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diciembre de 2017

Nueva Rosita, Monclova, Cananea y Lázaro Cárdenas

Charrismo vs. lucha obrera:
El corporativismo minero-metalúrgico


El 20 de abril de 2006 infantes de marina y la policía intentaron aplastar la huelga de los obreros de Sicartsa. Miles de acereros resistieron por horas, hasta que recuperaron las instalaciones. Dos trabajadores fueron asesinados por la policía. (Foto: AFP)

En marzo de 2016 los acereros de Lázaro Cárdenas, Michoacán iniciaron una lucha (ver “La huelga minera en Lázaro Cárdenas y la lucha contra el corporativismo”, en Revolución Permanente No. 7, abril-mayo de 2017) que dejó de manifiesto que existe el potencial para librar una verddera batalla de clases contra la burguesía, a la par que muestra la necesidad de romper el aparato corporativista y forjar direcciones revolucionarias. En el presente artículo se profundiza en los antecedentes históricos de esta camisa de fuerza que ata al proletariado industrial.

Desde el comienzo de su largo reinado como partido de estado, el Partido Revolucionario Institucional (y sus precursores, el Partido Nacional Revolucionario, formado en 1929 por Plutarco Elías Calles, y el Partido de la Revolución Mexicana establecido por Lázaro Cárdenas en 1938) siempre buscó imponer su tutela sobre el movimiento obrero. Ya en el tan reverenciado Artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, el derecho de huelga quedó sujeto al fallo de las Juntas de Conciliación y Arbitraje sobre su licitud. Pero fue la Ley Federal del Trabajo de 1931, emitida durante el maximato callista, la que estableció el marco jurídico en materia sindical. Ésta había sido fielmente copiada de la Carta del Lavoro (1926) del régimen corporativista de la Italia fascista de Mussolini. Su propósito era destruir la libertad sindical. Siguiendo este modelo, desde 1931 los únicos sindicatos y dirigentes sindicales reconocidos en México son los que tienen la aprobación de la STPS.

Frente al auge de luchas obreras a finales de los años 1930, el presidente Cárdenas dispuso la integración y sumisión de los sindicatos al PRM, para formar el “sector obrero” de este partido burgués, revestimiento político del régimen corporativista del estado mexicano. El gran revolucionario ruso León Trotsky, en un ensayo inacabado sobre “Los sindicatos en la época de la decadencia imperialista” (1940) analizó la degeneración de los sindicatos cristalizada en todo el mundo en la tendencia “de acercarse e integrarse cada vez más al poder estatal”. Explicó:

“En México los sindicatos se han transformado por ley en instituciones semiestatales, y asumieron, como es lógico, un carácter semitotalitario. Según los legisladores, la estatización de los sindicatos se hizo en bien de los intereses de los obreros, para asegurarles cierta influencia en la vida económica y gubernamental. Pero en la medida en que el imperialismo extranjero domine el estado nacional y pueda, con la ayuda de fuerzas reaccionarias internas, derrocar a la inestable democracia y reemplazarla con una dictadura fascista abierta, la legislación sindical puede convertirse fácilmente en una herramienta de la dictadura imperialista.”

El incremento del control estatal de los sindicatos que Trotsky había previsto sucedió, y no sólo por parte del estado mexicano: durante la Segunda Guerra Mundial, en los ferrocarriles mexicanos hubo oficiales de la Marina de Guerra estadounidense destacados en cada estación para poner en jaque al combativo sindicato ferrocarrilero.

En el período de posguerra, al iniciarse la Guerra Fría antisoviética con la purga, toma y regimentación de los sindicatos oficiales, éstos pasaron de ser organismos semiestatales a ser instituciones del estado capitalista. En consecuencia, actúan como policías laborales cuya tarea es socavar la lucha obrera e impedir el surgimiento de verdaderos sindicatos obreros. El caso más emblemático fue la imposición a manos del gobierno de Miguel Alemán en octubre de 1948 de Jesús Díaz de León (conocido como El Charro) a la cabeza de los ferrocarrileros. Eso se efectuó con la toma por asalto de las sedes del STFRM, con cientos de policías bajo el mando del Estado Mayor Presidencial, y el encarcelamiento de la anterior dirección comunista. Este charrazo se repitió luego en los principales sindicatos industriales, entre ellos el sindicato minero-metalúrgico.

El gremio corporativista regimienta las secciones disidentes


La “caravana del hambre” de los huelguistas mineros y sus familias de Coahuila hasta el D.F., abril de 1951.

En mayo de 1950, el secretario del trabajo usó policías y matones pagados para apoderarse de la convención del SNTMMSSRM, excluyendo a delegados legítimos y expulsando al dirigente comunista, Adán Nieto, remplazándolo por un tal Jesús Carrasco. En seguida, este impostor retiró los derechos de las secciones combativas, entre ellas la 14 de la mina ASARCO en Nueva Rosita y Cloete, Coahuila. Sin embargo, los mineros no cedieron, y en octubre de 1950, con soldados apuntándoles desde las azoteas, votaron en la plaza de Nueva Rosita a favor de estallar una huelga. La Junta de Conciliación y Arbitraje la declaró ilegal de inmediato. Los huelguistas emprendieron una “caravana del hambre”, caminando durante 50 días en pleno invierno los 1,400 km. a la Ciudad de México, cosechando amplia simpatía popular. Pero el presidente Miguel Alemán insistió, y la huelga fue aplastada.

La destrucción de la Sección 14 y el despido de más de 5 mil de los 6 mil mineros de Nueva Rosita y Cloete fue un anticipo de la labor de zapa del “nuevo” SNTMMSSRM corporativista contra sus propios miembros. En 1959, reflejando la ola de rebeldía obrera desatada por la huelga ferrocarrilera y el movimiento magisterial del año anterior, la Sección 147 del sindicato minero-metalúrgico en Altos Hornos de México, S.A. (Monclova, Coahuila) se alzó en contra de un convenio negociado a espaldas de los trabajadores por la cúpula sindical. La Secretaría del Trabajo negó su derecho a rechazar el convenio, y la dirección charra respondió con la expulsión del sindicato del secretario general seccional y los demás “cabecillas” rebeldes.

A mediados de la década de los 70, surgió en la Sección 147 en Monclova la corriente político-sindical Línea Proletaria, de origen maoísta.1 En 1977, luego de la rebelión, y el aplastamiento, de la Tendencia Democrática en el corporativista gremio electricista (SUTERM), la dirección seccional bajo LP desató una huelga exitosa en AHMSA. Ésta le dio prestigio en otras secciones, incluyendo la recién fundada 271 de Lázaro Cárdenas (donde estaba activa Línea de Masas, una escisión de LP). Amenazada, la burocracia charra encabezada por Napoleón Gómez Sada –quien dirigió el STMMSRM de 1961 hasta su muerte en 2001– respondió en la convención nacional en mayo de 1978 con la expulsión del sindicato (y de la empresa mediante la cláusula de exclusión) de una docena de dirigentes de las secciones 147 y 271 y con la toma del control de las dos secciones con interventores.

Pero lejos de librar una lucha revolucionaria por la independencia de los sindicatos del estado capitalista, LP se doblegó ante el líder vitalicio del “sindicato” minero y procedió a incrustarse en la burocracia corporativista. Como precio de entrada, retiró su apoyo a los mineros de La Caridad en Nacozari, Sonora, quienes fueron duramente reprimidos por el ejército por su intento de romper con un seudosindicato de la CTM y afiliarse el SNTMMSSRM. En 1979, la Sección 147 (cuya dirección todavía estaba en manos de LP) libró una huelga con la anuencia del director general de AHMSA (considerado “estrechamente vinculado con la Línea Proletaria”) sin obtener nada. Para colmo LP ingresó al partido de estado, con el argumento de que “había que combatir al PRI desde dentro de la misma manera como se estaba procediendo en el sindicato nacional”.2

Así la política de colaboración de clases del maoísmo (variante del estalinismo) se engarzó con el corporativismo del estado capitalista mexicano. Debidamente domesticada, la otrora “oposición” fungió como dirección sindical local en armonía con la empresa paraestatal y el partido de estado, siendo premiada por su claudicación con una diputación y la presidencia municipal de Monclova. En 1982 impusieron sin chistar a los trabajadores una severa reducción de salarios. Cuando en 1989 se inició la privatización de AHMSA, los “charros” del SNTMMSSRM no levantaron un dedo para resistir en su contra. Ante la demanda de recortar casi la mitad de la planta laboral de Monclova (más de 5,400 puestos), los trabajadores, abandonados por el “sindicato” que pretendía representarlos, aceptaron a regañadientes el ultimátum de la empresa.

En algunos casos, el corporativista SNTMMSSRM proveyó esquiroles para impedir la formación de sindicatos independientes del control del estado. Este fue el caso de la fábrica Spicer, ubicada en San Juan Ixhuatepec en Tlalnepantla, Edomex, en el año 1975. Cuando los obreros de esta planta, productora de ejes para la industria automotriz, iniciaron un movimiento para deshacerse de un “sindicato” blanco, controlado directamente por la empresa, los dueños pidieron a Gómez Sada que se apoderara de la titularidad del contrato colectivo de trabajo. A pesar de las expresiones verbales de simpatía del entonces secretario de trabajo, Porfirio Muñoz Ledo, reputado “progresista” del PRI –y que luego sería uno de los principales líderes del Partido de la Revolución Democrática (PRD)–, éste trabajó de la mano con el SNTMMSSRM para aplastar a los sindicalistas insurgentes.3

Quizás el caso más flagrante de la actuación del corporativista gremio minero-metalúrgico para sofocar la lucha de los combativos mineros ha sido el de la mina de Cananea, Sonora, la segunda mina de cobre más grande del mundo por el tamaño de sus reservas. Cananea es celebrada por su huelga de 1906, una acción conjunta de mineros mexicanos y norteamericanos, que prefiguró el estallido de la Revolución Mexicana en 1910. Su legendaria combatividad se puso a la prueba en 1989, cuando el presidente Salinas de Gortari decretó la privatización de la mina, regalándola a su compadre Jorge Larrea, mientras traspasaba a consorcios capitalistas las acereras Sicartsa en Lázaro Cárdenas y AHMSA en Monclova. Sin embargo, el SNTMMSSRM apuñaló por la espalda a sus propios agremiados, conciliando con el gobierno y los nuevos dueños.

Respondiendo al anuncio de los planes para cerrar varios departamentos y despedir a cientos de trabajadores, la Sección 65 emplazó a huelga en agosto de 1989. Una semana antes del anunciado paro, la mina fue declarada en quiebra y llegaron varios miles de soldados para ocuparla. Gómez Sada sólo pidió que se liquidara a los trabajadores conforme el contrato y la ley laboral, y se opuso a toda muestra de apoyo por parte de otras secciones y centrales sindicales. Como hemos escrito, “Los obreros mexicanos se quedaron atónitos ante la cabal capitulación de ‘sus’ sindicatos”. El 28 de agosto de 1989, los mineros pusieron las banderas rojinegras y salieron en huelga.

“Ya para ese entonces, las diferencias entre la Sección 65 y el ‘sindicato’ minero nacional habían salido a la luz y también las divisiones en Cananea misma entre el comité ejecutivo de la sección, que acató las directivas de Gómez Sada, y el comité de huelga. Los burócratas corporativistas se dijeron dispuestos a aceptar renuncias voluntarias de trabajadores y la aceptación del pago de liquidación propuesta por el gobierno. No obstante, la huelga siguió bajo la dirección del comité de huelga. Mineros bloquearon la carretera federal, se apoderaron a las oficinas locales de la JFCyA. Al final, el SNTMMSSRM ‘negoció’ un nuevo contrato que eliminaba más de 150 cláusulas, … despidiendo a 400 obreros y negándose a recontratar a más de 700 trabajadores más –en conjunto la tercera parte de la fuerza laboral de la mina– y pagando una suma al sindicato representando a las liquidaciones.”
–“Cananea: un siglo de lucha de clases internacionalista”, El Internacionalista, diciembre de 2007

Fue así como el “sindicato minero-metalúrgico” jugó su papel durante décadas como un fiel instrumento de control corporativista sobre el poderoso sector del proletariado industrial que regimentaba.

Lázaro Cárdenas: “Radicalismo sindical” en Sicartsa

La lucha sindical en la Siderúrgica Lázaro Cárdenas-Las Truchas (Sicartsa), que entró en funciones en 1976, fue marcada por el hecho de que un número significativo de sus obreros calificados iniciales provenían de Altos Hornos de México. Así, desde el principio, hubo en la Sección 271 una fuerte presencia de los maoístas de la Organización de Izquierda Revolucionaria -Línea de Masas (desgajamiento de Línea Proletaria).4 A pesar de que las secciones 147 y 271 habían sido intervenidas, al igual que hizo en AHMSA en Monclova, LM se mantuvo al frente de la sección sindical en Sicartsa y desencadenó una fuerte huelga en 1979. Como señala un estudioso norteamericano:

“El radicalismo sindical [en la Sección 271] se inició a finales de los años setenta, en respuesta a las cambiantes condiciones económicas y al flujo de trabajadores más jóvenes y mejor educados de los viejos centros acereros urbanos…. Los intentos para imponer un liderazgo sobre el sindicato local desembocaron en la huelga de 1979, en la cual mientras había una manifestación contra la empresa, la acción sindical se transformaba en una lucha para lograr la autonomía del sindicato local respecto del nacional. Esta lucha dio por resultado que una de las tendencias autónomas del liderazgo nacional, Línea de Masas ... lograra el control del sindicato local en 1980.”
–Robert Aitken, “Movimientos sociales y la emergencia del neocardenismo en Ciudad Lázaro Cárdenas, Michoacán” en Estudios Michoacanos V, El Colegio de Michoacán (1994)

Desde 1978 y durante varios años, la dirección de la 271 estaba dividida entre LM y Democracia Proletaria, corriente sindical ligada al Partido Comunista Mexico y luego a su sucesor, el PSUM, que se disolvió finalmente en el PRD. Aitken sigue:

“El sindicato nacional toleró el liderazgo democrático del sindicato local mientras éste estuviera satisfecho con la autonomía local y no sobrepasara su posición [en el sindicato nacional], aunque actuó para remover algunos miembros de Democracia Proletaria del comité en 1987”.
Napoleón Gómez Sada (Foto: Victor Mendiola/Cuartoscuro)

Así, la Sección 271 del SNTMMSSRM en Lázaro Cárdenas fue disidente desde sus inicios, con el comité ejecutivo local compuesto por dos grupos que se reclamaban comunistas. Éstos fueron tolerados en la medida en que no cuestionaran el dominio de Napoleón Gómez Sada en el comité ejecutivo nacional y no causaran problemas para la empresa. Entre las dos fracciones estalinistas en pugna, LM fue menos combativa, oponiéndose al llamado a favor de una huelga general, por ejemplo. Esto podría explicarse por las buenas relaciones que habían existido con el primer director de la empresa, el ingeniero Adolfo Orive Alba, padre de Adolfo Orive Bellinger, el principal dirigente de Línea Proletaria. Pero lejos de luchar por la independencia del sindicato del corporativismo capitalista, las dos corrientes ingresaron en los 1980 a sendos partidos burgueses, los “maoístas-salinistas” de LM al PRI y los “marxistas-leninistas” de DP al PRD.

Entonces vino la prueba de fuego con la privatización de Sicartsa, ordenada por el presidente priísta Carlos Salinas (viejo amigo y ex compañero de ruta de los maoístas de Política Popular). Escribe Aitken:

“[L]a confrontación más importante desde la huelga de 1979 fue la de 1989, cuando la gerencia, de acuerdo con los planes federales para modernizar las compañías estatales y preparar su privatización, demandó una reducción de más de 2,000 sindicalizados (de 5,500 que había en ese tiempo), nuevas cláusulas para ampliar los derechos de la gerencia en la dirección.”

Hubo gran indignación entre los trabajadores por la violación del contrato colectivo y el sacrificio de derechos ganados con duras luchas, y a pesar del miedo estalló una huelga, que duró casi dos meses.

Otra investigadora académica escribió sobre la huelga de 1989 en Sicartsa:

“La participación obrera, que era de 80 o 90 por ciento en las asambleas generales realizadas a diario antes y durante la huelga, fue aún mayor cuando la sección local y la dirección nacional del sindicato se polarizaron en torno a la legalidad del movimiento. El 18 de septiembre, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje declaró la huelga como inexistente (es decir, ilegal) y ordenó a los trabajadores que regresaran al trabajo. El secretario del SNTMMSSRM, Napoleón Gómez Sada, declaró que, como el representante oficial del sindicato reconocido en el contrato, tenía la autoridad última para poner fin a la huelga. Los trabajadores continuaron con la huelga e intensificaron sus campañas a nivel local y nacional.”
–Heather L. Williams, Social Movements and Economic Transition: Markets and Distributive Conflict (Cambridge University Press, 2001)

La huelga fue finalmente derrotada por los esfuerzos combinados del gobierno del presidente Salinas y el seudosindicato minero-metalúrgico. En Lázaro Cárdenas, igual que en Monclova y Cananea, el corporativista SNTMMSSRM cumplió su papel de policía laboral de la burguesía. Luego presidió el cierre de Fundidora Monterrey en 1986 y el de Aceros Ecatepec. Desde su integración plena al estado capitalista a finales de los años 1940, el gremio minero y sus charros rompieron huelgas, proveyeron esquiroles e impusieron miseria a los trabajadores.

En la mira del gobierno, el gremio minero acata las reglas corporativistas

Hoy, el SNTMMSSRM sigue sin romper realmente con la camisa de fuerza corporativista. Podría caracterizarse hoy como un organismo semicorporativista, como el Sindicato de Telefonistas encabezado por el neocharro Francisco Hernández Juárez, un ex seguidor de Línea Proletaria. Ocurrió que Napoleón Gómez Urrutia (“Napito”), quien heredó la jefatura del gremio minero de su padre Gómez Sada, chocó contra las reglas del sistema y cayó de la gracia del gobierno federal encabezado por Vicente Fox en 2006. Cuando por la indignación de los familiares de los mineros muertos en Pasta de Conchos, Gómez Urrutia caracterizó al “accidente” como un “homicidio industrial”, los patrones de Grupo México y el gobierno foxista en la persona de su secretario del trabajo, Carlos Abascal, del grupo fascistoide El Yunque, se enfurecieron.

Después de haber sido el dirigente “sindical” favorito de Fox, del clerical-reaccionario PAN, Gómez Urrutia pasó a ser blanco de una persecución judicial que aún no termina. Sus patrones le dieron la espalda y para quitarlo del camino, el nuevo secretario del trabajo foxista Francisco Xavier Salazar Sáenz, otro yunquista que reemplazó a Abascal, se valió del más viejo recurso priísta: hacerle un charrazo. Para ello empleó a uno de los lugartenientes de Gómez padre, Elías Morales Hernández, a quien concedió la infame “toma de nota” como dirigente del sindicato en sustitución de Napito. Pero esto no calmó la situación en el sector minero-metalúrgico. Por el contrario, el tiro de Fox le salió por la culata. El 2 de abril de 2006, los acereros de Lázaro Cárdenas estallaron una furiosa huelga.

Cuando estalló en abril de 2006 la huelga de Sicartsa que enfrentaba fuerzas policíacas y militares que realizaron una represión feroz ordenada por los tres principales partidos de la burguesía (PAN, PRD y PRI), el Grupo Internacionalista publicó un suplemento llamando a decretar una huelga nacional. (Foto: AFP)

Las autoridades respondieron con una invasión de las instalaciones siderúrgicas a manos de una fuerza de policías federales e infantes de marina mandados por el panista presidente Fox, policías estatales a órdenes del gobernador perredista Lázaro Cárdenas Batel, y policías municipales del alcalde priísta. Los policías asesinaron a dos trabajadores con tiros a la cabeza, pero después de siete horas de enfrentarse con la tropa conjunta del PAN-PRD-PRI, los trabajadores huelguistas lograron recuperar las instalaciones de Sicartsa. Nosotros del Grupo Internacionalista llamamos al día siguiente a desatar una huelga nacional que incluyera mineros, trabajadores portuarios, trabajadores de transporte público en el D.F., maestros disidentes de la CNTE y otros sectores. Señalamos:

“Los trabajadores de Sicartsa tienen una larga historia de lucha, tanto contra el gobierno y la patronal, como contra la dirección del mismo SNTMMSSRM. Este ‘sindicato’ corporativista ha sido durante decenios un instrumento del control de los trabajadores por parte del PRI-gobierno…. [En la Sección 271] una serie de huelgas locales se realizaron en los años 80 no sólo sin el apoyo del SNTMMSSRM y su jefe máximo, Napoleón Gómez Sada, sino directamente en contra de ellos. Gómez Sada desarticuló luchas obreras en Altos Hornos de México en Monclova, Fundidora Monterrey, Aceros de Ecatepec, entre otras, y se sumó al proyecto privatizador de los presidentes priístas De la Madrid, Salinas de Gortari y Zedillo. Luego, tras su muerte en octubre de 2001, cuando su hijo Gómez Urrutia heredó la dirección del SNTMMSRM, sus hombres participaron activamente en la campaña patronal para montar un sindicato blanco en Lázaro Cárdenas.”
–“México: ¡Huelga nacional contra el gobierno asesino!” El Internacionalista, abril de 2006

Elías Morales no logró contener el descontento entre los mineros por el asesinato capitalista de Pasta de Conchos y por la brutal represión en Sicartsa. Por ello, ya en el sexenio de Felipe Calderón, se ensayó otro charrazo, valiéndose del principal lugarteniente del propio Gómez Urrutia: Carlos Pavón. Pavón no tuvo mucho más éxito que Morales en el intento de adueñarse de la estructura del gremio minero, y estableció un “sindicato” corporativista alterno que ostenta el nombre de “Sindicato Nacional Minero Metalúrgico Frente”. Asimismo, la archicorporativista Confederación de Trabajadores de México (CTM) tiene su “Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Minero Metalúrgica”, que fue premiado por su esquirolaje en Cananea, después de que Grupo México le otorgó el contrato de la mina Buenavista, antes en manos de la combativa Sección 65. Pero el sometimiento del SNTMMSSRM es tal que ha aceptado el despido de toda su militancia en la mina de Cananea, y sólo está regateando sobre su liquidación.

Así que hoy hay en el sector al menos dos gremios totalmente bajo el yugo del estado y un sindicato, el SNTMMSSRM, que pese al hostigamiento gubernamental no ha roto plenamente con el corporativismo. No obstante, hemos subrayado en toda una serie de artículos sobre las luchas de los mineros en que el ataque contra Gómez Urrutia constituye esencialmente un ataque contra los mineros mismos, por lo que llamamos a los trabajadores a oponerse a las maniobras gubernamentales para sustituir a un charro por otro. En un artículo de diciembre de 2007 sobre la huelga minera de Cananea resumimos esta perspectiva:

“Los aparatos ‘sindicales’ corporativistas han persistido, aunque debilitados, en su empeño de ser policías laborales de la burguesía. Los elementos del gobierno panista más adictos a la cúpula empresarial han querido deshacerse de estos legados del priato que ahora consideran innecesarios, mientras otros sectores capitalistas ven la necesidad de mantener un colchón de seguridad ‘sindical’… En abril de 2007, acatando el fallo de un tribunal federal que encontró irregularidades y falsificaciones en su destitución como presidente del SNTMMSRM, la STPS restituyó a Gómez Urrutia y le retiró la toma de nota a su contrincante Elías Morales Hernández. No obstante eso, una serie de casos judiciales sigue en contra del dirigente minero, que ha sido obligado a exiliarse en Canadá. Insistimos en que se anulen todos los cargos en contra de los dirigentes gremiales por ser un ataque del estado capitalista contra los mineros.
“Nosotros del Grupo Internacionalista nos hemos opuesto a toda intervención del gobierno capitalista en los asuntos del movimiento obrero…. Debemos insistir en que los trabajadores mismos deben limpiar su propia casa. Si el estado capitalista persigue hoy a un Napoleón Gómez Urrutia por corrupción u otra acusación, fundada o no, es porque la clase dominante quiere explotar aún más duramente a los trabajadores.”
–“¡Poner a Grupo México de rodillas con una gran huelga minera nacional!”, suplemento de El Internacionalista (diciembre de 2007)
Napoleón Gómez Urruitia (“Napito”). (Foto: AFP)

Diez años más tarde, Gómez Urrutia ha intentado mantenerse tan “institucional” como desde el primer día. Cuando estalló la huelga de los siderúrgicos de Lázaro Cárdenas en marzo de 2016, la dirección nacional del gremio minero envió una carta al presidente Enrique Peña Nieto rogándole: “pedimos su importante y decisiva intervención, para que no se escale un conflicto” y “apelamos a su investidura, capacidad y alta responsabilidad” para que la huelga sea solucionada por “la vía conciliatoria” (Comunicado de Prensa del SNTMMSSRM del 4 de marzo de 2016). Napito aún alberga la esperanza de reconciliarse con el presidente priísta, a pesar de que éste no ha cancelado la arremetida judicial en su contra. Por eso el burócrata-jefe minero hace lo posible por limitar y hasta sofocar la combatividad de los acereros.

Los trabajadores de la minería han sido, sin duda, uno de los sectores más golpeados del proletariado industrial mexicano en los últimos 30 años. Han librado importantes batallas, enfrentándose una y otra vez con su propio “sindicato” para realizar hasta las más elementales luchas defensivas, que los dirigentes charros vigilan con rigor para mantenerlas dentro de los cauces institucionales. En Lázaro Cárdenas, lo mismo que en Cananea, no se puede resistir exitosamente los embates de la privatización jugando según las reglas corporativistas y haciendo concesiones una y otra vez a la patronal. Hace falta una dirección que pugne por la más completa independencia de la clase obrera con respecto al estado capitalista y que rompa con todos los partidos de la patronal –PRI, PAN, PRD, Morena, etc.– para forjar un partido obrero revolucionario. ■


  1. 1. Línea Proletaria fue formada a principios de los 70 por Política Popular, grupo maoísta de ex estudiantes sesentaiocheros que fueron a las colonias populares de las ciudades norteñas y de la periferia de la Ciudad de México. PP y LP eran dirigidas por Alfonso Orive, catedrático de economía de la UNAM en ese entonces, y años más tarde compinche de Raúl Salinas de Gortari y, después del alzamiento zapatista en 1994, jefe de asesores en contrainsurgencia en la Secretaría de Gobernación bajo el presidente priísta Ernesto Zedillo.
  2. 2. Isabel Rueda Peiro (coordinadora), Tras las huellas de la privatización: El caso de Altos Hornos de México (Siglo XXI Editores, 1994).
  3. 3. Jorge Basurto, La clase obrera en la historia de México. Tomo 14: en el régimen de Echeverría, rebelión e independencia (Siglo XXI e Instituto de Investigaciones de la UNAM, 1983); Paco Ignacio Taibo II, Poder obrero: La lucha de los trabajadores de Spicer (1975).
  4. 4. OIR-LM fue dirigida por el profesor Alberto Anaya Gutiérrez, dirigente del Frente Popular Tierra y Libertad de Monterrey y de LP. Posteriormente, junto con otros grupos maoístas como los Comités de Defensa Popular de Chihuahua y Durango, fundó el Partido del Trabajo, auspiciado por los hermanos Salinas de Gortari para disputar votos al PRD.