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abril de 2003 


Ecuador: Trabajo infantil y represión antisindical

Fotos: Peter Essick/Aurora

Foto: Álvaro Noboa     Foto: trabajo infantil en las bananeras
El “rey del banano”, Álvaro Noboa (a la izquierda), ex candidato presidencial y el hombre más rico del Ecuador, con sus gerentes. Su imperio está basado en el trabajo de menores (a la derecha).

Chiquita Banana, Bonita Banana – las imágenes que utilizan los grandes consorcios fruteros para comercializar sus productos son sonrientes, evocan alegría tropical. Pero las condiciones laborales bajo las cuales se producen parecen más un infierno tropical. Extenuantes jornadas laborales de doce horas bajo el sol; manejo de pesticidas sin los instrumentos más elementales de protección; jaleo de las pesadas pencas de plátanos más de un kilómetro a las plantas empacadoras. El único agua disponible viene de pozos altamente contaminados, causando fuertes dolores gastrointestinales y diarrea. Y lo más escandaloso: nos referimos aquí al trabajo matador que realizan niños, de entre ocho y catorce años de edad, en las fincas bananeras de Ecuador. Para todo esto reciben, en el mejor de los casos, la paga de poco más de tres dólares por día, si es que le pagan del todo. ¿El nombre del mayor explotador de este trabajo infantil? Álvaro Noboa Pontón, el “rey del banano,” el hombre más rico del país y candidato presidencial perdedor en las recientes elecciones.

En abril del año pasado, la organización de derechos humanos Human Rights Watch publicó un detallado informe sobre las condiciones de los niños en las plantaciones plataneras de Ecuador. Son ellos que con su “dedos ágiles” ponen las estampillas con las etiquetas de las marcas en la fruta; que cubren a las plantas de plátano con plásticos tratados con insecticida, que rocían con funguicidas los bananos que serán transportados. Todo con trabajo infantil. Y para jalar las pencas (que pesan unos 50 kg. o más) utilizan un sistema de cables, poniéndoles a los niños una especie de harnés de tiro, como a los bueyes de tiro. Los espantosos testimonios soltaron un revuelo en los diarios internacionales. Resulta que entre las comercializadoras se cuentan grandes empresas norteamericanas como la Dole y Del Monte, y querían salirle al paso de un boicot antes de que empezara. ¿El resultado? Los finqueros echaron a los niños. Según el New York Times (12 de julio de 2002): 

“Cuando varias plantaciones, temiendo una atención no deseada, despidieron a sus trabajadores infantiles después de un informe condenatorio de unas 114 páginas por la Human Rights Watch, la acción fue percibida como un desastre por familias en toda la rica franja del banano en el sur de Ecuador....
“‘Despidieron a todos los niños, pero el trabajo que hicieron nos ayudó’, se quejó María Navárez.” 
Esto es el efecto lesivo que resulta de las campañas de las agencias “humanitarias” del imperialismo norteamericano cuando tocan a las buenas conciencias burguesas. Como era obvio, las familias de estos niños enfrentan ahora una pobreza aun más abyecta, pues los miserables salarios de sus hijos eran un componente esencial de su presupuesto. Los adultos sólo ganan cinco dólares diarios, unos US$125 al mes, menos que el mísero “sueldo mínimo vital”, con el cual no se puede vivir, ni siquiera en una zona rural. (Las cifras gubernamentales constan de que para mantener una familia, el costo de la canasta de productos básicos es US$288 al mes.) Lo que urge para combatir el pavoroso flagelo del trabajo infantil en las plantaciones bananeras es una dura lucha clasista por sindicalizar a los trabajadores y subir drásticamente sus sueldos. 

En efecto, una campaña de sindicalización de las bananeras ecuatorianas está en curso, y ha producido dramáticos enfrentamientos sangrientos, aunque esto ha despertado poco interés en la prensa capitalista.  El 25 de febrero de 2002, más de 1.400 trabajadores de varias plantaciones pertenecientes a Álvaro Noboa hicieron un paro laboral. Comenzaron a sindicalizarse bajo la égida de FENACLE (Federación Nacional de Indígenas y Campesinos Libres de Ecuador), organización que agrupa trabajadores agrícolas, campesinos organizados en cooperativas e indígenas en sus comunas. La respuesta de Noboa fue de despedir a más de 120 trabajadores y activistas sindicales. Sin embargo, después de que el Ministerio del Trabajo fallara en abril a favor de los sindicatos formados por los trabajadores, éstos volvieron a la carga. El 6 de mayo, decretaron la huelga y tomaron las instalaciones de la finca de Los Álamos en protesta por el despido de sus dirigentes.

La réplica de Noboa no se hizo esperar.  En la madrugada del 16 de mayo, llegaron varios centenares de hombres armados y encapuchados para recuperar las fincas ocupadas por los huelguistas. Los elementos de este ejército privado de guardias blancos soltaron una ráfaga de sus fusiles, hiriendo de bala a una decena de trabajadores, uno de los cuales perdió la pierna como consecuencia. Un informe de lo acontecido relata:

“Abrieron las puertas a culatazos, sacaron a los trabajadores de sus camas, arrastrándolos y golpeándolos. Los arrastraron semidesnudos ... los llevaron en camiones a la oficina de la radio donde fueron obligados a colocarse boca abajo con las manos en la espalda. Fueron insultados y golpeados y les decían que los matarían y sus cuerpos arrojados al río.”
La Insignia, 26 de junio de 2002
Preguntado insistentemente por periodistas sobre los trágicos sucesos en la finca Los Álamos, Noboa manifestó: “amo a los obreros de Los Álamos...” (del artículo “El amor en los tiempos de Noboa” publicado por el órgano de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación, La Rel, del 20 de junio de 2002). En la campaña presidencial, el magnate bananero dijo ser “un rico que ama a los pobres”. Luego, en una entrevista con una delegación del United States Labor Education and Action Project (US/LEAP) que incluyó a varios asistentes de congresistas demócratas, Noboa afirmó “No quiero a los sindicatos. Combatiré a los sindicatos.” 

Desde hace más de medio siglo Ecuador ha sido el principal exportador mundial de plátano. Hoy en día, la cuarta parte de los plátanos que se consumen en Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea proviene de las plantaciones bananeras ubicadas a lo largo de la costa ecuatoriana. A diferencia de lo que ocurre en otros países de la región, las grandes compañías agroindustriales norteamericanas Del Monte, Dole y Chiquita Brands (el nombre actual de la tristemente célebre United Fruit Company, “El pulpo”) no poseen grandes extensiones de tierra en Ecuador, sino que compran la producción bananera de una serie de fincas que pertenecen, en su mayor parte, a propietarios nacionales. Los bananos de las plantaciones de Noboa se venden bajo la marca Bonita Bananas, y en Estados Unidos se encuentran mayoritariamente en bodegas y los grandes hipermercados Costco y Wall-Mart. 
 

 Luis Alejandro Pedraza © Rel-UITA
Foto: policías vigilan huelguistas en las bananerasPolicía vigila a trabajadores bananeros de la Corporación Noboa en huelga. 

El que Ecuador sea el exportador número uno de plátanos a nivel mundial no es una casualidad. En los años 70, los intentos de sindicalización por parte de los trabajadores plataneros fueron sistemáticamente aplastados. De más está decir que las condiciones laborales que enfrentan los trabajadores son las más duras de la región. En un artículo la investigadora de la Universidad de California en Santa Cruz, Dana Frank (Washington Post, 2 de junio de 2002) cita los resultados de una investigación realizada por US/LEAP, según los cuales el salario mensual promedio de un trabajador del ramo va de 500 dólares en Panamá, entre 200 y 300 en Colombia, entre 150 y 200 en Honduras, y entre 56 y 125 dólares en Ecuador. En otro artículo, “Ecuador: Esclavos del banano” (Rebelión, 25 de diciembre de 2002), Íñigo Herráiz de la Agencia de Información Solidaria anota que apenas el 1 por ciento de los trabajadores ecuatorianos del ramo pertenece  a una organización sindical, mientras que en Colombia y Panamá el índice de sindicalización se aproxima al 90 por ciento, y en Guatemala se sitúa en torno al 40 por ciento.

Lo anterior ha tenido el obvio resultado de que la producción platanera en Centroamérica se ha visto desplazada hacia Ecuador. En agosto de 2000, al explicar el despido de 650 trabajadores de sus fincas plataneras en Honduras, Bob Kistinger, presidente de la división internacional de Chiquita Brands, dijo al Financial Times de Londres era poco rentable producir plátanos en otros lugares, siendo que “los costos en Ecuador son bastante más bajos. No hay sindicatos, no hay normas laborales y el salario es de menos de dos dólares diarios”. Todo esto hace evidente la apremiante necesidad de una agresiva campaña de sindicalización entre los trabajadores bananeros del Ecuador, y que esta lucha sólo se puede librar a escala internacional. Si se limita al ámbito nacional, la respuesta de las comercializadoras será de buscar otra fuente con costos laborales aun más bajos. No es una cuestión menor cuando se acuerda de la “guerra del banano” entre los EE.UU. y la Unión Europea el año pasado, que involucra a varios de las islas caribeñas, antiguas colonias europeas, para las cuales el banano es una de sus pocas exportaciones.

Una exitosa lucha por la sindicalización de las plantaciones será una verdadera guerra de clases. Además de la represión abierta, Noboa ha creado un “comité alternativo”, o sea un “sindicato” blanco, patronal. Los trabajadores de Los Álamos no se han dejado amedrentar y han continuado con su lucha. Su determinación ha hecho que Noboa haya cedido ante algunas demandas, como la reinstalación de los despedidos, aunque sigue negándose terminantemente a firma una contratación colectiva con el sindicato. Ahora, se siembran ilusiones en Lucio Gutiérrez, el ex coronel ahora elegido presidente, que “ha adquirido grandes compromisos con su pueblo” y “se enfrenta ahora al reto de llevar a cabo una reforma a fondo de la legislación laboral que garantice a los trabajadores el ejercicio de sus derechos” opina el articulista en Rebelión. Pero aun éste admite que esto “se antoja complicada frente a la presión de las grandes compañías exportadoras (Bonita, Dole, Chiquita, Del Monte, La Favorita) que se reparten el mercado mundial y que encuentran en la endeble legislación ecuatoriana una importante ventaja.”

No será mediante apelaciones humanitarias a Noboa y sus compinches, ni con presiones sobre los monopolios de venta de frutas en Estados Unidos, ni con llamados al nuevo gobierno populista castrense burgués como se mejorará las condiciones de los trabajadores del plátano. Lo que hace falta es una dura lucha clasista que insista en la necesidad de unir a explotados y oprimidos. Será necesario extender la lucha a los trabajadores del transporte, así como a los portuarios: si logran alguna producción utilizando rompehuelgas, hay que luchar porque se pudre en los muelles. La lucha del proletariado rural tiene que relacionarse con los campesinos y los comuneros indígenas que como pequeños productores también se enfrentan con grandes los terratenientes capitalistas como Noboa. No podrá constreñirse a las fronteras ecuatorianas tampoco, sino que tendrá necesariamente que trascenderlas, a involucrar los trabajadores sindicalizados de Colombia, Panamá, Honduras y Guatemala, además de las islas caribeñas ... y a los estibadores norteamericanos, quienes durante el paro patronal de la Costa Oeste en octubre pasado impidieron el desembarque de bananos de la compañía Dole. 

Esta perspectiva requiere de una dirección revolucionaria que lucha contra el nacionalismo y toda forma de colaboración de clases. Hay que romper con todos los políticos burgueses para forjar un partido obrero revolucionario e internacionalista. A final de cuentas, la satisfacción de las demandas de los trabajadores del campo (como la supresión del trabajo infantil y el fin de la miseria en que han vivido durante siglos) requiere la acción revolucionaria de un gobierno obrero y campesino. Tal gobierno se verá obligado desde el principio a adoptar medidas eminentemente socialistas, expropiando la burguesía como clase y extendiendo la revolución tanto a los países industrializados de América Latina como Brasil y Argentina al sur y México al norte, y a las entrañas mismas del imperialismo yanqui, donde los obreros norteamericano golpearán a los pulpos fruteros en su corazón. n


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