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julio de 2006 ¡Por
la defensa del pueblo palestino y de los chiítas libaneses!
Las zonas de población chiíta del sur de Beirut, reducidas a escombros por el bombardeo israelí. (Foto: Tyler Hicks/New York Times) ¡Expulsar a los sionistas de los
Territorios Ocupados!
¡Echar a los imperialistas norteamericanos de Irak y de todo el Medio Oriente!
Publicamos a continuación la
traducción de una versión ampliada del volante, fechado
el 18 de julio, del Internationalist Group, sección
estadounidense de la Liga por la IV Internacional.
El 14 de julio, Israel inició un ataque a gran escala contra el Líbano, bombardeando blancos tanto militares como civiles en todo el país. El primer blanco fue el aeropuerto de Beirut, seguido por la destrucción de 55 puentes y el bombardeo de todas las carreteras que conducen a las fronteras. Decenas de miles de libaneses lograron precipitarse a la frontera siria antes de que las principales carreteras fueran destruidas, pero ahora prácticamente la totalidad de la población libanesa se encuentra atrapada. Extranjeros occidentales están siendo evacuados por mar, y muchos libaneses temen que los ataques israelíes se intensificarán una vez que estén fuera. Habiendo impuesto un bloqueo al país, los militaristas sionistas están pulverizando la parte sur de Beirut, la capital, demoliendo cuadras enteras de la ciudad, atacando también ciudades y campos de refugiados palestinos de norte a sur. Los ataques más cruentos han estado dirigidos contra las comunidades chiítas, bastiones de la organización islámica Hezbollah. Hasta la fecha (21 de julio), han muerto más de 350 libaneses como resultado de los masivos e indiscriminados bombardeos israelíes. Entretanto, después de un mes los tanques israelíes han vuelto a Gaza, cortando en dos la delgada franja, bloqueando el suministro de alimentación y combustible, y asesinando a más de 100 árabes palestinos. Los
trabajadores de todo el mundo deben repudiar el ataque israelí y
luchar
vigorosamente contra esta doble pinza que, junto con la
ocupación imperialista
estadounidense de Irak, amenaza con hundir a todo el Medio Oriente en
la guerra. Las
comunidades musulmanas chiítas en las que hay una fuerte
presencia de la
organización islamista Hezbollah, han sido particularmente
golpeadas en la
embestida israelí. En estas zonas, la fuerza aérea de
Israel está masacrando a
la población civil, incluidos muchos niños, asesinando a
familias enteras en
sus casas, bombardeando camiones con suministros médicos,
plantas de procesamiento
de leche, tropas de las Naciones Unidas y hasta cuarteles del
ejército libanés.
Hezbollah respondió lanzando baterías de cohetes Katyusha
sobre el norte de
Israel, que alcanzaron por primera vez a la ciudad porteña de
Haifa; un cohete
destruyó un buque de guerra israelí. El ejército
sionista hizo una incursión
inicial en el sur del Líbano, pero se retiró
después de encontrar una
resistencia feroz. No obstante, el ataque aéreo no ha logrado
reducir la
capacidad militar de Hezbollah. En consecuencia, Israel ha movilizado
sus reservas,
lo que implica un costo económico enorme. Esto es indicio de una
inminente
invasión terrestre en gran escala. Dirigentes del
estado sionista dicen que este ataque constituye una “represalia” por
el ataque
contundente que el 12 de julio Hezbollah libró contra fuerzas
militares
israelíes en la frontera, matando a ocho soldados y capturando a
dos. Este
efectivo ataque dejó resentido al ejército
israelí, pero lo que ha ocurrido
desde entonces dista mucho de ser una mera revancha. Fue una
“magnífica
oportunidad de hacer algo para lo cual el ejército ya estaba
listo, con un muy
bien elaborado plan operativo en el escritorio”, comentó el jefe
de un centro
israelí para la “paz”. El ministro de guerra, Amir Peretz, jefe
del sionista
Partido “Laborista” declaró: “no permitiremos que fuerzas de
Hezbollah sigan en
la frontera con el estado de Israel.” Esto sólo puede lograrse
mediante una
ocupación israelí o de alguna fuerza “internacional” fiel
a los intereses del
estado sionista. La última vez que Israel intentó esto,
en 1982, se empantanó
en el sur libanés durante 18 años y finalmente la
acción guerrillera de
Hezbollah le obligó a retirarse. Sea cual
sea el pretexto que utilice Israel para justificar su agresión,
el movimiento
obrero internacional debe movilizarse por la defensa del pueblo
palestino y de
la población chiíta libanesa que se encuentran bajo
ataque, así como por la
derrota del ataque israelí. La actual invasión de
Líbano forma parte de un plan
expansionista de mayor envergadura de los sionistas para redefinir
unilateralmente las fronteras en Medio Oriente e imponer su dominio
militar
sobre los pueblos árabes. Tras declarar muerto el falso “proceso
de paz”, los
palestinos serán cercados y confinados en enormes prisiones en
Gaza y
Cisjordania, las colonias sionistas se extenderán en amplias
franjas de los
Territorios Ocupados y se preparará el terreno para una futura
expulsión
masiva, a la que se refieren eufemísticamente en los
círculos sionistas como
“transferencia”. Hoy en día, esta “solución final” al
“problema palestino” es
defendida abiertamente sólo por sionistas de línea dura,
pero corresponde a la
lógica de la política israelí de “establecer
hechos consumados en el terreno”. No hay ninguna “equivalencia”
entre los golpes asestados por el movimiento libanés
chiíta Hezbollah y los
grupos palestinos como Hamas, la Jihad Islámica y las diversas
fuerzas
nacionalistas seculares de resistencia, por un lado, y la gigantesca
maquina
militar sionista, por otro. Los imperialistas y sionistas tildan de
“terrorista” a Hezbollah, aunque ellos mismos son los mayores
terroristas de
estado. Contrario a lo que alega la histérica campaña de
la prensa burguesa en
occidente, la existencia de la población de habla hebrea de
Israel no se
encuentra amenazada de ninguna manera, en tanto que las poblaciones de
árabes
palestinos y de chiítas libaneses enfrentan un peligro innegable
de verse
diezmadas y echadas de sus territorios. Los internacionalistas
proletarios
tomamos el bando de los que resisten la ocupación sionista. La
Liga por la IV
Internacional lucha por la expulsión de los sionistas de todos
los territorios
conquistados por Israel en la guerra de 1967, incluyendo
Jerusalén oriental.
Todas las colonias sionistas establecidas en Cisjordania son puestos
militares
de avanzada para la subyugación de los palestinos. La acción de los
comandantes
militares israelíes al elegir como blanco a la población
civil del Líbano ha
llevado incluso esa servidora sumisa del imperialismo, la comisionada
de la ONU
por los derechos humanos, Louise Arbour, a referirse a posibles
crímenes de
guerra. Estas son palabras huecas, por supuesto; nada se hará en
contra de los
criminales de guerra en Tel Aviv, ni de los comandantes militares y
políticos
estadounidenses que han masacrado a más de 100 mil
iraquíes. A la vez que
subrayamos que los ataques israelíes contra el Líbano,
Gaza y Cisjordania son
de lejos más mortíferos, al aplastar pueblos y
vecindarios enteros y bombardear
intencionadamente a contingentes de refugiados, los comunistas nos
oponemos a
los indiscriminados ataques contra la población civil de Israel,
tales como los
bombazos suicidas a blancos no militares. Un cohete del Hezbollah
alcanzó un
taller de reparación ferroviaria en Haifa, dejando un saldo de
ocho obreros
muertos. Otros cayeron sobre el pueblo árabe de Nazareth en el
norte de Israel,
matando a dos niños palestinos mientras jugaban. Los
marxistas revolucionarios reconocemos el derecho a la
autodeterminación tanto
de los árabes palestinos como del pueblo de habla hebrea, o sea,
reconocemos su
derecho a la existencia nacional en el área. La creación
del estado de Israel,
un estado teocrático judío que es inherentemente opresivo
en contra de los
palestinos, constituyó un crimen histórico cometido por
los imperialistas
occidentales, que siguió a la monstruosa aniquilación de
6 millones de judíos
europeos en el Holocausto nazi. En lugar de aceptar a los judíos
refugiados que
huían de la matanza fascista, los imperialistas
“democráticos” los obligaron a
ir a Palestina. No obstante, el hecho es que hay ahora una
nación de habla
hebrea en el mismo territorio que la población palestina
árabe – y los
revolucionarios proletarios deben defender los derechos
democráticos de ambas.
A la vez, advertimos que estos derechos democráticos en
conflicto no pueden
resolverse de forma equitativa sino mediante la revolución
obrera. Los imperialistas
pregonan la “paz”
y “democracia” El fraudulento “proceso de
paz” se colapsó tras las pláticas de Campo David en 2000
cuando el presidente
norteamericano Bill Clinton exigió que los palestinos aceptaran
la
“repartición” de Cisjordania. El significado de esto fue
subrayado por la
subsiguiente provocación de Ariel Sharon al ocupar la explanada
de la mezquita
de Al Aksa con la plena cooperación del gobierno “laborista” de
Ehud Barak. Desde
entonces, un bueno número de nacionalistas palestinos laicos y
de izquierdistas
israelíes han abandonado su demanda previa a favor de un “mini
estado”
palestino, y se pronuncian ahora por una Palestina democrática y
laica, el
programa original de la Organización para la Liberación
de Palestina. Sin
embargo, no hay forma de que bajo el capitalismo haya una
solución equitativa y
democrática al conflicto entre dos aspiraciones a la
autodeterminación que compiten
por el mismo territorio. ¿Cómo se repartirían los
derechos para el uso del agua
entre Israel y Palestina, por ejemplo? ¿Qué hay del
innegable derecho de los
refugiados palestinos a regresar a donde vivían antes de 1948? Fiebre
de guerra: jóvenes israelíes escriben mensajes en obuses
de artillería (Kiryat Shmona,
17 de julio). “A Hezbollah con ...
de Israel.” El belicista comandante en
jefe estadounidense George W. Bush pretende luchar por la “democracia”
en Irak
y todo el Medio Oriente, excepto cuando la gente escoge “mal”. El
actual
episodio de guerra se inició con el retorno del ejército
israelí a Gaza para
castigar a la población por votar por los islamistas de Hamas.
Además de cortar
los fondos para estrangular financieramente a los palestinos, Israel ha
bombardeado
las oficinas de la Autoridad Palestina, arrestado la tercera parte del
gobierno
palestino, y señalado a los dirigentes de Hamas como blancos
para ser
asesinados. Por añadidura, los militares israelíes
volaron la principal planta
de energía eléctrica en Gaza y asesinaron a una familia
entera en la playa.
Pero con todo su frenesí en contra de Hamas, los propagandistas
sionistas se
olviden de mencionar que Israel ayudó en fundar dicha
organización, al hacerle
llegar cantidades sustanciales de dinero para que sirviera de
contrapeso a los
nacionalistas palestinos de Fatah. Muchos son los seudocialistas
que hoy en día dan apoyo (“crítico”, por supuesto) al
movimiento fundamentalista
islámico Hamas, tal como en el pasado se ponían a la cola
de Fatah y su
dirigente Yasir Arafat, con la justificación que están
bajo la mira de los
sionistas. Sin embargo, tanto los nacionalistas árabes como los
fundamentalistas islámicos están más que listos
para llegar a un acuerdo con el
imperialismo, si tan sólo se les diera una oportunidad para
ello. En contraste,
los trotskistas del Grupo Internacionalista y de la LIVI defendemos al
pueblo
palestino, al mismo tiempo que nos oponemos a todo estado con
fundamento
religioso, ya se trate del estado judío de Israel o de los
estados islámicos de
Irán e Irak —éste último bajo ocupación
norteamericana. Sostenemos que, en el
caso de pueblos históricamente entremezclados, el único
marco posible para una
solución justa a sus derechos nacionales es bajo el dominio del
proletariado,
cuando los trabajadores de todas las nacionalidades, los pueblos y la
minorías
puedan resolver las cuestiones democráticas mediante su esfuerzo
común en el
contexto de una economía colectivizada. “La niña cuyo
cadáver yace como una muñeca de trapo junto a los restos
de los autos que debían llevarla a un lugar seguro junto con su
familia es el símbolo de la más reciente guerra en
Líbano”
(Robert Fisk). Su nombre, desconocido, debido a que sus padres murieron en el mismo
bombardeo israelí contra
una caravana de refugiados en las afueras de Ter Harfa, Líbano,
15 de julio. En el presente caso, mientras
que reconocemos el derecho a la autodeterminación nacional por
parte tanto de
los árabes palestinos como del pueblo de habla hebrea, luchamos
por un estado
obrero árabe-hebreo en el marco de una federación
socialista de Medio Oriente.
Esto sólo puede lograrse mediante una lucha conjunta de los
trabajadores contra
sus gobernantes sionistas, fundamentalistas islámicos y
nacionalistas árabes. En el Líbano
también, los
imperialistas y sionistas fingen apoyar a la “democracia”. El
año pasado
montaron una “revolución de los cedros” para obligar a las
fuerzas sirias a
abandonar el país y establecer un gobierno títere en
Beirut. La juventud dorada
de la burguesía cristiana y musulmana sunita de Beirut –
muchachos a la moda con
sus coches deportivos marca BMW, muchachas esbeltas con sus accesorios
Armani –
proveyeron imágenes televisivas de apoyo de masas. Muchos de
éstos están
furiosos porque el resultado de sus esfuerzos ha sido la renovada
destrucción
de un país todavía en proceso de reconstrucción
después de tres décadas de una
guerra civil ruinosa y de casi dos décadas de ocupación
israelí del sur
libanés. Los empobrecidos chiítas, sin embargo,
participaron en manifestaciones
pro sirias que no fueron televisadas. Sin dar ningún apoyo
político al régimen
sirio, los marxistas señalamos que Líbano fue separado de
Siria por los
colonialistas franceses al salir de la región en los años
40 para formar un
estado artificial, dominado entonces por fuerzas cristianas pro
occidentales,
para mantener al nacionalismo árabe bajo control. Como
demostró la guerra civil
de 1975-1990, Líbano es un tablero de enclaves comunalistas, que
bajo el
dominio capitalista resultará siempre opresivo para una u otra
de las minorías
(chiítas, cristianos, alauitas, drusos, etc.). Hay semejanzas entre la actual
embestida y la invasión de 1982, cuando el ejército
israelí llegó a Beirut y
supervisó la matanza de palestinos a manos de la fascistoide
Falange cristiana
en los campos de refugiados de Sabra y Shatila. Sin embargo, hoy los
ataques se
dan en un nuevo contexto: el de las invasiones y respectivas
ocupaciones
dirigidas por los imperialistas en Afganistán e Irak.
Además, la invasión israelí
de Líbano se da en colaboración con sus patrones en la
Casa Blanca y el
Pentágono, donde una poderosa camarilla pro israelí ha
dado luz verde a los
expansionistas sionistas. El “presidente” palestino Abbas, una figura
decorativa sin estado ni gobierno, advirtió que el ataque contra
Líbano podría
desembocar en una guerra regional. De hecho, Israel ha iniciado tal
guerra. Los
sionistas cuentan con que los gobiernos de Arabia Saudita, Egipto y
otros
regímenes árabes reaccionarios no hagan nada, mientras
exige al gobierno
libanés que controle a Hezbollah, lo que no hará ni puede
hacer. Como resultado
de esto, varios de los imperialistas europeos en la reunión del
Grupo de los 8
en los palacios zaristas de San Petersburgo en Rusia, han pedido la
intervención
de las Naciones Unidas. Sin embargo, los “cascos azules” de la ONU
sólo
servirán como una policía fronteriza mercenaria del lado
de Israel y del
imperialismo norteamericano. Israel y los voceros del
imperialismo occidental presentan al actual conflicto como una “guerra
intermediada” contra Irán, patrocinador principal de Hezbollah.
Aunque no hay
indicio alguno de que los gobernantes en Terán estuvieron
involucrados con la
captura de un par de soldados israelíes en la frontera con el
Líbano, queda
claro que los sionistas y sus partidarios en los EE.UU. buscan desde
hace varios
años un enfrentamiento con los mullahs persas en el poder. Un
“halcón de
guerra” sionista, en un artículo reciente en una revista
“neoconservadora”
neoyorquina, la City Journal (primavera de 2006), pidió
un ataque a Irán
de una “fuerza rápida, masiva y devastadora para decapitar al
régimen – pero
ninguna ocupación”. Un ataque a Irán sería el
colmo de la locura para los
militares estadounidenses, ya empantanados en Irak. Pero esto no
impedirá
necesariamente a los belicistas en la Casa Blanca, el Pentágono
y el Congreso
norteamericano, tanto demócratas como republicanos, “desatar” a
los israelíes
que tienen un arsenal de cientos de bombas atómicas, los medios
para lanzarlas,
y una dirección lo suficientemente enloquecida como para
encender la mecha de
una conflagración que podría terminar consumiendo a
Israel. Un ataque militar contra
Irán,
por demente e improbable que sea, es la última ratio, el
“argumento”
final, del griterío en torno a los esfuerzos de Irán para
desarrollar una
industria eléctrica nuclear, lo es su derecho pleno incluso bajo
los tratados
de “no proliferación” impuestos por EE.UU. Como organizaciones
trotskistas, que
nunca han dado apoyo político a la “Revolución
Iraní” islamista, y que abogan
por la revolución obrera para derribar al régimen
reaccionario de los mullahs e
imanes, el GI y la LIVI defienden a Irán, país
semicolonial, y su derecho de
obtener armas nucleares para la autodefensa en contra de los
imperialistas y
sionistas con sus enormes arsenales nucleares. Asimismo, aún
bajo el carnicero
anticomunista Saddam Hussein, los marxistas revolucionarios defendimos
a Irak y
su derecho a desarrollar toda arma necesaria para la defensa contra los
asesinos masivos que luego devastaron al país con un Blitzkrieg
(guerra
relámpago) al estilo hitleriano y una ocupación colonial
ruinosa. Los
trotskistas también defendemos incondicionalmente al estado
obrero
burocráticamente deformado de Corea del Norte en contra del
imperialismo, a la
vez que luchamos por la revolución política para emplazar
a la burocracia
estalinista nacionalista con una dirección proletaria
internacionalista. Hezbollah y Hamas bien
podrían
haberse equivocado en su cálculo burdo de la reacción del
gobierno de Israel,
al pensar que éste aceptaría un intercambio de tres
soldados israelíes a favor
de algunos de los 9 mil palestinos (y un número no especificado
de libaneses)
detenidos en las mazmorras sionistas. Sin embargo, puede que los
gobernantes
israelíes hayan hecho un cálculo equivocado de mucho
mayor envergadura, al
convencerse de que podrían lanzar una nueva guerra y mantenerla
dentro de
límites estrictos. Hasta el Wall Street Journal (20 de
julio), que
normalmente da un aval entusiasta a toda aventura o atrocidad
israelí, se preocupa:
“Pero una intensificación del conflicto puede ser peligrosa para
Israel. Las
bajas serían con toda probabilidad mucho mayores que las que los
militares
israelíes han sufrido hasta ahora. El operativo podría
fallar, lo que daría un
golpe devastador a la reputación de Israel en la región.”
Aunque muchos
izquierdistas que habitualmente van a la zaga de los nacionalistas de
“tercer
mundo” consideran a Israel como simplemente un puesto de avanzada del
imperialismo,
la verdadera relación entre los sionistas y los imperialistas es
más compleja.
Strategic Forecasting, una empresa de análisis militar,
anotó recientemente: “Israel tiene necesidades de
seguridad nacional que sobrepasan su base de fuerzas humanas. Puede
montar un
ejército suficiente, pero su base industrial no puede
suministrar todas las armas
necesarias para librar un conflicto de alta intensidad. Esto significa
que
siempre depende de una fuente exterior para su base industrial, y debe
alinear
su política con esta fuente.... Fue después de 1967 que
Israel entró en una
relación de patrocinador y cliente con los Estados Unidos. Esta
relación representa
su fuerza y su debilidad. Le da a Israel los sistemas que precisa para
la
seguridad nacional, pero dado que los intereses estadounidenses e
israelíes
divergen, la relación limita el campo de acción de
Israel.” –Stratfor, Mideast Crisis:
Backgrounder (14 de julio de 2006) Socialismo o barbarie Para el imperialismo
norteamericano, el control del Medio Oriente es clave para su ejercicio
de
dominación mundial, no tanto para suministrar sus propias
necesidades
energéticas sino más bien para poder abrir y cerrar la
llave petrolera, y así
dominar a sus rivales imperialistas. Ante el ataque israelí el
precio del
petróleo crudo ya se disparó a US$78 por barril, un
récord. Desde hace décadas,
Washington ha intentado imponer una “Pax Americana” en la
región,
particularmente desde la contrarrevolución en Europa Oriental
que destruyó a la
Unión Soviética y atizó el apetito de EE.UU. de un
Nueva Orden Mundial, en el
que sería la “única superpotencia”. Los sionistas, claro
está, siempre han
buscado vender sus servicios al imperialismo, desde que lograron que el
canciller británico Balfour publicara su famosa
Declaración en 1917, a cambio
se ofrecieron a actuar como guardianes para Inglaterra en los bordes
del vital
Canal de Suez. Pero los intereses de los sionistas y de los
imperialistas no
siempre son idénticos. De hecho, enloquecidos derechistas
israelíes y sus
defensores en el extranjero están más que dispuestos a
volar al planeta en
pedazos al poner en práctica sus mesiánicos planes
expansionistas. Mientras las bombas cayeron
sobre Beirut, tanto demócratas como republicanos se apresuraron
a defender la
agresión israelí, con la halcona guerrerista Hillary
Clinton tomando la
delantera en la bravuconería. Por ahora, la secretaria de estado
de EE.UU.
Condoleezza Rice y el embajador estadounidense ante la ONU John Bolton
han
podido suprimir los llamados para que las Naciones Unidas impongan un
cese al
fuego o envíen una fuerza de “mantenimiento de la paz”.
Después de dos semanas
adicionales de bombardeos e incursiones terrestres por Israel con el
propósito
de “limpiar” la población al sur del río Litani y
convertir la zona en un
“polígono de tiro libre”, opinan los “expertos” militares,
Washington intentará
organizar una fuerza “multinacional”, quizás sobre el modelo de
la fuerza
expedicionaria de la OTAN en Afganistán, para patrullar el sur
del Líbano e implementar
una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU exigiendo el
desarme de
Hezbollah. Sin embargo, como señaló el Wall Street
Journal (17 de
julio), el mantenimiento de la paz supone que las partes quieren la
paz. Si
Hezbollah, con amplio apoyo en la población chiíta local,
se rehúsa a ser
desarmado e inicia una guerra de guerrillas, no se tratará del
“mantenimiento
de la paz” y ni siquiera de “estabilización” sino de contrainsurgencia.
Y en eso no tuvo suerte Israel durante 1982-2000 en el Líbano,
como tampoco los
norteamericanos actualmente en Irak. Si Israel ataca a Siria o
Irán, tendría
repercusiones en toda la región. Y si uno de los
decrépitos regímenes conservadores
árabes cae como consecuencia de protestas de masas en contra de
la guerra, el
ejemplo podría extenderse como una marea negra. Recientemente, un columnista
sionista “moderado”, Michael Goodwin, declaró que “la Tercera
Guerra Mundial ha
comenzado”, y que la clave es que “EE.UU. debe prevalecer” – junto con
Israel,
sobra decirlo (Daily News [Nueva York]. ¿“Prevalecer” en
una guerra
nuclear? ¿Contra cuál adversario y cómo? Estas no
son las locuras de un comentarista
despistado sino que representan la doctrina oficial de EE.UU. Bajo la
administración demócrata de Clinton se filtraron algunos
extractos de un
documento reservado, “Patrón para la planeación de la
defensa para los años
fiscales de 1994 a 1999” donde sentaron como meta el “prevenir en el
futuro la
aparición de todo potencial competidor global”, como por ejemplo
los aliados de
la OTAN. En la administración Bush II, el secretario de guerra
Donald Rumsfeld
escribió en el “Evaluación Cuatrienal de Defensa” que la
meta de los EE.UU.
debe ser “prevalecer ante las amenazas actuales” y “disuadir a
potenciales
adversarios”, como serían los actuales aliados estadounidenses
en la OTAN. Con
la desaparición de la estrategia de la disuasión de la
Guerra Fría de “mutually
assured destruction” (MAD, la destrucción mutua asegurada),
¿es que algún genio
malévolo en el Pentágono se ha imaginado una nueva
doctrina estratégica para la
“nuclear unilateral total slaughter” (NUTS—matanza nuclear total y
unilateral)?
Es claramente esto a lo que apunta la “Doctrina Bush” de la guerra
preventiva. En el marco de la reunión
del
Grupo de los 8 en San Petersburgo, el presidente norteamericano George
Bush le
dijo en una cena privada con el presidente ruso Vladimir Putin, que ha
querido
“promover el cambio institucional en partes del mundo como Irak –donde
hay
libertad de prensa y de culto” (¡!) y que esperaba que “Rusia
haga lo mismo”.
Cuando Putin respondió fríamente diciendo que
“ciertamente no queremos tener el
mismo tipo de democracia como el que tiene Irak”, Bush soltó:
“Espera un poco”
(New York Times, 16 de julio). Comentarios como éste, de
boca del jefe
de la potencia imperialista más poderosa del mundo –quien
declaró que se
conducía “de acuerdo con una misión de dios” al invadir
Afganistán e Irak y que
libra una batalla maniquea en contra del “eje del mal”– no serán
bien recibidos
de parte de los “potenciales competidores globales en el futuro” a los
que
EE.UU. quiere “disuadir”. En la medida en que se multiplican las
escaramuzas
interimperialistas en torno a Irak, Israel y otros conflictos
mundiales, es
posible que las guerras comerciales –como la de las rivales Boeing
norteamericana
y Airbus europea en la producción de aviones, o en torno a la
empresa
petrolífera rusa Yukos– pasarían a nuevas formas de
competencia. No hay que
olvidar que la Rusia capitalista todavía tiene el poderío
militar suficiente
como para aniquilar varias veces a Estados Unidos. Nuestro señalamiento de
que la
invasión israelí al Líbano va rumbo a una Tercera
Guerra Mundial interimperialista,
no quiere decir que ésta se desate mañana. En realidad,
estamos en un período
de escaramuzas anteriores a la pieza principal, tal como ocurrió
con las
guerras de los Balcanes que precedieron a la Primera Guerra Mundial, o
como en
los años 30 la invasión japonesa de China y la Guerra
Civil Española en el
período preparatorio a la Segunda Guerra. El ritmo de los
acontecimientos no
está predeterminado y eventos tales como el actual ataque
israelí en medio de
una virulenta guerra civil en Irak pueden tener consecuencias
imprevisibles. Es
claro que el estado mayor israelí no contaba con que Hezbollah
tuviera y usara
misiles que pueden alcanzar Haifa y posiblemente Tel Aviv, ni que
pudieran
alcanzar barcos de guerra israelíes, como tampoco contaron los
planificadores
bélicos del Pentágono con enfrentar una insurgencia
continua y arraigada en
Irak. Los generales israelíes y norteamericanos pueden sufrir
reveses en el
campo de batalla, pero la clave es la manera en que estas guerras
coloniales
intersectan la lucha de clases a escala mundial. Es en el frente interior donde
se encuentra el talón de Aquiles de los imperialistas y los
sionistas. Hoy en
día, el público israelí puede apoyar
sólidamente la invasión del primer
ministro Ehud Olmert. Pero basta con que los ataques guerrilleros
empiecen a
causar una interminable serie de bajas y el apoyo israelí a la
guerra se
disipará, tal como ya ha ocurrido en EE.UU. Es entonces cuando
el potencial
para una dura lucha de clases del proletariado en contra de la guerra
se
incrementará. La sociedad israelí está dividida
por líneas de clase, igual que
los países árabes, y el interés de los obreros de
habla hebrea (incluidos
muchos que vienen de otros lugares en Medio Oriente y que hablan
árabe como lengua
materna) no son los mismos que los de sus gobernantes sionistas. Los
reveses
militares y fuertes choques internos (por ejemplo, en torno al
clericalismo)
pueden romper la regimentación de una fortaleza sitiada, y en
todo caso las
masas de la población israelí no pueden querer vivir para
siempre en un
estado-guarnición. Lo que se necesita es una dirección
revolucionaria, un
partido trotskista, que aproveche estas contradicciones para abrir la
vía para
una lucha de clases conjunta de los trabajadores árabes y
hebreos. La Liga por la IV
Internacional, se ha pronunciado por –y ahí donde ha sido
posible también ha
intentado iniciar– luchas de clase contra la guerra imperialista,
incluido el
boicot al transporte de material bélico así como huelgas
obreras contra la
guerra. Recientemente, el local 10 de San Francisco y Oakland del West
Coast
International Longshore and Warehouse Union (ILWU, sindicato de
estibadores de
la Costa Oeste de Estados Unidos) aprobó mociones en las que se
convoca a
organizar un paro de 24 horas en contra de la guerra en Irak, y se
propone la
movilización sindical contra los paramilitares antiinmigrantes.
Estas mociones
(a pesar de ser luego rechazadas por la burocracia del ILWU en su
conjunto),
apuntan en la dirección requerida. El mismo programa de guerra
de clases
contra la guerra imperialista vale también con respecto al
ataque israelí
contra el Líbano y el pueblo palestino. Los impotentes boicots a
los académicos
israelíes son, en último término, peticiones al
imperialismo norteamericano
(¿por qué no pedir a las universidades norteamericanas
que se rehúsen a
contratar profesores norteamericanos, puesto que Estados Unidos es
culpable de
crímenes de guerra muchísimo mayores que Israel?). Las
piadosas peticiones a la
ONU de que intervenga, únicamente ayudarán a Israel. En
lugar de estos
callejones sin salida, mucho más poderosa sería una
acción de los estibadores
europeos y norteamericanos en rechazo a cargar o descargar barcos que
lleven
pertrechos militares a Israel e Irak. En la
época de la Primera Guerra Mundial, la revolucionaria comunista
alemana Rosa
Luxemburgo declaró que la alternativa que enfrentaba la
humanidad era “el
socialismo o la barbarie”. Ciertamente, los gobernantes sionistas de
Israel y
los guerreristas en Washington representan el espantoso rostro de la
barbarie
al violar y saquear a su paso por Irak y en su intento de desmembrar al
pueblo
palestino. Hacemos un llamado a los trabajadores del mundo a que se
unan en una
lucha de clases para echar a los imperialistas de Irak y
Afganistán, para
derrotar la ocupación colonial y la “guerra contra el
terrorismo” –que es en
realidad una campaña para aterrorizar al mundo para que se
someta a los dictados
imperialistas– así como a echar a los sionistas de todos los
territorios ocupados,
desde Gaza y Cisjordania hasta el Líbano. Sobre todo, es preciso
entender que
la lucha contra la guerra imperialista es una lucha política. En
contra de los
partidos gemelos de la guerra imperialista, buscamos forjar un partido
obrero
revolucionario en Estados Unidos y en el resto del mundo. Para poner
fin a la
cámara de horrores imperialistas, que van de la
carnicería de la Primera Guerra
Mundial, al Holocausto nazi (y el bombardeo atómico de
Japón por parte de
Estados Unidos) en la Segura Guerra Mundial, hasta la tortura y el
asesinato en
los campos de Abu Ghraib y Guantánamo, es necesario barrer con
el sistema
capitalista mediante una revolución socialista internacional. n ¡Por un
estado obrero árabe-hebreo en una Federación
Socialista del Medio Oriente!
¡Aplastar el imperialismo mediante la revolución socialista internacional! Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe: internationalistgroup@msn.com |
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