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junio de 2009
¡Movilizar a los trabajadores para derrotar el
cuartelazo!
Honduras: Golpe de Estado
en la república maquiladora
¡Abajo el golpe gorila! Civiles honduraños que
defienden la Consulta se enfrentan en las calles de
Tegucigalpa con los militares golpistas, el 28 de junio (Foto: Orlando
Sierra/AFP)
¡Imperialismo yanqui, manos
fuera!
¡Por una federación de repúblicas obreras de
Centroamérica!
29 de JUNIO – En la madrugada de domingo, 28
de junio, unos 200 soldados del ejército
hondureño secuestraron a punta de fusil al presidente de la
república, Manuel
Zelaya Rosales, y lo expulsaron a Costa Rica. En breve fueron ocupados
por
tanquetas los puntos estratégicos de la capital, Tegucigalpa, y
de San Pedro Sula,
la principal ciudad comercial del país. Con el destituido jefe
de las Fuerzas
Armadas general Romeo Vásquez al mando del instituto castrense,
y con el aval
por la Corte Suprema, el Congreso oligárquico nombró al
vicepresidente de la
Cámara, Roberto Micheletti como presidente títere.
Así se consumó el primer
golpe de estado en la región desde
que el genocida
Efraín Ríos Montt se apoderó de Guatemala en 1982,
en plena época de guerra
fría antisoviética. Con este golpe militar, el primero de
la presidencia
estadounidense de Barack Obama, se propagaron temores de una vuelta de
los gorilas y “los años de sangre” durante
los que Honduras sirvió de plataforma para la contra nicaragüense y los escuadrones
de la muerte salvadoreños que sembraron el terror en toda
Centroamérica.
Hubo una respuesta popular
pronta, pero débil:
ya en la mañana, varios cientos de partidarios de Zelaya
rodearon las
tanquetas, haciendo frente a los cañones y quemando
neumáticos para bloquear
las calles. El sindicato magisterial llamó a una huelga
indefinida. Por la
tarde se congregaron hasta 20 mil trabajadores y pobladores frente a la
casa
presidencial ocupada, pero se dispersaron luego de un aguacero. Retenes
militares en las carreteras impidieron a que llegara más gente.
Al nivel diplomático,
el presidente norteamericano expresó su “profunda
preocupación” por el golpe,
mientras la secretaria de estado Hillary Clinton lo “condenó”.
Igual rechazo
recibió de las Naciones Unidas, la Organización de
Estados Americanos, el Grupo
Rio, el Mercosur y demás organismos estatales latinoamericanos.
La Alianza
Bolivariana para las Américas (ALBA), agrupación de
países reputados como “progresistas”,
liderada por Venezuela e integrada por Cuba, Bolivia, Ecuador y
Nicaragua –a los
que ingresó Honduras el año pasado– se reunió en
Managua. El presidente
venezolano Hugo Chávez juró que “derrocaría” a los
golpistas.
El golpista general
Romeo Vásquez fue entrenado en la Escuela de las Américas
del ejército norteamericano.
Pero en lo concreto, todo esto
no ha tenido hasta
ahora efecto alguno, y el ejército sigue en control de Honduras.
Los marxistas
revolucionarios subrayamos que se trata de una cuestión de
clase: sólo se puede
confiar en la movilización de los trabajadores tanto en Honduras
como en el
resto de Centroamérica, en México y todo el continente
para derrotar el golpe.
No se solucionará nada al reinstalar a Zelaya en la silla
presidencial mientras
los artífices del cuartelazo y los banqueros y terratenientes
que lo animaron
siguen en funciones. Será sólo cuestión de tiempo
antes de que se produzca otra
asonada. Es la burguesía misma que derrocó al presidente,
porque temía que estuviera
“jugando con fuego”, haciendo demasiadas concesiones a los que esta
clase explota
despiadadamente. El ejército hondureño no mueve un dedo
sin que lo sepan el
Pentágono y la CIA. Como se coreó correcta e
insistentemente en una airada
protesta de unas 150 personas en Nueva York el lunes 29,
“¡Ejército golpista,
instrumento imperialista!” Y no debe dudarse ni por instante que las
altas
esferas de la ultraderecha de la región estén
involucradas en el asunto. La
única manera de barrer con los golpistas es mediante la revolución obrera en toda la región, que se
extienda al centro del
imperio, a los EE.UU.
En cambio, los liberales
burgueses y
reformistas de la izquierda pequeñoburguesa enfocan el asunto
como cuestión de “democracia”
versus “dictadura”. Con esta óptica alimentan ilusiones en el
nuevo presidente
de EE.UU. Algunos incluso están pidiendo al gobierno Obama que
reinstale en la
Casa Presidencial al presidente hondureño destituido. Entre
ellos está el mismo
presidente Zelaya. En entrevista con el periódico
madrileño El País (29 de junio), el
presidente
aseveró un día antes del golpe:
“Aquí estaba todo listo
para dar un golpe y si la Embajada de EE.UU. lo
hubiera aprobado, hubieran dado el golpe. Pero la Embajada de EE.UU. no
aprobó
el golpe.... Si ahora mismo estoy aquí sentado, en la Casa
Presidencial,
hablando con usted, es gracias a Estados Unidos.”
Sin embargo, pocas horas
después, ya no estaba sentado en la Casa
Presidencial. Si EE.UU. realmente hubiera querido impedir la intentona,
los
golpistas nunca se habrían atrevido a realizarla, o ya se
habrían ido. La
realidad es que, cuando menos, Washington
está tolerando el golpe. Pero, ¡ojo con los
imperialistas que deshacen
golpes de estado! ¡También pueden instrumentarlos!
Después de años de
fustigar al nefasto presidente
Bush, hasta equipararlo con Satanás, muchos creen ahora que con
la elección de
Barack Obama han vuelto los tiempos en los que EE.UU. era el “Buen
Vecino”,
como en la época de Franklin Roosevelt. Se olvidan de que bajo
el gobierno de
Roosevelt en lugar de la ocupación por los Marines, éste
impuso dictadores
títeres en la República Dominicana (Trujillo)
y Nicaragua (Somoza).
Honduras bajo el hombre fuerte Tuburcio Carias se convirtió en
la república bananera por excelencia,
rigiendo éste al país de 1932 a 1948 de acuerdo con los
intereses de la United
Fruit Company, conocida en toda América Latina como El Pulpo.
Sin embargo, a
pesar de su sustitución por un gobierno “democrático” en
la posguerra, el de
Juan Manuel Gálvez, la represión antiobrera siguió
... y la intervención
imperialista se hizo aún más patente.
Ésta culminó en la
gran huelga bananera de
1954, cuando los trabajadores de las plantaciones de la Frutera, de su
subsidiaria la Tela Railroad Company, además de la Standard
Fruit, los puertos y
hasta del Rosario Mining Company, detuvieron el trabajo. Gálvez,
ex abogado de
la Tela Railroad, movilizó al ejército en contra de los
huelguistas. Éstos, sin
embargo, estaban organizados en un poderoso Comité de Huelga que
resistió el
asedio. Circulaban periódicos como Vanguardia
Revolucionaria y Voz Obrera. Como
escribiera Ramón Amaya Amador, el novelista de la clase obrera
hondureña, en su
obra Destacamento Rojo:
“Les puso en conocimiento de la
formación de los círculos de estudios
marxistas y del campo que se abría a la ideología
revolucionaria de la clase
obrera.... Se propugnaba la organización sindical y a esto el
gobierno combatía
declarando que eran actividades subversivas de vagos trastornadores de
la paz
social, anarquistas, sin Dios ni ley. Se agitaba la bandera
anticomunista
aplicando sanciones duras a todos los que hablaran de la
organización de los obreros.”
–citado en Mario Posas, Luchas del
movimiento obrero hondureño (Educa, 1981)
Cuando las tropas y la
propaganda anticomunista resultaron insuficientes
para derrotar la huelga, el gobierno recurrió a su “Buen Vecino”
del Norte.
Esto ocurrió precisamente cuando EE.UU. intervenía en
Guatemala para derrocar
al gobierno democráticamente elegido de Jacobo Árbenz,
mediante un ejército
secreto formado en territorio hondureño. Una vez terminada su
labor subversiva
en Guatemala, Washington despachó unos “asesores laborales” a
Honduras para
atacar a los “rojos” desde dentro, fundando “sindicatos” paralelos que
desarticularon a la huelga. “Honduras sirvió para poner a prueba
una política
que luego se utilizaría en todo el Tercer Mundo para
salvaguardarlo del
comunismo, para el capitalismo” (Alison Acker, Honduras:
The Making of a Banana Republic, South End, 1988). Esta
historia de subversión sindical anticomunista es descrita en
detalle en el
folleto The AFL-CIO in Central America
(1987) publicado por el Labor Committee on Central America.
En Centroamérica, la
injerencia de la “AFL-CIA” siempre ha ido de la mano
de la presión militar del imperialismo norteamericano. Tras el
derrocamiento de
la dictadura de los Somoza en Nicaragua en 1979, Estados Unidos
trasladó su
centro de actividades militares en la región a Honduras.
Construyó la enorme
base militar de Palmerola, que sirvió de centro de operaciones
para los
terroristas contras que asediaron a
Nicaragua, así como para “entrenadores” militares
norteamericanos en el
ejército hondureño. Entre 1983 y 1987, unos 70 mil
efectivos militares
norteamericanos pasaron por el país. Honduras, durante esta
época, fue
controlada por el embajador norteamericano John Negroponte, conocido
como El
Procónsul, quien luego pasó a ser bajo el gobierno de
George Bush II embajador
en Irak y luego director nacional de inteligencia de EE.UU. En esta
época
también se formó el siniestro Batallón 316, un
verdadero escuadrón de la muerte
militar, que bajo el general Álvarez Martínez, con la
tutela de la CIA y de “asesores”
fascistoides de la dictadura militar argentina torturó y
asesinó a cientos,
sino es que miles, de luchadores hondureños.
A pesar de ser un país
pequeño, Honduras, lo mismo que su vecino El
Salvador, ha sido pieza clave en la estrategia de dominación del
imperialismo
yanqui. Y como hemos señalado, a pesar de ser el segundo
país más pobre de
América Latina (después de Haití), donde el 80 por
ciento de la población vive
en la pobreza o extrema pobreza, Honduras tiene toda una historia de
luchas
obreras. Hoy ha dejado de ser una república bananera para ser el
país de las
maquiladoras. En el marco del Tratado de Libre Comercio, con más
de 120 mil
trabajadores, principalmente mujeres, laborando por sueldos de miseria
en
condiciones de semiesclavitud en las zonas francas, Honduras detenta
actualmente el tercer lugar mundial de la industria de la maquila.
Estos
trabajadores tienen un potencial de lucha enorme, pero necesitan de la
ayuda de
sus hermanos y hermanas de clase en Estados Unidos y México.
También hay
sindicatos importantes en Honduras, como el STIBYS en las
embotelladoras, que
forma parte de la Unión Internacional de Trabajadores de la
Alimentación, a la
que está afiliada la UFCW en Estados Unidos.
El presidente hondureño Manuel
Zelaya (en el centro) junto con sus homólogos nicaragüense
Daniel Ortega y venezolano Hugo Chávez, a su arribo en Managua,
28 de junio. (Foto: EFE)
Uno de los motivos para la
acción militar que destituyó al presidente
Zelaya fue su reciente aproximación a la Venezuela de Hugo
Chávez, con su ingreso
el año pasado a la ALBA, y sus visitas a Cuba, donde tuvo una
charla amistosa
con Fidel Castro. Pero el detonante del movimiento militar de ayer fue
la
celebración de una consulta popular para una asamblea
constituyente, programada
para el mismo 28 de junio. El entonces jefe militar Romeo
Vásquez se rehusó a
participar en el acto cívico, recibiendo el respaldo de la Corte
Suprema de
Justicia y el Congreso. El grueso de la clase capitalista temía
que tal
asamblea pudiera socavar su escueto dominio, y como sus equivalentes en
Bolivia
y Ecuador, decidió usar todos los medios para impedirla. En los
otros dos
casos, los reaccionarios fracasaron porque la población
estaba movilizada. Sin embargo,
en Honduras, el gobierno de Zelaya, un ganadero que fue electo en 2005
sobre la
base de un programa derechista de ley y orden, tiene relativamente poco
arraigo
entre las masas trabajadoras.
Después del golpe se han
movilizado varias organizaciones de
trabajadores y campesinos. El periódico mexicano La
Jornada (29 de junio) se puso en contacto con varios grupos del
Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas
(COPIN). Indígenas
miskitos y lencas y la población garifuna también se han
alistado para luchar. Hay
un pequeño partido liberal de tinte socialdemócrata
(Partido Unificación
Democrática) que apoya a Zelaya. Sin embargo, Carlos H. Reyes,
secretario
general del sindicato STIBYS expresó antes del golpe que el
movimiento obrero
estaba preparado para luchar, no para apoyar a Zelaya sino para apoyar
el
derecho de la población a expresarse políticamente:
“El presidente Zelaya
recibió el apoyo directo de gran parte de su
partido, mientras que las tres centrales obreras, el Bloque Popular de
Honduras
y toda una serie de organizaciones sociales están apoyando la
Consulta del
domingo y no al presidente Zelaya.”
–“Honduras al borde de un golpe de estado”, Rel,
27 de junio
Voluntad de lucha, sí.
Desconfianza en los partidos burgueses, también.
Pero lo que no hay es lo imprescindible: una dirección
revolucionaria capaz de
organizar en un poderoso movimiento de clases el descontento y la
inconformidad
entre los trabajadores contra el golpe militar.
La Liga por la IV Internacional,
que se basa en el programa de la
revolución permanente de León Trotsky, a la vez que
insta a los trabajadores
a luchar contra el golpe, no da apoyo político alguno al
presidente
derechista que por sus propias razones cortó los lazos con sus
compinches de la
oligarquía hondureña. La clase obrera, con la
dirección de un auténtico partido
leninista de vanguardia, debe ponerse a
la cabeza de los campesinos pobres y establecer su propio dominio de
clase
mediante un gobierno obrero y campesino que expropie a la
burguesía entera, a
los industriales y rancheros, para poner fin al ciclo infernal de
golpes
militares y seudodemocracias oligárquicas que se han repetido en
la historia de
América Latina. Al declararse la independencia, se
estableció la República
Federal de Centroamérica. Hoy en día luchamos por una
federación centroamericana
de repúblicas obreras como parte de unos Estados Unidos
Socialistas de América
Latina, en estrecha colaboración con la clase obrera
norteamericana luchando
por la revolución socialista internacional. ■
Para
contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional,
escribe
a: internationalistgroup@msn.com
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