Hammer, Sickle and Four logo
El Internacionalista
25 de junio de 2013

Invierno caliente en Brasil – Millones en las calles contra los gobiernos burgueses del Frente popular y la derecha

¡Es urgente movilizar el poder obrero!
            ¡ORGANIZAR LA HUELGA GENERAL!


Policías golpean a manifestantes en la puerta de la prefectura de São Paulo, el 18 de junio (foto: UOL)

¡Convertir las protestas en rebelión proletaria dirigida a la toma del poder!

¡Formar comités de autodefensa basados en la fuerza del movimiento obrero!

¡Impulsar la formación de consejos obreros y de los barrios de los trabajadores!

¡Forjar un partido obrero revolucionario! La meta: la revolución socialista internacional

RIO DE JANEIRO, 25 de junio – Durante casi tres semanas, el país ha sido sacudido por explosivas movilizaciones multitudinarias de protesta contra las políticas de los gobiernos capitalistas. A partir de protestas contra el alza de tarifas de unos 20 centavos de real (un peso mexicano, 10 centavos de dólar) en los autobuses en São Paulo, rápidamente se fueron ampliando para denunciar la corrupción, los preparativos para la Copa del Mundo y las Olimpíadas y la escalada vertiginosa del costo de vida. Sobre todo, el principal elemento común es la furia popular contra la violencia policial. Durante décadas, los policías y bomberos militares han impuesto un asedio racista a la población negra y pobre en las favelas y en los barrios de trabajadores. Pero esta vez, en lugar de retroceder ante de la violencia mortífera de los esbirros uniformados del capital, ¡los manifestantes no se rindieron! Muy por el contrario.

El repudio a los brutales ataques contra las manifestaciones iniciales y el hecho de que las masas resistieran e incluso contraatacaran a la policía asesina dieron aún más impulso a las protestas, que rápidamente se masificaron. No obstante, a pesar de que los motivos de las combativas protestas han sido diversos, su confluencia constituyó una grave crisis política para el estado capitalista brasileño. La presidenta Dilma Rousseff es abucheada en el estadio en la apertura de la Copa Confederaciones. Los manifestantes dirigen su ira contra gobernadores como Alckmin (del estado de São Paulo) y Cabral (del estado de Rio de Janeiro), así como contra alcaldes como Haddad (ciudad de São Paulo) y Paes (ciudad de Rio de Janeiro). En Rio, donde la manifestación del día 17 de junio alcanzó los 100 mil participantes, frente al ataque de la Policía Militar, la muchedumbre arrinconó a los policías en el edificio de la Asamblea Legislativa y lo ocupó brevemente. En Brasilia, centenares de personas bailaron en el techo del Congreso.

El odio contra los policías es cada vez mayor, incluso entre la población despolitizada que ha visto en la TV sus cobardes ataques. Nosotros de la Liga Quarta-Internacionalista do Brasil, hemos insistido, contra gran parte de la izquierda (PSTU, PSOL y otros), en que los “policías de ningún tipo son parte de la clase obrera, constituyen el brazo armado del capitalismo”. Hoy vemos las llamas arder alrededor de las sedes gubernamentales en tanto que la juventud irrumpe por todos lados y todo se transforma en armas para enfrentar la caballería, a los caveirões (tanquetas, vehículos blindados de la policía de Rio), los perros y las armas de las asesinas policías militares. Entrenadas en la masacre de Carandiru (en el estado de São Paulo), éstas imponen un terror racista contra la población negra. Como exigimos en el boletín del Comité de Lucha Clasista distribuido en la protesta del 17 de junio en Rio: “¡Expulsar a las tropas invasoras de Haití, a los PMs de los morros, las favelas y las manifestaciones de los oprimidos y explotados!”

Desde el Palacio de Planalto en Brasilia, donde Dilma lidera el gobierno de frente popular del Partido dos Trabalhadores y sus aliados reformistas y burgueses, pasando por el Palacio de los Bandeirantes, sede del gobierno paulista, a las alcaldías de São Paulo, Rio de Janeiro, a las sedes de los gobiernos de los estados de Rio Grande do Sul, de Bahía, de Minas Gerais, Pará, Ceará y otros, han vivido bajo el intenso y caluroso asedio de las masas de jóvenes iracundos, que comenzaron a exigir tarifas más baratas en el transporte, y que recibieron una avasalladora adhesión de la población que trae su solidaridad y sus reivindicaciones. No obstante su extensión y combatividad, hay una gran debilidad en estas movilizaciones: la clase obrera organizada aún no ha entrado en escena, y falta una dirección obrera y revolucionaria a la altura de sus tareas.

Al final, la burguesía entendió que tenía que recular. El día 19, en forma simultánea, los gobiernos de Rio, São Paulo y otros estados y ciudades cancelaron las alzas de las tarifas del transporte público. Los organizadores de las protestas iniciales, agrupados en el Movimiento Pase Libre (MPL), proclamaron una victoria. Sin embargo, las masas no quedaron satisfechas. La noche del día 20 de junio, en casi todas las grandes ciudades del país, alrededor de un millón y medio de personas salieron a la calle para mostrar su descontento. Al mismo tiempo la derecha burguesa intervino, intentando manipular las protestas en su propio beneficio. Intentan desviar las movilizaciones para protestar en contra la corrupción, bandera predilecta de los reaccionarios corruptos. Grupos de fascistas han quemado banderas rojas y agredido a los contingentes de izquierda, que respondían cediendo el campo a los provocadores y finalmente (en Rio) abandonando la calle.

Los derechistas, y también policías infiltrados, juegan con la indefinición política de las protestas y el sentimiento “antipartido” de las masas que, reflejando la propaganda de los grandes medios burgueses, identifican todo partido con los ladrones que hacen del Congreso, del ejecutivo y de las legislaturas un mercado libre para el tráfico de influencias. La tímida reacción de la izquierda reformista y centrista y su capitulación representan en lo fundamental su aceptación del terreno “democrático” burgués. Al oír cantar “el pueblo unido no necesita partidos”, estos paladines del “pueblo unido” no saben qué responder. Incluso, en algunos casos, bajan cobardemente sus banderas como se los exigen, cuando la tarea principal consiste en movilizar masivamente el poder proletario que fácilmente limpiaría la calle de la escoria fascista para luego confrontar a la policía con su fuerza de clase mucho mayor.

Intervenir con un programa de transición para la revolución socialista

Los medios intentan dirigir la opinión pública contra los rebeldes llamándolos “vándalos” y “alborotadores”. Contra los verdaderos violentos, los policías, que matan a millares de personas cada año, en el campo y la ciudad, nosotros defendemos a los jóvenes que combaten a los represores en la calle. El pacifismo de gran parte de la izquierda, solamente alimenta la agresión de los policías militares, los batallones “de pacificación” (BOPE), los Batallones de Choque y la ROTA (escuadrón de la muerte de la policía del estado de São Paulo). Los verdaderos bárbaros se encuentran en las oficinas de las empresas, en los palacios de gobierno clásicos y modernistas, en la Bolsa de Valores de São Paulo y en los cuarteles. Exigimos la inmediata liberación de todos los que han sido arrestados en las protestas y la anulación de todos los cargos contra ellos. Y si de vez en cuando la rabia de las masas explotadas se expresa con unos vidrios rotos en las sucursales bancarias, instamos a los jóvenes y trabajadores a dirigir su voluntad de lucha contra el sistema capitalista que los oprime.

En esta situación de protestas de masas, políticamente contradictorias, contra gobiernos explotadores y opresores, se precisa la intervención de revolucionarios proletarios con un programa de reivindicaciones transicionales, para transformar la movilización popular en una rebelión de la clase obrera que apunte hacia la lucha por la toma del poder. En primer lugar, es urgente ORGANIZAR UNA HUELGA GENERAL, para conseguir la tarifa cero –es decir, la gratuidad del transporte público para todos– mediante la ocupación de las empresas por los mismos trabajadores para imponer su expropiación bajo control obrero. El hecho de que las dirigencias burocráticas de las principales centrales sindicales (CUT, Força Sindical, UGT, CSP- Conlutas, Intersindical, etc.) se han visto obligadas a convocar un Día Nacional de Luchas para el 27 de junio indica que la presión existe para realizar dicha huelga.

Al mismo tiempo, para evitar que estos burócratas desvíen la lucha en interés del capital, hay que formar comités de huelga elegidos por la base y revocables en cualquier momento. Esto generaría el marco para crear consejos obreros en las fábricas, zonas industriales y barrios de trabajadores. Contra los ataques de la policía, luchamos por la expulsión de los policías de los sindicatos. Los policías de cualquier tipo (igualmente los de compañías privadas) son el puño armado del capital. Y para la protección del movimiento ante la embestida policial y de los provocadores derechistas, llamamos a la formación de comités de autodefensa basados en la fuerza del movimiento obrero, ligando la calle con las fábricas y las favelas. Para oponerse a los estragos en los niveles de vida, hay que imponer el reajuste automático de los salarios para compensar la inflación y formar comités barriales para el control de precios.

El principal combustible para alimentar las hogueras han sido los bolsillos vacíos de la juventud precarizada, la cual si consigue un empleo, recibe salarios “tercerizados”. No podrá asistir a los juegos de la Copa Confederaciones, a las Olimpíadas, ya ni pensar en la Copa del Mundo por venir, cuyas remodelaciones sobrefacturadas convirtieron los estadios lujosos a los que sólo tendrán acceso los ricos y que resultan del todo inaccesibles a la juventud y a los aficionados pobres. Y esto en el país donde el gobierno burgués de frente popular (formado por el PT, el burgués Partido do Movimento Democrático Brasileiro y el socialdemócrata Partido Comunista do Brasil) desde hace más de una década, se ha vanagloriado de sus “programas sociales” que dotan a los pobres de dádivas asistencialistas de varios tipos que no sirven para cubrir las necesidades básicas de millones de famélicos desheredados del “boom” de la Era Lula-Dilma. Así, para combatir el desempleo y la precarización llamamos por la reducción de la jornada de trabajo sin disminución salarial, para crear empleos a tiempo completo para todos.

Para extender la lucha al campo, en vez de proponer una reforma agraria, como hace el Movemento de los Sem Terra (MST) y la gran mayoría de la izquierda brasileña, nosotros de la LQB luchamos por la revolución agraria, por la expropiación de las haciendas y de las grandes agroindustrias capitalistas por medio de la acción de los mismos trabajadores agrícolas y campesinos pobres. Todo esto necesariamente apunta hacia una lucha por el poder. Como subrayó el gran revolucionario internacionalista ruso, León Trotsky, una verdadera huelga general (no los desfiles festivos que organizan los burócratas procapitalistas para desahogar la furia de los trabajadores) coloca en el orden del día la pregunta de quién manda en el país. Los trotskistas luchamos por un gobierno obrero y campesino que, como insiste el Programa de Transición, no puede ser otra cosa que no sea la dictadura del proletariado para derribar la actual dictadura del capital.

El instrumento imprescindible para realizar esta tarea es un partido obrero revolucionario, forjado sobre la base del programa trotskista de la revolución permanente, que insiste en que hoy las tareas democráticas no tienen solución a menos de que la clase obrera tome el poder y proceda a realizar la revolución socialista internacional.

El enfoque de la gran mayoría de los grupos de izquierda es bien diferente. Su meta es la formación de otro frente popular, alternativo al del PT de Lula-Dilma, y la realización de una serie de reformas un poco más a la izquierda que no obstante serían completamente compatibles con el dominio capitalista. En vez de luchar por una huelga general de los trabajadores contra el gobierno del capital, estos grupos seudoizquierdistas sueñan en una nueva edición del movimiento “Fuera Collor” de los primeros años 1990, una movilización frente-populista junto con corrientes políticas burguesas. ¿Cuál fue el resultado de dicho movimiento? ¡El gobierno de Itamar Franco y luego el de Fernando Henrique Cardoso! Cuando mucho, los socialistas oportunistas quieren un “gobierno de los trabajadores” dentro del marco capitalista, producto de las elecciones burguesas. Pero ya tuvimos tal gobierno, dirigido por el Partido dos Trabalhadores de Lula-Dilma, que produjo la situación actual.

La perspectiva burguesa de la izquierda reformista es expresada en todas sus demandas. Así el PSTU sólo llamó por la revocación de los aumentos de tarifas, lo que los gobiernos del capital aceptaron después de alguna vacilación. Solamente entonces el PSTU llamo al “pase libre para todos”. En vez de luchar por la movilización de los trabajadores en defensa propia, el PSTU considera que los policías serian “trabajadores uniformados” y hasta sindicaliza a estos represores profesionales. (También comparten esta óptica peligrosa, contraria a la comprensión marxista de la naturaleza de clase del estado capitalista, otros pseudo-trotskistas reformistas, entre ellos la corriente O Trabalho en el PT y varias corrientes internas del PSOL.) En lugar del programa transitorio de una escala móvil de salarios y horas, los del PSTU propusieron un aumento del salario mínimo.

Aunque en Brasil las masas y la clase obrera hayan contribuido decisivamente al derribo de la dictadura militar y de los gobiernos liberales de Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso, con la idea de que el PT, su frente popular y su “gobierno de los trabajadores” traerían mejorías en sus vidas, salta a la vista la similitud que hay entre lo que acontece hoy en las grandes ciudades brasileñas y la actual revuelta contra el gobierno islamista en Estambul, Turquía. Están también las referencias a los movimientos populistas de Ocupar Wall Street, los Indignados de Portugal, España y Grecia, y la “Primavera Árabe”. Más allá de las similitudes, la gran envergadura y el desarrollo explosivo de las movilizaciones, debemos preguntar, cuál es el resultado de estos movimientos. El hecho indiscutible es que en ninguno de estos lugares han sido derribados los regímenes capitalistas que imponen sus políticas de hambre y exclusión. En Medio Oriente y África del Norte los regímenes de dictadores “laicos” basados en el ejército han sido sustituidos por autoritarios gobiernos islamistas basados en el ejército. En Europa, las políticas de austeridad capitalista persisten en todas partes.

La única fuerza con la capacidad y el interés de clase para barrer con la putrefacción, violencia y miseria del capitalismo en decadencia es la clase obrera. Las lecciones de la experiencia internacional muestran que la dirección revolucionaria es la clave. En la Francia del año 1968, una revuelta basada en la juventud estudiantil se convirtió en una huelga general en la cual 10 millones de obreros tomaron las fábricas e izaron la bandera roja porque querían una lucha frontal contra el orden burgués. No obstante, sin un partido revolucionario, genuinamente leninista-trotskista con raíces en las masas trabajadoras, y sin órganos de poder proletario como los soviets (consejos obreros), la lucha fue traicionada por los estalinistas que controlaban el movimiento obrero.

En este invierno caliente en el Brasil de 2013 la tarea de la Liga Quarta-Internacionalista do Brasil y del Comitê de Luta Classista es la de contribuir a la resolución de esta crisis de dirección revolucionaria que, como Trotsky insistió, sintetiza la crisis de la humanidad. No hay tiempo que perder. ■