. |
diciembre de 2009 Ahora es oficial: EE.UU.
respalda al régimen golpista,
Honduras tras la farsa electoral: Sepelio
de Walter Tróchez, activista de los derechos humanos y defensor
de los derechos de los gays y lesbianas, asesinado por sicarios del
régimen golpista, el 15 de diciembre. La imágen en el
féretro es del líder independentista centroamericano
Francisco Morazán. El
29
de noviembre, los autores del golpe cívico-militar que
tomaron el
poder en Honduras cinco meses antes, llevaron a cabo unas ficticias con
el
propósito de legitimar su dictadura. El ejercicio
tuvo el carácter de un plebiscito
típico de los regímenes bonapartistas
militar-policíacos, acompañado de represión
masiva. Los obreros, campesinos,
maestros y otros defensores de los derechos democráticos que
desde el 28 de
junio han resistido con gran valor al golpe, llamaron a la
población hondureña
a boicotear la farsa electoral. En los días previos y en el
día mismo de la
votación, las calles estaban repletas de soldados,
policías y miles de
reservistas del ejército. No obstante, en el centro comercial e
industrial del
país, San Pedro Sula, cientos de opositores al golpe desafiaron
los toletes,
gases y rifles de unidades de élite de la policía y
protestaron en contra de estas
“elecciones” a punta de pistola. Decenas de manifestantes fueron
arrestados y
muchos fueron brutalmente golpeados. En
los
barrios pobres de la capital, Tegucigalpa, y de las principales
ciudades,
así como en el campo, el llamado a “no votar” fue ampliamente
seguido, y en
forma masiva la gente se quedó en sus casas. Únicamente
en las colonias
acomodadas había filas de votantes. Grupos en la resistencia han
calculado que
la tasa total de abstención superó el 65 por ciento. El
tribunal electoral
oficial se apresuró a proclamar que exactamente el 61,3 por
ciento de los
votantes registrados acudió a votar… aunque no pudo informar de
ningún
resultado concreto debido a “fallas técnicas” en el sistema de
conteo de votos.
Hasta los observadores electorales autorizados por el régimen,
Hagamos
Democracia, una “organización no gubernamental” financiada por
la agencia
norteamericana National Endowment for Democracy (NED), reportó
una tasa de
abstencionismo superior al 52 por ciento. Cualesquiera que sean las
cifras
reales, es claro que al menos dos millones de personas no acudieron a
las urnas,
lo que representa una cantidad bastante significativa para un
país en el que
votar es obligatorio y los que boicotearon los comicios estaban
plenamente
justificados para creer que podrían sufrir serias consecuencias
por su acto de
desafío. Esto
se
confirmó inmediatamente con una ola de desapariciones y
asesinatos de activistas de la resistencia en la semana posterior a las
elecciones, particularmente en las colonias plebeyas de la capital. En
la
madrugada del 4 de diciembre, Walter Tróchez, un connotado
activista a favor de
los derechos humanos, y particularmente de derechos de gays y
lesbianas, fue
secuestrado, pero logró escapar. Ese mismo día, cinco
activistas de la
resistencia fueron capturados en la colonia Nueva Capital por hombrees
que
portaban el uniforme del Departamento Nacional de Investigación
Criminal (DNIC).
El cuerpo de uno de los detenidos, Santos Corrales García, fue
encontrado
decapitado algunos días más tarde. El 5 de diciembre,
hombres armados atacaron
las oficinas de El Libertador, el
único diario que se ha opuesto al golpe, amenazando al personal
y apoderándose de computadoras y
cámaras. El 6 de diciembre,
cinco jóvenes activos en la resistencia fueron asesinados a
tiros en la colonia
Villanueva. El 13 de diciembre, Tróchez fue asesinado al recibir
disparos desde
un carro sin placas en el centro de Tegucigalpa. Los
escuadrones de la muerte están de regreso. A
pesar
de la sangrienta represión, los grupos que dirigen la
resistencia contra el régimen golpista han jurado continuar la
lucha. Un día
después de las elecciones, una “caravana de la victoria” de
cientos de
automóviles atravesó la capital para proclamar el fracaso
de este simulacro de
elecciones. El 4 de diciembre, el Frente Nacional de Resistencia contra
el
Golpe celebró una asamblea en la sede del STIBYS, el sindicato
de las
embotelladoras, que declaró que la fase de la lucha para
restablecer a Zelaya
había sido superada. El Frente declaró: “Somos un
poder real, constituido en todo el país por organizaciones de
base”; llamó
también a luchar por una “Asamblea Nacional Constituyente” y a
“sentar las
bases de una democracia participativa”. A todas luces es un hecho que
un
movimiento masivo de resistencia en contra de los arrogantes y
codiciosos
gobernantes se ha arraigado en este empobrecido país
centroamericano, que
previamente había tenido la izquierda organizada más
pequeña de la región. Que
haya logrado mantenerse en pie desde hace meses, a pesar de los
brutales
ataques policíacos y militares, ha sido algo con lo que los
golpistas no
contaban, y que les sigue preocupando considerablemente. No obstante,
aunque está basado en sindicatos,
organizaciones campesinas, grupos en defensa de los derechos de las
mujeres y
los gays y de organizaciones de los pueblos indígenas y de la
población negra
garífuna, este movimiento está atado políticamente
a Zelaya y a otros políticos
y partidos burgueses. Este “frente
popular” ha obstaculizado la movilización de los
trabajadores y de los
pobres del campo y la ciudad sobre una base de
clase, impidiéndoles así atacar la causa
última d los interminables golpes
y dictaduras militares que han azotado la región a lo largo del
último siglo:
el capitalismo. El que Zelaya haya
aceptado el “acuerdo” impuesto por el gobierno norteamericano para el
“diálogo”
con el régimen golpista desechó todo intento de
derribarlo, y algunos partidos
burgueses menores (como la dirección de Unificación
Democrática) participaron a
final de cuentas en el circo electoral montado por los golpistas.
Aunque el
Frente de Resistencia ha declarado que este “capítulo” de la
lucha ha llegado a
su fin, sigue casado con la política frentepopulista burguesa,
como
consta en su llamado por instalar una “democracia
participativa” mediante una asamblea constituyente. La mayor parte de
los gobiernos latinoamericanos
anunciaron antes de celebrarse los comicios que no reconocerían
el resultado de
las elecciones fingidas e hicieron un llamado para que el presidente
Manuel
Zelaya Rosales fuera restablecido en el cargo. El gobierno
norteamericano de
Barack Obama, sin embargo, usó las elecciones para poner punto
final a su farsa
de estar supuestamente a favor del “diálogo” entre los golpistas
y Zelaya,
mientras daba un respaldo de facto a la dictadura. El Departamento de
Estado
pidió a todos los gobiernos que reconocieran los resultados de
las “elecciones”
hondureñas y a su ganador, Porfirio Lobo del derechista Partido
Nacional. El
presidente costarricense Oscar Arias, viejo activo de Washington en la
región, ya
se apuntó. Le siguieron el salvadoreño Mario Funes, quien
desde que fue elegido
presidente como candidato del Frente Farabundo Martí para la
Liberación
Nacional ha buscado aliarse con la ultraderecha. El apoyo de la
burguesía
continental a Zelaya comenzó pronto a trastabillar. El Grupo
Internacionalista advirtió desde el comenzó
en contra de todo llamado a Obama para que se opusiera al golpe, que ha
llevado
desde el principio la marca “Made in USA”. El hecho de que los
golpistas
pudieran mantener el control del poder estatal, ahora con el respaldo
abierto
del imperialismo yanqui, representa una derrota para los explotados y
oprimidos
de Honduras, así como una amenaza en contra de los derechos
democráticos en
todo el continente. Mientras intensifica su guerra en contra de
Afganistán y
Pakistán, el gobierno demócrata en Washingon ha dado luz
verde a los golpistas
y militaristas de la extrema derecha en América Latina.
Gobiernos nacionalistas
burgueses como los de Venezuela y Bolivia, y hasta los más
“moderados”
gobiernos liberales, podrán enfrentar dentro de poco amenazas
militares
reaccionarias desde dentro y desde fuera. La Liga por la IV
Internacional ha llamado desde el
principio a la movilización obrera independiente para derrotar
el gorilazo, así como por la
construcción
de un partido obrero revolucionario. Aunque luchamos al lado de los que
buscan
restablecer al derrocado presidente liberal, hemos advertido en contra
de todo
apoyo político a la burguesía y, en cambio, hemos
proclamado como nuestro
objetivo el establecimiento de un gobierno obrero y campesino.
Militantes
sindicales partidarios de las secciones norteamericana y
brasileña de la LIVI
han buscado activamente, y con cierto éxito, que los sindicatos
magisteriales
provean apoyo material a los sindicatos magisteriales
hondureños, que en
condiciones de extremo peligro y privaciones han jugado un papel
dirigente en
la resistencia contra el golpe. Subrayando nuestro llamado a favor de
la acción
obrera, el Internationalist Group/U.S., la Liga
Quarta-Internacionalista do
Brasil y el Comitê de Luta Classista (tendencia sindical asociada
a la LQB) han
hecho significativas donaciones en su propio nombre a los sindicatos
hondureños. La lucha por la
revolución socialista internacional continúa. ■ |
|