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marzo de 2010  

¡Cerrar los campos de detención – Libertad para los detenidos!

¡Movilización obrera e inmigrante para
detener las deportaciones!


El vuelo a ninguna parte: Vuelo de deportación de la migra sale del aeropuerto Dulles de Washington,
D.C. con 100 centroamericanos a bordo. Llegaron maniatados con esposas y cadenas.

Foto: Sarah L. Voison/Washington Post

¡Plenos derechos de ciudadanía
para todos los inmigrantes!

Demócratas y republicanos: enemigos de los inmigrantes
¡Necesitamos un partido obrero revolucionario!

La “megamarcha” a favor de los derechos de los inmigrantes, celebrada en Washington, D.C. el pasado 21 de marzo, sobrepasó con creces la meta de los organizadores de reunir unas 100 mil personas en la capital norteamericana. Hasta mediados de la tarde, se estimó la muchedumbre en más de 200 mil manifestantes. Era la más concurrida manifestación de los inmigrantes desde 2006, cuando medio millón de personas marchó en Los Angeles y millones se ausentaron del trabajo para participar en las protestas del 1° de mayo. Hubo más de 200 autobuses de Nueva York, otros 44 que hicieron el viaje de 18 horas desde la Florida y grandes cantidades de la región capitalina. Los oradores se refirieron una y otra vez a la concentración “histórica”. Sin embargo, al día siguiente la marcha fue prácticamente silenciada por los medios de comunicación.

Políticamente, el evento era burgués hasta la médula, siendo organizado por una coalición de iglesias, unos cuantos sindicatos y el Partido Demócrata. De acorde con su lema, “Marcha por América”, los organizadores repartieron banderitas norteamericanas a los participantes. Un desfile de congresistas demócratas hablaron desde la tarima, y hasta un derechista gusano republicano, Lincoln Díaz-Balart, quien se olvidó mencionar que se opone a la legalización de los inmigrantes indocumentados, salvo de Cuba. El presidente Barack Obama se dirigió a la muchedumbre con un mensaje grabado, y nuevamente hizo promesas huevas de “reforma migratoria”. Hizo una mención fugaz de las multas que quiere imponer en los inmigrantes que buscan la residencia legal, y no mencionó que los indocumentados son explícitamente excluidos de su “reforma” del sistema de salud.

No obstante los miles de manifestantes gritando “yes we can” (sí se puede, en inglés), los políticos burgueses no harán nada para legalizar a los más de 15 millones de inmigrantes indocumentados. Van a evitar este tema candente durante este año de elecciones de medio término. Y si eventualmente aprueban alguna ley sobre la inmigración, lo que dista mucho de estar seguro, sólo servirá para victimizar aún más a los trabajadores superexplotados que producen los miles de millones de dólares en beneficios para los patrones, al realizar muchos de los trabajos más penosos por salarios de miseria.

La izquierda era en grande medida ausente del evento, dejando así a los 200 mil inmigrantes, con abrumadora mayoría obrera, a cargo de las iglesias y el Partido Demócrata. En cambio, el Grupo Internacionalista, sección norteamericana de la Liga por la IV Internacional, publicó una edición especial bilingüe de The Internationalist/El Internacionalista para combatir a la política pro capitalista y los llamados patrioteros de los organizadores. Además del artículo que reproducimos a continuación, la edición incluye un artículo de 2006 abogando por “Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes”, y otro instando al movimiento obrero a movilizarse para repudiar el “Linchamiento en Long Island”. Se refiere al asesinato por apuñalamiento del trabajador ecuatoriano Marcelo Lucero en noviembre de 2008. El juicio de sus autores se desarrollaba al momento de la manifestación de Washington. Se vendió más de 630 ejemplares de la edición especial a los manifestantes.

Los trabajadores inmigrantes constituyen hoy en día un sector enorme de la clase obrera norteamericana. Hacemos recalcar el mensaje  de que la lucha por los derechos de los inmigrantes impone una lucha en contra de los políticos burgueses y el sistema capitalista de la pobreza, la guerra y el racismo que éstos representan.

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El domingo 21 de marzo, decenas de miles de inmigrantes y de sus simpatizantes se manifestarán en Washington a favor de una reforma migratoria. Algunos activistas se quedarán allá para cabildear en el Congreso. Se dice que ésta será la más grande marcha de la “era” Obama. Los organizadores de la manifestación desean “enviar un mensaje” a los demócratas en el poder en Washington de que las decenas de millones de inmigrantes no deben ser ignorados. El hecho es, sin embargo, que el Congreso demócrata y el presidente demócrata Barack Obama no están por promulgar una reforma migratoria “significativa” que haga posible la legalización de los más de 15 millones de residentes norteamericanos etiquetados como “ilegales”. Rogar a los gobernantes racistas que sean “justos” no dará resultado: la única manera en que otorgarán derechos es si se los obliga a ello.  Juntos tenemos el poder de hacerlo.

Lo más probable es que toda resolución en torno a este tema sea postergada hasta después de las elecciones de medio término, mientras los reaccionarios antiinmigrantes tienen al campo libre en las ondas radiales y en durante las campañas electorales. Cualquier “reforma” que cocinen seguramente resultará en una pesadilla: los inmigrantes indocumentados tendrán que declarar que son criminales, pagar miles de dólares en multas e impuestos y esperar años ­–si se encuentran entre los pocos afortunados. Además se introducirá contratos de servidumbre para trabajadores (“huéspedes”) temporales, todo en el marco de un fortalecimiento en la militarización de la frontera y la implementación de una tarjeta nacional de identidad “biométrica”, en lo que representará un estado policíaco para todos. ¡Al diablo con todo esto! El Grupo Internacionalista sostiene que todos los que viven aquí deben tener derechos iguales. ¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes!

Los manifestantes hablan por los millones de personas que viven y trabajan en Estados Unidos y que, sin embargo, sobrellevan una existencia sombría sin el disfrute de derechos elementales. Al trabajar en los peores empleos a cambio de salarios miserables, están sujetos a un abuso sistemático. Temen ser deportados cada vez que entran en contacto con las autoridades. Los niños nacidos en Estados Unidos son separados de sus padres nacidos en el extranjero. Los trabajadores, después de años en el trabajo, pueden de repente ser echados del trabajo debido a que una computadora escupe una temida carta de “no match” (no coincidencia, de los números del social). Pueden ser objeto de redadas a manos de los policías uniformados de negro de la ICE, agencia que forma parte de la Secretaría para la Seguridad de la Patria –la odiada migra– y ser recluidos en campos de concentración. Cientos de miles son expulsados del país sin haber contado con defensa legal alguna, en tanto que otros son retenidos tras las barras o el alambre de púas durante años antes de que sus casos sean presentados ante un tribunal.

La ira aumenta en contra del presidente Barack Obama y los demócratas en el Congreso, quienes fueron elegidos con el voto mayoritario de latinos e inmigrantes sobre la base de sus promesas de reformar el sistema migratorio para ofrecer una “vía hacia la ciudadanía”. Obama prometió la semana pasada que su compromiso con una “reforma migratoria integral” sigue “intacto”. Sin embargo, desde que asumió el cargo hace un año con una aplastante mayoría en las dos cámaras del Congreso, su gobierno no ha hecho nada en torno a la migración, excepto intensificar la represión. Los partidos socios del capitalismo norteamericano, el Demócrata y el Republicano, son enemigos de los trabajadores inmigrantes y de toda la clase obrera. Pensar que pueden ser sus aliados es una peligrosa ilusión.

Malo para los inmigrantes bajo Bush, peor en los EE.UU. de Obama

Muchos inmigrantes, y muchos de sus líderes, tenían ilusiones en Barack Obama: pensaban que, “porque tenemos un presidente afroamericano, ya teníamos garantizada la reforma estaba”, según dijo uno de ellos. Ciertamente, la elección de un presidente negro representó un importante cambio social en este país, fundado sobre la base de la esclavitud y que sufrió cerca de un siglo de leyes que dispusieron la más completa segregación. La opresión de los negros sigue siendo fundamental en todo aspecto del racista capitalismo norteamericano, un hecho que es clave para toda verdadera lucha por los derechos de los inmigrantes. Sin embargo, Barack Obama representa políticamente a los capitalistas, no a los trabajadores negros ni a las masas de los guetos. Obama entrega billones de dólares a los bancos de Wall Street mientras millones de trabajadores son echados de sus empleos. A final de cuentas, fue elegido para poner un rostro amigable al imperialismo norteamericano, mientras prosigue sus guerras y ocupaciones.

En lo que toca a los inmigrantes, Barack Obama ha significado más represión. “Sí, las cosas están cambiando”, dice Subhash Kateel, un trabajador a favor de los derechos de los inmigrantes en Miami. “Están empeorando” (New America Media, 22 de febrero). Bajo Obama, las terribles redadas que realizaba el gobernó de Bush han sido remplazadas con despidos masivos de trabajadores cuyos números del Seguro Social no coinciden con la base de datos eVerify. Aunque afirma que sólo persigue a criminales peligrosos, la Secretaría para la Seguridad de la Patria está entregando información migratoria a las policías locales que entregan a la ICE a personas detenidas quienes sólo habrían incurrido en faltas al manejar para que sean deportadas. Más de 387,000 personas fueron deportadas en el primer año de la presidencia de Obama (New America Media, 8 de marzo). Janet Napolitano, jefa de dicha secretaría, se jactó en una conferencia sobre la seguridad fronteriza de que las cifras han duplicado las de 2007, aún bajo el gobierno de Bush (New York Times, 12 de agosto de 2009). Y eso sí, los inmigrantes están enfurecidos.

Entretanto, los tribunales migratorios están empantanados con un número récord de casos de deportación (228.000 tan sólo en el año fiscal 2010) mientras que el tiempo por medio en prisión antes de que los casos sean presentados ante un tribunal supera con creces un año (439 días) y hasta de cerca de dos años (612 días) en California (El Diario/La Prensa, 12 de marzo). Mientras tanto, se está revelando más información acerca de la siniestra red de prisiones clandestinas que se ha establecido como parte del reino de terror que la Secretaría para la Seguridad de la Patria ha lanzado en contra de las comunidades migrantes. El New York Times (10 de enero) desenmascaró un intento de ocultar 107 muertes en prisiones de la ICE, así como la manera en que funcionarios de la “descuidada red de cárceles privadas, centros federales y celdas municipales” en las que se mantiene a los inmigrantes, les niegan tratamiento médico, ocultan los registros y luego mienten a los reporteros y familiares acerca de ello.

Los funcionarios de la migra presumen que “la ICE administra el mayor sistema carcelario del país. Durante el año fiscal de 2008, ICE supervisó un total de 378.582 aliens (foráneos)” y mantuvo presos a un número similar un año después (DHS, Immigration Detention Overview and Recommendations, octubre de 2009). La politóloga Jacqueline Stevens en un artículo publicado por The Nation (4 de enero) sobre “Los castillos secretos de la ICE en Estados Unidos” reveló que, además de los centros carcelarios oficiales, la “ICE también confina personas en 186 oficinas sucursales que no están listadas ni marcadas, muchas ubicadas en centros de oficinas suburbanas o en espacios comericales…. ICE ha creado una red de cárceles secretas”. Los agentes de la ICE trabajan en oficinas ocultas como los marshals de la fuerza encargada de la persecución de fugitivos ubicada en el tercer piso del mercado de Chelsea en Nueva York, arriba de una conocida panadería y cerca de locales de comida.

Junto con las cárceles secretas y los escuadrones de secuestro de la ICE, la guerra del gobierno en contra de los “inmigrantes ilegales” azuza el odio antiinmigrante en todo el país. En noviembre de 2008, el asesinato del trabajador ecuatoriano Marcelo Lucero a manos de una banda de adolescentes racistas liderada por un skinhead nazi en Patchougue, Long Island, sacó a la luz la omnipresente hostilidad y la extendida violencia en contra de los inmigrantes latinos en la región. Un año más tarde se habló mucho acerca de las “señales de esperanza” y reconciliación, de la “diversidad y la tolerancia” en la comunidad. Pero cuando el juicio contra el asesino fascista comenzó este mes, tantos posibles miembros del jurado regurgitaron racismo antiinmigrante que el juez tuvo que entrevistar a cientos tan sólo para reunir a los doce que se requieren (New York Times, 8 de marzo).

La atmósfera de linchamiento que se vive en Long Island ha sido azuzada por políticos locales, especialmente por el jefe ejecutivo del condado de Suffolk, Steve Levy, un demócrata que recientemente anunció que se prepara para contender por la gubernatura con el Partido Republicano y que ha hecho campaña por años en contra de los inmigrantes “ilegales”. En otro extremo del país, en Arizona, el sheriff del condado de Maricopa, Joe Arpaio, ha realizado una cacería antiinmigrantes desde 1992. Haciendo perfiles raciales contra los latinos, utilizando pistolas de electrochoque contra los prisioneros y trabajando mano a mano con los fascistas antiinmigrantes del Minutemen, Arpaio ha incitado la histeria y la ira racistas. Más de 10,000 personas protestaron en contra del sheriff antiinmigrante de Phoenix en enero. Sin embargo, Janet Napolitano (ex gobernadora de Arizona), canceló una investigación en su contra que seguía la Secretaría de Justicia y que había revelado numerosos abusos.

¡Romper con los demócratas! ¡Forjar un partido obrero internacionalista!

Los organizadores de la marcha del 21 de marzo no protestan en contra de la guerra del gobierno norteamericano en contra de los inmigrantes, sino que simplemente intentan presionar al demócrata Obama en la Casa Blanca y a los líderes demócratas en el Congreso. En Nueva York, están pidiendo a los manifestantes que reparten peticiones al senador demócrata Charles Schumer, quien con el senador republicano Lindesy Graham está esbozando una iniciativa de “reforma” conjunta. El 11 de marzo, presentaron a Obama un “borrador” de la propuesta, cuyo contenido aún es secreto. Unas horas antes, el presidente se reunió con grupos de derechos de los inmigrantes, después de un coro de quejas en torno al incremento en el número de arrestos y deportaciones realizados por la ICE, así como por la inacción del gobierno en torno a la reforma. Sin embargo, Graham dijo que había dejado claro que si los demócratas imponían su reforma al sistema de salud, la reforma migratoria se “pararía”. Así, mientras Graham pide a Obama que insista en un programa de trabajadores temporales en contra de la oposición de los sindicatos, Shumer quiere una tarjeta nacional de identidad de alta tecnología, que representaría una amenaza en contra de las libertades civiles.

Más allá de las cínicas maniobras de los políticos burgueses y de la impotente política de presión burguesa de varias de las organizaciones de derechos de los inmigrantes, la cuestión fundamental es que los inmigrantes son los chivos expiatorios de la crisis económica capitalista, y el blanco en la imperialista “guerra contra el terrorismo”. Aunque la bomba de tiempo de la economía fue el resultado de años de especulación bursátil frenética a manos de los banqueros de Wall Street, éstos fueron rescatados en tanto que se culpa a los inmigrantes de “robar empleos norteamericanos” y son deportados. Durante la Gran Depresión de los años 30, hubo también deportaciones masivas de trabajadores inmigrantes a México. Además, en cada guerra imperialista, los gobernantes norteamericanos han encontrado un “enemigo interno”: durante la Primera Guerra Mundial se trató de los “rojos”; en la Segunda Guerra Mundial fueron los norteamericanos de ascendencia japonesa quienes fueron arrojados a campos de “detención” tal y como se hace hoy en día con los inmigrantes indocumentados. Ésta es la razón por la cual la lucha por los derechos de los inmigrantes no puede separarse de la lucha por derrotar la guerra imperialista y barrer con la explotación capitalista.

Los esfuerzos para presionar a dirigentes políticos para que promulguen leyes favorables a los inmigrantes no pueden tener éxito. Además, aunque los derechistas del Partido Republicano han hecho de la política antiinmigrante su carta de presentación, los principales ataques en contra de los inmigrantes han sido realizados por los demócratas. Los miles de inmigrantes provenientes de Medio Oriente y del sur de Asia que fueron arrestados tras el 11 de septiembre no fueron encarcelados y mantenidos incomunicados según las provisiones de la infame ley USA PATRIOT aprobada por el republicano Bush (con el apoyo prácticamente unánime de los demócratas), sino bajo las de la ley “Reforma a la Migración Legal y la Responsabilidad migratoria” aprobada durante el gobierno del presidente demócrata Bill Clinton. También es el caso de las deportaciones expeditas, en las que se niega a los inmigrantes la asesoría legal, y del programa Sección 287(g) en el que el gobierno federal subroga a las policías estatales y locales la implementación de las leyes migratorias. Los demócratas no son amigos de los derechos de los migrantes, sino sus mayores enemigos.

Los organizadores de la marcha del 21 de marzo quieren que todos vayan vestidos de blanco, haciendo eco de la convocatoria de la iglesia católica de 2006. Quieren así envolver la manifestación en los colores de la bandera norteamericana, llamándola la “Marcha por América”. Esta mercadotecnia patriotera no va a lograr nada. Lo que hizo que los derechos de los migrantes fueran un tema candente en 2006 fue el enorme paro de labores de millones de inmigrantes y trabajadores realizado el Primero de Mayo. Los paros fueron tan masivos y los trabajadores inmigrantes tan vitales, que hasta los más virulentos patrones antisindicales como los de Smithfield Packing Co. de Carolina del Norte tuvieron que cerrar la producción. Dos años más tarde, una acción conjunta de trabajadores latinos, negros y blancos logró sindicalizar dicha planta. Para conseguir derechos para los inmigrantes será necesario movilizar el poder de los trabajadores inmigrantes, junto con el del resto del movimiento obrero, y a mayor escala que en 2006, paralizando los puertos, las fábricas y el transporte en todo el país. ¿Puede hacerse? Sí. Sin embargo, requiere de una dirección revolucionaria.

Hace cuatro años, la mayoría de los liberales e izquierdistas reformistas estaba a favor de una “amnistía”. Nosotros nos opusimos a ello diciendo que los inmigrantes indocumentados no han cometido crimen alguno y que, en consecuencia, no tienen por qué pedir perdón. En lugar de rogar clemencia, exigimos plenos derechos de ciudadanía para todos. Hoy, demócratas, burócratas sindicales y muchos líderes de grupos de derechos de los inmigrantes repiten el mantra de que el sistema migratorio está “descompuesto”. Obviamente. Sin embargo, esta frase ambigua sólo enmascara su rechazo a exigir abiertamente que los inmigrantes, ya sea que tengan residencia legal o no, deben tener plenos derechos, iguales a los de todos los demás en este país. Ellos nunca harán este simple pronunciamiento porque apoyan al sistema capitalista, basado en el estado nacional, que en virtud de su propia existencia exige la limitación de la ciudadanía y la exclusión de los “extranjeros”. Todos ellos apoyan el “derecho” de los patrones a explotar a los trabajadores. Lo único que quieren es que se suavicen un poco los términos de la exclusión.

Como internacionalistas proletarios, los comunistas tenemos una posición enteramente distinta. Somos ciudadanos del mundo y luchamos por un planeta en el que las fronteras nacionales sean trascendidas. Aunque hoy en día no podemos simplemente abolir las fronteras, luchamos en contra de todo ataque racista y de las excluyentes leyes migratorias. Hacemos un llamado al movimiento obrero a movilizar su fuerza para barrer a los grupos para policíacos antiinmigrantes y a tomar las calles para detener las deportaciones. Demandamos: Cerrar los campos de detención, libertad para los recluidos. Defendemos los derechos democráticos como parte de la lucha por poner fin al sistema capitalista que explota a todos los trabajadores y sobre explota a aquellos que carecen de derechos, al mismo tiempo que incita la violencia racista en contra de los más oprimidos entre los esclavos asalariados. Hacemos un llamado a romper con los demócratas y con todos los partidos capitalistas, y a construir un partido obrero sobre la base de un programa revolucionario e internacionalista. La exigencia de plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes es una simple demanda democrática, pero para realizarla hace falta una revolución socialista


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe a: internationalistgroup@msn.com

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