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julio de 2006  

¡Por la defensa del pueblo palestino y de los chiítas libaneses!

Las zonas de población chiíta del sur de Beirut, reducidas a escombros por el bombardeo israelí.
(Foto: Tyler Hicks/New York Times)


¡Expulsar a los sionistas de los Territorios Ocupados!
¡Echar a los imperialistas norteamericanos de Irak y de todo el Medio Oriente!

Publicamos a continuación la traducción de una versión ampliada del volante, fechado el 18 de julio, del Internationalist Group, sección estadounidense de la Liga por la IV Internacional.

El 14 de julio, Israel inició un ataque a gran escala contra el Líbano, bombardeando blancos tanto militares como civiles en todo el país. El primer blanco fue el aeropuerto de Beirut, seguido por la destrucción de 55 puentes y el bombardeo de todas las carreteras que conducen a las fronteras. Decenas de miles de libaneses lograron precipitarse a la frontera siria antes de que las principales carreteras fueran destruidas, pero ahora prácticamente la totalidad de la población libanesa se encuentra atrapada. Extranjeros occidentales están siendo evacuados por mar, y muchos libaneses temen que los ataques israelíes se intensificarán una vez que estén fuera. Habiendo impuesto un bloqueo al país, los militaristas sionistas están pulverizando la parte sur de Beirut, la capital, demoliendo cuadras enteras de la ciudad, atacando también ciudades y campos de refugiados palestinos de norte a sur. Los ataques más cruentos han estado dirigidos contra las comunidades chiítas, bastiones de la organización islámica Hezbollah. Hasta la fecha (21 de julio), han muerto más de 350 libaneses como resultado de los masivos e indiscriminados bombardeos israelíes. Entretanto, después de un mes los tanques israelíes han vuelto a Gaza, cortando en dos la delgada franja, bloqueando el suministro de alimentación y combustible, y asesinando a más de 100 árabes palestinos.

Los trabajadores de todo el mundo deben repudiar el ataque israelí y luchar vigorosamente contra esta doble pinza que, junto con la ocupación imperialista estadounidense de Irak, amenaza con hundir a todo el Medio Oriente en la guerra.

Las comunidades musulmanas chiítas en las que hay una fuerte presencia de la organización islamista Hezbollah, han sido particularmente golpeadas en la embestida israelí. En estas zonas, la fuerza aérea de Israel está masacrando a la población civil, incluidos muchos niños, asesinando a familias enteras en sus casas, bombardeando camiones con suministros médicos, plantas de procesamiento de leche, tropas de las Naciones Unidas y hasta cuarteles del ejército libanés. Hezbollah respondió lanzando baterías de cohetes Katyusha sobre el norte de Israel, que alcanzaron por primera vez a la ciudad porteña de Haifa; un cohete destruyó un buque de guerra israelí. El ejército sionista hizo una incursión inicial en el sur del Líbano, pero se retiró después de encontrar una resistencia feroz. No obstante, el ataque aéreo no ha logrado reducir la capacidad militar de Hezbollah. En consecuencia, Israel ha movilizado sus reservas, lo que implica un costo económico enorme. Esto es indicio de una inminente invasión terrestre en gran escala.

Dirigentes del estado sionista dicen que este ataque constituye una “represalia” por el ataque contundente que el 12 de julio Hezbollah libró contra fuerzas militares israelíes en la frontera, matando a ocho soldados y capturando a dos. Este efectivo ataque dejó resentido al ejército israelí, pero lo que ha ocurrido desde entonces dista mucho de ser una mera revancha. Fue una “magnífica oportunidad de hacer algo para lo cual el ejército ya estaba listo, con un muy bien elaborado plan operativo en el escritorio”, comentó el jefe de un centro israelí para la “paz”. El ministro de guerra, Amir Peretz, jefe del sionista Partido “Laborista” declaró: “no permitiremos que fuerzas de Hezbollah sigan en la frontera con el estado de Israel.” Esto sólo puede lograrse mediante una ocupación israelí o de alguna fuerza “internacional” fiel a los intereses del estado sionista. La última vez que Israel intentó esto, en 1982, se empantanó en el sur libanés durante 18 años y finalmente la acción guerrillera de Hezbollah le obligó a retirarse.

Sea cual sea el pretexto que utilice Israel para justificar su agresión, el movimiento obrero internacional debe movilizarse por la defensa del pueblo palestino y de la población chiíta libanesa que se encuentran bajo ataque, así como por la derrota del ataque israelí. La actual invasión de Líbano forma parte de un plan expansionista de mayor envergadura de los sionistas para redefinir unilateralmente las fronteras en Medio Oriente e imponer su dominio militar sobre los pueblos árabes. Tras declarar muerto el falso “proceso de paz”, los palestinos serán cercados y confinados en enormes prisiones en Gaza y Cisjordania, las colonias sionistas se extenderán en amplias franjas de los Territorios Ocupados y se preparará el terreno para una futura expulsión masiva, a la que se refieren eufemísticamente en los círculos sionistas como “transferencia”. Hoy en día, esta “solución final” al “problema palestino” es defendida abiertamente sólo por sionistas de línea dura, pero corresponde a la lógica de la política israelí de “establecer hechos consumados en el terreno”.

No hay ninguna “equivalencia” entre los golpes asestados por el movimiento libanés chiíta Hezbollah y los grupos palestinos como Hamas, la Jihad Islámica y las diversas fuerzas nacionalistas seculares de resistencia, por un lado, y la gigantesca maquina militar sionista, por otro. Los imperialistas y sionistas tildan de “terrorista” a Hezbollah, aunque ellos mismos son los mayores terroristas de estado. Contrario a lo que alega la histérica campaña de la prensa burguesa en occidente, la existencia de la población de habla hebrea de Israel no se encuentra amenazada de ninguna manera, en tanto que las poblaciones de árabes palestinos y de chiítas libaneses enfrentan un peligro innegable de verse diezmadas y echadas de sus territorios. Los internacionalistas proletarios tomamos el bando de los que resisten la ocupación sionista. La Liga por la IV Internacional lucha por la expulsión de los sionistas de todos los territorios conquistados por Israel en la guerra de 1967, incluyendo Jerusalén oriental. Todas las colonias sionistas establecidas en Cisjordania son puestos militares de avanzada para la subyugación de los palestinos.

La acción de los comandantes militares israelíes al elegir como blanco a la población civil del Líbano ha llevado incluso esa servidora sumisa del imperialismo, la comisionada de la ONU por los derechos humanos, Louise Arbour, a referirse a posibles crímenes de guerra. Estas son palabras huecas, por supuesto; nada se hará en contra de los criminales de guerra en Tel Aviv, ni de los comandantes militares y políticos estadounidenses que han masacrado a más de 100 mil iraquíes. A la vez que subrayamos que los ataques israelíes contra el Líbano, Gaza y Cisjordania son de lejos más mortíferos, al aplastar pueblos y vecindarios enteros y bombardear intencionadamente a contingentes de refugiados, los comunistas nos oponemos a los indiscriminados ataques contra la población civil de Israel, tales como los bombazos suicidas a blancos no militares. Un cohete del Hezbollah alcanzó un taller de reparación ferroviaria en Haifa, dejando un saldo de ocho obreros muertos. Otros cayeron sobre el pueblo árabe de Nazareth en el norte de Israel, matando a dos niños palestinos mientras jugaban.

Los marxistas revolucionarios reconocemos el derecho a la autodeterminación tanto de los árabes palestinos como del pueblo de habla hebrea, o sea, reconocemos su derecho a la existencia nacional en el área. La creación del estado de Israel, un estado teocrático judío que es inherentemente opresivo en contra de los palestinos, constituyó un crimen histórico cometido por los imperialistas occidentales, que siguió a la monstruosa aniquilación de 6 millones de judíos europeos en el Holocausto nazi. En lugar de aceptar a los judíos refugiados que huían de la matanza fascista, los imperialistas “democráticos” los obligaron a ir a Palestina. No obstante, el hecho es que hay ahora una nación de habla hebrea en el mismo territorio que la población palestina árabe – y los revolucionarios proletarios deben defender los derechos democráticos de ambas. A la vez, advertimos que estos derechos democráticos en conflicto no pueden resolverse de forma equitativa sino mediante la revolución obrera.

Los imperialistas pregonan la “paz” y “democracia”
mientras dan la muerte y destrucción

El fraudulento “proceso de paz” se colapsó tras las pláticas de Campo David en 2000 cuando el presidente norteamericano Bill Clinton exigió que los palestinos aceptaran la “repartición” de Cisjordania. El significado de esto fue subrayado por la subsiguiente provocación de Ariel Sharon al ocupar la explanada de la mezquita de Al Aksa con la plena cooperación del gobierno “laborista” de Ehud Barak. Desde entonces, un bueno número de nacionalistas palestinos laicos y de izquierdistas israelíes han abandonado su demanda previa a favor de un “mini estado” palestino, y se pronuncian ahora por una Palestina democrática y laica, el programa original de la Organización para la Liberación de Palestina. Sin embargo, no hay forma de que bajo el capitalismo haya una solución equitativa y democrática al conflicto entre dos aspiraciones a la autodeterminación que compiten por el mismo territorio. ¿Cómo se repartirían los derechos para el uso del agua entre Israel y Palestina, por ejemplo? ¿Qué hay del innegable derecho de los refugiados palestinos a regresar a donde vivían antes de 1948?

Fiebre de guerra: jóvenes israelíes escriben mensajes en obuses de artillería (Kiryat Shmona, 17 de julio).  “A Hezbollah con ... de Israel.”
(Foto: Sebastian Scheiner/AP)

El belicista comandante en jefe estadounidense George W. Bush pretende luchar por la “democracia” en Irak y todo el Medio Oriente, excepto cuando la gente escoge “mal”. El actual episodio de guerra se inició con el retorno del ejército israelí a Gaza para castigar a la población por votar por los islamistas de Hamas. Además de cortar los fondos para estrangular financieramente a los palestinos, Israel ha bombardeado las oficinas de la Autoridad Palestina, arrestado la tercera parte del gobierno palestino, y señalado a los dirigentes de Hamas como blancos para ser asesinados. Por añadidura, los militares israelíes volaron la principal planta de energía eléctrica en Gaza y asesinaron a una familia entera en la playa. Pero con todo su frenesí en contra de Hamas, los propagandistas sionistas se olviden de mencionar que Israel ayudó en fundar dicha organización, al hacerle llegar cantidades sustanciales de dinero para que sirviera de contrapeso a los nacionalistas palestinos de Fatah.

Muchos son los seudocialistas que hoy en día dan apoyo (“crítico”, por supuesto) al movimiento fundamentalista islámico Hamas, tal como en el pasado se ponían a la cola de Fatah y su dirigente Yasir Arafat, con la justificación que están bajo la mira de los sionistas. Sin embargo, tanto los nacionalistas árabes como los fundamentalistas islámicos están más que listos para llegar a un acuerdo con el imperialismo, si tan sólo se les diera una oportunidad para ello. En contraste, los trotskistas del Grupo Internacionalista y de la LIVI defendemos al pueblo palestino, al mismo tiempo que nos oponemos a todo estado con fundamento religioso, ya se trate del estado judío de Israel o de los estados islámicos de Irán e Irak —éste último bajo ocupación norteamericana. Sostenemos que, en el caso de pueblos históricamente entremezclados, el único marco posible para una solución justa a sus derechos nacionales es bajo el dominio del proletariado, cuando los trabajadores de todas las nacionalidades, los pueblos y la minorías puedan resolver las cuestiones democráticas mediante su esfuerzo común en el contexto de una economía colectivizada.

“La niña cuyo cadáver yace como una muñeca de trapo junto a los restos de los autos que debían llevarla a un lugar seguro junto con su familia es el símbolo de la más reciente guerra en Líbano” (Robert Fisk). Su nombre, desconocido, debido a que sus padres murieron en el mismo bombardeo israelí contra una caravana de refugiados en las afueras de Ter Harfa, Líbano, 15 de julio. 
(Foto: Nasser Nasser/AP)

En el presente caso, mientras que reconocemos el derecho a la autodeterminación nacional por parte tanto de los árabes palestinos como del pueblo de habla hebrea, luchamos por un estado obrero árabe-hebreo en el marco de una federación socialista de Medio Oriente. Esto sólo puede lograrse mediante una lucha conjunta de los trabajadores contra sus gobernantes sionistas, fundamentalistas islámicos y nacionalistas árabes.

En el Líbano también, los imperialistas y sionistas fingen apoyar a la “democracia”. El año pasado montaron una “revolución de los cedros” para obligar a las fuerzas sirias a abandonar el país y establecer un gobierno títere en Beirut. La juventud dorada de la burguesía cristiana y musulmana sunita de Beirut – muchachos a la moda con sus coches deportivos marca BMW, muchachas esbeltas con sus accesorios Armani – proveyeron imágenes televisivas de apoyo de masas. Muchos de éstos están furiosos porque el resultado de sus esfuerzos ha sido la renovada destrucción de un país todavía en proceso de reconstrucción después de tres décadas de una guerra civil ruinosa y de casi dos décadas de ocupación israelí del sur libanés. Los empobrecidos chiítas, sin embargo, participaron en manifestaciones pro sirias que no fueron televisadas. Sin dar ningún apoyo político al régimen sirio, los marxistas señalamos que Líbano fue separado de Siria por los colonialistas franceses al salir de la región en los años 40 para formar un estado artificial, dominado entonces por fuerzas cristianas pro occidentales, para mantener al nacionalismo árabe bajo control. Como demostró la guerra civil de 1975-1990, Líbano es un tablero de enclaves comunalistas, que bajo el dominio capitalista resultará siempre opresivo para una u otra de las minorías (chiítas, cristianos, alauitas, drusos, etc.).

Hay semejanzas entre la actual embestida y la invasión de 1982, cuando el ejército israelí llegó a Beirut y supervisó la matanza de palestinos a manos de la fascistoide Falange cristiana en los campos de refugiados de Sabra y Shatila. Sin embargo, hoy los ataques se dan en un nuevo contexto: el de las invasiones y respectivas ocupaciones dirigidas por los imperialistas en Afganistán e Irak. Además, la invasión israelí de Líbano se da en colaboración con sus patrones en la Casa Blanca y el Pentágono, donde una poderosa camarilla pro israelí ha dado luz verde a los expansionistas sionistas. El “presidente” palestino Abbas, una figura decorativa sin estado ni gobierno, advirtió que el ataque contra Líbano podría desembocar en una guerra regional. De hecho, Israel ha iniciado tal guerra. Los sionistas cuentan con que los gobiernos de Arabia Saudita, Egipto y otros regímenes árabes reaccionarios no hagan nada, mientras exige al gobierno libanés que controle a Hezbollah, lo que no hará ni puede hacer. Como resultado de esto, varios de los imperialistas europeos en la reunión del Grupo de los 8 en los palacios zaristas de San Petersburgo en Rusia, han pedido la intervención de las Naciones Unidas. Sin embargo, los “cascos azules” de la ONU sólo servirán como una policía fronteriza mercenaria del lado de Israel y del imperialismo norteamericano.

Israel y los voceros del imperialismo occidental presentan al actual conflicto como una “guerra intermediada” contra Irán, patrocinador principal de Hezbollah. Aunque no hay indicio alguno de que los gobernantes en Terán estuvieron involucrados con la captura de un par de soldados israelíes en la frontera con el Líbano, queda claro que los sionistas y sus partidarios en los EE.UU. buscan desde hace varios años un enfrentamiento con los mullahs persas en el poder. Un “halcón de guerra” sionista, en un artículo reciente en una revista “neoconservadora” neoyorquina, la City Journal (primavera de 2006), pidió un ataque a Irán de una “fuerza rápida, masiva y devastadora para decapitar al régimen – pero ninguna ocupación”. Un ataque a Irán sería el colmo de la locura para los militares estadounidenses, ya empantanados en Irak. Pero esto no impedirá necesariamente a los belicistas en la Casa Blanca, el Pentágono y el Congreso norteamericano, tanto demócratas como republicanos, “desatar” a los israelíes que tienen un arsenal de cientos de bombas atómicas, los medios para lanzarlas, y una dirección lo suficientemente enloquecida como para encender la mecha de una conflagración que podría terminar consumiendo a Israel.

Un ataque militar contra Irán, por demente e improbable que sea, es la última ratio, el “argumento” final, del griterío en torno a los esfuerzos de Irán para desarrollar una industria eléctrica nuclear, lo es su derecho pleno incluso bajo los tratados de “no proliferación” impuestos por EE.UU. Como organizaciones trotskistas, que nunca han dado apoyo político a la “Revolución Iraní” islamista, y que abogan por la revolución obrera para derribar al régimen reaccionario de los mullahs e imanes, el GI y la LIVI defienden a Irán, país semicolonial, y su derecho de obtener armas nucleares para la autodefensa en contra de los imperialistas y sionistas con sus enormes arsenales nucleares. Asimismo, aún bajo el carnicero anticomunista Saddam Hussein, los marxistas revolucionarios defendimos a Irak y su derecho a desarrollar toda arma necesaria para la defensa contra los asesinos masivos que luego devastaron al país con un Blitzkrieg (guerra relámpago) al estilo hitleriano y una ocupación colonial ruinosa. Los trotskistas también defendemos incondicionalmente al estado obrero burocráticamente deformado de Corea del Norte en contra del imperialismo, a la vez que luchamos por la revolución política para emplazar a la burocracia estalinista nacionalista con una dirección proletaria internacionalista.

Hezbollah y Hamas bien podrían haberse equivocado en su cálculo burdo de la reacción del gobierno de Israel, al pensar que éste aceptaría un intercambio de tres soldados israelíes a favor de algunos de los 9 mil palestinos (y un número no especificado de libaneses) detenidos en las mazmorras sionistas. Sin embargo, puede que los gobernantes israelíes hayan hecho un cálculo equivocado de mucho mayor envergadura, al convencerse de que podrían lanzar una nueva guerra y mantenerla dentro de límites estrictos. Hasta el Wall Street Journal (20 de julio), que normalmente da un aval entusiasta a toda aventura o atrocidad israelí, se preocupa: “Pero una intensificación del conflicto puede ser peligrosa para Israel. Las bajas serían con toda probabilidad mucho mayores que las que los militares israelíes han sufrido hasta ahora. El operativo podría fallar, lo que daría un golpe devastador a la reputación de Israel en la región.” Aunque muchos izquierdistas que habitualmente van a la zaga de los nacionalistas de “tercer mundo” consideran a Israel como simplemente un puesto de avanzada del imperialismo, la verdadera relación entre los sionistas y los imperialistas es más compleja. Strategic Forecasting, una empresa de análisis militar, anotó recientemente:

“Israel tiene necesidades de seguridad nacional que sobrepasan su base de fuerzas humanas. Puede montar un ejército suficiente, pero su base industrial no puede suministrar todas las armas necesarias para librar un conflicto de alta intensidad. Esto significa que siempre depende de una fuente exterior para su base industrial, y debe alinear su política con esta fuente.... Fue después de 1967 que Israel entró en una relación de patrocinador y cliente con los Estados Unidos. Esta relación representa su fuerza y su debilidad. Le da a Israel los sistemas que precisa para la seguridad nacional, pero dado que los intereses estadounidenses e israelíes divergen, la relación limita el campo de acción de Israel.”

–Stratfor, Mideast Crisis: Backgrounder (14 de julio de 2006)

Socialismo o barbarie

Para el imperialismo norteamericano, el control del Medio Oriente es clave para su ejercicio de dominación mundial, no tanto para suministrar sus propias necesidades energéticas sino más bien para poder abrir y cerrar la llave petrolera, y así dominar a sus rivales imperialistas. Ante el ataque israelí el precio del petróleo crudo ya se disparó a US$78 por barril, un récord. Desde hace décadas, Washington ha intentado imponer una “Pax Americana” en la región, particularmente desde la contrarrevolución en Europa Oriental que destruyó a la Unión Soviética y atizó el apetito de EE.UU. de un Nueva Orden Mundial, en el que sería la “única superpotencia”. Los sionistas, claro está, siempre han buscado vender sus servicios al imperialismo, desde que lograron que el canciller británico Balfour publicara su famosa Declaración en 1917, a cambio se ofrecieron a actuar como guardianes para Inglaterra en los bordes del vital Canal de Suez. Pero los intereses de los sionistas y de los imperialistas no siempre son idénticos. De hecho, enloquecidos derechistas israelíes y sus defensores en el extranjero están más que dispuestos a volar al planeta en pedazos al poner en práctica sus mesiánicos planes expansionistas.

Mientras las bombas cayeron sobre Beirut, tanto demócratas como republicanos se apresuraron a defender la agresión israelí, con la halcona guerrerista Hillary Clinton tomando la delantera en la bravuconería. Por ahora, la secretaria de estado de EE.UU. Condoleezza Rice y el embajador estadounidense ante la ONU John Bolton han podido suprimir los llamados para que las Naciones Unidas impongan un cese al fuego o envíen una fuerza de “mantenimiento de la paz”. Después de dos semanas adicionales de bombardeos e incursiones terrestres por Israel con el propósito de “limpiar” la población al sur del río Litani y convertir la zona en un “polígono de tiro libre”, opinan los “expertos” militares, Washington intentará organizar una fuerza “multinacional”, quizás sobre el modelo de la fuerza expedicionaria de la OTAN en Afganistán, para patrullar el sur del Líbano e implementar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU exigiendo el desarme de Hezbollah. Sin embargo, como señaló el Wall Street Journal (17 de julio), el mantenimiento de la paz supone que las partes quieren la paz. Si Hezbollah, con amplio apoyo en la población chiíta local, se rehúsa a ser desarmado e inicia una guerra de guerrillas, no se tratará del “mantenimiento de la paz” y ni siquiera de “estabilización” sino de contrainsurgencia. Y en eso no tuvo suerte Israel durante 1982-2000 en el Líbano, como tampoco los norteamericanos actualmente en Irak. Si Israel ataca a Siria o Irán, tendría repercusiones en toda la región. Y si uno de los decrépitos regímenes conservadores árabes cae como consecuencia de protestas de masas en contra de la guerra, el ejemplo podría extenderse como una marea negra.

Recientemente, un columnista sionista “moderado”, Michael Goodwin, declaró que “la Tercera Guerra Mundial ha comenzado”, y que la clave es que “EE.UU. debe prevalecer” – junto con Israel, sobra decirlo (Daily News [Nueva York]. ¿“Prevalecer” en una guerra nuclear? ¿Contra cuál adversario y cómo? Estas no son las locuras de un comentarista despistado sino que representan la doctrina oficial de EE.UU. Bajo la administración demócrata de Clinton se filtraron algunos extractos de un documento reservado, “Patrón para la planeación de la defensa para los años fiscales de 1994 a 1999” donde sentaron como meta el “prevenir en el futuro la aparición de todo potencial competidor global”, como por ejemplo los aliados de la OTAN. En la administración Bush II, el secretario de guerra Donald Rumsfeld escribió en el “Evaluación Cuatrienal de Defensa” que la meta de los EE.UU. debe ser “prevalecer ante las amenazas actuales” y “disuadir a potenciales adversarios”, como serían los actuales aliados estadounidenses en la OTAN. Con la desaparición de la estrategia de la disuasión de la Guerra Fría de “mutually assured destruction” (MAD, la destrucción mutua asegurada), ¿es que algún genio malévolo en el Pentágono se ha imaginado una nueva doctrina estratégica para la “nuclear unilateral total slaughter” (NUTS—matanza nuclear total y unilateral)? Es claramente esto a lo que apunta la “Doctrina Bush” de la guerra preventiva.

En el marco de la reunión del Grupo de los 8 en San Petersburgo, el presidente norteamericano George Bush le dijo en una cena privada con el presidente ruso Vladimir Putin, que ha querido “promover el cambio institucional en partes del mundo como Irak –donde hay libertad de prensa y de culto” (¡!) y que esperaba que “Rusia haga lo mismo”. Cuando Putin respondió fríamente diciendo que “ciertamente no queremos tener el mismo tipo de democracia como el que tiene Irak”, Bush soltó: “Espera un poco” (New York Times, 16 de julio). Comentarios como éste, de boca del jefe de la potencia imperialista más poderosa del mundo –quien declaró que se conducía “de acuerdo con una misión de dios” al invadir Afganistán e Irak y que libra una batalla maniquea en contra del “eje del mal”– no serán bien recibidos de parte de los “potenciales competidores globales en el futuro” a los que EE.UU. quiere “disuadir”. En la medida en que se multiplican las escaramuzas interimperialistas en torno a Irak, Israel y otros conflictos mundiales, es posible que las guerras comerciales –como la de las rivales Boeing norteamericana y Airbus europea en la producción de aviones, o en torno a la empresa petrolífera rusa Yukos– pasarían a nuevas formas de competencia. No hay que olvidar que la Rusia capitalista todavía tiene el poderío militar suficiente como para aniquilar varias veces a Estados Unidos.

Nuestro señalamiento de que la invasión israelí al Líbano va rumbo a una Tercera Guerra Mundial interimperialista, no quiere decir que ésta se desate mañana. En realidad, estamos en un período de escaramuzas anteriores a la pieza principal, tal como ocurrió con las guerras de los Balcanes que precedieron a la Primera Guerra Mundial, o como en los años 30 la invasión japonesa de China y la Guerra Civil Española en el período preparatorio a la Segunda Guerra. El ritmo de los acontecimientos no está predeterminado y eventos tales como el actual ataque israelí en medio de una virulenta guerra civil en Irak pueden tener consecuencias imprevisibles. Es claro que el estado mayor israelí no contaba con que Hezbollah tuviera y usara misiles que pueden alcanzar Haifa y posiblemente Tel Aviv, ni que pudieran alcanzar barcos de guerra israelíes, como tampoco contaron los planificadores bélicos del Pentágono con enfrentar una insurgencia continua y arraigada en Irak. Los generales israelíes y norteamericanos pueden sufrir reveses en el campo de batalla, pero la clave es la manera en que estas guerras coloniales intersectan la lucha de clases a escala mundial.

Es en el frente interior donde se encuentra el talón de Aquiles de los imperialistas y los sionistas. Hoy en día, el público israelí puede apoyar sólidamente la invasión del primer ministro Ehud Olmert. Pero basta con que los ataques guerrilleros empiecen a causar una interminable serie de bajas y el apoyo israelí a la guerra se disipará, tal como ya ha ocurrido en EE.UU. Es entonces cuando el potencial para una dura lucha de clases del proletariado en contra de la guerra se incrementará. La sociedad israelí está dividida por líneas de clase, igual que los países árabes, y el interés de los obreros de habla hebrea (incluidos muchos que vienen de otros lugares en Medio Oriente y que hablan árabe como lengua materna) no son los mismos que los de sus gobernantes sionistas. Los reveses militares y fuertes choques internos (por ejemplo, en torno al clericalismo) pueden romper la regimentación de una fortaleza sitiada, y en todo caso las masas de la población israelí no pueden querer vivir para siempre en un estado-guarnición. Lo que se necesita es una dirección revolucionaria, un partido trotskista, que aproveche estas contradicciones para abrir la vía para una lucha de clases conjunta de los trabajadores árabes y hebreos.

La Liga por la IV Internacional, se ha pronunciado por –y ahí donde ha sido posible también ha intentado iniciar– luchas de clase contra la guerra imperialista, incluido el boicot al transporte de material bélico así como huelgas obreras contra la guerra. Recientemente, el local 10 de San Francisco y Oakland del West Coast International Longshore and Warehouse Union (ILWU, sindicato de estibadores de la Costa Oeste de Estados Unidos) aprobó mociones en las que se convoca a organizar un paro de 24 horas en contra de la guerra en Irak, y se propone la movilización sindical contra los paramilitares antiinmigrantes. Estas mociones (a pesar de ser luego rechazadas por la burocracia del ILWU en su conjunto), apuntan en la dirección requerida. El mismo programa de guerra de clases contra la guerra imperialista vale también con respecto al ataque israelí contra el Líbano y el pueblo palestino. Los impotentes boicots a los académicos israelíes son, en último término, peticiones al imperialismo norteamericano (¿por qué no pedir a las universidades norteamericanas que se rehúsen a contratar profesores norteamericanos, puesto que Estados Unidos es culpable de crímenes de guerra muchísimo mayores que Israel?). Las piadosas peticiones a la ONU de que intervenga, únicamente ayudarán a Israel. En lugar de estos callejones sin salida, mucho más poderosa sería una acción de los estibadores europeos y norteamericanos en rechazo a cargar o descargar barcos que lleven pertrechos militares a Israel e Irak.

En la época de la Primera Guerra Mundial, la revolucionaria comunista alemana Rosa Luxemburgo declaró que la alternativa que enfrentaba la humanidad era “el socialismo o la barbarie”. Ciertamente, los gobernantes sionistas de Israel y los guerreristas en Washington representan el espantoso rostro de la barbarie al violar y saquear a su paso por Irak y en su intento de desmembrar al pueblo palestino. Hacemos un llamado a los trabajadores del mundo a que se unan en una lucha de clases para echar a los imperialistas de Irak y Afganistán, para derrotar la ocupación colonial y la “guerra contra el terrorismo” –que es en realidad una campaña para aterrorizar al mundo para que se someta a los dictados imperialistas– así como a echar a los sionistas de todos los territorios ocupados, desde Gaza y Cisjordania hasta el Líbano. Sobre todo, es preciso entender que la lucha contra la guerra imperialista es una lucha política. En contra de los partidos gemelos de la guerra imperialista, buscamos forjar un partido obrero revolucionario en Estados Unidos y en el resto del mundo. Para poner fin a la cámara de horrores imperialistas, que van de la carnicería de la Primera Guerra Mundial, al Holocausto nazi (y el bombardeo atómico de Japón por parte de Estados Unidos) en la Segura Guerra Mundial, hasta la tortura y el asesinato en los campos de Abu Ghraib y Guantánamo, es necesario barrer con el sistema capitalista mediante una revolución socialista internacional. n

¡Por un estado obrero árabe-hebreo en una Federación Socialista del Medio Oriente!
¡Aplastar el imperialismo mediante la revolución socialista internacional!

Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe: internationalistgroup@msn.com

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