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septiembre de 2011 Reformistas del PCCh y Concertación buscan abandonar el paro Momentos decisivos en la lucha estudiantil chilena
27
de SEPTIEMBRE – La movilización
estudiantil en Chile, ya en su quinto mes, ha
llegado a un punto de viraje. La
marcha del 22 de septiembre que reunió a unos
180 mil manifestantes en Santiago
hizo patente que el poder de convocatoria de los
estudiantes en paro no ha
menguado. Entonces el derechista
presidente Sebastián Piñera,
después de largas semanas de jugar al
desgaste del movimiento, bajo la
amenaza de una fuerte represión (unos 3 mil
arrestos), ahora quiere entramparlo
en un “diálogo” basado en las propuestas
gubernamentales. Para realizar la
jugada necesita el apoyo de sectores “moderados” de
la Confederación de
Estudiantes Chilenos (CONFECh), particularmente de
los dirigentes estudiantiles
ligados al Partido Comunista y a la
Concertación (coalición de “centro
izquierda”), que se han declarado “abiertos” al
retorno a clases. A ellos se
oponen sectores más combativos, pero sus
voceros sólo exigen más
“garantías”
para sentarse con los ministros. Para vencer en esta
histórica batalla contra
el sistema educativo impuesto por la dictadura
militar, urge mantener
los paros y extenderlos a la clase obrera. La
magnitud del actual embate quedó de
manifiesto
ayer cuando miles de estudiantes secundarios y sus
padres asediaron a la
municipalidad de Providencia, una comuna acomodada
de Gran Santiago, donde
chocaron con los carabineros con un saldo de 16
arrestados. Los manifestantes
protestaban contra la medida anunciada por el
alcalde Cristián Labbé de cerrar
las escuelas tomadas y terminar el año
escolar. Labbé fue coronel del
ejército,
oficial de la DINA (la infame policía
secreta de la junta militar),
encargado de la seguridad del dictador Augusto
Pinochet y finalmente ministro
secretario general del gobierno pinochetista. Hoy
pertenece a la UDI (Unión
Democrática Independiente), partido de
extrema derecha fundado por Jaime
Guzmán, ex integrante de la
organización terrorista fascista Patria y
Libertad que
jugó un papel provocador clave en la
preparación del sangriento golpe militar
del 11 de septiembre de 1973 que derrocó al
gobierno de la Unidad Popular de
Salvador Allende. No es casual, entonces, que muchos
acusen a Labbé de actuar
como en los peores tiempos de la dictadura, tratando
a los inconformes con
métodos de la DINA. El
futuro curso de la lucha se está
determinando en los debates internos del movimiento
estudiantil. Hemos señalado
(ver “Nueva batalla de Chile, por la
educación pública, gratuita y de
calidad”)
cómo los dirigentes estudiantiles de las
Juventudes Comunistas y sus pares del
PCCh entre los profesores han buscado desde el
principio negociar con el
gobierno para reformar –y no derrocar– el sistema
educativo privatizado, y cómo
han recortado las demandas para facilitar una
componenda. En una propuesta de
“Bases para un acuerdo social por la
educación chilena”, entregada al gobierno
a finales de agosto, sólo abogaron por
“avanzar hacia la gratuidad”. Ahora el
secretario de gobierno, Andrés Chadwick,
declara que el presidente Piñera (su
primo hermano) quiere “avanzar en la gratuidad” (El
Mostrador, 23 de
septiembre). Pero los jóvenes no están
tomando escuelas, marchando en las
calles y enfrentando la represión por una
disputa gramatical sobre
preposiciones. Están reivindicando una
educación gratuita para todos, lo que
este gobierno jamás acordará en un
“diálogo”, sino que sólo se puede
lograr con
la fuerza del movimiento. La
semana pasada,
estudiantes de la Universidad de Santiago que se
oponen a las claudicaciones de
sus dirigentes descubrieron un documento de las
JJ.CC. donde éstas, con lujo de
vilipendios contra “la ultra”, explicitan su
estrategia de “cerrar el
semestre”. Encubriéndose con unas palabras de
Allende ante el inminente bombardeo
de La Moneda, llamando a no combatir a los golpistas
con armas (“el pueblo debe
defenderse, pero no sacrificarse”), agitan la
amenaza del gobierno de cortar
becas y beneficios para justificar el abandono del
paro en la USACh. (De hecho,
la política de Allende y del PCCh de no
resistir al golpe militar fue una traición que
les
costó a los trabajadores 17 años de
dictadura.) A
pesar de que un
ampliado de la FEUSACH votó por mantener el
paro, la mesa buscó revertir la
decisión en un nuevo ampliado
cerrado. Cuando este intento se
frustró, las JJ.CC. emitieron un texto
reminiscente de las viles infamias
estalinistas en los años 30 contra
trotskistas (refiriéndose en este caso a un
grupo, Las Armas de la Crítica, que es activo
en el recinto), acusándolos de hacer
el trabajo de la derecha, auspiciar “acciones que
fácilmente encajan en el
fascismo”, etc. Mientras tanto, los
dirigentes reformistas de la
CONFECh, Camila Vallejo, Giorgio Jackson y Camilo
Ballesteros van a ir de gira
a Francia. En
1936, en medio de
la gran huelga general, el estalinista Maurice
Thorez, jefe del Partido
Comunista Francés, pronunció su famosa
frase, “Hay que saber terminar una
huelga”. Hoy los epígonos del reformismo
estalinoide buscan ansiosamente
terminar la lucha de los estudiantes chilenos a
cambio de unas promesas de
“diálogo”, lo que sería una derrota de
la mayor lucha social después de la
caída de Pinochet. Y para encubrirse, lanzan
un alud de lodo sobre quienes se
oponen a su traición. Es necesario pero
insuficiente atrincherarse para
continuar el paro. Se necesita una estrategia
para ganar la
contienda. Si no se puede vencer mediante un
“diálogo” hueco con un gobierno de
pinochetistas decidido a mantener a toda
costa el “modelo”
libremercadista de educación,
¿entonces qué? De la huelga
estudiantil de diez
meses de la Universidad Nacional de México en
1999 a 2000, a la huelga
estudiantil de la Universidad de Puerto Rico en 2010
(y el segundo round a
principios de este año), a la lucha
estudiantil en Chile hoy, la clave
para la victoria es extender el paro a la clase
obrera para movilizar su poder. ■
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