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enero de 2000 


¡Forjar un partido trotskista, por la revolucion socialista!

Dolarización y militarización masiva
Ecuador se tambalea ante crisis capitalista

   Reuters
Obreros durante protesta callejera contra la "dolarización", Quito, 12 de enero.
Reproducimos a continuación el texto del volante del Grupo Internacionalista/Liga por la IV Internacional, publicado el 16 de enero de 2000.
Ecuador se ha convertido en un símbolo del desorden mundial del capitalismo. El presidente Jamil Mahuad se esfuerza cada vez más desesperadamente por frenar la crisis económica. Los banqueros imperialistas, que han dictado cada una de las medidas económicas de Mahuad, advierten ahora que el derrumbe ecuatoriano podría desestabilizar aún más a toda la región. Al hundir al país en la miseria catastrófica, su embestida hambreadora y privatizadora está provocando un estallido de ira por parte de las masas trabajadoras. 

El 14 de enero, el presidente decretó la "militarización masiva" del país andino de 12 millones de habitantes, con la movilización de 30 mil policías y soldados. Esta nueva escalada represiva se desató contra las protestas de organizaciones indígenas y estudiantiles, junto con la convocatoria de paros por parte de los sindicatos de transportistas y petroleros, a raíz del nuevo plan de "dolarización" de la economía. Este plan neocolonial establece que la divisa ecuatoriana será sustituida por el dólar estadounidense. A comienzos de los años 90, el régimen de Menem en Argentina vinculó el peso argentino al dólar. Pero según la decisión de Mahuad, la divisa nacional desaparecerá, tal como en Panamá donde el uso del dólar (denominado "balboa") ha sido la contraparte económica del dominio militar de aquel país por parte de EE.UU.

Desde que asumió el poder el 10 de agosto de 1998 a la cabeza de una coalición de centroderecha, la popularidad de Mahuad ha caído a tal grado que más de la mitad de la población desea que renuncie y hace dos semanas, las encuestas mostraron que menos del 8 por ciento creía en su palabra y le daba cierta credibilidad. Cualquiera que sea la suerte de la última jugada financiera del mandatario capitalista de turno, los trabajadores enfrentan un problema fundamental: la actual ola de protestas, igual que las de años anteriores, está dominada por la política populista, burguesa y nacionalista de un "frente popular" de colaboración de clases. Y esto, aun en caso del "triunfo", implicaría más de lo mismo, como sucedió en 1997 cuando el gobierno de Abdalá Bucaram fue derrocado por una huelga general que instaló otro régimen de hambre y represión.

El primero de octubre del año pasado, el gobierno de Mahuad incumplió el pago de US$50 millones en intereses sobre sus bonos Brady (siguiendo una directriz del FMI), mientras carga con un fardo total de unos US$15.000 millones en deuda externa, equivalente a más del 90 por ciento del producto interno bruto. Los banqueros e inversionistas imperialistas han exigido a gritos que sus socios menores, los capitalistas ecuatorianos, aseguren el flujo de réditos y "estabilicen" la economía a expensas de los obreros y campesinos. Sin embargo, los trabajadores ya enfrentan una situación inaguantable: el 60 por ciento de la población vive en la miseria, y en 1999 hubo una inflación del 61 por ciento, mientras que la moneda perdió las dos terceras partes de su valor y el PIB cayó un 7,3 por ciento de acuerdo con las cifras oficiales.

Según los voceros imperialistas, Ecuador "es un país perfecto para experimentar con el nuevo concepto del FMI de ‘compartir la carga’ sin arriesgar la estabilidad financiera global", como expresó con sumo cinismo la revista financiera América Economía (27 de enero). Entre los "experimentos" del pasado se cuentan los mismos bonos Brady, diseñados a mediados de los años 80 por el entonces secretario del Tesoro de EE.UU. como supuesta solución a la crisis de la deuda en América Latina. La idea era que por tratarse del Tesoro estadounidense, el pago estaría garantizado, vana ilusión que reflejaba la arrogancia del amo imperial.

El ciclo infernal de "experimentos" y planes capitalistas sólo significa más explotación y miseria para los trabajadores de Ecuador y de toda América Latina. Todas las promesas de paz y prosperidad capitalistas se han esfumado tras revelarse como engaños para expoliar despiadadamente a los explotados y oprimidos. En realidad la nueva crisis subraya la necesidad de abolir y barrer con la deuda imperialista de una vez por todas, en una revolución socialista que establezca un gobierno obrero y campesino, como parte de los Estados Unidos Socialistas de América Latina.

Lo que falta es la dirección, ya que todas las fuerzas del movimiento obrero y de izquierda están sumergidas en la más descarada colaboración de clases. La situación exige a gritos resolver la crisis de dirección proletaria forjando un partido obrero revolucionario, un partido trotskista, como parte de la lucha por reforjar la IV Internacional, partido mundial de la revolución socialista.

El ciclo infernal de los gobiernos burgueses

Frente a las protestas contra el plan de dolarización, el jefe imperialista Bill Clinton recalcó el apoyo de su gobierno a Mahuad, experto en política hambreadora que tal como su homólogo mexicano Ernesto Zedillo, es egresado de la Universidad de Harvard. El interés de Clinton responde en parte al hecho de que tras el abandono por parte del ejército estadounidense de la base militar Howard en Panamá, Mahuad le entregó la base de Manta en la costa ecuatoriana. Para Estados Unidos, esta base será la plataforma de operaciones para su proyecto de US$1.600 millones para una intervención militar en Colombia, so pretexto de la "guerra contra las drogas". En realidad, esta intervención busca no sólo intensificar la contrainsurgencia en Colombia sino también asegurar el control militar de toda la región, vista como zona de inestabilidad en el "patio trasero" de EE.UU. en un período de crecientes rivalidades entre las potencias imperialistas a escala mundial.

Reuters

La policía defiende el régimen capitalista contra protestas obreras, 12 de enero. 

Las protestas del 15 de enero fueron anunciadas como un "levantamiento" pacífico por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), que declaró la intención de establecer un "gobierno popular" y exigió la salida del poder de Mahuad así como la disolución de los poderes legislativo y judicial. Si bien las manifestaciones no tuvieron la participación prevista, se ha convocado para los próximos días una huelga de los trabajadores petroleros así como paros por parte de los transportistas y manifestaciones estudiantiles.

Mientras tanto, los partidos de "izquierda" exigen insistentemente el establecimiento de un "Gobierno Patriótico de Unidad Nacional", recalcando así su determinación de apuntalar a la burguesía "nacional" mediante los mecanismos de la colaboración de clases. En una situación de avanzada caducidad de todas las instituciones capitalistas, el papel de la izquierda oportunista ha sido el de desviar las luchas de los obreros, campesinos indígenas y estudiantes hacia los cauces de la política de "oposición" burguesa, por medio de un sinnúmero de frentes, bloques y alianzas, desde el Frente Popular y el Congreso del Pueblo hasta el Frente Patriótico. Así, la ayuda de la "izquierda" ha sido crucial para la sobrevivencia del sistema capitalista.

Ya en marzo del año pasado los sindicatos obreros, las organizaciones campesinas y los grupos estudiantiles realizaron una huelga nacional que sacudió al régimen, pero el resultado fue un acuerdo con Mahuad que involucró a casi todos los partidos, desde la derecha hasta la supuesta extrema izquierda, hegemonizada por el Movimiento Popular Democrático, frente "de masas" del estalinista Partido Comunista Marxista-Leninista de Ecuador (PCMLE). De esta forma, mediante la promesa de una que otra "concesión" efímera, el gobierno de Mahuad se mantuvo en pie con la ayuda, en los momentos críticos, de la "oposición".

La colaboración de clases ha sido la clave del ciclo de gobiernos capitalistas, tanto de corte populista como "neoliberal", en los últimos años. En 1995, el gobierno ecuatoriano produjo un enorme déficit presupuestario mediante la compra de armas para la guerra reaccionaria con Perú sobre un territorio despoblado en la selva amazónica. Un año después, Abdalá Bucaram, un populista guayaquileño que se apodaba "El Loco", fue elegido con el apoyo de los sindicatos, las organizaciones campesinas y gran parte de la izquierda.

Tras sólo seis meses, el gobierno de Bucaram tambaleaba ante una avalancha de escándalos de corrupción y una creciente crisis financiera. Entonces el grueso de las organizaciones sindicales, campesinas y de izquierda se aliaron con las fuerzas armadas y la derecha oligárquica para derrocar a Bucaram, por "incapacidad mental", e instalar el gobierno transicional de Fabián Alarcón.

El gobierno transicional, que en su corta existencia marcó nuevos hitos de corrupción, abrió paso a su vez a la elección de Jamil Mahuad hace un año y medio. Entrevistado sobre el flamante plan de dolarización, "El Loco" Bucaram dice que él mismo lo hubiera hecho si tuviera la oportunidad, aunque opina que el gobierno de Mahuad "no está en capacidad" para llevarlo a cabo.

Como parte de esta farsa capitalista, una parte de la burguesía ha buscado distraer a la población al azuzar el regionalismo, buscando poner a los costeños contra los serranos y llegando al extremo ridículo de proclamar la supuesta "independencia" de Guayaquil. Mientras se acumulan los síntomas de la inviabilidad del "orden" imperante, lo cierto es que la clase capitalista en su conjunto ha mostrado no sólo su "incapacidad" social sino su bancarrota total. No obstante, el dominio burgués no va a colapsar por sí solo; tiene que ser derrocado por la acción consciente y organizada del proletariado, a la cabeza de los campesinos pobres, los indígenas, las mujeres explotadas y todos los oprimidos.

La colaboración de clases, una trampa mortal

Detrás de su llamado a derrocar al gobierno actual e instalar un "parlamento popular", los dirigentes de las protestas actuales presentan un programa que no va más allá del marco del sistema capitalista. De hecho, el presidente de la Conaie, Antonio Vargas, exige la toma del poder por "una junta de un militar, un religioso y un civil, en reemplazo del Poder Ejecutivo" (Página/12 [Buenos Aires], 16 de enero). Su visión es la de pequeños propietarios desesperados, que piden que los bancos les otorgue préstamos para "crear microempresas". Sin embargo, la miseria en el campo y la ciudad de Ecuador no será resuelta de ninguna forma a través de minifundios y microempresas. A los trabajadores ecuatorianos les urge una política clasista y un programa revolucionario. No existe ninguna solución dentro del sistema capitalista. Sin embargo, lo que se les ha ofrecido bajo el rótulo de "izquierda" es en realidad la antítesis del comunismo genuino.

Tras la contrarrevolución capitalista que destruyó a la Unión Soviética, y la desaparición del viejo Partido "Comunista" (en realidad estalinista) pro-Moscú en Ecuador, el partido más importante de la izquierda "marxista" ha sido el PCMLE, heredero de la variante maoísta del estalinismo. El PCMLE dirige el Movimiento Popular Democrático, el cual tiene una presencia significativa en el Congreso y dirige el sindicato de maestros así como gran parte del movimiento estudiantil. El MPD ha sido también objeto de la represión capitalista, por ejemplo con el asesinato de su líder Jaime Hurtado, quien fuera el único político negro importante en el país.

El MPD y el PCMLE plantean las consignas del "poder popular" y una "revolución democrática antiimperialista", conforme con el dogma estalinista de la revolución por etapas: primero una alianza en que los explotados se subordinan a un sector de la burguesía "nacional", y en algún futuro distante, supuestamente, una segunda etapa en que se le permite a la clase obrera plantearse la tarea de tomar el poder. Este esquema estalinista, que repite las fórmulas de los mencheviques que se opusieron a la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, se reduce a la búsqueda desesperada de "aliados" burgueses. En su variante maoísta, esta doctrina se formula como un "bloque de cuatro clases" (proletariado, campesinado, pequeña burguesía urbana y burguesía "nacional") que establezca una ilusoria "nueva democracia" que "ajustaría" los conflictos entre explotadores y explotados.

En Ecuador se ha mostrado con especial claridad lo que todo esto significa en la práctica. El 11 de marzo de 1999, el MPD publicó un manifiesto del "Congreso Popular", en que jugó un papel central, diciendo que "convocamos a la Iglesia, los medios de comunicación, las Fuerzas Armadas, las universidades y escuelas politécnicas, los empresarios, los actores sociales y las fuerzas políticas democráticas con el fin de impulsar un verdadero ACUERDO NACIONAL, que nos permita, en forma urgente, enfrentar la crisis".  Siete días después, Stalin Vargas, presidente de la Unión Nacional de Educadores y uno de los principales voceros del MPD y el PCMLE, justificó el acuerdo de éstos con el gobierno, en pleno paro del magisterio, al decir: "El acuerdo del Gobierno con un bloque de mayoría más representativo es importante, porque Mahuad tuvo que echarse para atrás" (El Comercio [Quito], 19 de marzo de 1999). A la vez, se jactó de "la victoria alcanzada en estas jornadas de lucha, que han obligado al Presidente de la República a dejar de lado el estado de emergencia, a retirar las leyes enviadas con el carácter de emergencia, a bajar el precio de las gasolinas; en definitiva, a echar abajo el paquete neoliberal" (La Hora [Quito], 19 de marzo). Hoy en día estas palabras parecen una cruel ironía de la política oportunista, que engaña a los trabajadores en servicio de la clase dominante.

Por otra parte, el nacionalismo estalinista se manifestó de la forma más repugnante con respecto a la guerra entre Ecuador y Perú sobre la región amazónica Tiwinza. En una declaración de mayo de 1999, el PCMLE señaló que "las diferencias territoriales siempre han sido utilizadas por la burguesía como una puerta de escape a las tensiones internas de los países" y subrayó que "el manejo del conflicto territorial y su solución buscaba consolidar a los gobiernos de Mahuad y [el presidente peruano] Fujimori". Pero a la vez se queja de que ¡"Se entregó nuestro territorio"! La declaración denuncia al gobierno por "aceptar la paz a cualquier costo" en el tratado de paz firmado con Perú en octubre de 1998, diciendo que esto muestra "el carácter antipatriótico de la coalición demo-popular social-cristiana" que aceptó un "nuevo cercenamiento territorial...un zarpazo a la soberanía e integridad territorial del país". El MPD se jacta incluso de haber auspiciado un "Encuentro Patriótico en Defensa de la Soberanía Nacional".

Al defender de forma idéntica "su" patria burguesa, al otro lado de la frontera el maoísta Partido Comunista del Perú (Sendero Luminoso) enarbola el nacionalismo peruano. Primero observa: "Sobre la cuestión de la frontera con Ecuador, ambos gobiernos y sus fuerzas armadas usan el problema para afianzarse en el poder, llamando a la ‘unidad nacional’, para acallar los cuestionamientos a sus nefastos planes." Y acto seguido, dice: "Alertamos a todo el pueblo que la dictadura fascista, genocida y vendepatria que por sus afanes y ante la presión del imperialismo, esté tramando entregar una vez más, parte de nuestro territorio patrio" (declaración del Comité Central del PCP, febrero de 1998).

Así, con llamados chauvinistas a defender "nuestro territorio" en una selva despoblada, los estalinistas ayudan a sus respectivas burguesías a poner a los trabajadores ecuatorianos y peruanos los unos contra los otros, pisoteando el lema del Manifiesto Comunista de Marx y Engels: "Los obreros no tienen patria.... Proletarios de todos los países, ¡uníos!"

El programa de la revolución permanente

Al declarar una lucha sin cuartel contra la colaboración de clases, nosotros los trotskistas luchamos contra todos los "frentes populares", que abrieron la puerta a la reacción desde Centroamérica hasta Bolivia y Perú—donde Fujimori fue elegido originalmente con el apoyo de la Izquierda Unida—y Chile, donde la Unidad Popular de Salvador Allende, mecanismo de colaboración con burgueses "progresistas" y militares "constitucionalistas", preparó el camino para el golpe sangriento de Pinochet.

Hoy día en México, el frente popular alrededor del Partido de la Revolución Democrática del nacionalista burgués Cuauhtémoc Cárdenas, que gobierna la capital, ha mandado a los granaderos a golpear y arrestar a huelguistas estudiantiles de la Universidad Nacional, la mayor universidad de América Latina, en huelga por más de nueve meses contra los planes de privatización de la educación. Y en Brasil, la izquierda frentepopulista encabezada por el Partido dos Trabalhadores de Lula subordina las protestas obreras a una alianza con políticos burgueses como el ex presidente Itamar Franco y el viejo zorro populista Leonel Brizola.

Para que sus luchas no sean traicionadas y canalizadas en beneficio de una u otra fracción de los explotadores, los trabajadores ecuatorianos necesitan romper tajantemente con todas las fórmulas reformistas de un "gobierno patriótico de unidad nacional", "poder popular" y demás planteamientos de sometimiento a la burguesía. Esto significa tomar el camino del comunismo genuino de los dirigentes de la Revolución Bolchevique, V.I. Lenin y León Trotsky. En Ecuador hasta la fecha, la izquierda oportunista ha logrado ocultar casi por completo la historia y las ideas del trotskismo, que defendió el programa revolucionario de los bolcheviques contra la burocracia conservadora y nacionalista que usurpó el poder político en la URSS abriendo paso a la restauración capitalista.

Contra la colaboración de clases y la mentira estalinista de la "revolución por etapas", luchamos por el programa trotskista de la revolución permanente. En los países de desarrollo capitalista tardío, las tareas "democráticas"—como la revolución agraria, la emancipación del yugo imperialista, y la liberación de los pueblos indígenas, que representan al menos el 40 por ciento de la población ecuatoriana—sólo pueden cumplirse mediante la toma del poder por el proletariado, apoyado por los campesinos pobres. En Ecuador cada uno de los problemas fundamentales, desde la deuda externa y la inflación galopante hasta la represión militar y la opresión de la mujer, exige la expropiación revolucionaria de los capitalistas y terratenientes, junto con sus padrinos imperialistas. Este es el significado de la consigna del gobierno obrero y campesino.

A la vez, queda claro que los trabajadores del diminuto Ecuador no pueden resolver sus problemas por sí solos. A pesar de toda la palabrería sobre el "sueño bolivariano", la débil burguesía resultó incapaz de unir la región, la fragmentó y busca incansablemente dividir a los trabajadores con el arma del nacionalismo. Sin embargo, las crecientes dificultades de los regímenes capitalistas latinoamericanos presentan oportunidades importantes para unir a los trabajadores por encima de las fronteras nacionales.

En Perú, Colombia, Bolivia y Brasil, los gobiernos "neoliberales" han exacerbado la miseria de las masas y profundizado el sometimiento al imperialismo. En Venezuela, el militar burgués Hugo Chávez irrita a EE.UU. mediante su demagogia populista y sus abrazos con Fidel Castro, pero tal como Bucaram no pasa de ser un mecanismo para engañar y someter a las masas con el apoyo de la "izquierda" oportunista. Entretanto, México, donde el "tercer mundo" tiene su mayor frontera con el "primer mundo" de las potencias capitalistas avanzados, es escenario de una profunda crisis del régimen semibonapartista que ha mantenido a raya a las masas trabajadoras por más de siete décadas. Como escribiera Trotsky:

"América del Sur y Central sólo podrán salir de su retraso y sometimiento si unen todos sus estados en una federación poderosa. Pero no será la retrasada burguesía sudamericana, esa sucursal del imperialismo extranjero, la llamada a resolver esta tarea, sino el joven proletariado de Sudamérica quien dirigirá a las masas oprimidas."
—"La guerra y la IV Internacional" (1934)
Esta perspectiva, hoy más urgente que nunca, se resume en la consigna trotskista de los Estados Unidos Socialistas de América Latina.

Para sobrevivir, una revolución en América Latina tendrá que extenderse hacia el imperio del norte. Símbolo de este potencial es el "puente humano" de los trabajadores inmigrantes que constituyen una parte dinámica y creciente de la clase obrera de EE.UU. En una situación en que el salario promedio es de menos de US$62 por mes en Ecuador, y ante el colapso de muchas industrias y actividades artesanales tradicionales, unos 400 mil ecuatorianos se han visto obligados a emigrar del país en los últimos dos años. Gran parte de ellos han emprendido el viaje peligroso hacia América del Norte, que suele costar US$7.000 o más. Lejos de encontrarse en un paraíso dorado, aquellos que logran llegar encuentran la explotación despiadada en los "talleres de sudor" de la industria de la ropa y trabajos de construcción a menudo peligrosos, como se manifestó recientemente cuando un obrero cuencano fue enterrado vivo en un proyecto de construcción en Nueva York. Si bien la burguesía agita estos hechos en sus intentos por frenar la inmigración, para los obreros revolucionarios esta realidad subraya la urgencia de una lucha contra el sistema capitalista en su conjunto. La situación significa no sólo opresión y sufrimiento sino también el potencial de una lucha clasista de enorme fuerza, puesto que estos trabajadores forman parte ya del poderoso proletariado multirracial de EE.UU.

Una de las claves para realizar este enorme potencial es la movilización de la clase obrera organizada en contra de las redadas de la "migra" (Servicio de Inmigración), en un combate por plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes. Esto exige una lucha en contra de las divisiones nacionales y étnicas (por ejemplo, en contra de los esfuerzos constantes de los patrones por poner a los trabajadores latinos contra los asiáticos), y el entendimiento de que la defensa del trabajador inmigrante es inseparable de la lucha por la liberación de los negros, eje de la política en Estados Unidos. Exige, a la vez, la oposición irreconciliable al bicéfalo partido Demócrata- Republicano del imperialismo estadounidense, y una lucha clasista por los derechos de la mujer: por ejemplo, la lucha por guarderías infantiles gratuitas y disponibles las 24 horas, el derecho al aborto como parte de un sistema de atención médica gratuita y de alta calidad, la abolición de toda forma de discriminación y la plena integración de las mujeres en la vida económica y social, lo que se puede realizar únicamente en una sociedad que se base en las necesidades humanas y no las ganancias de un puñado de explotadores.

La crisis ecuatoriana muestra una vez más que el sistema capitalista es incapaz de satisfacer las necesidades más básicas y apremiantes de los trabajadores. La "inestabilidad" tan temida por la burguesía debe convertirse en una lucha clasista sin cuartel, contra el imperialismo y los capitalistas "nacionales" y a favor de la revolución proletaria internacional. La tarea de los obreros y obreras conscientes, de los jóvenes que quieren dedicarse a la lucha contra este sistema capitalista de miseria, racismo y guerra, es contribuir al forjamiento del partido revolucionario de la clase obrera mundial. Esta es la causa y la razón de ser del Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional.


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe a: internationalistgroup@msn.com

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