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marzo de 2011  

¡Defender a Libia contra el ataque imperialista!
¡Derrotar la embestida de EE.UU., la ONU y la OTAN!

¡Derrotar a la oposición monárquico-islamista, títere de los EE.UU.!
¡Por una revolución obrera contra el estado policíaco de Gadafi!

18 DE MARZO – Anoche, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó con diez votos a favor y ninguno en contra (con las abstenciones de Rusia, China, Alemana, Brasil y la India) iniciar una arremetida militar en contra de Libia, bajo la guisa de “proteger a la población civil”. Después de varias semanas en que los medios occidentales vomitaron voluminosas cantidades de propaganda de guerra y los liberales pedían a gritos una intervención “humanitaria”, la ONU lanzó una declaración de guerra imperialista. Las supuestas preocupaciones “humanitarias” son de la misma calaña que los pretextos utilizados para justificar los ataques de EE.UU. y la OTAN contra Yugoslavia en 1995 y 1999, así como la invasión norteamericana de Irak para supuestamente defender a los kurdos y a los chiitas (entre otras excusas). La “zona de exclusión aérea” y los bombardeos de fuerzas libias autorizados por la resolución del Consejo de Seguridad representan un importante cambio en lo que había sido una guerra civil entre el brutal régimen burgués de Gadafi en Trípoli, y una oposición monarquista/islamista/pro imperialista en Bengasi. Ahora, tras la acción de la ONU, y sin dar ningún apoyo político a Gadafi, los revolucionarios y todos los que se oponen al imperialismo están obligados a defender a Libia y a llamar asimismo por la derrota de los atacantes de EE.UU., la ONU y la OTAN.

Libia, otrora colonia italiana y más tarde protectorado británico, es un país semicolonial bajo ataque. Las fuerzas imperialistas la codician por razones geoestratégicas –como sus vastos yacimientos de petróleo de alta calidad y su valiosa ubicación en el Mediterráneo norafricano– y pretenden deshacerse de Muamar Gadafi, con quien los gobernantes norteamericanos han mantenido una disputa intermitente a lo largo de varias décadas. En los últimos años, el líder libio había cooperado con la “guerra contra el terrorismo” de EE.UU. en contra de los islamistas que también amenazaban a su gobierno. Pero con los levantamientos populares y el descontento que han sacudido a todo Medio Oriente y África del Norte, la oposición a Gadafi, apoyada por la CIA, consideró que se abría una buena oportunidad para deshacerse de este errático dictador que de vez en cuando ha representado una verdadera molestia para el gobierno de EE.UU. Esto ha resultado en el último caso de agresión imperialista “humanitaria”. Recuérdese tan sólo cómo fue que EE.UU. usó el terremoto de Haití de enero de 2010 para ocupar nuevamente esta asolada nación caribeña. Para los pobres y los trabajadores, la ocupación imperialista representa siempre un mal mayor. No pedimos a EE.UU., la ONU ni la OTAN que “ayuden a la gente” –no lo han hecho nunca ni lo harán jamás–, sino que exigimos que se larguen ya de ahí y que no vuelvan.

La situación en Libia es considerablemente distinta de la que impera en Túnez, Egipto, Bahréin y en otros países de Medio Oriente donde ha habido levantamientos plebeyos de masas en lucha por derechos democráticos y en contra de dictaduras respaldadas por EE.UU. En Libia, las primeras protestas fueron convocadas por grupos opositores en el exilio vinculados con la CIA. En la guerra civil subsiguiente, en la que se enfrentaban el régimen islámico-populista de Gadafi y una alianza heterogénea de fuerzas burguesas monarquistas, fundamentalistas islámicas y pro imperialistas, junto con algunos de los más sanguinarios esbirros del propio Gadafi, los revolucionarios proletarios no teníamos bando. Sin embargo, con la resolución aprobada por la ONU, los rebeldes han pasado a ser simples peones de las fuerzas imperialistas, y en consecuencia nos pronunciamos por su derrota y por la defensa de Libia. Al mismo tiempo, seguimos insistiendo en la necesidad de una revolución encabezada por los trabajadores libios y por otros grupos oprimidos (como los bereberes) para derribar a Gadafi, luchando no sólo en contra de sus medidas represivas de estado policíaco, sino denunciando también su repetida colaboración con el imperialismo norteamericano (lo mismo que con el italiano y el francés).

La lucha contra el ataque imperialista contra Libia no se limita a este país norafricano. Los trabajadores egipcios deben oponerse a la invasión imperialista impidiendo el tránsito de los buques de guerra norteamericanos a través del Canal de Suez. Los trabajadores tunecinos deben impedir que los buques de guerra de la OTAN atraquen en sus puertos. En Bahréin, en lugar de pedir la ayuda de EE.UU., como han hecho los manifestantes, cualquier derrocamiento verdaderamente democrático no sólo supondría el derribo de la monarquía sunita aliada de los EE.UU., que desde hace mucho tiempo ha oprimido a la población mayoritariamente chiita, sino que también tendría que expulsar las bases navales y aéreas de EE.UU. que son el eje de las operaciones imperialistas en el Golfo Pérsico/Árabe, todo como parte de una revolución obrera internacional desde los campos petroleros del oriente de Arabia, hasta las fábricas de Irán.

Buena parte de la izquierda reformista en Estados Unidos y a escala internacional (como en el caso de la International Socialist Organization y Socialist Alternative norteamericanos, y el Socialist Workers Party y el Socialist Appeal ingleses y sus respectivos satélites) han estado vitoreando una supuesta “revolución” libia, retomando la retórica de la secretaria de estado de EE.UU., Hillary Clinton, y más generalmente apoyando a la oposición burguesa libia. Ahora están metidos en un berenjenal, toda vez que los gobiernos de EE.UU. e Inglaterra (en este último caso con el apoyo del Partido Laborista, la supuesta “oposición”) están lanzando acciones militares directas para supuestamente ayudar a estos mismos rebeldes. Otros izquierdistas reformistas de cuño estalinoide (tales como los del Workers World Party y el Party for Socialism and Liberation) han solido vitorear a Gadafi, presentando al líder libio como si fuera alguna suerte de dirigente antiimperialista, lo que les colocó en una situación difícil debido a la más reciente alianza de Gadafi con Washington.

Mientras que los reformistas se envuelven en la bandera roja, negra y verde con la media luna y una estrella de la monarquía libia al apoyar a los rebeldes que luchan a favor de un gobierno de fundamentalistas islámicos y banqueros pro imperialistas, y los apologistas de Gadafi del pasado se envuelven en la bandera verde del populismo islámico (y del “capitalismo de compinches”), los comunistas de la Liga por la IV Internacional luchamos bajo la bandera roja para aplastar al imperialismo mediante la revolución socialista internacional.  


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe a: internationalistgroup@msn.com

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