actualmente un 20 por ciento de los mineros ya “padecen silicosis y enfermedades relacionadas con los pulmones” (Radio Nacional de Huanuni, 14 de mayo).

Con la triste perspectiva de morir en la pobreza que enfrentan millones de obreros y campesinos bolivianos, lo mismo que sectores empobrecidos de la clase media, la reivindicación de la COB de una “jubilación digna” tocó una fibra sensible. La Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) comenzó la huelga con la exigencia de una pensión equivalente al salario promedio de un minero (pensión cien por cien). Frente a la intransigencia del gobierno y la campaña represiva que desató –y sin comités de huelga electos facultados de debatir y tomar decisiones sobre cuestiones fundamentales– la dirección sindical redujo la demanda al 70 por ciento. El 22 de mayo, la COB “suspendió” la huelga al aceptar de manera tentativa un acuerdo para reducir el número de años que los mineros tienen que trabajar para poder optar por el retiro, con otros detalles sin clarificar.

Aunque los líderes dijeron que la central obrera permanecería en “estado de emergencia” durante un período de 30 días para evaluar el acuerdo, varios sectores sindicales expresaron su fuerte oposición a la decisión de desmovilizar a los trabajadores y detener la huelga.

Evo Morales y la izquierda

El presidente boliviano Evo Morales demagógicamente pretende ser de izquierda mientras reprime a trabajadores huelguistas. Derecha: con un retrato de Ernesto Che Guevara hecho de hojas de coca, en 2006. (Foto: Reuters)

Deslumbrados con el “fenómeno Evo”, muchos supuestos izquierdistas han alegado que una perspectiva específicamente proletaria para Bolivia –país históricamente conocido por algunas de las luchas de clase más agudas del hemisferio– ha sido superada con la elección de un presidente indígena en virtud de la “unidad del pueblo”, “nuevas formas comunitarias de hacer política” y otras fórmulas del estilo. Reflejando este el mismo impresionismo burgués, añadiendo una pizca de palabrería seudomarxista, la Spartacist League –como parte de su descenso en un idiosincrático centrismo de izquierda centrado en EE.UU.– llegó a afirmar que la clase obrera boliviana dejó de existir (ver “Spartacist League Disappears the Bolivian Proletariat,” The Internationalist n° 24, verano de 2006).

Estas fórmulas hicieron eco de las justificaciones de un régimen cuyo principal logro ha sido dotar de un nuevo rostro a la vieja función del aparato estatal burgués: defender las relaciones de propiedad capitalistas en contra de los trabajadores, los campesinos pobres y la población urbana empobrecida. Que el MAS preside un régimen capitalista jamás ha sido un secreto (excepto para aquellos cegados por sus propias ilusiones): Morales y García Linera han gobernado durante casi ocho años bajo la bandera de lo que ellos mismos llaman el “capitalismo andino”.

Como escribimos inmediatamente después de las elecciones de diciembre de 2005 en las que el MAS consiguió la presidencia, “El triunfo de Morales ciertamente refleja la urgente esperanza en un cambio social fundamental que tiene la mayoría oprimida”, así que la elección del primer presidente indígena del país “ha generado grandes expectativas entre las masas excluidas del poder por la élite k’ara (blanca)”. Justo por ello, era la responsabilidad de los marxistas decir la verdad fundamental de que el gobierno de Morales usaría su prestigio para fortalecer el estado capitalista para usarlo más efectivamente en contra de los trabajadores indígenas que lo llevaron a la presidencia. Así lo señalamos:

“Por su parte, García Linera, teórico del MAS, enfatiza que su gobierno será de ‘centro-izquierda’. Al abundar en su consigna a favor de un ‘capitalismo andino’, dice que éste estará ‘ligado a los mercados globales’ y a los ‘sectores empresariales’ y que durará al menos 40, 60 o hasta 100 años. Esta consigna es utópica y reaccionaria, por su apelación a una forma imaginaria de explotación de clase ‘nacional’. Su contenido real es el intento de dar un rostro ‘andino’ a la subordinación semicolonial de Bolivia al verdadero capitalismo internacional (esto es, el imperialismo)…. El régimen burgués de Morales no merece ni la más mínima confianza por parte de los obreros y campesinos.”

–“Elecciones en Bolivia: Evo Morales en la cuerda floja”, El Internacionalista, diciembre de 2005

La perspectiva de lucha proletaria revolucionaria en Bolivia, confirmada una vez más por la huelga general del mes pasado, requiere de una dirección forjada sobre la base del programa de León Trotsky de la revolución permanente, según la cual la clase obrera a la cabeza del campesinado pobre y otros sectores oprimidos resuelve tareas democráticas al tomar el poder y pasar a medidas socialistas. El país tiene una larga tradición de luchas realizadas por militantes que se identifican con el trotskismo, muchos de los cuales se han caracterizado por una valentía y una dedicación ejemplares. La tragedia del movimiento revolucionario de Bolivia es su adaptación desde hace décadas a la burocracia sindical y al nacionalismo burgués, que comenzó aún antes de la revolución de 1952 (ver S. Sándor John, Bolivia’s Radical Tradition: Permanent Revolution in the Andes [University of Arizona Press, 2009]).

La principal organización que se identifica con el trotskismo en Bolivia es el Partido Obrero Revolucionario (POR). Liderado por Guillermo Lora hasta su muerte en 2009, el POR dirige el sindicato magisterial de La Paz. En los levantamientos de masas que precedieron a la elección de Morales, el POR jugó un papel clásicamente centrista, al ayudar a dar una cobertura de izquierda a la burocracia sindical y a los dirigentes de las asociaciones vecinales que descarrilaron los levantamientos de la Guerra del Gas de 2003 y 2005 y abrieron así la vía para la llegada del régimen del “capitalismo andino”. La LORCI (Liga Obrera Revolucionaria Cuarta Internacional), una organización más pequeña que pertenece a la Fracción Trotskista encabezada por el Partido de los Trabajadores Socialistas, secundó al POR en esta tarea.

Sindicato magisterial paceño, dirigido por el POR, marcha el 8 de mayo.
(Foto: Agencia de Noticias Fides)

Durante la huelga general de mayo de 2013, un número tras otro del semanario del POR, Masas, combinaba vívidos reportes de la represión policiaca con fervientes llamados a la policía misma a “incorporarse a la lucha del pueblo”. Así, Masas (17 de mayo) informa que una protesta planeada para realizarse en el aeropuerto internacional de la ciudad de Santa Cruz enfrentó una cavernícola reacción de la policía antidisturbios”, que golpeó a “las compañeras maestras ya adultas y en algunos casos ya de tercera edad”. La asociación de los policías había advertido que organizaría acciones a menos de que sus demandas (que incluían el pago de horas extras, presumiblemente para las ocasiones en que la labor de golpear y gasificar a profesores mayores sobrepasa la jornada laboral usual) fueran satisfechas en menos de un mes. Un texto del POR reproducido en el mismo número incluye el llamado: “POLICÍAS: No esperar el mes de plazo. ¡Empezar ya!”

Demagógicamente, el MAS utilizó llamados de esta índole para intensificar sus calumnias macartistas contra la izquierda, al acusar al POR de promover un “golpe de estado” contra el gobierno. El verdadero peligro de pretender que los policías son “trabajadores en uniforme” es para la clase obrera y los oprimidos: “unirse” a las fuerzas represivas del estado burgués significa dejar a las masas a merced de una sangrienta derrota tras otra. Esta política del POR se remonta a su llamado por la “bolivianización de las fuerzas armadas” y la conformación en 1971 del Frente Revolucionario Antiimperialista (FRA) junto con el depuesto presidente, el general Juan José Torres.

Hasta la fecha, el POR sostiene que el FRA es un modelo para la lucha de clases en América Latina, junto con la Asamblea Popular que le precedió: un impotente cónclave en el que el POR y el Partido Comunista pro Moscú sirvieron de cobertura desde la izquierda para los lugartenientes laborales de Torres en la burocracia sindical mientras ésta desarmaba política y militarmente a la clase obrera ante el sangriento golpe militar encabezado por el general Hugo Banzer.

En 2005, durante el levantamiento de masas que derrocó al sucesor de Sánchez de Lozada en la presidencia, Carlos Meza, el POR y la LORCI jugaron un papel clave en ensamblar un intento de reedición de la Asamblea Popular, en la que burócratas sindicales y dirigentes populistas hablaban de revolución tan sólo para desmovilizar las protestas de masas en el momento decisivo (ver “El Alto y la ‘Asamblea Popular’,” El Internacionalista, junio de 2005). Es posible detectar una cierta simbiosis en la relación entre estos dos grupos que se reclaman como trotskistas. La LORCI ayuda a perpetuar la mitología del POR acerca de la Asamblea Popular de 1971, pero critica al FRA lo mismo que el apoyo que da el POR a las “huelgas” policíacas (intentando simultáneamente encubrir su propia capitulación al motín policíaco de febrero de 2003).

Por su parte, el POR regaña a la LORCI porque se hizo eco de los llamados de Evo Morales a favor de una asamblea constituyente, y por ponerse a la cola de la burocracia de la COB en discusiones acerca de la conformación de un Partido de los Trabajadores (PT), al mismo tiempo que tacha a la LORCI en términos chovinistas como “pelagatos reformistas llegados del exterior que se reclaman trotskistas” (Masas, 31 de mayo). En marzo pasado se celebró en Huanuni el primer congreso del PT con 1.300 delegados. Aunque este hecho refleja una creciente desilusión con el MAS de Morales y el enojo contra su política antiobrera, la burocracia sindical encabezada por el secretario general de la COB, Juan Carlos Trujillo, ha hecho lo mejor a su alcance para canalizar al PT dentro de los límites seguros del reformismo electoral, con el propósito, sin duda, de usarlo como un mero instrumento para presionar al MAS.

Durante varios años, la LORCI ha llamado por la formación de un “Instrumento Político de los Trabajadores”, o IPT, haciendo eco al llamado similar de los dirigentes de la COB. Claro está, dicen que un tal IPT debería encarnar la independencia de clase. Para todo trotskista auténtico, esto significa luchar por un programa revolucionario, pero la agitación de la LORCI, antes, durante y después de la huelga de mayo, se ha centrado en gran parte en llamados reformistas clásicos a “que paguen los ricos”. En un artículo sobre la inminente huelga por las pensiones, escribió: “La solución es sencilla: hay que sacar los fondos jubilatorios de un fuerte aumento de los aportes de las patronales que se benefician de nuestra explotación, de más impuestos a los ricos, a las trasnacionales, a los banqueros y el capital financiero” (Palabra Obrera, mayo de 2013).

En lugar de la panacea de cobrar más impuestos a los ricos, los trotskistas genuinos enfatizan que el empobrecimiento de obreros y campesinos a manos del capitalismo sólo puede ser superado mediante la expropiación de la clase capitalista en una revolución proletaria. Hace algunos meses, la LORCI se preguntaba si el PT resultaría “un instrumento de organización política obrera o un ‘partido de los burócratas’” (24 de enero, sitio de la LORCI). Como admite la misma LORCI, los dirigentes cobistas relegaron al PT al silencio durante las manifestaciones del Primero de Mayo de este año, y esta supuesta expresión política de los trabajadores no jugó ningún papel durante la reciente huelga general. Pero en todo caso, sin un programa político revolucionario, sólo podría promover una variante de populismo con tinte obrerista.

Cuando el MAS hizo campaña a favor de una “asamblea constituyente” (burguesa) durante las sublevaciones de obreros y campesinos en 2003 y 2005, la LORCI enarboló la consigna de asamblea constituyente, aunque revolucionaria por supuesto. Cuando los dirigentes de la COB llamaron por un “instrumento político de los trabajadores”, también lo hizo la LORCI, buscando siempre ser el ala de izquierda de todo movimiento popular en boga. El arraigado seguidismo de la LORCI (una marca registrada de la Fracción Trotskista), su constante adaptación a la perspectiva de “unidad del movimiento” que utilizan los dirigentes sindicales y de la izquierda reformista para propiciar la colaboración de clases, puede medirse en su proclama en el actual número de su periódico:

“Hay que prepararse en la perspectiva de grandes convulsiones sociales alimentadas por la crisis capitalista mundial organizando las fuerzas conscientes de la lucha anticapitalista, tanto en los sindicatos como en el movimiento estudiantil para crear fuerzas afines a la clase obrera y convocando a la unidad a todos los movimientos sociales de los oprimidos, populares, ecologistas, feministas, a hermanarse en una causa común para terminar con este sistema decadente junto a la clase trabajadora en todos los países.”

Palabra Obrera, junio de 2013

Su lema pues: unámonos todos en un gran “movimiento popular”. Es un programa para la derrota.

Lo que se necesita para derrotar el populismo burgués de Morales y García Linera, para unir a los trabajadores y el empobrecido campesinado indígena, es una lucha intransigente por forjar una vanguardia proletaria sobre la base de la perspectiva de la revolución permanente de Trotsky. Crear el núcleo de ese partido es urgente ahora que duras luchas de clase abren camino para desvanecer las ilusiones en el más reciente régimen nacionalista que intenta domar  al altiplano rebelde. Este es el elemento indispensable para llevar adelante la lucha hacia la revolución socialista en Bolivia, y más allá.

En un extenso análisis del primer año y medio de Evo Morales en el poder, publicado en 2007, detallamos cómo de “una manera populista, Morales se valió de... gestos y retórica para embellecer acciones que sirven a la clase dominante”: entre ellas el fortalecimiento de la “institucionalidad de las fuerzas armadas”, la conciliación de la derecha racista de línea dura en los departamentos orientales, una seudo “nacionalización” del gas y el petróleo, la movilización de “movimientos sociales” progubernamentales para atacar a sectores obreros críticos de su régimen, así como una “reforma agraria” que en los hechos ha aumentado el poder de los terratenientes. Al enfatizar la perspectiva de la Liga por la IV Internacional, escribimos:

“Un gobierno obrero-campesino-indígena es la única manera en que las masas indígenas puedan realmente tomar y ejercer el poder, efectuando su emancipación como parte de una revolución socialista internacional…. La materia prima de una lucha revolucionaria está presente en Latinoamérica. Esto se puede observar en muchas partes de la región y sigue brotando en Bolivia….

“Una dirección revolucionaria es lo que se necesita, y las verdaderas lecciones de la experiencia boliviana pueden ayudar a construirla sobre el programa de la revolución permanente, con la voluntad y determinación de nadar contra la corriente y luchar por el genuino comunismo en Latinoamérica, en los Estados Unidos y el resto del mundo”.

–“‘Andean Capitalism’ vs. Permanent Revolution, Bolivia: Evo Morales Against the Workers and Oppressed” (“‘Capitalismo andino’ versus revolución permanente. Bolivia: Evo Morales contra los trabajadores y oprimidos”), The Internationalist, septiembre de 2007


Foro de “izquierda” por el capitalismo andino



El capitalismo andino y su garante castrense. De izquierda a derecha: vicepresidente
boliviano Álvaro García Linera, presidente Evo Morales y comandante de las fuerzas
armadas Tito Gandarillas, agosto de 2012. 
(Foto: Reuters)

El Foro de Izquierda (otrora Conferencia de los Académicos Socialistas, antes de que decidiera retirar la inconveniente referencia al socialismo), que se reúne anualmente en el centro de Manhattan, es el principal sitio de encuentro y convivencia para socialdemócratas que quieren mantenerse al tanto de las últimas corrientes y modas en lo que se ostenta como “discurso” de izquierda (pero no muy de izquierda). En 1998, los socialdemócratas pro imperialistas y liberales “progresistas” dieron un apoyo entusiasta a la guerra de “derechos humanos” del presidente demócrata Clinton contra Yugoslavia.

Una década más tarde se entusiasmaron con el demócrata Obama, naturalmente buscando presionarlo ligeramente a la izquierda. Con eso cosecharon la guerra contra Libia, el asesinato en serie perpetrado por drones (vehículos aéreos no tripulados) desde Afganistán hasta Somalia, el apoyo a “rebeldes” islamistas en Siria (los “moderados”, por supuesto) y una vigilancia tipo estado policíaco cada vez más intrusa junto con la represión racista en los propios EE.UU. Los salarios de los trabajadores siguen cayendo mientras los magnates multimillonarios de los hedge funds amasan fortunas como bandidos.

En años recientes los organizadores de la conferencia han buscado sustento en la “marea rosada” populista y frente populista en Latinoamérica. Durante una mesa redonda en 2008 sobre los “nuevos movimientos participativos” y los “gobiernos de izquierda” de la región, un partidario del Grupo Internacionalista enfrentó una mezcla de exasperación e incredulidad cuando señaló que el gobierno boliviano de Evo Morales no representaba en realidad el camino hacia la liberación indígena: para que la mayoría indígena ejerza el poder, es necesaria una revolución socialista dirigida por la clase obrera, lo que dista mucho de la renovación del orden neocolonial burgués con símbolos y retórica “indigenistas”.

Después de que nuestro camarada enfatizó que el grito de batalla de los mineros bolivianos “Volveremos” era clave en esta perspectiva revolucionaria, un socialdemócrata añoso comenzó a gritar “¿Qué no entiendes? Mineros bolivianos ya no existen, ¡no existen!” Esto es lo que esperaban estos supuestos izquierdistas, pero como demostró de manera contundente la huelga general de mayo, los heroicos mineros de Bolivia están nuevamente al frente de la lucha de clases en América Latina, en tanto que era el gobierno capitalista de Evo Morales el que intentaba romper su huelga.

Ahora venimos al Foro de Izquierda de 2013, en el que la sesión final tendrá como orador estrella ni más ni menos que al ideólogo del “capitalismo andino”, el vicepresidente de Evo Morales, Álvaro García Linera. Hace apenas unas semanas jugó un papel dirigente en la andanada represiva contra la huelga general de los mineros, los obreros fabriles, los maestros y otros sectores del movimiento obrero. Cabe preguntar si García Linera repetirá en el Foro de Izquierda su denuncia rabiosa contra los trabajadores de que son manipulados por “una pequeña pandilla de trotskistas… [un] puñado de traidores al pueblo…  [que] intentan repetir su fechoría reaccionaria” (El Deber, Santa Cruz [Bolivia], 20 de mayo).

Cuando la ocasión lo exige, los participantes habituales del Foro de Izquierda pueden cantar la letra de la canción de los mineros norteamericanos “Which Side Are You On?” (¿De qué lado estás?). Cuando se trata de mineros sudamericanos en la primera fila de una verdadera lucha de clases en la actualidad, los organizadores del foro han dejado bien en claro su respuesta: están del otro lado, con el capitalismo andino contra los trabajadores.

El Grupo Internacionalista ha iniciado una petición en la conferencia exigiendo al gobierno boliviano que ponga alto a las medidas represivas contra los huelguistas, que libere a todos los dirigentes obreros detenidos y que anule todos los cargos en su contra. Te invitamos a que tomes partido y agregues tu firma a la petición.


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe a: internationalistgroup@msn.com

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