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agosto de 2009   

¡Barrer con golpistas, generales y capitalistas! ¡Luchar por un gobierno obrero y campesino!

Honduras: el primer golpe de estado
del gobierno de Obama

Tropas de élite cercan la casa del presidente hondureño Manuel Zelaya, el 28 de junio.
Tropas de élite cercan la casa del presidente hondureño Manuel Zelaya, el 28 de junio.
(Foto: Orlando Sierra/AFP)

¡Forjar un partido obrero revolucionario!

Sindicalistas en la marcha al aeropuerto Toncatín, donde la policía asesinó a un joven, el 4 de julio.Sindicalistas en la marcha al aeropuerto Toncatín, donde la policía asesinó a un joven, el 4 de julio.
(Foto: Centros de Medios Independientes/Honduras)

6 DE AGOSTO – El derrocamiento del presidente Manuel Zelaya Rosales perpetrado por generales hondureños a finales de junio, sacudió a toda América Latina. A izquierdistas y sindicalistas les trajo de vuelta a la memoria la tenebrosa época de los años 70 y 80 en que buena parte de la región era gobernada por juntas militares, miles de personas fueron asesinadas, decenas de miles se vieron obligadas a buscar refugio en el exilio, mientras que los que se quedaron eran sometidos por el terrorismo del estado.

Inclusive los gobiernos burgueses de “centro-izquierda” como los de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, etc., se sienten amenazados, pues todos ellos mantienen relaciones espinosas con sus fuerzas armadas. Debajo de un tenue ropaje “democrático”, los oficiales que libraron las “guerras sucias” y encabezaron los escuadrones de la muerte están en activo. Los “moderados” pidieron al nuevo gobierno en Washington que resuelva el problema. Hasta Hugo Chávez pidió a EE.UU.: “Obama, haga algo”. Pero, a más de un mes de su asonada, los golpistas siguen al mando en Tegucigalpa, el número de muertos entre los manifestantes se incrementa y a Zelaya se le bajan los humos en la frontera.

Un día después del golpe militar insistimos a los que luchaban en su contra en que debían precaverse ante una intervención norteamericana (en lugar de pedirla), y exigir “¡imperialismo yanqui, manos fuera!” (véase artículo en la contraportada). Instamos a los trabajadores a “luchar contra el golpe” sin dar “apoyo político alguno al presidente derechista”. De hecho, los sindicatos hondureños han jugado un papel fundamental en la resistencia contra el golpe. Sin embargo, mientras los manifestantes luchan por el regreso de Zelaya con plenos poderes, el presidente derrocado ha aceptado condiciones que harían de él no más que una figura decorativa. En cualquier caso, los que han orquestado el golpe se mantendrán en sus puestos, listos para atacar nuevamente.

Lo que hace falta no es una negociación, sino la movilización de obreros y campesinos para acabar con los gorilas, políticos burgueses y patrones que están detrás del golpe, por medio de una lucha revolucionaria encaminada al establecimiento de un gobierno obrero y campesino que expropie a los oligarcas y a la burguesía en su conjunto, como parte integrante de una revolución obrera en toda Centroamérica y más allá.

Hoy por hoy, la resistencia está siendo organizada mediante organismos como el Frente Nacional Contra el Golpe de Estado (FNCGE). Se trata de una formación de corte frentepopulista que une organizaciones obreras e izquierdistas al Partido Unificación Democrática, una pequeña formación burguesa. En estos momentos, decenas de miles de hondureños están protestando valientemente frente a los fusiles del ejército. Pero si los que resisten al golpe tienen siquiera un mínimo de éxito en contra de los golpistas, esta coalición burguesa de oposición será una barrera que impedirá toda lucha en contra de la clase dominante hondureña que generó el golpe. Para eliminar este obstáculo para la revolución, es preciso iniciar la organización del núcleo de un partido obrero revolucionario que sea políticamente independiente de todos los políticos, los partidos y las coaliciones de la burguesía.

La mano de EE.UU. en el golpe

Un viejo chiste que se cuenta en América Latina dice: “¿Sabes por qué nunca ha habido un golpe de estado en Estados Unidos? Pues porque no hay una embajada norteamericana en Washington”. Claro está, hubo un golpe de estado judicial en 2000, cuando la Suprema Corte, con una votación de 5 contra 4, impuso a George Bush en la Casa Blanca a pesar de que había perdido en el voto popular.

Independientemente de que republicanos o demócratas estén al mando, el imperialismo norteamericano sigue siendo el poder tras las fuerzas más reaccionarias de todo el hemisferio. La secretaria de estado Hillary Clinton reprochó suavemente la intentona, pero se cuidó de no calificarla como golpe de estado, lo que según la ley norteamericana habría obligado a cortar de tajo la ayuda norteamericana a las fuerzas que realizaron el golpe. En cambio, pidió al presidente costarricense Óscar Arias que fungiera como “mediador”. Esto equivale al reconocimiento de facto del “gobierno” de facto encabezado por el títere Roberto Micheletti. Clinton también criticó acremente a Zelaya al calificarlo como “imprudente” por intentar volver a Honduras. Así que el régimen apuntalado por el ejército se mantiene en el mutismo, esperando que corran los días hasta la celebración de “elecciones” en octubre.

En nuestro primer artículo escribimos que “el ejército hondureño no mueve un dedo sin que lo sepan el Pentágono y la CIA” y que “cuando menos, Washington está tolerando el golpe”. Poco después comenzó a filtrarse la información de que “diplomáticos” norteamericanos estaban metidos hasta el cuello en las conspiraciones golpistas. El New York Times (30 de junio) informa lo siguiente:

“Mientras empeoraba la situación en Honduras, el secretario de estado adjunto, Thomas A. Shannon Jr., junto con Hugo Llorens, el embajador norteamericano de Honduras, habló con el Sr. Zelaya, con oficiales del ejército y con dirigentes de la oposición...

“‘Hablaron de cómo podría removerse al presidente del puesto, de cómo podría ser arrestado, de qué autoridad se encargaría de hacerlo’, según afirmó un funcionario del gobierno. Este funcionario señalo, sin embargo, que las especulaciones se habían centrado en las maniobras legales para remover al presidente, no en la realización de un golpe”.

El embajador estadounidense Hugo Llorens habla en el Colegio de Defensa Nacional de Honduras sobre la geopolítica de EE.UU., dos semanas antes del golpe.El embajador estadounidense, el gusano cubano Hugo Llorens, habla en el Colegio de Defensa Nacional de Honduras sobre la geopolítica de EE.UU., dos semanas antes del golpe.
(Foto: Fuerzas Armadas de Honduras)

Resulta que durante varias semanas, representantes del gobierno norteamericano discuten con los golpistas acerca de la manera de “remover” a Zelaya e incluso de “arrestarlo” ... y luego finge sorpresa cuando, después de obtener el visto bueno del Congreso hondureño, la Suprema Corte hondureña y la arquidiócesis de Tegucigalpa, el ejército toma la iniciativa y lo depone (¡!). La única objeción de EE.UU. consistió en que el trabajo fue realizado de una manera demasiado tosca.

Después del golpe, con la ola de repudio que generó en América Latina, el gobierno de Obama decidió que tenía que hacer algo, de modo que apeló a Arias, viejo compinche de los Bush (padre e hijo) y viejo auxiliar en la resolución de conflictos en Centroamérica que amenacen la estabilidad del imperio. Cuando los representantes del “presidente” golpista Micheletti arribaron a San José, llevaban consigo como “asesor” a un tal Bennet Ratcliff, un consultor político ubicado en San Diego con lazos con los Clinton. El New York Times (13 de julio) reporta: “un funcionario que presenció las pláticas dijo que el equipo prácticamente no hizo nada sin antes consultarlo” con Ratcliff. “‘Toda propuesta presentada por el grupo de Micheletti fue escrita o aprobada por el norteamericano’, dijo otro funcionario cercano a las charlas, refiriéndose a Ratcliff”.

En Washington, el Consejo Hondureño de la Empresa Privada contrató al lobbista Lanny Davis para representar al “gobierno” golpista. Éste planeó reuniones con congresistas republicanos y compareció ante el Congreso. Davis fue el abogado personal de Bill Clinton durante el caso Lewinsky. Durante las elecciones primarias del año pasado, apoyó a Hillary Clinton (quien lo conoció en Yale, junto con George W. Bush) lanzando algunos de los más violentos ataques de corte racista en contra de Obama. (Davis también es un “asesor de alto rango y portavoz” del Israel Project, una instancia sionista de “relaciones públicas”. Israel es el único país que ha reconocido al “gobierno” golpista de Honduras.)

Mientras tanto, el embajador norteamericano en Honduras, Hugo Llorens, es un gusano cubano que estuvo a cargo de asuntos andinos en el Consejo de Seguridad Nacional cuando en 2002 se llevó a cabo el golpe de estado que por breve tiempo mantuvo secuestrado a Hugo Chávez y en el que EE.UU. estuvo fuertemente involucrado. Al igual que en ese caso, y como en el derrocamiento y secuestro del presidente haitiano Jean-Bertrand Aristide que en 2004 realizaron fuerzas norteamericanas, los golpistas hondureños sacaron una supuesta “carta de renuncia” de Zelaya, que inmediatamente fue desenmascarada como apócrifa. Por añadidura, varios viejos agentes de Reagan y Bush han estado activos recientemente, incluyendo a Ottro Reich (otro gusano cubano) y John Negroponte (conocido como el Procónsul cuando fungía como embajador norteamericano en los años 80), ambos fuertemente vinculados con los contras nicaragüenses y los escuadrones de la muerte salvadoreños.

Varios izquierdistas han argumentado, en virtud de las conexiones con los Clinton, que se trató de una “dictablanda clintoniana” y de un “torpedo bajo la línea de flotación del intento de Obama de distensión con América Latina y con Cuba misma” (Guillermo Almeyra en La Jornada, 2 de agosto). Esto sólo denota que las ilusiones en Barack Obama se mantienen fuertes en América Latina (y en EE.UU.). Los golpistas hondureños pudieron haber pensado en torcerle el brazo al presidente norteamericano. Ciertamente se identifican con la extrema derecha. Hillary Clinton puede ser particularmente hostil a Zelaya y Chávez. Sin embargo, se trata del gobierno de Obama, no del de Clinton, y el gobierno de EE.UU. en su conjunto, no sólo una de sus supuestas facciones, estuvo preparando el derrocamiento de Zelaya.

La oligarquía capitalista hondureña y el golpe

En América Latina, es frecuente que la izquierda reformista califique a la clase dominante de oligarquía, y que etiquete como fascistas a los regímenes represivos. Por lo regular hay todo un programa político implícito asociado a estas caracterizaciones. Si se trata de una oligarquía (o sea de un gobierno de unos cuantos), entonces la lucha debe ser por la democracia (el gobierno “del pueblo”), afirman. De manera similar, si un gobierno es fascista, lo que buscan es organizar un frente popular junto con políticos y partidos burgueses “demócratas” para combatirlo. El propósito consiste en mantener la lucha constreñida en un marco democrático-burgués. En contraste, los trotskistas de la Liga por la IV Internacional insistimos en que luchamos por una revolución socialista en contra del capitalismo.

El fascismo denota históricamente un movimiento que se basa en la movilización masiva de una pequeña burguesía enloquecida, arruinada, con el fin de aplastar una clase obrera organizada y potencialmente revolucionaria. No existen en Honduras ni una ni otra de estas condiciones, y el actual régimen usurpador es una dictadura cívico-militar de las que se han visto muchas en América Latina.

Los capitalistas hondureños ratifican su apoyo al golpista Micheletti, el 20 de julio.En reuión de emergencia, los capitalistas hondureños ratifican su apoyo al golpista Micheletti, el 20 de julio. (Foto: Resistencia Honduras)

En cambio y a diferencia de algunos países capitalistas latinoamericanos más desarrollados, Honduras sí tiene una oligarquía, un muy restringido círculo gobernante compuesto por unos cuantos clanes que mantienen un rígido control de la economía y la política del país. La socióloga hondureña Leticia Salomón identificó como importantes patrocinadores del golpe al magnate de los medios Carlos Roberto Facussé (ex presidente, monopolista en el rubro del aceite de coco, dueño del diario La Tribuna), el Grupo Continental de Jaime Rosenthal y Gilberto Goldstein (dueños de El Tiempo) y a las familias Ferrari, Canahuati, Atala, Lamas, Násser, Kattán, Lippman y Flores, que en conjunto controla el “90 por ciento de la riqueza del país” (Público [España], 30 de julio).

Esto deja de lado, sin embargo, vastos sectores de la economía que producen fundamentalmente para la exportación y que son de propiedad directa de los imperialistas: Chiquita Brands y Dole Foods en el caso del plátano; compañías mineras norteamericanas y canadienses; y maquiladoras de ropa y calzado Nike, Adidas y Gap. Sus ganancias y exportaciones se han visto seriamente afectadas por los dos paros nacionales, los constantes bloqueos carreteros, el toque de queda y otras consecuencias del golpe militar.

Los generales que realizaron el golpe aparecieron recientemente en televisión para explicar que, en realidad, estaban “defendiendo la democracia”. Uno dijo del gobierno de Zelaza: “Honduras es solamente un objetivo intermedio, porque el objetivo final de esa amenaza del socialismo, comunismo disfrazado de democracia, va para el corazón de Estados Unidos”. Parece un regreso a la retórica de la Guerra Fría antisoviética de la época en que Ronald Reagan alertaba acerca de una “marea roja” que amenazaba a Estados Unidos desde Centroamérica. No obstante, los capitalistas sí pensaban que Zelaya estaba jugando al “comunismo”. Después de todo, elevó el salario mínimo en un 60 por ciento. Esto causó gran consternación en los consejos de administración de los monopolios fruteros imperialistas:

“Chiquita se quejó de que las nuevas regulaciones pudieran reducir las ganancias de la compañía, al exigir que la compañía tenga costos más elevados que en Costa Rica: 20 centavos de dólar más para producir una caja de piña y diez centavos más para producir una caja de plátano, para ser exactos”.

–Nikolas Kozloff, “Chiquita in Latin America”, Counterpunch, 17 de julio

Los gobernantes capitalistas hondureños son una estirpe exclusivista, insular y racista que ha recurrido a la dictadura militar, excepto por los ocasionales interludios “democráticos”, puesto que distan mucho de tener el peso social para dominar el país por sí mismos. Un ejemplo de su mentalidad lo ofrece uno de los altos funcionarios del régimen golpista, Enrique Ortez, quien se refirió a Barack Obama como el “negrito”, el equivalente más cercano en español a la peor injuria racista en inglés. Los comentarios de Ortez fueron tan racistas que los medios norteamericanos los pasaron por alto, sin siquiera citar la frase completa. Según El Tiempo (7 de julio) de Tegucigalpa, Ortez dijo en una entrevista televisada una semana antes del golpe:

“He negociado con maricones, con prostitutas, con ñángaras [referencia insultante a los izquierdistas], negros, blancos. .... No tengo prejuicios raciales, me gusta el negrito del batey que está presidiendo Estados Unidos”

Un día después de ser designado como “canciller”, Ortez dijo en televisión:

“El presidente de la República [EE.UU.], que lo respeto, el negrito, no conoce dónde queda Tegucigalpa.”

Por si acaso alguien no se hubiera percatado del insulto, agregó una referencia a Obama como “ese negrito que no sabe nada de nada”.

Después de algunos días, los golpistas se vieron obligados a retirarlo como jefe de la diplomacia, y en cambio lo nombraron ministro de Gobernación. Finalmente, debido a la presión de Washington, Micheletti tuvo que desecharlo por completo. Pero el hecho de que pudiera externar tales afirmaciones, da cuenta de la mentalidad de la clase capitalista hondureña, para la que semejantes señalamientos son absolutamente normales, reflejando su desdén racista hacia la gran proporción de población negra (e indígena) de Honduras.

Así, aún constatando la existencia de una estrecha oligarquía, que actua de socio menor de los amos imperialistas, hay que comprender que requiere un gobierno altamente represor para su sobrevivencia en un enpobrecido país semicolonial como Honduras. La conclusión política no es restringir la lucha a los límites de la democracia burguesa, imaginaria e imposible en todo caso, sino luchar por el derrocamiento la clase capitalista basada en la miseria de las masas trabajadores y que constantemente genera golpes militares para mantener su dominio.

¡Aplastar el golpe! ¡Obreros al poder!

El golpe hondureño no es un mero asunto local, sino un evento de alcance continental. Tuvo el propósito evidente de enviar un mensaje a los presidentes de El Salvador, Mauricio Funes, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional FMLN), y Nicaragua, Daniel Ortega del Frente Sandinista de Liberación nacional (FSLN). Estos grupos, que otrora fueran guerrillas izquierdistas, se han convertido en partidos burgueses que imponen políticas económicas capitalistas de “libre mercado”. Ortega, ahora un cristiano “renacido”, ha llegado a proscribir el aborto bajo cualquier circunstancia. Pero esto no resulta lo suficientemente reaccionario para la derecha cavernícola centroamericana. (En El Salvador, ARENA, el partido de los escuadrones de la muerte, publicó un anuncio de toda una plana de periódico en la que se pronunciaba por el reconocimiento del régimen hondureño, y el jefe de su bancada parlamentaria le advertía a Funes que “debe tener un espejo que se puede ver con el presidente ‘Mel’ Zelaya” porque lo mismo le podría pasar a él.)

Maestros hondureños votan la huelga indefinida en una asamblea frente a la sede del sindicato magisterial COPEMH, el 3 de agosto, después del entierro de los maestros Roger Vallejo y Martin Riviera, asesinados por la dictadura.Maestros hondureños votan la huelga indefinida en una asamblea frente a la sede del sindicato magisterial COPEMH, el 3 de agosto, después del entierro de los maestros Roger Vallejo y Martin Riviera, asesinados por la dictadura.
(Foto: Centro de Medios Independientes/Honduras)

A lo largo del mes pasado, sindicatos y grupos campesinos e indígenas de Honduras se han estado movilizando insistentemente en las calles en contra de la dictadura cívico-militar. Han reunido decenas de miles de manifestantes en repudio de los golpistas, y han sufrido cientos de arrestos. Los sindicatos magisteriales han sido uno de los baluartes de la resistencia, habiendo cerrado las escuelas durante tres semanas, para luego participar en dos paros nacionales, y ahora de vuelta en una huelga indefinida tras es asesinato a sangre fría de dos maestros, Roger Vallejo y Martín Riviera, éste último recibiendo 25 puñaladas al salir del funeral de Vallejo. El sindicato de la industria de bebidas y embotellamiento (STIBYS) también ha jugado un papel importante, siendo su local sindical uno de los centros de organización de las protestas. El secretario general del sindicato, Carlos Reyes, candidato independiente para la presidencia, fue salvajemente golpeado durante el segundo pario nacional.

Hasta ahora, los “paros cívicos” se han concentrado en el sector público, pues los operadores de las maquiladoras ejercen un estrecho control sobre sus empleados. Una verdadera huelga general que cierre las maquiladoras, los sectores bananero y minero y que bloquee las exportaciones hondureñas, tendría un impacto considerable. Pero esto exige una orientación política totalmente distinta, que basa la organización sobre un programa internacionalista de lucha de clases, y no en el programa democrático-burgués y nacionalista que hasta el momento ha prevalecido.

Como hemos señalado, Honduras tiene una larga historia de agitación izquierdista y sindical. Fue con el propósito de aplastar la presencia comunista en los sindicatos que el ejército tomó el poder en un golpe previo, en 1963, cuando el demócrata liberal John F. Kennedy despachaba en la Casa Blanca. Muchos izquierdistas participan y hasta juegan un papel dirigente en las protestas. El FNCGE lanza comunicados a la clase obrera mundial. Sin embargo, su programa consiste en reinstalar a “Mel” Zelaya en el palacio presidencial. En las manifestaciones ondean las banderas hondureñas, mientras se corea “Mel amigo, el pueblo está contigo”. Sin embargo, Zelaya obedece las órdenes de Washington, y si vuelve al país sólo será para enterrar toda esperanza que los pobres y los trabajadores hubieran tenido en su presidencia. El referéndum para la realización de una asamblea constituyente, uno de los principales detonantes de la intentona militar, ya es letra muerta.

Varios dizque socialistas y hasta autoproclamados comunistas, argumentan en el sentido de que es necesario subordinar todo a la lucha para restaurar a Zelaya en la presidencia, incluso si no es un radical ni, ciertamente, un representante de los trabajadores empobrecidos. (De hecho, Zelaya es un oligarca certificado, cuyo padre, Manuel Zelaya Ordóñez, fue un rico capitalista que fue declarado culpable, y luego perdonado, por el asesinato de 15 campesinos, estudiantes y religiosos y de haber lanzado sus cuerpos en un pozo en su rancho tras las masacre de Los Horcones en 1975.)

El subordinar la lucha por la revolución a la reposición o la defensa de un gobierno burgués no fue el programa de los revolucionarios bolcheviques Lenin y Trotsky. En vísperas de la Revolución de Octubre de 1917 llamaron a derrotar una intentona golpista dirigida por el general zarista Kornilov, sin defender al gobierno burgués de Kerensky. Como escribió Lenin, “en estas circunstancias, un bolchevique diría: nuestros obreros y nuestros soldados van a combatir a las tropas contrarrevolucionarias, si éstas inician ahora una ofensiva contra el Gobierno Provisional; lo harán no para defender a este gobierno ... sino para defender independientemente la revolución, persiguiendo sus propios fines: los asociados a la victoria de los obreros, de los pobres, de la causa de la paz, y no a la victoria de los imperialistas o de Kerensky” (“Rumores sobre una conspiración”, agosto de 1917).

Fue Stalin, el “gran organizador de derrotas”, quien sacrificó la Revolución Española (y asesinó a los revolucionarios) en el altar del Frente Popular, masacrando a los obreros de Barcelona con el pretexto de que amenazaban la república burguesa. Sin embargo, fue precisamente el gobierno republicano y su policía y ejército, controlados por los estalinistas, los que impidieron una victoria sobre el reaccionario militarista Francisco Franco, al impedir que los obreros y los campesinos llevaran a cabo una revolución que ya habría comenzado a expropiar a capitalistas y terratenientes.

Hoy en día en Honduras, los marxistas revolucionarios deberían movilizarse para derrotar al régimen golpista, pero sobre la base de un programa para organizar una revolución obrera, no para hacer alianzas políticas con Zelaya y otras fuerzas políticas burguesas. La importante participación de los sindicatos en la resistencia debería ser usada no para restablecer las condiciones que imperaban el 27 de junio, sino para luchar contra todos los políticos capitalistas y su sistema, que ha condenado al 75 por ciento de la población a vivir una vida de miseria. Honduras tiene los salarios más bajos de toda Centroamérica, donde los maestros ganan el equivalente a 130 dólares mensuales, mientras que los trabajadores de las maquiladoras ganan 140 (en jornadas de 12 horas.). Esta es la razón principal por la que las maquiladoras de ropa y calzado se establecieron en el país.

Claramente, tal lucha exige preparación. Puede comenzar en el curso de las actuales batallas, intentando trasformar los paros “cívicos” en una huelga nacional que incluya a los trabajadores y sus aliados. Es de fundamental importancia extender la lucha a los trabajadores de las maquiladoras, a las plantaciones fruteras y a los trabajadores del transporte. Los trabajadores en El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Costa Rica deben movilizarse, incluso mediante la realización de huelgas, para oponerse al golpe en Honduras, que representa una amenaza directa también para ellos.

Más allá de Centroamérica, los trabajadores deben implementar el llamado de la Federación Internacional de los Trabajadores del Transporte, de rehusarse en este momento fundamental a cargar o descargar naves con bandera hondureña, rechazo que debe extenderse a todo cargamento que provenga de –o se destine a– Honduras. Las manifestaciones en Estados Unidos, México y otros países de América Latina deben exigir la liberación de los cientos de hondureños arrojados a las mazmorras de la dictadura. Sindicatos magisteriales deben solidarizarse con sus valientes compañeros y compañeras hondureños que han se juegan todo para derrotar a los gorilas. Es preciso seguir exigiendo que el gobierno norteamericano saque las manos de Honduras, que se cierre la base militar Soto Cano en Palmerola y que se corte toda ayuda a Honduras.

La movilización contra el golpe capitalista debe hacerse sobre una base clasista, formando consejos de obreros, campesinos y de pobres del campo y la ciudad, incluyendo a las oprimidas poblaciones negra e indígena. Tales consejos pueden proveer las bases para acabar con toda la clase de los explotadores capitalistas. Sobre todo, lo que hace falta es una lucha para forjar el núcleo de un partido obrero revolucionario en Honduras y en toda Centroamérica. Tal partido podrá ser construido únicamente sobre la base del programa de la revolución permanente, de la IV Internacional de León Trotsky. En la época imperialista hasta las reivindicaciones democráticas más elementales como la revolución agraria, la liberación nacional y la democracia para los explotados y oprimidos en los países semicoloniales como Honduras, sólo podrán ser realizadas mediante la toma del poder por parte de la clase obrera, a la cabeza del campesinado y de los pobres, bajo la dirección de su partido comunista, para establecer su propio dominio de clase y extender la revolución a escala internacional. 


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