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mayo de 2003    

Amenazas de EE.UU. tras represión de contrarrevolucionarios en Cuba, liberales y reformistas se unen al revuelo imperialista

¡Por la defensa revolucionaria
e internacionalista de Cuba!

Havana protest Iraq war, 22 March 2003

Jóvenes cubanos protestan contra la invasión a Irak frente a la Oficina de Intereses Norteamericanos en La Habana, 22 de marzo de 2003.  (Foto: Cristóbal Herrera/AP)

El siguiente artículo fue traducido de The Internationalist (N° 16, mayo-junio de 2003), periódico del Internacionalist Group, sección estadounidense de la Liga por la IV Internacional.

17 DE MAYO – A lo largo de los últimos dos meses se han incrementado bruscamente las provocaciones y amenazas de los EE.UU. contra Cuba. Tras una racha de secuestros se levantó una ola de indignación por la represión en Cuba de conspiradores contrarrevolucionarios. Se resucitaron acusaciones descabelladas sobre el supuesto desarrollo de “armas biológicas” cubanas. La semana pasada, EE.UU. expulsó a 14 diplomáticos cubanos; se espera que la próxima semana Bush anuncie la implementación de nuevas medidas para endurecer el bloqueo económico y hacer impermeable la prohibición de viajes a la isla. No se trata solamente de una escalada en las hostilidades, sino de preparativos para la guerra: Washington quiere se muere de ganas de dar a Cuba un “tratamiento” como el que dio a Irak. Hay que derrotar a los guerreristas imperialistas y, para ello, hace falta una guerra de clases.

Para el régimen de Bush, la guerra no terminó con la toma de Bagdad. Lo que ahora quieren es “recuperar” La Habana. A lo largo de las últimas cuatro décadas, los gobernantes norteamericanos, tanto del partido Demócrata como del Republicano, han mostrado su implacable hostilidad hacia la Revolución Cubana, considerando su existencia misma como una amenaza directa al dominio estadounidense sobre América Latina. El propósito del criminal bloqueo, que ya dura 40 años y que ha tenido un costo de más de 70.000 millones de dólares en pérdidas económicos, consiste en estrangular económicamente a la rebelde isla caribeña. No obstante, es evidente que los imperialistas yanquis no han alcanzado su propósito de intimidar y orillar a la rendición por hambre al pueblo cubano.

La Casa Blanca y el Pentágono se están preparando para “robustecer” sus acciones contra La Habana. La intensificación del acoso imperialista contra Cuba está directamente vinculada con la invasión y ocupación colonial de Irak. Y mientras que la pandilla de Bush muestra su cólera por la supresión de conspiradores contrarrevolucionarios que realizó el régimen de Castro, una capa de liberales e intelectuales de izquierda en Estados Unidos y Europa se queja por la represión de contrarrevolucionarios en Cuba. Todo este revuelo muestra que sus objeciones contra la invasión de Irak eran sólo de carácter táctico: lo que quieren es una versión “suave” del dominio imperialista, y en el caso de Cuba, una “contrarrevolución light”.

Es precisamente esta capa a la que Fidel Castro ha querido ganarse a lo largo de los años al buscar la quimera de la “coexistencia pacífica” con el imperialismo. Pero ahora que los halcones de la guerra andan sueltos en Washington, las palomas pacifistas huyen. Los burgueses liberales, veleidosos “amigos de Cuba”, ya no son sus amigos. Varios reformistas y nacionalistas latinoamericanos han respondido haciendo un llamado por la defensa de la soberanía cubana y su derecho a la autodeterminación. El abordar este tema en términos puramente “democráticos” ignora el hecho de que lo que está en juego es el destino de las conquistas revolucionarias, no importa su deformación burocrática.

No sólo se esté intensificando la hostilidad de EE.UU., sino que hay una muy real amenaza de guerra contra Cuba. Muchos miembros de la actual administración norteamericana quieren dar a Cuba el mismo tratamiento que dieron a Irak. Son ansiosos de hacer el derrocamiento de la “Cuba de Castro” el eje principal de un segundo período de Bush en la presidencia. Los intentos de llegar a una solución conciliatoria con ellos son ilusorios. Los genuinos comunistas llamamos por una defensa acérrima de Cuba contra la contrarrevolución, tanto externa como interna. Los trotskistas luchamos por el aplastamiento del dominio imperialista mediante la revolución socialista internacional en toda América Latina y que se extienda a lo que José Martí llamó “las entrañas del monstruo”, el corazón del imperialismo yanqui.

Escalada de provocaciones estadounidenses

El revuelo actual comenzó con la reevaluación de la política de Washington hacia Cuba emprendida por la Casa Blanca hace un año. El principal responsable fue Otto Reich, un exiliado cubano ultraderechista quien durante la administración Reagan tuvo a su cargo impedir que el congreso de EE.UU. interfiriera con la guerra de la “contra” nicaragüense contra el régimen sandinista. El año pasado se sorprendió a Reich conspirando con los contras venezolanos en el fallido golpe de estado contra el coronel nacionalista burgués Hugo Chávez. En su revisión de la política latinoamericana estadounidense, Bush y Cía. decidieron lanzar una cruzada por una “transición a la democracia” en Cuba. Esto significa lisa y llanamente, la contrarrevolución. Lo que entienden por “democracia” es la dictadura del capitalismo; su palabrería sobre la libertad significa “mercado libre” y trabajadores esclavizados.

Un resultado del cambio de política ha sido la drástica restricción de la migración cubana a los EE.UU. Aunque en 1994 Washington acordó con La Habana aceptar a 20 mil cubanos al año, el año pasado sólo se emitieron 7.200 visas, y en lo que va de éste, sólo 500. Este es un intento deliberado para provocar una histeria tal como la administración del demócrata Clinton instigó en el punto álgido de la crisis económica en 1994 y que llevó a cientos de “balseros” a lanzarse al estrecho de Florida. A lo largo de los últimos siete meses se han registrado siete secuestros de aeronaves y embarcaciones, lo cual constituye un agudo incremento. Mientras tanto, James Cason, el nuevo jefe de la Sección de Intereses de EE.UU en Cuba (equivalente a una embajada, debido a la ruptura por Washington de las relaciones diplomáticas con La Habana a principios de los años 60), ha estado conspirando abiertamente con “disidentes” pronorteamericanos en Cuba en lo que es una provocación deliberada.

Cuando tomó posesión el otoño pasado, Cason juró “traer libertad y democracia” a Cuba. Afirmó en una conferencia de prensa en Miami que se reúne regularmente con la Fundación Nacional Cubano-Americana y otras organizaciones de exiliados gusanos (los contrarrevolucionarios que huyeron de Cuba después de que la revolución derrocó al dictador Fulgencio Batista).
  • A principios de febrero, Cason sostuvo una reunión en la residencia del embajador con 21 miembros de grupos contrarrevolucionarios cubanos que están en la nómina de EE.UU.
  • El 24 de febrero celebró una conferencia de prensa en la casa de uno de los conspiradores “disidentes” para denunciar al gobierno cubano por violar la “libertad de conciencia”, la “libertad de expresión” y los “derechos humanos”.
  • El 12 de marzo, en otra reunión en la residencia del embajador, se reunió con 18 contrarrevolucionarios.
  • El 14 de marzo, realizó una reunión más que duró todo el día, sólo que esta vez en la Sección de Intereses (la embajada) misma.
Además de convertir de manera provocadora su representación diplomática en el cuartel general de una conspiración contrarrevolucionaria, Washington está invirtiendo cuantiosas sumas en el intento de derrocar al gobierno cubano. Más de 22 millones de dólares se han canalizado a grupos anticomunistas cubanos desde 1997 a través de la Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU., incluyendo 8 millones de dólares destinado a la promoción de “solidaridad con activistas en Cuba”, 1,6 millones de dólares destinados a “organizaciones no gubernamentales” en Cuba, 2,3 millones al Centro por una Cuba Libre, 1,2 millones al Centro de Apoyo a Disidentes, etc. Se han distribuido 7 mil aparatos de radio sintonizados a “Radio Martí”, emisora de la CIA, en la cual EE.UU. gasta más de 25 millones de dólares al año.

Liberales sacados de onda por la represión de contrarrevolucionarios

El 19 de marzo, pocas horas antes que Bush lanzó la invasión norteamericana a Irak, Cuba arrestó a 75 de los conspiradores que habían estado reuniéndose con los “diplomáticos” norteamericanos. Casi de inmediato, un DC-3 cubano fue secuestrado y llevado a Key West por terroristas que amenazaron a los pilotos poniéndoles navajas en el cuello. Autoridades norteamericanas anunciaron que liberarían a los secuestradores bajo fianza y se negaron a devolver la aeronave, como lo exige un acuerdo firmado con Cuba en 1995. Con esta instigación, el 31 de marzo fue secuestrado otro avión cubano. Luego, el 2 de abril, un trasbordador fue secuestrado con 50 pasajeros a bordo y encaminado hacia la Florida. Cuando se le acabó el combustible a la embarcación, los secuestradores amenazaron con revólveres matar a dos de los pasajeros, que saltaron por la borda en peligrosas aguas para escapar de sus torturadores. Cuando una embarcación cubana los rescató, otros pasajeros saltaron también.

Hijackers threaten passengers    Boat passengers rescued    Child rescued from hijacked ferry

Secuestrador amenaza a una pasajera del trasbordador con un cuchillo en el cuello (izquierda), 3 de abril de 2003. Pasajeros saltan por la borda a salvo después de que fuerzas cubanas de seguridad toman la embarcación (centro). Niña rescatada del trasbordador secuestrado (derecha). (Fotos de la televisión cubana)

A principios de abril, se realizaron juicios sumarios contra los 75 conspiradores arrestados y los secuestradores del trasbordador. Diez agentes de los servicios cubanos de inteligencia que se habían infiltrado en los grupos contrarrevolucionarios dieron su testimonio acerca de las actividades conspirativas tramadas en la Sección de Intereses de EE.UU. Daban pruebas de que los conspiradores habían recibido miles de dólares de EE.UU., e incluso se presentaron recibos. Mostraron también pases que daban a los acusados “paso libre” a cualquier hora del día o de la noche para entrar al enclave diplomático norteamericano. Se mostró evidencia de su colaboración con agentes bien conocidos de la CIA. Estos “disidentes” mercenarios recibieron sentencias que van de ocho a 26 años en prisión por recibir secretamente financiamiento de sus patrones norteamericanos y colaborar con los antiguos amos coloniales para volver a imponer el control yanqui en Cuba. Se declaró culpables a las diez personas que secuestraron el trasbordador, y los tres principales secuestradores fueron sentenciados a muerte; fueron ejecutados el 11 de abril.

Como era de esperarse, Washington armó un gran alboroto por la represión que deliberada y abiertamente provocó. Pero la fingida indignación de Washington pronto recibió el refuerzo de un coro de condena por parte de prominentes liberales y “progresistas”. El 23 de abril, el Cuban Policy Forum, grupo encabezado por el ex secretario de estado norteamericano William Rogers que se opone al embargo, se disolvió en protesta por las ejecuciones y encarcelamientos. Intelectuales izquierdizantes comenzaron a circular declaraciones en las que denunciaban la supuesta supresión de la disidencia en Cuba. El premio Nobel de literatura José Saramago, antiguo amigo de Castro, escribió que “a partir de ahora, Cuba sigue, yo me quedo”.

A Saramago siguieron el uruguayo Eduardo Galeano y el mexicano Carlos Fuentes. Antes de que aparecieran los veredictos de la corte, una carta de 62 intelectuales norteamericanos y europeos llamó al gobierno de Castro a liberar a los llamados “opositores pacíficos y periodistas independientes”. Entre los firmantes se encontraban los escritores Günter Grass, Mario Vargas Llosa y Jorge Edwards, así como los mexicanos Carlos Monsiváis, Enrique Krauze y el ex canciller Jorge Castañeda. Después de que se anunciaron las sentencias, unos 50 artistas e intelectuales españoles firmaron una declaración condenando la represión. Entre los firmantes se encuentran Joan Manuel Serrat, Pedro Almodóvar, Ana Belén y otros reputados “progres”. Mientras profesan su “solidaridad con el pueblo cubano” se unen al revuelo instigado por Washington.

En los EE.UU. han circulado al menos dos peticiones diferentes. Una, promovida por la revista The Nation, denuncia la “bruta represión” de pensadores y escritores independientes, activistas pro derechos humanos y demócratas”, lo que supuestamente muestra que el gobierno de Cuba es “una dictadura más”. Entre quienes la firman se encuentran prominentes socialdemócratas, verdes y anticomunistas, como Bogdan Denitch, Stanley Aronowitz y Todd Gitlin. La otra declaración, circulada por una recién formada Campaign for Peace and Democracy (Campaña por la paz y la democracia) adopta un tono que suena más izquierdista, al declarar que se oponen a la ocupación de Irak, a la intervención de EE.UU. en América Latina, etc., y que también protestan contra la represión en Cuba. Esta declaración fue firmada por algunos de los que apoyaron la anterior, pero también por toda una serie de “progresistas” como Noam Chomsky, Maomi Klein, Michael Lerner, Immanuel Wallerstein, James Weinstein, Cornel West y Howard Zinn.

Al igual que las provocaciones de Wasington contra Cuba, estas peticiones están estrechamente vinculadas con la guerra contra Irak. La primera declaración ni siquiera menciona la invasión estadounidense (ni, por supuesto, a los que la apoyaron); la segunda declara de pasada que los que la firman “condenamos el brutal régimen de Saddam Hussein, y nos oponemos a la ocupación de Irak por parte de EE.UU” (pero no a la guerra). Esta posición tercercampista no es casual, puesto que la principal persona responsable de la redacción y circulación de la declaración es una tal Joanne Landy. Durante la Guerra Fría, esta socialdemócrata de derecha y seguidora del renegado antitrotskista Max Shachtman jugó un papel dirigente en organizar el sustento de los contrarrevolucionarios antisoviéticos favoritos de EE.UU., al publicar un boletín de apoyo a Solidarność y respaldar a los muyajedines de la CIA contra la intervención soviética en Afganistán. Ella se opuso a las revoluciones china y vietnamita y desde hace mucho ha abogado por el derrocamiento violento del gobierno cubano. Como recompensa por sus servicios contrarrevolucionarios al imperialismo norteamericano, fue nombrado al Consejo de Relaciones Exteriores, un “prestigiado” grupo de asesores “extraoficiales” del gobierno norteamericano.

Hay otra declaración más en circulación al nivel internacional, en este caso en apoyo de Cuba. Fue leída durante la celebración del Primero de Mayo en La Habana por Pablo González Casanova, ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, y fue firmada por Gabriel García Márquez y otros intelectuales izquierdistas de inclinaciones más nacionalistas. Su llamado “A la conciencia del mundo” advierte que la actual guerra de palabras contra Cuba podría fácilmente convertirse en el pretexto para una invasión. Sin embargo, su defensa de Cuba se basa puramente en los “principios universales de la soberanía nacional, el respeto a la integridad territorial y la autodeterminación”, así como en la defensa del “orden internacional” amenazado por el dominio de “una sola superpotencia” como “consecuencia de la invasión de Irak”. Es obvio que la hegemonía imperialista de EE.UU. data de mucho antes de la invasión de Irak, y en realidad se trata de un llamado a los que apoyan a otras potencias imperialistas (como Francia y Alemania) que vacilaron en apoyar la política “unilateral” del gobierno de Bush resumida en la “doctrina” de la “guerra preventiva”.

De hecho, muchos de los firmantes de las declaraciones lanzadas contra el gobierno cubano han apoyado varias de las guerras de Washington en nombre de los “derechos humanos”, como las recientes guerras contra Yugoslavia y Afganistán, mientras otros esquivaron tomar posición. (Por cierto, Cuba se abstuvo en la votación de la ONU acerca de la primera Guerra del Golfo en 1990-1991.) En contraste, los trotskistas revolucionarios hicimos campaña a favor de la toma de Saigón por parte del Viet Cong, vitoreamos la lucha del Ejército Soviético contra los “guerreros santos” de la CIA en Afganistán, llamamos por detener la contrarrevolución de Solidarność y nos asumimos la defensa de Yugoslavia, Afganistán e Irak contra la guerra imperialista. Luchamos por la derrota de los imperialistas en cualquier parte del globo, intentando movilizar el poder de la clase obrera para la revolución socialista internacional. En contra de la ilusoria política de la “coexistencia pacífica” con los imperialistas que sostiene la burocracia de Castro, los seguidores de Trotsky y Lenin nos pronunciamos ostensiblemente partidarios de la defensa internacionalista de la Revolución Cubana contra el imperialismo.

La seudoizquierda se escinde:
“demócratas” proimperialistas y entusiastas del castrismo


No son sólo los socialdemócratas reformistas abiertos y los liberales los únicos en sumarse al coro contra la represión en Cuba. En Francia, la Ligue Communiste Révolutionnaire (LCR) de Alain Krivine publicó un asqueroso artículo titulado “Cuba: Ya sabemos. ¿Y qué?” (Rouge, 24 de abril), en el que estos seudotrotskistas reconocen que los “demócratas” imperialistas se quejan de la falta de democracia en la isla y que el gobierno de Bush practica terrorismo de estado: “Ya sabemos todo eso, ¿y qué?” Dicen que la “defensa de los derechos y libertades democráticos más elementales no son platos a la carta”, que están “en contra de cualquier crimen de opinión”, que están contra la pena de muerte que es “moralmente intolerable y políticamente inefectiva”, y que condenan “categóricamente la parodia de justicia que recién ha ocurrido” en Cuba. No hay el menor indicio de un programa proletario de clase en esta declaración. No tiene nada en común con el trotskismo, y tiene en cambio todos los rasgos de la “moralidad” liberal burguesa. No es de sorprender que, como los liberales, la LCR haya pedido a los imperialistas de la OTAN que intervengan en Yugoslavia en nombre de los “derechos humanos”.

Cubans protest hijacking of ferry

Familia cubana protesta contra el secuestro del trasbordador en Tinaja, cerca de donde se atracó la embarcación tras el rescate de los pasajeros, 3 de abril de 2003. (Foto: José Goitia/AP)

El autodenominado Secretariado Unificado de la IV Internacional (SU), la decadente “internacional” de la que la LCR forma parte y que no está ni unida ni trotskista, tiene una versión ligeramente más suave de la misma política proimperialista. En una declaración del 14 de mayo, el SU afirma que los métodos del gobierno cubano son “inaceptables desde un punto de vista democrático revolucionario”. Su autodefinición como demócratas “revolucionarios” es una señal elocuente de la socialdemocratización de los seguidores del difunto Ernest Mandel. Hace unos años, en el seno de la LCR francesa se llevó a cabo una discusión con el propósito de cambiar el nombre de la organización para algo que refleja más adecuadamente su política actual, pero no se pudieron poner de acuerdo sobre si deberían eliminar la designación de “comunista” o la de “revolucionaria”. Al final, no pasó nada, excepto que se sumieron en el letargo. El SU admite que “innegablemente, Cuba se encuentra en una situación aún más difícil que en el pasado”; sin embargo, añade, esto no basta para justificar la utilización de “la inaceptable pena de muerte” y de otros “métodos represivos extremos”. Esto dice ahora el supuestamente trotskista SU, que en los años 60 justificó y defendió el encarcelamiento de los trotskistas cubanos, y que ahora se opone a los métodos represivos extremos utilizados en contra de contrarrevolucionarios trabajando abiertamente con agencias de espionaje norteamericanas.

Al pronunciarnos a favor de la defensa militar incondicional de Cuba frente a la contrarrevolución, el Grupo Internacionalista declara que la represión cubana contra los conspiradores y terroristas vinculados a EE.UU. está enteramente justificada. Se trata de agentes imperialistas, no de “disidentes”. Lo que hacen no es ejercer la libertad de opinión ni de expresión, sino que han conspirado para restaurar el capitalismo con el embajador de EE.UU., operan desde la embajada norteamericana y reciben bultos de dólares norteamericanos para realizar sus tareas. Como trotskistas, nos oponemos desde hace mucho a la pena de muerte en Cuba, al igual que en los Estados Unidos y el resto del mundo. No damos ningún apoyo político al régimen burocrático de Castro, y condenamos el proceso-espectáculo estalinista y la ejecución del general cubano Arnaldo Ochoa, llevados a cabo con el propósito de ganarse el favor de EE.UU. en la “guerra contra las drogas”. Pero los que planearon y dirigieron el secuestro del trasbordador realizaron una acción de guerra contrarrevolucionaria, como parte de la intensificación de las amenazas de EE.UU. contra Cuba. Si no se hubiera respondido de manera decidida a esta provocación, se habrían facilitado los intentos de EE.UU. de azuzar la histeria como la que llevó a la oleada de “balseros” de los años 90, o al éxodo del Mariel una década antes. La diferencia es que esta vez, en la secuela de la guerra contra Afganistán e Irak, Estados Unidos se prepara a utilizar este frenesí para intervenir militarmente y aplastar la Revolución Cubana a sangre y fuego.

Nuestro programa comunista se contrapone por el vértice a la gran mayoría de organizaciones que se autoproclaman de la izquierda socialista, que dan apoyo político al gobierno cubano, mientras buscan una y otra vez ganar popularidad al construir “frentes populares” precisamente con la capa de liberales que ahora hace tanto alboroto entorno a la represión en Cuba. Así, por ejemplo, Jeff Mackler de la organización seudotrotskista Socialist Action, se lamenta de que “la orgullosa historia antibélica de Chomsky se vea ahora manchada por su tendencia anarquista a igualar las siniestras acciones del estado imperialista opresor con las acciones defensivas de sus víctimas en el estado obrero cubano” (Socialist Action, mayo de 2003). A pesar de sus ocasionales pretensiones “anarquistas”, Chomsky ha sido presentado con bombo y platillo por los socialdemócratas como miembro de los Democratic Socialists of America y es, en el fondo, un liberal pequeñoburgués que quiere que Estados Unidos sostenga una política distinta. Éste es, de hecho, el programa de varias de las coaliciones “contra la guerra” que quieren un imperialismo más “humano”, más “amigable”.

Grupos que regularmente alaban al régimen de Castro, como el Workers World Party, el Socialist Workers Party y Socialist Action, elogian el buen trato que recibieron los contrarrevolucionarios en los juicios. Contaron para su defensa con 54 abogados, muchos de los cuales elegidos por ellos mismos, concurrieron más de 3,000 personas, etc. Ciertamente, esto se compara favorablemente con otros 624 prisioneros que se encuentran en Cuba... los detenidos que mantiene Estados Unidos en una prisión ubicada en la base naval que EE.UU. ocupa ilegalmente en Guantánamo. Sus nombres no se han dado a conocer, no han sido acusados de ningún crimen, se les ha mantenido incomunicados, se les ha negado establecer contacto con cualquier defensor legal, y (si es que no se les mantiene encarcelados indefinidamente) enfrentarán un juicio militar en el que no tendrán derechos algunos. Pero esta comparación no hace de Cuba un modelo de rectitud socialista. Para citar un ejemplo, el régimen de Castro encarceló a los trotskistas cubanos durante una década y media, liberándolos durante un corto tiempo para después encarcelarlos nuevamente, en lo que es una muestra clara de la arbitrariedad burocrática y la represión de revolucionarios por parte del estalinismo.

Un poquito más “críticamente” que los entusiastas incondicionales de Castro del SWP y el WWP, Socialist Action señala que el gobierno bolchevique se basaba en soviets, o consejos, directamente elegidos por los trabajadores, en tanto que en “Cuba aún se tiene que crear instituciones similares de gobierno directo de la clase obrera”. Sin embargo, la ausencia de una democracia obrera revolucionaria, no es un simple desperfecto del régimen. El estado obrero deformado cubano que se estableció mediante la expropiación de los capitalistas extranjeros y nacionales en 1960-61 es un estado cualitativamente similar al de la degenerada Unión Soviética bajo Stalin y sus herederos. La lucha para establecer un genuino gobierno soviético, de consejos obreros que defiendan las conquistas de la revolución y las intenten extender, exige que el proletariado cubano emprenda una revolución política contra la estrecha burocracia de Castro, que nació del ejército guerrillero pequeñoburgués y que ha monopolizado el poder político desde entonces.

Esta lucha sólo puede triunfar a condición de que sea dirigida por un partido auténticamente leninista-trotskista, que luche sobre la base del programa bolchevique de la revolución socialista internacional. El castrismo, lo mismo que las otras variantes del estalinismo, se basa en la ideología nacionalista y conservadora de construir el “socialismo en un solo país”. Pero como han señalado con insistencia los comunistas desde Marx y Engels hasta Lenin y Trotsky, el socialismo sólo podrá construirse a escala internacional, en el nivel más alto del desarrollo de las fuerzas productivas. En la medida en que la revolución se encuentre nacionalmente limitada, especialmente si se trata de un país económicamente menos desarrollado, ésta estará sujeta a la tremenda presión económica del imperialismo – ya sea que ésta se ejerza a través de un bloqueo económico, o mediante la operación del “libre mercado”. En Cuba, las maquinaciones de la mafia gusana de Miami y sus agentes, lo mismo que las intrigas organizadas por la Sección de Intereses de EE.UU. en la isla, pudieron ser contenidas mediante un eficiente aparato de inteligencia. Pero como subraya el colapso de la Unión Soviética y los estados obreros deformados del bloque soviético, la represión no puede detener indefinidamente el poder económico del imperialismo.

Como escribió Trotsky acerca de la Rusia de Stalin, “La intervención militar es un peligro. La intervención de mercancías baratas en los trenes de equipaje de un ejército capitalista representarían un peligro incomparablemente mayor” (La revolución traicionada [1936]). O como lo dijo Karl Marx 90 años antes: “este desarrollo de las fuerzas productivas... es una premisa práctica absolutamente necesaria porque sin ella la penuria simplemente se generalizaría, y con ello la lucha por lo más elemental y toda la vieja basura regresaría.” Añadió que el desarrollo universal de las fuerzas productivas “hace que cada nación sea dependiente de la revolución en las otras” (La ideología alemana [1847]).

¡Aplastar el imperialismo mediante la revolución socialista internacional!

Las presiones económicas del imperialismo contra Cuba se pueden ver no sólo en los millones de dólares que entran al país provenientes de los parientes en Miami o del gobierno estadounidense en Washington. Estas presiones alientan también el desarrollo de elementos proimperialistas en la burocracia de Castro. La reciente marcha del 1° de Mayo en La Habana, que de nuevo contó con la participación de un millón de participantes, tuvo como consigna principal “la defensa del socialismo”. No obstante, hace un año, se purgó a Roberto Robaina como canciller bajo la acusación de traficar con capitalistas extranjeros. Robaina fue nombrado ministro de relaciones exteriores en 1993, cuando Castro decidió permitir la libre circulación del dólar norteamericano, medida que constituye una grave amenaza a la economía colectivizada de Cuba. Robaina estuvo estrechamente identificado con la política de “abrir” la isla al capital, lo que exacerbó las tensiones sociales en la sitiada isla. Junto con Robaina, varios funcionarios de alto nivel ligados a esta política fueron expulsados del Partido Comunista, la organización política de la burocracia. Sin embargo, ellos son apenas la punta del iceberg, y sin duda existe más elementos procapitalistas.

Debido al pequeño tamaño de la isla y su expuesta ubicación a apenas “90 millas de Florida”, los cubanos están perfectamente conscientes de que su destino depende de los acontecimientos mundiales. Pero aunque el régimen de Castro ocasionalmente promovió (hace varias décadas) guerrillas pequeñoburguesas en varios países de América Latina, su programa estalinista y nacionalista se opone frontalmente al internacionalismo proletario. Apeló al campesinado, no a la clase obrera, cuya fuerza teme, y cuando las luchas tomaron un carácter de masas abriendo la posibilidad de la revolución, como en Brasil a principios de los años 60, Castro (y Guevara) las detuvieron para no incomodar a los gobiernos frentepopulistas amistosos. Además, aunque mostró interés en los negros en EE.UU., Cuba nunca intentó alentar luchas revolucionarias en los Estados Unidos, que son clave para cualquier revolución en el hemisferio.


Cuba May Day 2003 Cuba May Day 2003












Un millón de personas se manifestaron en La Habana el 1° de Mayo bajo la consigna “¡Por la defensa del socialismo y la revolución!” Los trotskistas defendemos a Cuba contra la contrarrevolución interna y externa y, al mismo tiempo, advertimos que el socialismo no puede construirse en una sola isla bajo acoso, sino que requiere de la lucha por la revolución obrera en toda América Latina, así como en “las entrañas del monstruo imperialista”, los EE.UU.
(Fotos: José Goitia y Cristóbal Herrera/AP)

En la medida en que Cuba permanezca nacionalmente aislada (mucho más ahora que la Unión Soviética ya no existe y La Habana no recibe el abastecimiento substancial de petróleo soviético) se verá obligada a jugar con y a explotar las contradicciones entre las potencias imperialistas. Tras la destrucción de la Unión Soviética, el eje de la política del régimen de Castro ha consistido en apelar a las burguesías europeas y latinoamericanas para contrarrestar a los Estados Unidos. La Habana también ha intentado ofrecer sus servicios a EE.UU., primero en la “guerra contra las drogas” y más tarde en la “guerra contra el terrorismo”, en un vano intento de “coexistencia pacífica” con el vecino gigante imperialista. Pero los caballeros de la guerra fría en Washington y los gusanos de Miami sólo buscan la contrarrevolución; para detenerlos es necesario derrotarlos. Esto no podrá realizarse apelando a los “amigos” burgueses y pequeñoburgueses de Cuba, que ahora montan una protesta clamorosa contra la represión de contrarrevolucionarios, ni apelando a gobiernos burgueses.

En contraste con la ilusión estalinista y nacionalista de “construir el socialismo en un solo país” y su contraparte programática internacional – la “revolución por etapas” (comenzando con una etapa “democrático” burguesa) y “frentes populares” para decapitar la revolución obrera – Trotsky presentó su perspectiva y programa de la revolución permanente. Resumiendo las experiencias de las dos revoluciones rusas (1905 y 1917), el compañero de armas de Lenin y fundador del Ejército Rojo señaló que en la época de la decadencia imperialista, ni siquiera las demandas democráticas más elementales pueden ser satisfechas por la burguesía, a diferencia de la época de la gran Revolución Francesa. Hoy día, para realizar la liberación nacional del yugo del imperialismo, la revolución agraria contra los latifundistas y la democracia para la clase obrera, se exige la victoria de una revolución obrera que cuente con el apoyo del campesinado empobrecido y otros sectores oprimidos.

Una revolución como ésta requiere la dirección de un partido comunista armado con el programa de Lenin y Trotsky que tome el poder y extienda la revolución a los países capitalistas (imperialistas) más avanzados para avanzar en la construcción de una sociedad socialista sin clases, lo cual sólo puede lograrse a escala internacional sobre la base de la abundancia y no la penuria de una isla sitiada. En contraste con la imposibilidad de una “Cuba socialista” aislada, los trotskistas luchamos por una federación caribeña de repúblicas obreras que forme parte de unos estados unidos socialistas de América Latina. En lugar de buscar “alianzas” con personajes como el presidente cocacolero mexicano Vicente Fox u otros sátrapas neocoloniales de Washington, los revolucionarios se orientan al poderoso proletariado compuesto por los millones de obreros del continente. Frente a las amenazas de invasión a Cuba lanzadas por Bush y sus compadres gusanos, es necesario apelar, no a la intelectualidad liberal, sino a la clase obrera, a los negros, latinos, inmigrantes y otros sectores oprimidos por la misma burguesía que amenaza a los trabajadores cubanos.

Cuba ha logrado importantes conquistas sociales en comparación con cualquier otro país de América Latina. La tasa de mortalidad infantil más baja del continente, igual a la de Estados Unidos, y substancialmente menor que las de Nueva York o Washington. Alfabetización y educación para todos. Acceso universal al sistema de salud mucho mejor que lo que está disponible en los barrios pobres en los Estados Unidos e, incluso, mejor que del que disponen las clases medias de buena parte del continente. Sin embargo, estas conquistas están amenazadas de muerte por el avance de fuerzas contrarrevolucionarias desde el interior y el exterior.

Debe construirse en Cuba un partido obrero revolucionario que pueda defender y extender estas conquistas. Este partido sólo podrá construirse en la lucha por una IV Internacional reforjada, la continuación de la Internacional Comunista de Lenin y Trotsky. Debe infundírsele también el espíritu internacionalista del fundador del comunismo cubano, Julio Antonio Mella. En una carta escrita en una prisión de La Habana en diciembre de 1925, Mella dice:
“La unidad de la América está hecha ya por el imperialismo yanqui. La Unión Panamericana es la Internacional del futuro imperio político que tendrá por capital única a Wall Street y por nobleza a los reyes de las distintas industrias. La unidad de la América que sueñan todos los espíritus elevados del momento presente es la unidad de la América nuestra, de la América basada en la justicia social, de la América libre, no de la América explotada, de la América colonial, de la América feudo de unas cuantas empresas capitalistas servidas por unos cuantos gobiernos, simples agentes del imperialismo invasor. Esta unidad de la América sólo puede ser realizada por las fuerzas revolucionarias enemigas del capitalismo internacional: obreros, campesinos, indígenas, estudiantes e intelectuales de vanguardia. Ningún revolucionario del momento actual puede dejar de ser internacionalista. Dejaría de ser revolucionario. Ningún programa de renovación, ni la destrucción de ninguna tiranía, podría tener lugar si no hay una acción conjunta de todos los pueblos de América sin exceptuar a los Estados Unidos....
“Teniendo en consideración que el enemigo [que] se llama imperialismo fuera de los Estados Unidos es capitalismo en el interior de esa nación, hay que extender el frente único más allá del Río Grande. Hay que formar un solo ejército entre todos los explotados por Wall Street.”
–Mella: Documentos y artículos (Instituto Cubano del Libro, 1975) n
Ver también: Décadas de guerra biológica de EE.UU. contra Cuba


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