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marzo de 2010 ¡Cerrar los campos de detención – Libertad para
los detenidos!
¡Movilización
obrera e inmigrante para
¡Plenos derechos de ciudadanía La “megamarcha” a
favor de los derechos de los inmigrantes, celebrada en Washington, D.C.
el pasado
21 de marzo, sobrepasó con creces la meta de los organizadores
de reunir unas
100 mil personas en la capital norteamericana. Hasta mediados de la
tarde, se
estimó la muchedumbre en más de 200 mil manifestantes.
Era la más concurrida manifestación
de los inmigrantes desde 2006, cuando medio millón de personas
marchó en Los
Angeles y millones se ausentaron del trabajo para participar en las
protestas
del 1° de mayo. Hubo más de 200 autobuses de Nueva York,
otros 44 que hicieron
el viaje de 18 horas desde la Florida y grandes cantidades de la
región
capitalina. Los oradores se refirieron una y otra vez a la
concentración “histórica”.
Sin embargo, al día siguiente la marcha fue prácticamente
silenciada por los
medios de comunicación. Políticamente, el evento
era
burgués hasta la médula, siendo organizado por una
coalición de iglesias, unos
cuantos sindicatos y el Partido Demócrata. De acorde con su
lema, “Marcha por América”,
los organizadores repartieron banderitas norteamericanas a los
participantes. Un
desfile de congresistas demócratas hablaron desde la tarima, y
hasta un derechista
gusano republicano, Lincoln Díaz-Balart, quien se olvidó
mencionar que se opone
a la legalización de los inmigrantes indocumentados, salvo de
Cuba. El
presidente Barack Obama se dirigió a la muchedumbre con un
mensaje grabado, y nuevamente
hizo promesas huevas de “reforma migratoria”. Hizo una mención
fugaz de las
multas que quiere imponer en los inmigrantes que buscan la residencia
legal, y no
mencionó que los indocumentados son explícitamente
excluidos de su “reforma” del
sistema de salud. No obstante los miles de
manifestantes gritando “yes we can” (sí se puede, en
inglés), los políticos
burgueses no harán nada para legalizar a los más de 15
millones de inmigrantes
indocumentados. Van a evitar este tema candente durante este año
de elecciones
de medio término. Y si eventualmente aprueban alguna ley sobre
la inmigración,
lo que dista mucho de estar seguro, sólo servirá para
victimizar aún más a los
trabajadores superexplotados que producen los miles de millones de
dólares en
beneficios para los patrones, al realizar muchos de los trabajos
más penosos
por salarios de miseria. La
izquierda era en grande
medida ausente del evento, dejando así a los 200 mil
inmigrantes, con abrumadora
mayoría obrera, a cargo de las iglesias y el Partido
Demócrata. En cambio, el
Grupo Internacionalista, sección norteamericana de la Liga por
la IV
Internacional, publicó una edición especial bilingüe
de The Internationalist/El Internacionalista para combatir a la política
pro capitalista y los llamados patrioteros de los organizadores.
Además del artículo
que reproducimos a continuación, la edición incluye un
artículo de 2006 abogando
por “Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes”,
y otro instando
al movimiento obrero a movilizarse para repudiar el “Linchamiento en
Long
Island”. Se refiere al asesinato por apuñalamiento del
trabajador ecuatoriano Marcelo
Lucero en noviembre de 2008. El juicio de sus autores se desarrollaba
al momento
de la manifestación de Washington. Se vendió más
de 630 ejemplares de la edición
especial a los manifestantes. Los
trabajadores inmigrantes
constituyen hoy en día un sector enorme de la clase obrera
norteamericana. Hacemos
recalcar el mensaje de que la lucha por
los derechos de los inmigrantes impone una lucha en contra de los
políticos
burgueses y el sistema capitalista de la pobreza, la guerra y el
racismo que éstos
representan. -------------- El
domingo 21 de marzo, decenas de miles de inmigrantes y de sus
simpatizantes se manifestarán en Washington a favor de una
reforma migratoria. Algunos
activistas se quedarán allá para cabildear en el
Congreso. Se dice que ésta
será la más grande marcha de la “era” Obama. Los
organizadores de la
manifestación desean “enviar un mensaje” a los demócratas
en el poder en
Washington de que las decenas de millones de inmigrantes no deben ser
ignorados. El hecho es, sin embargo, que el Congreso demócrata y
el presidente
demócrata Barack Obama no están por promulgar una reforma
migratoria
“significativa” que haga posible la legalización de los
más de 15 millones de
residentes norteamericanos etiquetados como “ilegales”. Rogar a los
gobernantes
racistas que sean “justos” no dará resultado: la única
manera en que otorgarán
derechos es si se los obliga a ello. Juntos
tenemos
el poder de hacerlo. Lo
más probable es que toda resolución en torno a este tema
sea
postergada hasta después de las elecciones de medio
término, mientras los
reaccionarios antiinmigrantes tienen al campo libre en las ondas
radiales y en
durante las campañas electorales. Cualquier “reforma” que
cocinen seguramente
resultará en una pesadilla: los inmigrantes indocumentados
tendrán que declarar
que son criminales, pagar miles de dólares en multas e impuestos
y esperar años
–si se encuentran entre los pocos afortunados. Además se
introducirá contratos
de servidumbre para trabajadores (“huéspedes”) temporales, todo
en el marco de
un fortalecimiento en la militarización de la frontera y la
implementación de
una tarjeta nacional de identidad “biométrica”, en lo que
representará un
estado policíaco para todos. ¡Al diablo con todo esto! El
Grupo
Internacionalista sostiene que todos los que viven aquí deben
tener derechos
iguales. ¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los
inmigrantes! Los
manifestantes hablan por los millones de personas que viven y
trabajan en Estados Unidos y que, sin embargo, sobrellevan una
existencia
sombría sin el disfrute de derechos elementales. Al trabajar en
los peores
empleos a cambio de salarios miserables, están sujetos a un
abuso sistemático. Temen
ser deportados cada vez que entran en contacto con las autoridades. Los
niños
nacidos en Estados Unidos son separados de sus padres nacidos en el
extranjero.
Los trabajadores, después de años en el trabajo, pueden
de repente ser echados
del trabajo debido a que una computadora escupe una temida carta de “no
match” (no coincidencia, de los números del social).
Pueden ser
objeto de redadas a manos de los policías uniformados de negro
de la ICE,
agencia que forma parte de la Secretaría para la Seguridad de la
Patria –la
odiada migra– y ser recluidos en campos de
concentración. Cientos de
miles son expulsados del país sin haber contado con defensa
legal alguna, en
tanto que otros son retenidos tras las barras o el alambre de
púas durante años
antes de que sus casos sean presentados ante un tribunal. La
ira aumenta en contra del presidente Barack Obama y los
demócratas en
el Congreso, quienes fueron elegidos con el voto mayoritario de latinos
e
inmigrantes sobre la base de sus promesas de reformar el sistema
migratorio
para ofrecer una “vía hacia la ciudadanía”. Obama
prometió la semana pasada que
su compromiso con una “reforma migratoria integral” sigue “intacto”.
Sin
embargo, desde que asumió el cargo hace un año con una
aplastante mayoría en
las dos cámaras del Congreso, su gobierno no ha hecho nada en
torno a la
migración, excepto intensificar la represión. Los
partidos socios del capitalismo
norteamericano, el Demócrata y el Republicano, son enemigos de
los trabajadores
inmigrantes y de toda la clase obrera. Pensar que pueden ser sus
aliados es una
peligrosa ilusión. Malo
para los inmigrantes bajo Bush, peor en los EE.UU. de Obama Muchos
inmigrantes, y muchos de sus líderes, tenían ilusiones en
Barack
Obama: pensaban que, “porque tenemos un presidente afroamericano, ya
teníamos
garantizada la reforma estaba”, según dijo uno de ellos.
Ciertamente, la
elección de un presidente negro representó un importante
cambio social en este
país, fundado sobre la base de la esclavitud y que sufrió
cerca de un siglo de
leyes que dispusieron la más completa segregación. La
opresión de los negros
sigue siendo fundamental en todo aspecto del racista capitalismo
norteamericano, un hecho que es clave para toda verdadera lucha por los
derechos de los inmigrantes. Sin embargo, Barack Obama representa
políticamente
a los capitalistas, no a los trabajadores negros ni a las masas de los
guetos. Obama
entrega billones de dólares a los bancos de Wall Street mientras
millones de
trabajadores son echados de sus empleos. A final de cuentas, fue
elegido para
poner un rostro amigable al imperialismo norteamericano, mientras
prosigue sus
guerras y ocupaciones. En
lo que toca a los inmigrantes, Barack Obama ha significado más
represión. “Sí, las cosas están cambiando”, dice
Subhash Kateel, un trabajador
a favor de los derechos de los inmigrantes en Miami. “Están
empeorando” (New
America Media, 22 de febrero). Bajo Obama, las terribles redadas
que
realizaba el gobernó de Bush han sido remplazadas con despidos
masivos de
trabajadores cuyos números del Seguro Social no coinciden con la
base de datos
eVerify. Aunque afirma que sólo persigue a criminales
peligrosos, la Secretaría
para la Seguridad de la Patria está entregando
información migratoria a las
policías locales que entregan a la ICE a personas detenidas
quienes sólo
habrían incurrido en faltas al manejar para que sean deportadas.
Más de 387,000
personas fueron deportadas en el primer año de la presidencia de
Obama (New
America Media, 8 de marzo). Janet Napolitano, jefa de dicha
secretaría, se
jactó en una conferencia sobre la seguridad fronteriza de que
las cifras han duplicado
las de 2007, aún bajo el gobierno de Bush (New York Times,
12 de agosto
de 2009). Y eso sí, los inmigrantes están enfurecidos. Entretanto,
los tribunales migratorios están empantanados con un
número
récord de casos de deportación (228.000 tan sólo
en el año fiscal 2010)
mientras que el tiempo por medio en prisión antes de que los
casos sean
presentados ante un tribunal supera con creces un año (439
días) y hasta de
cerca de dos años (612 días) en California (El
Diario/La Prensa, 12 de
marzo). Mientras tanto, se está revelando más
información acerca de la
siniestra red de prisiones clandestinas que se ha establecido como
parte del
reino de terror que la Secretaría para la Seguridad de la Patria
ha lanzado en
contra de las comunidades migrantes. El New York Times (10 de
enero)
desenmascaró un intento de ocultar 107 muertes en prisiones de
la ICE, así como
la manera en que funcionarios de la “descuidada red de cárceles
privadas,
centros federales y celdas municipales” en las que se mantiene a los
inmigrantes, les niegan tratamiento médico, ocultan los
registros y luego
mienten a los reporteros y familiares acerca de ello. Los
funcionarios de la migra presumen que “la ICE administra el mayor
sistema carcelario del país. Durante el año fiscal de
2008, ICE supervisó un
total de 378.582 aliens (foráneos)” y mantuvo presos a
un número similar
un año después (DHS, Immigration Detention Overview
and Recommendations,
octubre de 2009). La politóloga Jacqueline Stevens en un
artículo publicado por
The Nation (4 de enero) sobre “Los castillos secretos de
la ICE en
Estados Unidos” reveló que, además de los centros
carcelarios oficiales, la
“ICE también confina personas en 186 oficinas sucursales que no
están listadas
ni marcadas, muchas ubicadas en centros de oficinas suburbanas o en
espacios
comericales…. ICE ha creado una red de cárceles secretas”. Los
agentes de la
ICE trabajan en oficinas ocultas como los marshals de la
fuerza
encargada de la persecución de fugitivos ubicada en el tercer
piso del mercado
de Chelsea en Nueva York, arriba de una conocida panadería y
cerca de locales
de comida. Junto
con las cárceles secretas y los escuadrones de secuestro de la
ICE, la guerra del gobierno en contra de los “inmigrantes ilegales”
azuza el
odio antiinmigrante en todo el país. En noviembre de 2008, el
asesinato del trabajador
ecuatoriano Marcelo Lucero a manos de una banda de adolescentes
racistas
liderada por un skinhead nazi en Patchougue, Long Island, sacó a
la luz la
omnipresente hostilidad y la extendida violencia en contra de los
inmigrantes
latinos en la región. Un año más tarde se
habló mucho acerca de las “señales de
esperanza” y reconciliación, de la “diversidad y la tolerancia”
en la
comunidad. Pero cuando el juicio contra el asesino fascista
comenzó este mes,
tantos posibles miembros del jurado regurgitaron racismo antiinmigrante
que el
juez tuvo que entrevistar a cientos tan sólo para reunir a los
doce que se
requieren (New York Times, 8 de marzo). La
atmósfera de linchamiento que se vive en Long Island ha sido
azuzada
por políticos locales, especialmente por el jefe ejecutivo del
condado de
Suffolk, Steve Levy, un demócrata que recientemente
anunció que se prepara para
contender por la gubernatura con el Partido Republicano y que ha hecho
campaña
por años en contra de los inmigrantes “ilegales”. En otro
extremo del país, en
Arizona, el sheriff del condado de Maricopa, Joe Arpaio, ha realizado
una
cacería antiinmigrantes desde 1992. Haciendo perfiles raciales
contra los
latinos, utilizando pistolas de electrochoque contra los prisioneros y
trabajando mano a mano con los fascistas antiinmigrantes del Minutemen,
Arpaio
ha incitado la histeria y la ira racistas. Más de 10,000
personas protestaron
en contra del sheriff antiinmigrante de Phoenix en enero. Sin embargo,
Janet
Napolitano (ex gobernadora de Arizona), canceló una
investigación en su contra
que seguía la Secretaría de Justicia y que había
revelado numerosos abusos. ¡Romper
con los demócratas! ¡Forjar un partido obrero
internacionalista! Los
organizadores de la marcha del 21 de marzo no protestan en contra de
la guerra del gobierno norteamericano en contra de los inmigrantes,
sino que
simplemente intentan presionar al demócrata Obama en la Casa
Blanca y a los
líderes demócratas en el Congreso. En Nueva York,
están pidiendo a los
manifestantes que reparten peticiones al senador demócrata
Charles Schumer,
quien con el senador republicano Lindesy Graham está esbozando
una iniciativa
de “reforma” conjunta. El 11 de marzo, presentaron a Obama un
“borrador” de la
propuesta, cuyo contenido aún es secreto. Unas horas antes, el
presidente se
reunió con grupos de derechos de los inmigrantes, después
de un coro de quejas
en torno al incremento en el número de arrestos y deportaciones
realizados por
la ICE, así como por la inacción del gobierno en torno a
la reforma. Sin embargo,
Graham dijo que había dejado claro que si los demócratas
imponían su reforma al
sistema de salud, la reforma migratoria se “pararía”.
Así, mientras Graham pide
a Obama que insista en un programa de trabajadores temporales en contra
de la
oposición de los sindicatos, Shumer quiere una tarjeta nacional
de identidad de
alta tecnología, que representaría una amenaza en contra
de las libertades
civiles. Más
allá de las cínicas maniobras de los políticos
burgueses y de la
impotente política de presión burguesa de varias de las
organizaciones de
derechos de los inmigrantes, la cuestión fundamental es que los
inmigrantes
son los chivos expiatorios de la crisis económica capitalista, y
el
blanco en la imperialista “guerra contra el terrorismo”. Aunque
la bomba
de tiempo de la economía fue el resultado de años de
especulación bursátil
frenética a manos de los banqueros de Wall Street, éstos
fueron rescatados en
tanto que se culpa a los inmigrantes de “robar empleos norteamericanos”
y son
deportados. Durante la Gran Depresión de los años 30,
hubo también
deportaciones masivas de trabajadores inmigrantes a México.
Además, en cada
guerra imperialista, los gobernantes norteamericanos han encontrado un
“enemigo
interno”: durante la Primera Guerra Mundial se trató de los
“rojos”; en la
Segunda Guerra Mundial fueron los norteamericanos de ascendencia
japonesa
quienes fueron arrojados a campos de “detención” tal y como se
hace hoy en día
con los inmigrantes indocumentados. Ésta es la
razón por la cual la lucha
por los derechos de los inmigrantes no puede separarse de la lucha por
derrotar
la guerra imperialista y barrer con la explotación capitalista. Los
esfuerzos para presionar a dirigentes políticos para que
promulguen
leyes favorables a los inmigrantes no pueden tener éxito.
Además, aunque los
derechistas del Partido Republicano han hecho de la política
antiinmigrante su
carta de presentación, los principales ataques en contra de los
inmigrantes han
sido realizados por los demócratas. Los miles de inmigrantes
provenientes de
Medio Oriente y del sur de Asia que fueron arrestados tras el 11 de
septiembre
no fueron encarcelados y mantenidos incomunicados según las
provisiones de la
infame ley USA PATRIOT aprobada por el republicano Bush (con el apoyo
prácticamente unánime de los demócratas), sino
bajo las de la ley “Reforma a la
Migración Legal y la Responsabilidad migratoria” aprobada
durante el gobierno
del presidente demócrata Bill Clinton. También es el caso
de las deportaciones
expeditas, en las que se niega a los inmigrantes la asesoría
legal, y del
programa Sección 287(g) en el que el gobierno federal subroga a
las policías
estatales y locales la implementación de las leyes migratorias. Los
demócratas
no son amigos de los derechos de los migrantes, sino sus mayores
enemigos. Los
organizadores de la marcha del 21 de marzo quieren que todos vayan
vestidos de blanco, haciendo eco de la convocatoria de la iglesia
católica de
2006. Quieren así envolver la manifestación en los
colores de la bandera
norteamericana, llamándola la “Marcha por América”. Esta
mercadotecnia
patriotera no va a lograr nada. Lo que hizo que los derechos de los
migrantes
fueran un tema candente en 2006 fue el enorme paro de
labores de
millones de inmigrantes y trabajadores realizado el Primero de Mayo.
Los paros
fueron tan masivos y los trabajadores inmigrantes tan vitales, que
hasta los
más virulentos patrones antisindicales como los de Smithfield
Packing Co. de
Carolina del Norte tuvieron que cerrar la producción. Dos
años más tarde, una
acción conjunta de trabajadores latinos, negros y blancos
logró sindicalizar
dicha planta. Para conseguir derechos para los inmigrantes será
necesario
movilizar el poder de los trabajadores inmigrantes, junto con el del
resto del
movimiento obrero, y a mayor escala que en 2006, paralizando los
puertos, las
fábricas y el transporte en todo el país. ¿Puede
hacerse? Sí. Sin embargo,
requiere de una dirección revolucionaria. Hace
cuatro años, la mayoría de los liberales e
izquierdistas reformistas estaba a favor de una “amnistía”.
Nosotros nos
opusimos a ello diciendo que los inmigrantes indocumentados no han
cometido
crimen alguno y que, en consecuencia, no tienen por qué pedir
perdón. En lugar
de rogar clemencia, exigimos plenos derechos de ciudadanía para
todos. Hoy, demócratas,
burócratas sindicales y muchos líderes de grupos de
derechos de los inmigrantes
repiten el mantra de que el sistema migratorio está
“descompuesto”. Obviamente.
Sin embargo, esta frase ambigua sólo enmascara su rechazo a
exigir abiertamente
que los inmigrantes, ya sea que tengan residencia legal o no, deben
tener
plenos derechos, iguales a los de todos los demás en este
país. Ellos nunca
harán este simple pronunciamiento porque apoyan al sistema
capitalista, basado
en el estado nacional, que en virtud de su propia existencia exige la
limitación de la ciudadanía y la exclusión de los
“extranjeros”. Todos ellos
apoyan el “derecho” de los patrones a explotar a los trabajadores. Lo
único que
quieren es que se suavicen un poco los términos de la
exclusión. Como
internacionalistas proletarios, los
comunistas tenemos una posición enteramente distinta. Somos
ciudadanos del
mundo y luchamos por un planeta en el que las fronteras nacionales sean
trascendidas. Aunque hoy en día no podemos simplemente abolir
las fronteras,
luchamos en contra de todo ataque racista y de las excluyentes leyes
migratorias. Hacemos un llamado al movimiento obrero a movilizar su
fuerza para
barrer a los grupos para policíacos antiinmigrantes
y a tomar las calles
para detener las deportaciones. Demandamos: Cerrar los
campos de
detención, libertad para los recluidos. Defendemos los
derechos
democráticos como parte de la lucha por poner fin al sistema
capitalista que
explota a todos los trabajadores y sobre explota a aquellos que carecen
de
derechos, al mismo tiempo que incita la violencia racista en contra de
los más
oprimidos entre los esclavos asalariados. Hacemos un llamado a romper
con
los demócratas y con todos los partidos capitalistas, y a construir
un
partido obrero sobre la base de un programa revolucionario e
internacionalista.
La exigencia de plenos derechos de ciudadanía para todos los
inmigrantes
es una simple demanda democrática, pero para realizarla hace
falta una revolución
socialista. ■ |
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