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marzo de 2011  
¡Derrotar a la oposición monárquico-islamista, títere de los EE.UU.!
¡Por una revolución obrera contra el estado policíaco de Gadafi!

Choque en Libia

Manifestación de los rebeldes libios en Bengasi, 23 de marzo, en la que se desplegaron banderas de Francia y de la monarquía impuesta en Libia por Inglaterra tras la Segunda Guerra Mundial.
(Foto: EPA)

15 de MARZO – A lo largo de los últimos tres meses, una ola de levantamientos populares se ha extendido por los países árabes de África del Norte y Medio Oriente, derribando a su paso a los dictadores respaldados por EE.UU. de Túnez y Egipto, y haciendo tambalear a monarquías, emiratos y otros regímenes bonapartistas de la región. Los imperialistas han intentado preservar su dominio al subyugar tanto a los gobiernos como a sus respectivas oposiciones. Aún cuando se han visto obligados a sacrificar a uno que otro sátrapa ante la rebelión de las masas trabajadoras, se las han arreglado para que el poder permanezca en manos del ejército. En contraste con buena parte de la izquierda que se ha unido a la burguesía para aplaudir estas “revoluciones” victoriosas, El Internacionalista ha señalado que el aparato militar y policíaco de estas dictaduras sigue controlando la situación bajo la nueva seudo-“democracia”. Para poner fin a la omnipresente pobreza y al gobierno autocrático, subrayamos, hace falta convertir los levantamientos populares en una revolución obrera.

Izquierdistas que hacen apología de los rebeldes libios dicen que la presencia de la bandera monarquista no implica que se apoye a la monarquía. ¿No? Joven en Bengasi con una foto del rey Idris.
(Foto: Maher27777/Wikipedia)

En su mayor parte, estos levantamientos han consistido en manifestaciones y huelgas de masas. Sin embargo en Libia, donde el coronel Muamar al-Gadafi ha gobernado desde que en 1969 derrocó a la monarquía impuesta por Inglaterra, los enfrentamientos armados comenzaron prácticamente de inmediato. Aunque Gadafi fue alguna vez un tormento para EE.UU., desde finales de los años 90 ha conseguido comprar los favores del imperialismo. El dirigente libio suprimió a los fundamentalistas islámicos, detuvo la ola de inmigrantes africanos hacia Europa, invirtió en importantes empresas “multinacionales”, invitó a las compañías petroleras europeas y norteamericanas a invertir en Libia y llevó a cabo “reformas” económicas de “libre mercado”, gobernando en todo momento a las masas trabajadoras con puño de hierro. La Gran Jamahiriya Socialista del Pueblo Libio, que es como Gadafi llama a su régimen, dista de ser un “estado de las masas” y, en cambio, es una fachada para la explotación capitalista que ejercen el clan de Gadafi y sus socios. Después de 41 años de un gobierno represivo y caprichoso, cuando los eventos en Túnez y Egipto traspasaron la barrera del miedo, muchos jóvenes y trabajadores estaban listos para la rebelión.

Pero esto es sólo una parte de la historia. La situación en Libia difiere significativamente de la de otros países en la región en varios aspectos. Aunque alimentada por la desesperación y la ira acumulada de la juventud desempleada y los trabajadores que se las ven negras, esta revuelta fue organizada y dirigida desde el principio por grupos de oposición en el exilio con vínculos con la CIA, así como por la burguesía de la parte oriental de Libia tradicionalmente monarquista, hostil a Gadafi desde hace mucho tiempo. A la revuelta se unieron rápidamente altos funcionarios del régimen de Gadafi, entre otros el ministro de justicia y quien fuera por mucho tiempo ministro del interior (encargado por tanto de la policía). Además, elementos islamistas juegan un papel fundamental, incluidos los yihadistas del Grupo de Combate Islámico. Estos elementos burgueses, tan reaccionarios como Gadafi, piden a gritos que EE.UU. emprenda una acción militar en su auxilio. (Bombardeos aéreos, por favor, tropas no: no aún.) Algunos rebeldes insisten en oponerse a toda intervención militar extranjera, pero la juventud plebeya que anhela una democracia secular está siendo usada por los dirigentes de la oposición burguesa para implementar un programa que sólo puede ser pro imperialista y antidemocrático.

Muchos izquierdistas occidentales recuerdan la época en la que Gadafi era la personificación del nacionalismo árabe radical, con un toque islámico. Sin embargo en los últimos tiempos, el dirigente libio enalteció a los dictadores Zine el Abidine Ben Ali y Hosni Mubarak, de Túnez y Egipto respectivamente, y criticó a las masas por derribarlos, diciendo que con eso habían producido terror “como el de la Revolución Bolchevique o la Norteamericana”). Con todo, Libia no es simplemente una neocolonia norteamericana: los imperialistas nunca se sintieron a gusto con su asociación con el dirigente de la Revolución Verde, ni siquiera cuando éste se volvió discípulo del “neoliberalismo”. Encima de todo, Gadafi se ha rehusado a abandonar silenciosamente el escenario y ha prometido luchar hasta la última bala. Así, en contraste con lo que hizo con respecto a Túnez y Egipto, el presidente norteamericano Barack Obama se ha pronunciado abiertamente por la salida de Gadafi; simultáneamente, ha ordenado la congelación de activos libios e impulsa una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que pide a la Corte Penal Internacional (cuya jurisdicción EE.UU. rechaza) que investigue al presidente libio por la realización de posibles crímenes de guerra. Entretanto EE.UU., se prepara para la intervención militar.

Mientras que la secretaria de estado norteamericana, Hillary Clinton, aplaude a la “revolución” libia, los medios imperialistas están de plano en modo de combate. Informan acerca de “masacres” perpetradas por tropas gubernamentales con cifras infladas de bajas civiles, cuando en realidad se trata de batallas con combatientes muertos en ambos bandos. Se proclama las “vitorias” apabullantes de los rebeldes cuando las fuerzas gubernamentales simplemente se han retirado tras ataques de reconocimiento. (Militares libios que se han unido a los rebeldes entienden, en cambio, que Gadafi se ha contenido para evitar bajas masivas que pudieran ser utilizadas como una excusa para emprender una intervención de EE.UU. y la OTAN.)[1] Los medios guardan completo silencio sobre los ataques racistas que se han perpetrado en las áreas bajo control rebelde en contra de trabajadores migrantes negros acusados de ser “mercenarios” progubernamentales. Y aunque al menos 130 reporteros occidentales se encuentran albergados en Trípoli, la capital, prácticamente no hay mención alguna de las manifestaciones de masas de miles de partidarios del gobierno que ocurren bajo sus narices. Los medios demonizan a Gadafi, a quien caricaturizan como un loco que ha perdido por completo su conexión con la realidad.

Esto trae a la memoria cómo se retrataba al hombre fuerte serbio Slobodan Milosevic –quien en efecto sí era un carnicero nacionalista– como un monstruo cuando EE.UU. se preparaba para bombardear Serbia en auxilio del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) en 1998-1999. El hecho de que los nacionalistas albano-kosovares estuvieran asesinando en masa a civiles serbios se escondió bajo el tapete, como se hizo con el hecho de que el comandante del ELK (y luego primer ministro kosovar) Hashim Thaçi estaba involucrado en el tráfico de drogas y de esclavas sexuales, mientras dirigía una espeluznante red que asesinaba a prisioneros serbios para “cosechar” sus órganos y venderlos. Todavía años más tarde, la fiscal principal en el tribunal de crímenes de guerra para Yugoslavia, Carla del Ponte, dijo que se le impidió investigar estas acusaciones.[2] Para el caso, ¿qué tal una investigación sobre los crímenes de guerra de los presidentes norteamericanos George H.W. Bush, Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama, cada uno de los cuales es responsable de la matanza indiscriminada de muchos más civiles que Gadafi (e incluso que Milosevic)? Ciertamente es algo que no cabe esperar: la “ley internacional” es una ficción, un juguete en manos de las potencias dominantes.

Hoy por hoy se registran batallas con avances y repliegues en torno a los puertos petroleros y a lo largo de la carretera costera, en las que se enfrentan lo que se describe como un “desordenado ejército rebelde” y las milicias pro Gadafi. El gobierno ha logrado volar depósitos de munición en Bengasi y Ajdabiya, en tanto que los voluntarios rebeldes carentes de todo entrenamiento están usando la munición con total desparpajo. En la parte occidental de Libia, la ciudad de Zawiyah se encuentra bajo asedio gubernamental, con la población trabajadora encerrada y sujeta a fuego indiscriminado. Los choques armados se han convertido en una guerra civil, en tanto que Washington reacomoda sus fuerzas, trasladando buques de guerra al Mediterráneo. Esta “diplomacia robusta”, como le gusta llamarla a la secretaria de estado Hillary Clinton, da tiempo al Pentágono y a la Casa Blanca para que desarrollen “opciones” para futuras acciones militares. Entre éstas se cuenta una “zona de exclusión aérea” (que se establecería mediante la destrucción de la fuerza aérea y del sistema de defensa antiaérea de Libia), el bloqueo de las telecomunicaciones libias o el envío de tropas (para ofrecer ayuda “humanitaria”, de seguro).

A diferencia de muchas organizaciones izquierdistas que otrora cantaron loas a Gadafi, la Liga por la IV Internacional jamás dio apoyo político alguno al nacionalismo árabe, y siempre ha luchado en contra de la reacción islámica. Simultáneamente, hemos denunciado el bombardeo que Reagan lanzó contra Libia en 1986, en lo que fue un intento deliberado de asesinar al dirigente libio y que mató a su hija de un año y a varios cientos de libios. Muchos jóvenes subjetivamente democráticos pudieron haber participado en las primeras protestas, sin darse cuenta de que eran patrocinadas por fuerzas proimperialistas. En las ciudades del occidente libio y en las regiones bereberes (amazigh), el levantamiento pudo haber tenido en un primer momento el carácter de autodefensa comunal. No obstante, en la actual guerra civil, los comunistas nos oponemos tanto al dictador islámico-populista Gadafi, como a la oposición pro imperialista, monárquica e islamista y llamamos por una revolución obrera. En caso de una intervención militar de EE.UU. y sus aliados de la OTAN, cualquiera que sea el disfraz que adopte, los obreros con conciencia de clase deben defender a Libia y luchar por la derrota de los imperialistas y de sus títeres libios.

En Libia, más que en cualquier otro lugar en el Medio Oriente, las contradicciones de clase en los levantamientos populares a favor de la “democracia” han pasado al primer plano. En los primeros casos, protestas dirigidas por los sindicatos (como en Túnez) o huelgas obreras en medio de enormes movilizaciones de masas (como en Egipto) fueron fundamentales para derribar a los dictadores. Sin embargo, tras algunos cambios de personal en la cúpula (tales como la instalación de nuevos primeros ministros) el aparato de la dictadura sigue en pie. En esos casos, los imperialistas tenían a sus agentes entre los manifestantes, pero éstos conformaban tan sólo uno de los elementos de un levantamiento mucho más vasto. Ciertamente, muchos libios expresaron agravios parecidos a los de quienes han participado en las protestas desde Argelia hasta Bahréin, pero en su caso el control lo detentan reaccionarios burgueses que apelan a los imperialistas. En todos estos países, ha estado ausente el elemento vital de una dirección revolucionaria del proletariado, y es esto precisamente lo que más urgentemente hay que construir. Únicamente mediante una lucha basada en un programa proletario será posible socavar el raído atractivo del populismo de Gadafi y derrotar a la oposición burguesa.

El levantamiento libio: la supremacía de las fuerzas de la oposición burguesa

Los medios imperialistas pretenden presentar lo que ocurre en Libia como si se tratara de un masivo levantamiento popular más o menos espontáneo, igual a los otros que han ocurrido en Medio Oriente y el Magreb (parte occidental de África del Norte). Sin embargo, es un hecho que la “jornada de ira” realizada en Libia el 17 de febrero fue anunciada mucho antes de la fecha por el Consejo Nacional de la Oposición Libia (CNOL), que opera en Inglaterra y EE.UU. Ya para el 9 de febrero, el diario saudita panárabe Ashar Al-Awsat, impreso en Londres y Nueva York, informaba de los planes de organización, así como que Gadafi “se habría reunido en privado con activistas políticos, periodistas y figuras mediáticas de Libia” mientras “los prevenía acerca de las consecuencias de participar en cualquier cosa que pudiera desembocar en disturbios”.

El levantamiento estalló en Bengasi, capital de la región de Cirenaica, que fue la base del rey Idris, jefe de la orden senusita de musulmanes sufistas. Tras oponerse a la ocupación italiana de Libia entre 1911 y 1945 desde una privilegiada y cómoda posición en El Cairo, Idris fue impuesto por Inglaterra al final de la Segunda Guerra Mundial como rey de Libia. El 17 de febrero, los manifestantes comenzaron inmediatamente a ondear la bandera de la monarquía libia (roja, negra y verde con media luna y una estrella blancas). Partidarios izquierdistas de los rebeldes arguyen que esto no significa que tengan nostalgia por el gobierno senusita. Sin embargo, fotografías del 17 de febrero presentan a manifestantes en Bengasi que llevan retratos del rey Idris. De hecho, uno de los componentes más importantes del CNOL es la Unión Constitucional Libia encabezada por Muhammad as-Senussi, a quien los realistas consideran como el legítimo aspirante a la corona libia. El 24 de febrero, se presentó en el canal televisivo de Al Jazeera en inglés una entrevista con el “príncipe heredero” as-Senussien en la qué este pedía a “la comunidad internacional que ayude a destituir a Gadafi y a detener la ‘masacre’ en curso”.

Otro de los favoritos de Al Jazeera por estos días, también componente fundamental de la oposición libia (así como elemento cofundador del CNOL), e    bajo los auspicios de Ronald Reagan, además de que ha sido financiado por el gobierno de Arabia Saudita.[3] En 1984, el FNSL organizó un atentado para asesinar a Gadafi que fue frustrado. La última conferencia del FNSL (julio de 2007) se realizó en EE.UU. El Frente de Salvación era la principal fuente de noticias acerca de la revuelta libia en los primeros días, antes de que los corresponsales arribaran. Hoy, es parte de la coalición opositora en Bengasi.[4]

Junto con los monarquistas y los elementos de la CIA, una buena parte de la oposición está formada por figuras y corrientes del fundamentalismo islámico. En los días previos al 17 de febrero, el régimen liberó a 110 islamistas de la cárcel, como parte de su intento de evitar las protestas. Sin embargo, el 15 de febrero, arrestó a Fathi Terbil, un abogado que representa a las familias de islamistas que fueron asesinados en una masacre ocurrida en una cárcel en 1996. Muchos habían sido encarcelados durante la supresión en los años 90 del levantamiento encabezado por el Grupo de Combate Islámico en Cirenaica, algunos de cuyos miembros habían luchado en contra de las tropas soviéticas en Afganistán (cuando junto con Osama bin Laden fueron financiados por EE.UU.). El arresto provocó una violenta protesta que preparó el escenario para la explosiva “jornada de ira”. Aunque se reportó que antes en Túnez prácticamente no hubo consignas islámicas, y que en el caso de Egipto los aislados intentos de la Hermandad Musulmana de gritar sus consignas no tuvieron ningún eco, el 17 de febrero en Bengasi, Libia, uno de las principales consignas coreadas fue la de “No hay más dios que Alá, y Muamar [al-Gadafi] es enemigo de Dios”.

Puesto que los medios occidentales han ridiculizado las afirmaciones de Gadafi de que el levantamiento en su contra es islamista, vale la pena citar un reportaje aparecido el 5 de marzo en el Economist de Londres:

“Los islamistas y liberales laicos, con el propósito compartido de deshacerse del dictador, han concretado una alianza….

“Sobre la base de las relaciones forjadas en la tristemente célebre prisión de Abu Salim, está surgiendo un amplio frente islamista. Jeques de larga trayectoria y graduados de la escuela del pietismo salafita (que quieren emular el comportamiento de los compañeros del Profeta)[5] se han aliado con la Hermandad Musulmana, organización que atempera su entusiasmo por la sharia [ley islámica] con el pragmatismo en sus relaciones con pueblos y gobiernos no musulmanes.

“Los yihadistas adoptan una línea más rígida y dicen que tolerarán cualquier cosa –siempre y cuando no entre en conflicto con el Islam…. Los islamistas rezongaron cuando un profesor laico entrenado en EE.UU. fue nombrado como encargado de la educación en el nuevo consejo….

“Con todo, los islamitas están ganando terreno. Las mezquitas, cerradas hasta ahora entre horas de oración para limitar las reuniones públicas, están ahora abiertas todo el día. Los imanes han comenzado a predicar sobre temas políticos y han ofrecido sus púlpitos a los islamistas torturados por el régimen. Los clérigos también han comenzado a distribuir asistencia social.”

EE.UU. y los islamistas, juntos de nuevo. Abdul Hakim al-Hasidi, dirigente de las fuerzas rebeldes en Danah, luchó con los muyahedin auspiciados por la CIA contra el ejército soviético que apoyó un régimen reformador en Afganistán en los años 1980. Los trotskistas aplaudimos la intervención del Ejército Rojo en Afganistán, oponiéndonos a los reaccionarios islamistas, ayer y hoy.
(Foto: Agence France-Presse)

Entretanto, el New York Times (8 de marzo) informa que el dirigente militar de la rebelión en la ciudad oriental de Darnah es Abdul Hakim Al-Hasidi, veterano de la guerra antisoviética en Afganistán y de la insurgencia islámica en Libia. Como hemos señalado, Washington no tiene ningún empacho en aliarse con la más extrema reacción islámica si esto sirve a la contrarrevolución y al fortalecimiento de sus objetivos imperiales. Ahora el imperialismo y el islamismo están haciendo, de nuevo, causa común.

Los revolucionarios proletarios, en cambio, aplaudimos la intervención del ejército soviético en Afganistán en los años 80 en contra de los muyajedines respaldados por EE.UU., y criticamos la retirada ordenada por el Kremlin, que constituyó una capitulación al imperialismo que sirvió para abrir la vía a la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética. Cuando los soviéticos se retiraban, ofrecimos enviar una brigada internacional para ayudar en la lucha contra los “guerreros santos” que arrojaban ácido en la cara a las estudiantes universitarias y mataban a balazos a los maestros por el “crimen” de enseñar a las niñas a leer y escribir. En Argelia, los marxistas revolucionarios (es decir, los trotskistas) nos hemos opuesto tanto al asesino régimen militar como a los insurgentes islamistas: unos y otros asesinan indiscriminadamente a mujeres sin velo, sindicalistas y comunistas. En Egipto, Túnez, Libia, Irán y otros lugares, los trotskistas nos oponemos a toda alianza política con las fuerzas de la reacción religiosa –y con cualquier corriente política burguesa– puesto que luchamos por la independencia política revolucionaria de la clase obrera y de los pobres del campo y la ciudad con respecto a sus explotadores.

Un tercer y cada vez más importante componente de la coalición rebelde, consiste en desertores del régimen de Gadafi. Varios funcionarios de alto rango del Hermano Líder y Guía pronto se sumaron a la rebelión tan pronto, de hecho, que cabe preguntarse si este cambio de lealtades no pudo haber sido concertado de antemano mediante los “buenos oficios” de la CIA o del MI6 británico. Así, el 21 de febrero, Mustafá Abud al-Jalil, ministro de justicia de Gadafi, renunció para aparecer tres días más tarde en Al Bayda, donde dirigía una reunión de figuras políticas de la oposición. El 22 de febrero, el general Abdul Fatah Younis, ministro del interior y jefe de las fuerzas especiales del régimen, renunció y se unió a la rebelión. Younis fue descrito con frecuencia como el No. 2 de Gadafi. Además, se informó que el ministro del petróleo Shukri Mohammed Ghanem huyó del país, y varios embajadores y diplomáticos libios en todo el mundo han renunciado o declarado su adhesión al “gobierno” rebelde.

El 5 de marzo, el Consejo Nacional de Transición realizó su primera reunión, bajo la dirección de Jalil. En ella, el abogado bengasí Abdel-Hafidh Ghoga fue nombrado portavoz del CNT. Se estableció un “comité de crisis” formado por tres miembros: a la cabeza se nombró a Mahmoud Jibril, ex funcionario de planeación de Gadafi; otros de sus miembros es Omar Hariri (veterano del golpe de 1969 que llevó al poder a Gadafi), encargado de los asuntos militares (Reuters, 5 de marzo). El general Younis es descrito como “la figura militar de mayor rango en el grupo opositor de Bengasi”, y se informa que mantiene “contacto telefónico directo” con el secretario británico del exterior, William Hague (Financial Times, 7 de marzo). En pocas palabras: al menos en la cúpula, quienes formalmente dirigen la rebelión son desertores de alto nivel del régimen de Gadafi (de hecho, son los mismos individuos que estuvieron a cargo de sus infames policías, fuerzas especiales y prisiones). A su vez, éstos piden a los imperialistas que les brinden ayuda militar. Este hecho, junto con el prominente papel jugado por monarquistas e islamistas, ni de lejos indica que la coalición rebelde supondrá “democracia” para los trabajadores libios.

Como señaló Manlio Dinucci en el diario izquierdista italiano Il Manifesto (25 de febrero): ésta no es exactamente “una revuelta de las masas empobrecidas, como las de Egipto y Túnez, sino una verdadera guerra civil producida por una escisión en los círculos gobernantes. Quienquiera que haya realizado la primera jugada explotó el descontento en contra del clan Gadafi, bastante extendido sobre todo en la población de Cirenaica y entre los jóvenes urbanos, en un momento en que todo el Norte de África se ve sacudido por aires de rebelión. Pero a diferencia de Egipto y Túnez, la insurrección libia parece haber sido concertada y organizada de antemano”. Así parece, en efecto. ¿Cuál es la conclusión? Para los auténticos comunistas es que hay que desenmascarar a las fuerzas burguesas detrás de esta operación y organizarse para realizar una genuina revolución, no simplemente para derrocar al ridículamente megalómano Gadafi –el aspirante a “rey de reyes de África”–, sino para derribar la dictadura del capital y aplastar el yugo del imperialismo.

Los imperialistas norteamericanos se preparan para atacar

No cabe ninguna duda acerca del estrecho contacto de los rebeldes libios con los imperialistas norteamericanos y británicos. Además de la operación propagandística orquestada desde Londres y Washington, realizada por el FNSL vinculado a la CIA y por el CNOL, ha habido numerosos informes sobre la presencia de asesores militares norteamericanos, británicos y franceses en Cirenaica. Aunque en su mayor parte estos reportes no han sido confirmados, no hubo desmentido posible cuando ocho agentes británicos y un “diplomático subalterno” fueron arrestados poco después de descender de un helicóptero en las afueras de Bengasi el 3 de marzo. El secretario del exterior británico Hague y el primer ministro David Cameron finalmente admitieron vergonzosamente que una “misión diplomática” se había topado con “dificultades”. Sin embargo, entre los detenidos se encuentran seis soldados de fuerzas especiales y dos oficiales del MI6 (agencia de inteligencia exterior), uno de los cuales había estado en Libia durante meses. Además, testigos informaron que al menos unas 20 personas estaban involucradas, y el Guardian de Londres (7 de marzo) informó que fuentes gubernamentales habían admitido el envío de “asesores al este de Libia para ayudar a los rebeldes”.

Ahora hay mucha presión de derechistas y de algunos liberales imperialistas para que se declare una “zona de exclusión aérea” en Libia para ayudar a los rebeldes. Se habla de armar a la oposición, utilizando a un tercer país como “recorte”. El veterano corresponsal en Medio Oriente Robert Fisk, informa que Obama pidió a Arabia Saudita que entregara armas a Bengasi (“El plan secreto de EE.UU. para armar a los rebeldes libios” Independent, [Londres], 7 de marzo). Y los diversos países de la OTAN están posicionando sus fuerzas para atacar a Libia. Canadá ha enviado un “equipo de reconocimiento” de 13 integrantes a Malta, justo frente a Libia en el Mediterráneo, y un reportero del diario de Montreal Le Devoir informa que “fuerzas especiales canadienses se encuentran ‘en estado de espera’ para partir a Libia”. El diario Times of Malta (3 de marzo) informa que unos “400 infantes de marina norteamericanos fueron enviados el jueves a una base norteamericana ubicada en la isla griega de Creta antes de su despliegue en buques de guerra cerca de Libia”. El USS Kearsage y el USS Ponce llegaron al Mediterráneo a través del Canal de Suez, seguidos por el portaaviones nuclear USS Enterprise. Sólo necesitan la orden de avance de Obama.

Manta proclama no a la intervención en Bengasi. Quienquiera que la haya elaborado dispone de recursos considerables. (Foto: Al Jazeera)

¿Pero qué hay de los jóvenes en Bengasi que dicen (por ejemplo, en una entrevista videograbada con Real News) que se oponen a la intervención extranjera? Se ha hecho circular fotografías en Internet (en particular lo han hecho grupos izquierdistas que quieren apoyar políticamente a los rebeldes sin tener que ensuciarse con el respaldo de una intervención imperialista) de una gran manta en un edificio en Bengasi que proclama “No a la intervención extranjera: el pueblo libio puede arreglárselas solo”. Se puede decir varias cosas sobre esto. Primero, estos jóvenes no son quienes toman las decisiones en Bengasi. En segundo lugar, muchos políticos burgueses de oposición dicen oponerse a una “intervención extranjera”, con lo que se refieren a la presencia de tropas, al mismo tiempo que ruegan a EE.UU. que establezca una “zona de exclusión aérea”, es decir, que bombardee la fuerza aérea de Gadafi junto con sus defensas antiaéreas. Eso representaría un acto de guerra imperialista, sin importar lo que dijeran los rebeldes. En tercer lugar, vale la pena mirar más de cerca la manta: es muy elaborada. Quienquiera que la haya hecho tiene recursos a su disposición. También está escrita en inglés coloquial, no en árabe. Es curioso.

Vale también la pena echar una mirada a los sitios web que se ostentan como de la juventud libia, notablemente http://www.lybiafeb17.com o http://twitter.com/EnoughGaddafi. La elaboración de estas páginas es también bastante profesional, y no hay ningún sitio en árabe vinculado con ellas. Más curioso todavía. En cambio, los sitios en twitter y Facebook en inglés del movimiento juvenil Shabab-Libia sí tienen sitios asociados en árabe (http://shabab-lybia.com/). ¿Y de qué se entera uno ahí? De que el director del “Sitio Juvenil por Libia” es un tal Allaedin Ezzedin, un “experto en mercadotecnia en línea que vive en el Área de la Bahía en California”, una de cuyas figuras modelo es Hasan Al Bana, fundador de la Hermandad Musulmana en Egipto. Se parece al ejecutivo de mercadotecnia de Google, Wael Ghonim quien dejó su lujosa mansión en los Emiratos Árabes para establecer un sitio de Facebook en Egipto que atrajera a muchos jóvenes. Recientemente, el Financial Times de Londres (12 de marzo), en un artículo acerca de la “sociedad civil insurgente en las áreas rebeldes de Libia” entrevistó a Ahmed ben Musa, uno de los fundadores del Movimiento Juvenil Libio, y que casualmente resulta ser un “empleado de 30 años de edad de la empresa Halliburton”. ¡¿Halliburton?! ¿Están metidos en esto los compadres de Dick Cheney?

Hay algo aquí que no huele bien, y como cabría espera, está todo conectado… con el gobierno de Estados Unidos. Los sitios LibyaFeb17 y EnoughGadaffi  son impulsados por Movementes.org, el sitio web de la Alianza de Movimientos Juveniles. Resulta que esta “alianza” es un organismo patrocinado por el gobierno de EE.UU. “dedicado a la identificación, vinculación y apoyo de activistas digitales del mundo entero”. Además, fue iniciada y financiada en 2008 por el Departamento de Estado junto con otros patrocinadores empresariales, como Facebook, Howcast, MTV, Google, YouTube, AT&T, Pepsi, CBS, NSNBC, JetBlue, Gen-Next y Access 360 Media, así como por la escuela de leyes de la Universidad de Columbia (ver gráfico). En la Cumbre de la Alianza de 2009 participó Hillary Clinton, y en ella se presentaron ponencias como el de un tal Jared Cohen, entonces funcionario del Departamento de Estado y ahora director de Google Ideas, acerca de la “Revolución por Twitter en Moldavia”. Entre otros participantes, se cuentan “movimientos juveniles” como el Buró de Teherán, Un Millón de Voces contra las FARC (Colombia) y el Movimiento Joven de Venezuela, que ha tenido una participación activa en las movilizaciones contra el gobierno de Hugo Chávez. Estos son los “movimientos juveniles” hechos a la medida para acatar las órdenes del imperialismo.

Sin duda, muchos jóvenes libios se han unido al levantamiento para protestar en contra del represivo aparato de seguridad libio. Pero el hecho es que están siendo manipulados por un conciliábulo de organizaciones vinculadas a la CIA, grupos monarquistas e islamistas y ex funcionarios del régimen de Gadafi, así como por falsos “movimientos juveniles” patrocinados por el gobierno norteamericano. De nuevo, muchos de estos mismos elementos estuvieron presentes en Egipto durante el levantamiento que derribó al dictador Hosni Mubarak. A diferencia de varios grupos seudosocialistas, los auténticos marxistas revolucionarios en ese país se habrían rehusado a unirse en una alianza política con semejantes corrientes burguesas. Sin embargo, en Egipto se sobrepasó a la tan cacareada “revolución del Facebook” por una movilización plebeya y una ola de huelgas de obreros que no “tuitean” desde sus I-phones ni se “amiguean” en las redes sociales, sino que luchan en la calle contra la policía. En Libia, la etapa de movilización de masas fue superada en uno o dos días, para rápidamente convertirse en una guerra civil entre dos fuerzas burguesas reaccionarias. Y ahora el país enfrenta la amenaza de un ataque imperialista.

¿Cuál sería el objetivo de una intervención imperialista norteamericana? Algunos izquierdistas simplones responden irreflexivamente, la sed de los yanquis por el petróleo libio. Sí, pero… Aunque Libia es un importante productor de petróleo y gas natural, únicamente el 3 por ciento del petróleo que exporta va a los Estados Unidos, en tanto que el 85 por ciento va a Europa (tan sólo a Italia se dirige el 28 por ciento). Además, la mayor parte del petróleo libio ya es extraído bajo acuerdos de producción conjunta con compañías petroleras internacionales, incluidas la italiana ENI/AGIP, la francesa Total, la española Repsol-YPF, la rusa Gazprom, Petrochina, la noruega StatoilHydro, así como las occidentales ConocoPhillips, ExxonMobil, Shell, Hess, Marathon y British Petroleum. No cabe duda de que los imperialistas querrían controlarlo todo y debilitar el papel de Libia en la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), cártel en el que Gadafi, junto con el presidente venezolano Chávez, ha sido partidario de una línea dura. Sin embargo, el principal interés de Washington en Libia es de un carácter geoestratégico más amplio:

  • para deshacerse de un gobernante imprevisible que ha sido, y puede volver a ser, una fuente de problemas para EE.UU. en esta importante región;
  • para recuperar valiosos recursos, tales como la base Wheelus de la Fuerza Aérea norteamericana, cerca de Trípoli, que Gadafi cerró poco después de tomar el poder en 1969, y que podría servir como una importante base de operaciones para el recién formado Comando África de las fuerzas armadas norteamericanas;
  • y, sobre todo, para controlar el abasto de energía de las potencias potencialmente rivales.

Como Manlio Dinucci escribió en el artículo antes citado, titulado “Libia en el gran juego” (Il Manifesto, 25 de febrero), al derrocar a Gadafi, “Estados Unidos tendría el control del grifo energético del que depende Europa en gran medida y que también abastece a China”. Éste ha sido desde hace mucho el objetivo estratégico del imperialismo norteamericano en la región. Como señalamos mucho antes de la invasión a Irak de 2003:

“El verdadero propósito de la campaña de amenazas bélicas –y, en último término, de acción militar– en contra de Irak, que ha orquestado EE.UU. consiste en demostrar de manera ostensible el dominio mundial del imperialismo yanqui. Los gobernantes norteamericanos, desde Wall Street hasta la Casa blanca y el Pentágono, se consideran a sí mismos los ‘amos del universo’, y quieren mostrar a todo mundo quién manda. Parte importante de esto radica en el control de los abastos de petróleo. Washington quiere controlar el grifo del petróleo, de modo que pueda abrirlo o cerrarlo a entera voluntad. Esto está dirigido no tanto en contra de Irak, aunque los monopolios petroleros todavía están enfurecidos por la nacionalización de cuyos bienes fueron objeto, sino más bien en contra de los aliados y rivales imperialistas de EE.UU. Estados Unidos importa una cantidad muy pequeña de petróleo de la región, que en cambio se dirige fundamentalmente hacia Japón y Europa.”

–“¡Defender a Irak en contra del ataque imperialista norteamericano!” en The Internationalist No. 5, abril-mayo de 1998.

De Yugoslavia a Irak y Libia –bajo el demócrata Bill Clinton en 1998, el republicano George W. Bush en 2003 y el demócrata Barack Obama en 2011– el imperialismo norteamericano utiliza los “derechos humanos” como cortina de humo para ocultar su búsqueda de la hegemonía global.


[1] “‘Está jugando con  nosotros’, dijo el comandante Ibrahim Fatouri en Bengasi. ‘Ésta es la única vez en años recientes en que le ha importado lo que el mundo piense de él’.” (The Observer [Londres], 6 de marzo).

[2] “Kosovo: Report alleging PM links to organ trade endorsed”, Guardian [Londres], 17 de diciembre de 2010.

[3] El apoyo de la CIA al FNSL es más que un rumor: ha sido descrito en detalle en los libros de Richard Deeble, Secret State, Silent Prees: New Militarism, the Gulf and the Modern Image of Warfare (Estado secreto, prensa silenciosa: nuevo militarismo, el Golfo y la nueva imagen de la guerra [University of Luton Press, 1997]) y de Joseph Stanik, El Dorado Canyon: Reagan’s Undeclared War with Qaddafi (El Cañón de El Dorado: la guerra no declarada de Reagan contra Gadafi [Naval Institute Press, 2003]). Además, en 1981 fue objeto de audiencias ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, donde se presentó objeciones a los planes de asesinar a Gadafi (que rápidamente fueron filtrados a la prensa).

[4] Más tarde, el ex comandante militar del “ejército” del FNSL apareció en Bengasi y se declaró comandante del “ejército” de los rebeldes. Véase nuestro artículo “Gadafi y los imperialistas: de vez en cuando”, en la página 14 de este suplemento.

[5] El salafismo es un componente de la rama sunita del Islam que considera que las prácticas de las primeras tres generaciones posteriores a Mahoma deben ser el modelo para la sociedad islámica. Esto incluye muchos aspectos reaccionarios de la sociedad árabe de los siglos VII y VIII, particularmente en lo que toca a  las restricciones a la mujer, que sin embargo no se encuentran en el Corán mismo. Aunque algunos salafitas son simplemente pietistas de un conservadurismo extremo, otros son destacados partidarios de corrientes políticas islamistas que promueven la Jihad, que en este caso se refiere a la guerra santa contra los infieles. La secta wahabita que domina Arabia Saudita y de la que procede Osama bin Laden es salafita, y el Grupo de Combate Islámico en Libia, fundado por ex muyajedines (guerreros santos) que pelearon contra el ejército soviético en Afganistán, se alió con el Grupo Salafita para la Prédica y el Combate de Argelia.


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