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Nº 1, mayo de 1998  
Declaración de la 

Liga por la IV Internacional

¡Reforjar la IV Internacional!

La siguiente declaración, en virtud de la cual se fundó la Liga por la IV Internacional, fue adoptada el 6 de abril de 1998 por el Grupo Internacionalista (EE.UU. y México), la Liga Quarta-Internacionalista do Brasil y el Groupe Internationaliste (anterior-mente la Fracción Revolución Permanente) en Francia.

En 1848, justo antes del estallido de la revolución en Francia, Alemania y la mayor parte del Viejo Continente, el Manifiesto del Partido Comunista proclamó: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo.” Setenta años después, en medio de la carnicería imperialista de la Primera Guerra Mundial, los bolcheviques bajo V.I. Lenin y León Trotsky dirigieron una insurrección obrera que tomó el poder en Rusia. Los soviets (consejos) obreros declararon como su propósito “el establecimiento de una organización socialista de la sociedad y la victoria del socialismo en todos los países”. Frente a la invasión de 14 ejércitos imperialistas, el poder soviético triunfó en la Guerra Civil gracias al Ejército Rojo organizado por León Trotsky. El grito de batalla “Proletarios de todos los países, ¡uníos!” se expresó en la formación de la Internacional Comunista. Para los obreros en el Occidente capitalista y para los esclavos coloniales del imperialismo, el Octubre Rojo mostró el camino hacia su propia liberación.

Sin embargo, la derrota de la ola de luchas revolucionarias del período posterior a la Primera Guerra Mundial, junto con el aislamiento y la pobreza del estado obrero soviético, condujeron al surgimiento de una burocracia conservadora y nacionalista, dirigida por Stalin, que usurpó el poder político en 1923-24. Bajo el lema antimarxista de construir el “socialismo en un solo país”, esta casta privilegiada buscó un modus vivendi (manera de convivir) con el imperialismo. Esto implicó el sabotaje de revoluciones en otros países en nombre del “frente popular” con la burguesía, mientras se aplastaba la democracia obrera dentro de la Unión Soviética, asesinando a los auténticos comunistas de la Oposición de Izquierda y todo lo que quedaba de la dirección bolchevique de 1917. Como León Trotsky enfatizó, la defensa de las conquistas de Octubre requería una revolución política proletaria para echar a la burocracia parasitaria, junto con la revolución socialista en los países capitalistas de Occidente. De otra manera, las traiciones de los estalinistas prepararían el camino de la contrarrevolución en la propia Unión Soviética.

Siete décadas de implacable presión imperialista, así como las contradicciones internas de los frágiles regímenes estalinistas, tuvieron finalmente su desenlace. Entre 1989 y 1992, una ola contrarrevolucionaria destruyó al estado obrero burocráticamente degenerado de la URSS y a los estados obreros deformados de Europa Oriental, restaurando el dominio capitalista en toda la región. La burguesía imperialista proclamó triunfante que esta derrota histórica para la clase obrera mundial representó la “muerte del comunismo”. El imperialismo estadounidense declaró un “Nuevo Orden Mundial” al asesinar a más de 100 mil iraquíes en la Guerra del Golfo Pérsico. Pero el triunfalismo burgués duró poco. La campaña capitalista para rebajar los salarios y programas sociales, considerados innecesarios tras el fin de la “amenaza roja”, produjo estallidos de resistencia obrera en Francia, Italia, Corea del Sur y otras partes. En México y Brasil estallaron luchas campesinas. En varios países, se han instalado regímenes de frente popular para imponer brutales medidas de austeridad ahí donde los gobiernos conservadores no han podido hacerlo.

Incluso después de declarar muerto al comunismo, la burguesía sigue aterrorizada por su fantasma. Hoy, 150 años después de la publicación del Manifiesto del Partido Comunista, se ha lanzado una campaña propagandística en Francia con un tal “Libro negro del comunismo” que monstruosamente intenta responsabilizar a los bolcheviques de Lenin de más muertes que las que causaron los nazis de Hitler. El propósito es criminalizar la lucha por la revolución socialista. Pero no tendrá éxito. Lo que está muerto es el estalinismo, la antítesis misma del internacionalismo leninista, mientras que el capitalismo sigue produciendo comunistas potenciales alrededor del mundo, debido a la brutalidad de su explotación y opresión. Lo que urge es la intervención del partido revolucionario del proletariado internacional. La tarea central es construir ese partido.

Hoy anunciamos la formación de la Liga por la IV Internacional mediante la fusión de la Liga Quarta-Internacionalista do Brasil, el Grupo Internacionalista de los Estados Unidos y México y la Fracción Revolución Permanente en Francia. Como afirmó la FRP en su declaración pública del 3 de febrero de 1998: “El comunismo vive en las luchas de los obreros y oprimidos y en el programa trotskista. ¡Reforjar la IV Internacional!” La tarea de la Liga por la IV Internacional consiste en cohesionar el núcleo para reforjar el partido mundial de la revolución socialista sobre la base del programa comunista de Marx, Engels, Lenin y Trotsky.

La experiencia histórica a lo largo del último siglo, ha arrojado la lección de que la cuestión de la dirección revolucionaria es la clave de la victoria o la derrota de los obreros y oprimidos. En agosto de 1914, los partidos más importantes de la Segunda Internacional, corroídos por el parlamentarismo y la influencia de la aristocracia laboral, se alinearon con “sus propias” burguesías en la Primera Guerra Mundial. El apoyo de los socialdemócratas al capitalismo significó estrangular la Revolución Alemana de 1918-19, ordenar el asesinato de los dirigentes comunistas Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg y unirse a la cruzada antibolchevique de los imperialistas. 

En tanto que la socialdemocracia actuó como el perro guardián del capitalismo, los trabajadores a lo largo de Europa fueron atraídos a las banderas de la Tercera Internacional. En un país tras otro, los obreros intentaron llevar a cabo la revolución, pero no pudieron conseguir la victoria en ausencia de partidos comunistas probados. En sus primeros cuatro congresos (1919-1922), la Internacional Comunista dirigida por Lenin y Trotsky codificó las lecciones de la Revolución Rusa y de las luchas obreras internacionales en la era imperialista, dejando un legado indispensable para los revolucionarios, sobre el cual nos basamos hoy en día. Sin embargo, la creciente burocratización del estado soviético tuvo efectos devastadores en la Internacional.

Al luchar contra la política de Stalin de subordinar el proletariado chino a los nacionalistas burgueses, que condujo a la derrota sangrienta de la Revolución China de 1925-27, Trotsky generalizó la teoría y el programa de la revolución permanente. Esta–que se había planteado originalmente en vísperas de la Revolución de 1905 en Rusia y confirmado en la Revolución de Octubre de 1917–sostiene que en los países de desarrollo capitalista tardío, las tareas no resueltas de la revolución democrático-burguesa pueden lograrse únicamente bajo la dictadura del proletariado, apoyada por el campesinado, mediante la revolución socialista que debe extenderse a los centros del capitalismo mundial.

Tras diez años de lucha contra la degeneración de la Internacional Comunista, León Trotsky y la Oposición de Izquierda, expulsada de la Comintern, declararon la necesidad de una nueva Internacional revolucionaria después de que los estalinistas y socialdemócratas permitieron que Hitler llegara al poder en 1933. Dos años después, ante esta catástrofe histórica, la Comintern estalinizada se pasó definitivamente al reformismo, apoyando abiertamente a la burguesía bajo la forma del “Frente Popular”. Bajo la capa de la lucha contra el fascismo, defendió los intereses del capital financiero.

Cuando el proletariado se alzó en lucha revolucionaria en España y en huelgas de masas en Francia, los estalinistas y socialdemócratas unieron esfuerzos para estrangularlo con la soga del frente popular, preparando el camino para sanguinarias dictaduras derechistas. A través de estas alianzas de colaboración de clases, los estalinistas sabotearon oportunidades revolucionarias en la India, Italia, Grecia y Francia durante y después de la Segunda Guerra Mundial. En las décadas siguientes, el frente popular llevó a derrotas terribles para los obreros y los oprimidos en Brasil en 1964, Indonesia en 1965, Chile en 1973 y en otros lugares.

En respuesta al paso de la Comintern al campo de la burguesía, los auténticos bolcheviques-leninistas, dirigidos por Trotsky, fundaron la IV Internacional en 1938. El programa de fundación de la IV Internacional (el Programa de Transición) afirmaba: “Frentes Populares, por un lado, y fascismo, por otro, son los últimos recursos políticos del imperialismo en su lucha contra la revolución proletaria.”

Al aproximarse la Segunda Guerra Mundial imperialista, la IV Internacional permaneció en su puesto de combate, luchando por la defensa militar incondicional de la URSS contra los ataques imperialistas y por el derrocamiento proletario de la burocracia estalinista, que representaba un peligro mortal para el estado obrero. Los trotskistas defendieron las conquistas de Octubre que quedaban, como parte de su lucha por la revolución socialista mundial, diciendo que “aquéllos que son incapaces de defender las conquistas ya obtenidas, son incapaces de obtener otras nuevas”.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en la cual la dirección y las bases trotskistas fueron diezmadas en Europa debido a la represión de los nazis y los estalinistas, muchos partidarios de la IV Internacional resultaron afectados por el crecimiento de los partidos estalinistas y desorientados por la creación de estados obreros burocráticamente deformados en Europa Oriental y China. Mientras la Guerra Fría antisoviética se intensificaba, una corriente revisionista surgió cuando el secretario de la IV Internacional, Michel Pablo, comenzó a argumentar que el estalinismo, bajo la presión del imperialismo, se podría aproximar a la política revolucionaria. El liquidacionismo pablista, que negaba la necesidad de una vanguardia leninista-trotskista, desembocó en la destrucción de la IV Internacional en 1951-53.

La lucha contra el revisionismo ha sido un factor constante en el movimiento marxista, debido a la presión que la sociedad burguesa ejerce sobre la vanguardia. Al perder confianza en la capacidad revolucionaria del proletariado, los pablistas llevaron a cabo una política de seguidismo, primero a Tito y a los partidos comunistas europeos a finales de los años 40 y en la década de los 50. Bajo la dirección de Ernest Mandel, estos oportunistas que falsamente se llamaban trotskistas, se entusiasmaron con toda una variedad de fuerzas, desde Castro y Mao en los años 60 hasta los sandinistas, Solidarnoу y la socialdemocracia de guerra fría en los 80. Debido a los estragos causados por el pablismo, los trotskistas debemos luchar hoy para reforjar la IV Internacional como el partido mundial leninista, democrático-centralista de la revolución socialista.

La Liga por la IV Internacional está con Trotsky y James P. Cannon, el fundador del trotskismo estadounidense, en la lucha contra la oposición pequeño-burguesa dirigida por Shachtman que abandonó la defensa militar incondicional de la URSS en 1939-40; y con la lucha contra el pablismo que se llevó a cabo (aunque de una manera tardía y parcial) en los años 50. Como dijo Cannon en la lucha contra el pablismo, en 1953:

“Si nuestra ruptura con el pablismo–tal como la vemos claramente ahora–se reduce a un punto y se concentra en un punto, es éste: la cuestión del partido.... La esencia del revisionismo pablista es la renuncia a esa parte del trotskismo que, hoy en día, es su parte más vital: la concepción de la crisis de la humanidad como la crisis de la dirección del movimiento obrero resumida en la cuestión del partido.”
–“Lucha fraccional y dirección del partido” (noviembre de 1953)
Un partido revolucionario debe ser construido en la mejor tradición del cannonismo, que fue continuada por la Revolutionary Tendency (RT) del Socialist Workers Party de EE.UU. a principios de los años 60, oponiéndose a la adhesión del SWP al castrismo, a la dirección existente de los negros (tanto la liberal como la nacionalista) y a la reunificación del SWP con Pablo y Mandel. La RT extendió el marxismo con su análisis del estado obrero deformado de Cuba. La RT y luego la Spartacist League y la tendencia espartaquista internacional, que en 1989 se convirtió en la Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista), representaban la continuidad política del trotskismo auténtico. 

Es de importancia clave en Estados Unidos la perspectiva del integracionismo racial revolucionario–por la liberación de los negros mediante la revolución socialista–planteada por Richard Fraser y desarrollada por la tendencia espartaquista. Esta metodología es crucial también en Brasil. La tendencia espartaquista era única en su lucha por la oposición proletaria en contra de todas las formas del frente popular de colaboración de clases. Esto implicó un conflicto agudo con los centristas que “venden sus mercancías en la sombra del Frente Popular” (como Trotsky lo expresó en los años 30), desde Sri Lanka hasta Chile, Francia y Portugal en los años 70, en el movimiento contra la guerra de Vietnam en EE.UU. , así como en El Salvador y México en los 80 y 90.

Con la intensificación de la segunda Guerra Fría, la tendencia espartaquista internacional proclamó “¡Viva Ejército Rojo en Afganistán!” mientras que los centristas se unieron a la cruzada antisoviética de los “derechos humanos”, la cubierta ideológica del financiamiento imperialista de los ejércitos de reaccionarios islámicos en la frontera sur de la URSS. Cuando los seudotrotskistas proclamaron su ”solidaridad con Solidaridad” (y de esta manera con los reaccionarios anticomunistas Reagan, Thatcher y Wojtyla), los espartaquistas declararon: “¡Alto a la contrarrevolución de Solidarnoу!” Cuando los regímenes estalinistas se desmoronaban, la LCI se mantuvo en su puesto de lucha por la revolución política proletaria defendiendo los estados obreros burocráticamente degenerado y deformados en contra de la restauración capitalista. Esto incluyó la movilización de todos los recursos de la organización para intervenir con el programa trotskista en Alemania Oriental (la RDA), así como el trabajo en la Unión Soviética.

Sin embargo, un proceso de degeneración centrista ha ocurrido en la Liga Comunista Internacional en el período posterior a las contrarrevoluciones de 1989-92 en Europa Oriental. Al extraer conclusiones derrotistas de esta derrota histórica para el proletariado internacional, la LCI ha adoptado una política abstencionista que consiste en retirarse cada vez más de la lucha de clases. Esto la condujo a capitulaciones ante la burguesía y, al intentar justificar este oportunismo, la LCI ha recurrido a una serie de revisiones de elementos fundamentales del programa trotskista. Las tres organizaciones que se han unido para formar la Liga por la IV Internacional tienen la experiencia común de la lucha contra este proceso de degeneración de la LCI.
 
 



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En su declaración de fundación (agosto de 1996), el Grupo Internacionalista escribió: “La tesis central del Programa de Transición (1938) de la IV Internacional mantiene su plena vigencia hoy: ‘La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria.... la crisis de la dirección proletaria, habiéndose convertido en la crisis de la cultura humana, puede ser resuelta únicamente por la IV Internacional’.’’ Esta concepción fundamental fue rechazada por Pablo y es rechazada hoy en día por un sinnúmero de seudotrotskistas, incluyendo a la LCI, que antes había dirigido la lucha por el trotskismo auténtico en oposición al pablismo.

Hoy, la LCI afirma que la declaración de la IV Internacional defendida por el GI como completamente válida hoy en día (y que fue repetidamente sostenida en el pasado por la LCI) es “insuficiente” y, por lo tanto, ya no válida. Según la LCI, esto se debe a una supuesta “regresión histórica”, “cualitativa” o “profunda” en “la conciencia política del movimiento obrero y la izquierda a nivel internacional”. El significado de esta tesis revisionista es que la crisis no es ya de la dirección, sino de la clase obrera misma. Como Trotsky enfatizó en Lecciones de octubre (1924): “Todas las variantes del oportunismo se reducen, a final de cuentas, a una evaluación incorrecta de las fuerzas revolucionarias y el potencial del proletariado.”

El Grupo Internacionalista/Internationalist Group fue formado por cuadros dirigentes de la Liga Comunista Internacional con una larga trayectoria en la Spartacist League/U.S. y el Grupo Espartaquista de México. Estos cuadros habían sido purgados unos pocos meses antes, cuando la LCI se preparaba para romper relaciones con la Liga Quarta-Internacionalista do Brasil y huir de una crucial batalla de clases a favor de la independencia del movimiento obrero con respecto al estado burgués. En octubre de 1996, jóvenes camaradas fueron expulsados del GEM tras oponerse a las expulsiones previas y la traición que la dirección de la LCI había realizado en Brasil.

La deserción de la dirección de la LCI de la lucha para echar a los policías de los sindicatos en Brasil, una lucha que antes había alentado, representó un marcado viraje a la derecha para la organización que durante más de tres décadas representó la continuidad del trotskismo revolucionario. La declaración de fundación del Grupo Internacionalista dice:

“La dirigencia actual de la LCI ha mostrado...que es incapaz de seguir una política revolucionaria coherente y mucho menos de dirigir una revolución proletaria....
“El GI lucha por cohesionar el núcleo del partido revolucionario que debe construirse como la dirección de la clase obrera. Este debe ser un partido de revolucionarios profesionales, como Lenin lo definió en ¿Qué hacer?, que busca fusionar los elementos más avanzados de la clase obrera junto con intelectuales desclasados....
“El GI debe combinar la lucha teórica para defender y extender el programa marxista con la lucha para dar dirección en proporción con nuestras capacidades reales, buscando ‘ayudar a las masas en el proceso de la lucha diaria a encontrar el puente entre las reivindicaciones actuales y el programa socialista de la revolución’ (Programa de Transición).”
The Internationalist No. 1, enero-febrero de 1997
La Liga Quarta-Internacionalista do Brasil fue fundada en abril de 1996 por el grupo Luta Metalúrgica. LM se formó a finales de los años 80 por militantes que habían jugado un papel dirirgente en las convulsivas huelgas ilegales de los metalúrgicos contra la dictadura militar brasileña. Purgados por la dirección reformista de Lula del Partido dos Trabalhadores (PT) debido a su oposición al Frente Brasil Popular, estos camaradas fueron reclutados al grupo centrista Causa Operária puesto que creían que C.O. representaba una oposición trotskista al frente popular. Dentro de C.O., LM se opuso a la negativa de la dirección a luchar contra la opresión de los negros y las mujeres.

En 1994 LM rompió con Causa Operaria oponiéndose al llamado de C.O. a votar a favor de Lula, el candidato presidencial del Frente Brasil Popular, y realizó discusiones con la LCI. Esto condujo al establecimiento de relaciones fraternales sobre la base de puntos programáticos fundamentales, incluyendo la oposición proletaria a votar a favor de cualquier candidato de cualquier frente popular; la defensa del programa trotskista respecto a los estados obreros deformados y degenerado; el entendimiento de que el partido leninista de vanguardia del proletariado debe ser el “tribuno del pueblo” que movilice a la clase obrera contra la opresión a los negros y las mujeres, lo que forma una parte estratégica del programa de la revolución permanente en Brasil; y la lucha para reforjar la IV Internacional. El folleto de LM “Por um reagrupamento revolucionário” (1994) establece:

“La única forma de unir a la clase obrera en la lucha revolucionaria es mediante el combate activo en contra de la opresión especial y los prejuicios burgueses que dividen a los trabajadores y envenenan su conciencia. Es necesario movilizar a la clase obrera (blancos, negros, mulatos, de todas las etnias) en la acción contra las masacres de niños y niñas de la calle y los asesinatos de activistas, por la autodefensa obrera, contra la opresión de los homosexuales y la matanza de los indígenas.”
En el curso de la dura batalla que libró en 1996 en torno a la cuestión central del estado, Luta Metalúrgica cambió su nombre a la Liga Quarta-Internacionalista do Brasil. El artículo de presentación del primer número de Vanguarda Operária, periódico de la LQB, comienza: “Al hablar de las tareas de la revolución proletaria, Trotsky escribió: ‘Para llevar a cabo eficazmente todas estas tareas son necesarias tres condiciones: el partido, el partido y, una vez más, el partido’.” La LQB ha implementado una serie de pasos para convertirse en el núcleo de este partido, tal como publicar un periódico, extenderse a un centro metropolitano importante y emprender el reclutamiento de jóvenes.

Como respuesta a la campaña para echar a los policías del Sindicato de Trabajadores Municipales de la ciudad del acero, Volta Redonda, la policía, los tribunales y el gobierno del Frente Popular de la ciudad lanzaron fuertes ataques contra la LQB. Esto constituyó una importante prueba. Cuando la LCI huía de la batalla alegando “riesgos inaceptables para la vanguardia”, la LQB se mantuvo firme y luchó con coraje. Mientras los obreros votaron la exclusión de los policías, los tribunales intervinieron para instalar títeres pro policíacos contra las bases del sindicato.

La represión contra los obreros trotskistas continúa en Brasil: los tribunales han intentado suprimir su propaganda, ordenando la “búsqueda y aprehensión” de un volante del Comité de Lucha Clasista (CLC), organización iniciada por la LQB, y lanzando un proceso criminal contra ellos. Durante ya más de un año y medio, la dirección de la LCI ha librado una campaña de mentiras y calumnias contra la LQB y el GI, recogiendo y trasmitiendo una mentira tras otra de boca de los portavoces de los patrones siderúrgicos, los provocadores pro policíacos y el frente popular, que han instigado la persecución estatal contra los trotskistas brasileños. Con pruebas documentales, el GI y la LQB han refutado cada una de estas distorsiones mentirosas y fabricaciones abiertas. Al mismo tiempo, hemos mostrado la línea política abstencionista y el curso centrista que están detrás de los métodos burocráticos de mentiras y expulsiones a los que la dirección de la LCI ha recurrido.

Dentro de la LCI, el camino de zigzagueos que ha seguido el Secretariado Internacional (S.I.) ha producido una crisis de amplias dimensiones en la organización. Desmoralizados, varios dirigentes de secciones nacionales han renunciado de la organización; asimismo, la dirección de la LCI ha caracterizado a la mayoría de sus secciones como centristas o afligidas por el centrismo. No obstante, algunos no se ajustaron a este curso destructivo de la dirección. Al ver cómo el S.I. había falsificado su propia actuación e historia en las luchas en torno a Alemania, México y Brasil, y como resultado de su propia experiencia con esta cada vez más errática dirección, camaradas dirigentes de la Ligue Trotskyste de France lanzaron una lucha de oposición contra la política centrista del S.I.

Después de luchar contra el abandono por parte de la dirección de la LCI de la perspectiva “iskrista” para cohesionar un núcleo trotskista en el exilio de militantes norafricanos y contra el rechazo del S.I. a publicar propaganda con un programa transicional para la lucha en la huelga de los camioneros–la primera lucha de importancia que enfrentó al gobierno de frente popular en Francia–a mediados de diciembre de 1997 estos camaradas declararon la Fracción Revolución Permanente. En su “Declaración de fracción”, la FRP analizó la crisis de la LCI, mostró los orígenes de la misma y declaró su solidaridad política con el GI.

En este y otros documentos, la FRP refutó la afirmación de la LCI de que los que dirigieron la anexión capitalista del estado obrero deformado de Alemania Oriental fueron los estalinistas (y no la burguesía imperialista junto con sus lugartenientes laborales, los socialdemócratas, como la LCI había dicho en aquella época); el repentino descubrimiento de la LCI (en contra de su política durante los últimos diez años) de que en México no existe, supuestamente, un frente popular cardenista, justo en el momento en que Cuauhtémoc Cárdenas iba a ser elegido jefe del gobierno de la Ciudad de México; y la insistente afirmación de la LCI de que para ser aplicable la revolución permanente, debe haber “remanentes feudales” en México y América Latina. La declaración de la FRP señaló también que en torno a Brasil y Noráfrica, la LCI estaba abandonando la lucha para forjar núcleos comunistas en los países semicoloniales, abandono que representa una negación de la revolución permanente y un síntoma clásico de degeneración centrista en la dirección del ala izquierda de la socialdemocracia.

La dirección de la LCI respondió con viles intentos de intimidación y calumnias chauvinistas. Mientras tanto, se rehusó a responder los argumentos políticos de la minoría, con la excepción de uno. En el intento de la LCI, que duró más de un año, de acusar al GI de abandonar la revolución permanente, se había falsificado tan abiertamente la posición de Trotsky, que la dirección tuvo que abandonar su afirmación (tomada prestada de los estalinistas) de que en el campo latinoamericano prevalecen condiciones sociales “semifeudales”. Con el fin de alinear a su propia membresía, la LCI intensificó su sucia campaña calumniadora contra los camaradas brasileños hasta el punto de intentar sabotear los esfuerzos internacionales de defensa, mientras este grupo de obreros trotskistas, en gran parte negros, enfrenta una nueva carga de represión estatal.

Cuando resultó que nada de esto tuvo el efecto deseado, la Fracción Revolución Permanente fue expulsada sumariamente apenas unos días antes de la tercera conferencia internacional de la LCI. Mientras la dirección de la LCI buscaba asegurar la tranquilidad interna de la organización al purgar a los revolucionarios y aislarse de la lucha de clases, la FRP publicó una declaración desafiante (“El comunismo vive”, 3 de febrero de 1998) que dice:

“Es a través de esta lucha por el programa revolucionario que los comunistas llevan la conciencia de sus tareas históricas a los elementos más avanzados de la clase obrera y los oprimidos, para forjar un partido trotskista templado en la batalla, y no a través del ‘comentarismo’ pasivo y la propaganda abstracta, que constituyen cada vez más la perspectiva de la dirección de la LCI.”
“Estas revisiones y ‘correcciones’ en serie–sobre la revolución permanente, la naturaleza de la burocracia estalinista y el frente popular–no podían sostenerse sin elaborar una fundamentación revisionista. Por ello, todos los encantamientos recientes en el seno de la LCI sobre los efectos de este período supuestamente caracterizado por una ‘regresión histórica de la conciencia política del movimiento obrero’ venían de la mano de la liquidación y la puesta en duda del papel del partido y la dirección revolucionaria.”
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Un hecho que llama la atención en la degeneración de la Liga Comunista Internacional ha sido cómo, mientras pasa del trotskismo al centrismo de izquierda, ha empezado a repetir muchos de los argumentos usados durante años por varios centristas, e incluso reformistas, que fingen ser trotskistas–algunos de los argumentos que la LCI había atacado en el pasado.

Al constituir la Liga por la IV Internacional, rechazamos las falsas afirmaciones de todas las agrupaciones centristas que dicen ser la IV Internacional o representar la continuidad del trotskismo mientras traicionan cada aspecto del programa revolucionario marxista y leninista por el que luchó Trotsky.

La mayor de estas organizaciones es el Secretariado Unificado (S.U.) del difunto Ernest Mandel, que reunió a los pablistas europeos y al SWP norteamericano en 1963 sobre la base del apoyo a la guerrillas pequeñoburguesas en Cuba y Argelia. En cada coyuntura crucial, el S.U. se ha fracturado en torno a sus múltiples líneas divisorias. Ya que el S.U. tenía típicamente varios grupos en el mismo país, en Portugal en 1975-76 sus dos secciones se encontraron, literalmente, en lados opuestos de las barricadas: una a la cola de los oficiales militares que utilizaban la palabrería izquierdizante, la otra a la cola de los socialdemócratas financiados por la CIA.

Al haberse acomodado profundamente en los años 80 a la socialdemocracia antisoviética, “la máscara se convirtió en su rostro”, ya que los componentes más grandes del S.U. son ahora reformistas socialdemócratas. Llevando la política seguidista del pablismo hasta su conclusión liquidacionista, el S.U. se está preparando para liquidarse a sí mismo. La más grande de las secciones que le quedan, la LCR francesa, intenta ahora quitar de su nombre las palabras “comunista” y “revolucionaria”, en un intento desesperado de unirse al gobierno de frente popular de la “mayoría plural” dirigido por el socialdemócrata Jospin.

Varios de los mayores grupos que se llaman trotskistas han adoptado nombres que sugieren un regreso a la Asociación Internacional de los Trabajadores de 1864-71 (la Primera Internacional). Este es el caso del “Comité de Enlace para una Internacional Obrera” del PT (Partido de los Trabajadores) francés de Pierre Lambert, el “Comité para una Internacional Obrera” dirigido por el Partido Socialista de Peter Taaffe (antes la tendencia Militant Labour) en Inglaterra y la Liga Internacional de los Trabajadores, basada en América Latina, de los seguidores del difunto Nahuel Moreno. Al asumir la apariencia de una amorfa parodia de la Primera Internacional, lo que realmente intentan hacer es “superar la división del movimiento obrero” que resultó de la fundación de la Tercera Internacional (la Comintern) y regresar a la política de la Segunda Internacional socialdemócrata.

Todos estos grupos tienen en común la perspectiva de que con el colapso del régimen estalinista soviético, el trotskismo ya no es vigente. Esto lo comparten los nacional-reformistas de Lutte Ouvrière en Francia, organización generalmente identificada en la prensa como trotskista, aunque no pretende luchar por una Internacional trotskista y su política verdadera es el cretinismo parlamentario teñido con el obrerismo socialdemócrata. El grupo británico Workers Power y sus satélites agrupados en la Liga por una Internacional Comunista Revolucionaria (LICRC) han regresado recientemente a sus raíces en el “capitalismo de estado”: después de una década y media de fingir que defendían la caracterización trotskista de los estados obreros deformados, WP declara ahora que en Europa Oriental, el estado burgués nunca fue destruido.

Detrás de la profusión de nombres de estos grupos y sus elaboraciones teóricas, que a veces son muy extrañas, el hecho contundente es que todos ellos proclamaron su “solidaridad con Solidaridad” en los años 80, cuando Ronald Reagan y el papa anticomunista en el Vaticano estaban financiando y asesorando a estos nacionalistas polacos contrarrevolu-cionarios. Casi todos ellos apoyaron al hombre de Washington en la Casa Blanca rusa, Boris Yeltsin, en su contragolpe contrarrevolucionario de agosto de 1991. Algunos de ellos, como Workers Power, exigieron que el gobierno imperialista británico de Margaret Thatcher armara a los nacionalistas fascistoides antisoviéticos del Báltico. Ninguno de ellos luchó contra la reunificación capitalista de Alemania en 1989-90.

Hoy, el Secretariado Unificado finge que el capitalismo no ha sido restaurado en la Unión Soviética y Europa Oriental, para ocultar el hecho de que el S.U. apoyó a Yeltsin. Workers Power finge que el estado capitalista nunca fue abolido en Europa Oriental para ocultar el hecho de que estuvo del lado de Solidarnoу. Es grotesco que estos impostores pretendan representar de alguna forma la política de Trotsky, quien escribió que frente a la contrarrevolución, “Ni la más mínima culpa debe quedar a los internacionalistas revolucionarios. En la hora del peligro mortal, deben permanecer en la última barricada.” Estos farsantes anticomunistas estuvieron en la primera barricada de la contrarrevolución.

Hoy en día, las lecciones de la lucha contra la contrarrevolución en la Unión Soviética y Europa Oriental resultan cruciales en la lucha para defender los estados obreros deformados que aún perviven (China, Cuba, Corea del Norte y Vietnam) y para llevar a cabo la revolución política proletaria para echar a las burocracias estalinistas que están abriendo el camino y alimentando la campaña de los capitalistas por la contrarrevolución. Frente a la creciente amenaza de restauración capitalista, la construcción de partidos trotskistas es indispensable para movilizar a los trabajadores, particularmente al poderoso proletariado chino, a favor de este programa y extender la revolución socialista a los países capitalistas.

Durante muchos años, grupos derivados del “Comité Internacional” de Gerry Healy, así como varias otras tendencias, afirmaban estar “reconstruyendo” la IV Internacional. Con ello se referían a la formación de bloques oportunistas entre unos y otros, que colapsaban en la primera prueba de la lucha de clases, si no es que antes. Después de la implosión del fraudulento y antisoviético CI de Healy en 1985 en medio de revelaciones sobre el profuso financiamiento que recibió de los regímenes burgueses de Medio Oriente, sus diversos remanentes casi han desaparecido. El WRP británico de Cliff Slaughter se disolvió en 1996 e hizo un llamado para conformar un nuevo partido socialista que no fuera ni marxista ni leninista. El “Socialist Equality Party” (Partido de la Igualdad Socialista) de David North ha dejado de publicar su periódico y sus posiciones son ahora propagadas exclusivamente en Internet, tan sólo a aquéllos que tienen acceso a una computadora.

Hay varios otros grupos en el carrusel centrista, la mayoría de los cuales han estado de vez en vez en tendencias internacionales con los otros. El Partido Obrero argentino de Jorge Altamira está actualmente en una campaña por la “refundación inmediata de la IV Internacional” por parte de una serie de grupos oportunistas enemistados. Se ha aliado con la llamada Oposición Trotskista Internacional, cuyo componente fundamental, el grupo italiano Proposta, está metido hasta el cuello en Rifondazione Comunista. Uno de los supuestos criterios de esta alianza centrista es la oposición a los frentes populares–pero todos sus componentes (incluso PO y su socio brasileño Causa Operária) han votado a favor de frentes populares durante años. Mientras tanto, invitan a los morenistas a unírseles: los morenistas en Brasil formaron parte del Frente Brasil Popular de Lula (que incluye también a los mandelistas y lambertistas, partes orgánicas de la burocracia del socialdemócrata PT).

Otros grupos centristas más pequeños adoptan en ocasiones una retórica más radical, aunque su actuación en los hechos es marcadamente derechista. Así los nacional-centristas agrupados en torno al POR boliviano de Guillermo Lora presentan la consigna de “Revolución y dictadura proletarias”. No obstante, la política real de Lora es el programa menchevique de un “Frente Unico Antiimperialista” con sectores de la burguesía, que condujo al frente popular con el general Juan José Torres, condenando a la derrota la resistencia obrera en contra del golpe de 1971 del general Banzer. Un vástago de la tendencia de Altamira, el CBCI (Corriente Bolchevique por la Cuarta Internacional) formada por el PBCI argentino y la LBI brasileña, asesora a la camarilla pro policíaca usada por el estado burgués contra los trotskistas de la LQB en Volta Redonda. Ahora esta combinación parece estar desmoronándose.

A principios de los años 80, una capa de capituladores abandonó la tendencia espartaquista porque no querían resistir la marea antisoviética. Varios de ellos se unieron en una organización que adoptó el nombre singularmente falso de “Tendencia Bolchevique” (BT). Los mencheviques de nuestros días de la BT temblaron frente a la idea de decir “Viva Ejército Rojo” en Afganistán o aceptar la responsabilidad de las consecuencias de decir “Alto a la contrarrevolución de Solidarnoу” en Polonia. Desde el comienzo la BT reflejó el punto de vista de la burocracia laboral; esto llegó a su culminación cuando la BT defendió la actuación de uno de sus portavoces, quien cruzó la línea de piquete en una huelga–lo que representa una violación de los principios más fundamentales de la solidaridad obrera.

La IV Internacional de León Trotsky luchaba por el programa de los primeros años de la Internacional Comunista, la joven República Soviética y la Revolución de Octubre: las mayores conquistas del movimiento obrero revolucionario hasta la fecha. El trotskismo auténtico no tiene nada que ver con las maniobras ridículas y a veces siniestras de los impostores oportunistas. Todos ellos son continuadores de la herencia del pablismo en la búsqueda de direcciones no proletarias, porque no confían en la capacidad revolucionaria de la clase obrera internacional. A diferencia de estos impostores, la Liga Comunista Internacional estaba en la última barricada de la lucha contra la contrarrevolución. Pero tras la derrota, se infectó con el derrotismo que impregna estos círculos. Aunque su expresión programática es todavía diferente de la de los abiertos oportunistas, todos liquidan al partido leninista como un factor activo en la lucha de clases. 

Nosotros luchamos por forjar una IV Internacional que Trotsky hubiera reconocido como la suya.
 
 



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La Liga por la IV Internacional es una tendencia en formación. Ganará a sus filas a aquéllos que quieran defender y extender el programa del trotskismo auténtico y aplicarlo en la lucha de la clase obrera y los oprimidos. Para reforjar la IV Internacional hay que derrotar al pablismo y a todas las demás corrientes que traicionan al programa trotskista revolucionario. Una parte importante de esta lucha, y del esfuerzo por superar la disparidad entre las tareas que enfrentamos y nuestras fuerzas limitadas, será la táctica del reagrupamiento revolucionario sobre la base del programa del internacionalismo leninista. Prevemos una serie de escisiones de las organizaciones revisionistas y fusiones con aquéllos que busquen genuinamente ser comunistas, en la construcción del partido de vanguardia.

Como escribió la Liga Quarta-Internacionalista do Brasil en su carta en respuesta a la ignominiosa ruptura de relaciones por parte de la LCI, nosotros queremos la consistencia entre palabras y hechos. A pesar del número pequeño de nuestros efectivos, nuestra fortaleza reside en la tradición marxista revolucionaria por la que luchamos. La LIVI se basa en la herencia del Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels; en la lucha de Lenin para construir el partido bolchevique de vanguardia y su síntesis de la posición marxista sobre el estado desarrollada en El estado y la revolución, que proporcionó el armamento programático para llevar a cabo la Revolución Rusa de octubre de 1917.

Nuestro programa se basa en el legado de los primeros cuatro congresos de la Internacional Comunista bajo la dirección de Lenin y Trotsky y en la lucha de la Oposición de Izquierda rusa e internacional que condujo a la fundación de la IV Internacional en 1938 sobre la base del Programa de Transición. Nuestros orígenes se remontan a la Revolutionary Tendency del SWP de EE.UU.: nos basamos en sus documentos así como en la Declaración de Principios de 1966 de la Spartacist League, las declaraciones fundamentales de la SL y la tendencia espartaquista internacional, y de la Liga Comunista Internacional hasta su segunda conferencia internacional de 1992 y la lucha para defender el trotskismo contra una fracción que favorecía el nacionalismo y el estalinismo en 1994.

La Liga por la IV Internacional hace suya la declaración programática de la Liga Quarta-Internacionalista de Brasil: “Quiénes somos y qué queremos” (Vanguarda Operária No. 1, julio-septiembre de 1996) y el contenido programático de la “Declaración de relaciones fraternales” de 1994 entre LM y la LCI, declaración a la que la LCI ha renunciado; el documento de los camaradas expulsados de la Spartacist League, “From a Drift Toward Abstentionism to Desertion from the Class Struggle” (“De una deriva hacia el abstencionismo a la deserción de la lucha de clases”, julio de 1996); la declaración de fundación del Grupo Internacionalista y la “Declaración conjunta de compromiso para luchar para reforjar la IV Internacional” del GI y la LQB (The Internationalist No. 1, enero-febrero de 1997). Respaldamos también la “Declaración de fracción” y otros documentos de la Fracción Revolución Permanente.

Como escribió la FRP en su declaración del 3 de febrero de 1998 tras su expulsión de la LCI:

“A pesar de los gritos triunfalistas de la burguesía mundial sobre la supuesta ‘muerte del comunismo’, lo que ha muerto es el estalinismo, la negación y perversión nacionalista del comunismo–que es internacional por su esencia misma. El comunismo vive: vive en la ininterrumpida lucha de clases de los obreros y oprimidos; vive en el programa de Lenin, Trotsky y Cannon que la tendencia espartaquista defendía y al que ésta ha comenzado a renunciar y abandonar; vive en las luchas y el programa defendido por el GI, la LQB y la FRP y en la fusión de nuestras organizaciones, que sentará las bases para la formación del partido trotskista mundial de la revolución socialista. ¡Adelante en la lucha para reforjar la IV Internacional!”
Liga Quarta-Internacionalista do Brasil

Groupe Internationaliste (Francia)
(ex Fraction Révolution Permanente)

Internationalist Group/Grupo Internacionalista

(U.S./México)

6 de abril de 1998


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe: internationalistgroup@msn.com

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