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abril de 2011  
De mensajeros de Gadafi a peones de la intervención imperialista

Libia y la izquierda oportunista

La izquierda oportunista maneja el mito de una “revolución libia” que se opone a la intervención imperialista. Sin embargo, los rebeldes libios han pedido a los EE.UU., Francia, Inglaterra, la OTAN y la ONU atacar a las fuerzas de Gadafi. En la foto, combatientes rebeldes sobre un tanque bombardeado. (Foto: Patrick Baz/AFP)

El siguiente artículo es una traducción abreviada de la versión en inglés aparecida en el suplemento de The Internationalist (abril de 2011) y disponible en su totalidad en nuestro sitio de Internet, www.internationalist.org.

A lo largo de décadas, los auténticos trotskistas hemos defendido a Libia en contra de los ataques imperialistas, sin dar en ningún momento apoyo político a Muamar al-Gadafi. En cambio, para la izquierda oportunista bastó en los primeros años con que Gadafi hiciera escarnio del gobierno de EE.UU. Diversos grupos presentaban al dirigente libio como paradigmático de la “Revolución Árabe”. Se trató de una “revolución” bien extraña: no estaba dirigida al derrocamiento de la clase dominante local (de hecho, sus protagonistas eran nacionalistas burgueses) sino que, en cambio, tenía el propósito de enfrentar a un enemigo externo: el estado sionista de Israel. Intercontinental Press (8 de diciembre de 1969) publicó un artículo del Socialist Workers Party norteamericano afirmando que “los dirigentes de la revolución libia del 1° de septiembre repudian continuamente el marxismo y la lucha de clases”. No obstante, declaraba que la fundación de la República Árabe de Libia representaba “un paso adelante en la Revolución Árabe”.[1] El SWP argumentaba que las leyes del desarrollo desigual y combinado obligarían a Gadafi a abandonar su versión “estrecha, nacionalista” del socialismo árabe basado en el Corán. Al contrario, las leyes del mercado indujeron a Gadafi a abandonar sus poses socialistas y a adoptar el capitalismo libremercadista.

La mayor parte de los grupos de la izquierda pequeñoburguesa a principios de los años 70 solían describir a Gadafi como “antiimperialista”, pero una tendencia fue más allá. Se trata de la organización que dirigía Gerry Healy y que se reclamaba como el Comité Internacional de la IV Internacional. Aunque Healy había tachado a Gadafi de fascista, para mediados de los años 70 su organización británica, el Workers Revolutionary Party (WRP) y su subsidiaria norteamericana, la Workers League, comenzó a buscar abiertamente el favor del líder libio. También se derretían por el dictador iraquí Saddam Hussein. Nada de esto fue una casualidad. El WRP comenzó a publicar un periódico diario, el Newsline, lo que parecía superar con mucho las capacidades financieras de la organización. Durante muchos años hubo rumores de que había dinero de procedencia sospechosa detrás de esto. Pero cuando en 1985 los lugartenientes de Healy dieron un golpe y echaron del WRP a su “líder fundador”, revelaron que el partido había recibido más de un millón de libras esterlinas a lo largo de siete años de manos de diversos dictadores y petrojeques árabes, como los gobernantes de Kuwait, Qatar, Abu Dhabi, Irak y, en particular, la Libia de Gadafi. He aquí el desglose:

Libia………….………..£542.267
Kuwait……………….…156.500
Qatar….…………….……50.000
Abu Dhabi………………25.000
OLP……………………....19.997
Irak…………………….....16.697
Otras fuentes
sin identificar.………….261.702
Total…………............£1.075.163

–reproducido en Workers News, abril de 1988

Como recompensa, el WRP realizaba ciertos servicios, como fotografiar izquierdistas iraquíes que protestaban en Londres en contra de la ejecución de comunistas iraquíes a manos de Hussein.

El acólito norteamericano de Healy durante este período era el dirigente de la Workers League, David North, quien ahora encabeza el Socialist Equality Party (SEP) y maneja el World Socialist Web Site (WSWS). Hoy el WSWS se presenta como defensor del trotskismo, con artículos que llevan títulos como “Libia y la bancarrota del nacionalismo árabe” (23 de febrero), en los que se muestra la falsedad de las pretensiones “socialistas” de Gadafi y se aplaude a los rebeldes proimperialistas que lo enfrentan. En ningún lugar dicen North y sus secuaces que alguna vez ellos mismos fueron propagandistas a sueldo de Gadafi, ni que recibieron dinero manchado de sangre para aplaudir su “revolución”. Hemos probado documentalmente de que North y Cía (que en otra de sus encarnaciones encabeza una empresa editorial comercial no sindicalizado) son contrarios a los sindicatos, identificaron a militantes del WWP norteamericano ante la República Islámica de Jomeini en Irán para que fueran reprimidos y participaron en toda una serie de acciones antiobreras.[2] Pero en la larga lista de crímenes de estos cínicos impostores, no debe olvidarse que alguna vez fueron mensajeros de Gadafi.[3]

Si bien los grupos estalinoides tienen sentimientos encontrados respecto a su otrora putativo héroe “antiimperialista” Gadafi, los socialdemócratas están enfáticamente del lado de los rebeldes proimperialistas. La organización que de manera más abierta y prominentemente ha adoptado esta postura es la International Socialist Organization (ISO). Para encubrir su flanco izquierdo, la ISO finge oponerse a la intervención norteamericana a la vez que apoya un “movimiento” que la pide a gritos. Esto le ayuda también a impedir todo disenso interno, al calificar a toda oposición como que “toma partido por los tanques”.

 LA ISO publicó un artículo de Richard Seymour (autor del blog Lenin’s Tomb y partidario del Socialist Workers Party británico) titulado “El miedo de Occidente a la caída de Gadafi” (sitio web de Socialist Worker, 24 de febrero). Seymuor insiste en que “el problema de los gobiernos de EE.UU. e Inglaterra con esta revuelta es que ellos de verdad, de verdad no quieren que Gadafi caiga”. El problema para la ISO es que los gobiernos de EE.UU. e Inglaterra quieren de verdad, de verdad que Gadafi caiga. Barack Obama lo dijo, Hillary Clinton lo dijo, [el primer ministro británico] David Cameron lo dijo, y ahora no sólo lo están diciendo, sino que están intentando hacerlo, fingiendo entretanto de manera santurrona que lo hacen para proteger a la población civil.

Más fundamentalmente, el “problema” para la ISO es que su política “tercercampista” – que tomaron prestada de su maestro, el difunto Tony Cliff, quien durante la Guerra Fría antisoviética calificó a la Unión Soviética como “capitalista de estado” y que resumía su política con la frase “ni Washington, ni Moscú”– ineludiblemente les coloca en el “primer campo”, el del imperialismo. Con su visión unilateral clavada en la “democracia”, cruzan la línea de clase con descaro. Estos “socialistas del Departamento de Estado”, como los hemos denominado, terminan abrazando a los “movimientos juveniles” auspiciados por el Departamento de Estado norteamericano, y a los muyahedines mercenarios que buscan regresar a la nómina de la CIA, como cuando lucharon en contra del ejército soviético en Afganistán (y los cliffistas los alababan como “luchadores por la libertad”).

El SWP británico de Tony Cliff (con el que la ISO estaba originalmente aliada como parte de la Tendencia Socialismo Internacional hasta que separaron sus caminos en 2001 al acusarse mutuamente de no ser lo suficientemente oportunistas) se ha puesto al frente de los que –mientras trafican con propaganda bélica imperialista en contra del régimen de Gadafi y con alucinantes historias acerca de “nuevas formas de democracia” en Bengasi– dicen que los “revolucionarios libios” se oponen a la interferencia occidental. Citan a Abdel Hafidh Ghoga, portavoz del Consejo Nacional de Transición de los rebeldes: “Estamos en contra de toda intervención extranjera o de una intervención militar en nuestros asuntos internos” (Socialist Worker [Inglaterra], 5 de marzo de 2001). Esta declaración data de cuando los rebeldes pensaban que el régimen de Gadafi simplemente se colapsaría, pero unos cuantos días después, este mismo Ghoga entonaba una canción distinta: “El pueblo libio enfrenta un genocidio… Pedimos que bombardeen los campos en los que (Gadafi) tiene a sus mercenarios, así como los caminos que utiliza para transportarlos junto con sus fuerzas de seguridad” (Reuters, 10 de marzo). He aquí la desmentida del mito de que existe un sector contrario a la intervención militar entre los rebeldes libios.

Otro de los grupos que cohabitan en el pantano socialdemócrata es la Corriente Marxista Internacional (CMI), dirigida por Allan Woods y ligada a una de las dos organizaciones mexicanas que ostentan el nombre Militante. Esta corriente admite más francamente el hecho de que “agentes burgueses reaccionarios” manejan las cosas en Bengasi, y de que estos rebeldes son dirigidos por “representantes directos de los intereses imperialistas” (“Gobierno interino en Libia: agente del imperialismo”, sitio web mexico.elmilitante.org, 1° de abril). Sin embargo, al principio Woods estaba extático: “Levantamiento en Libia: ¡temblad, tiranos! (mexico.elmilitante.org, 23 de febrero). La “revolución se ha extendido al occidente” y “la caída de Gadafi es sólo cuestión de tiempo”, proclamó Woods, quien siempre anuncia revoluciones aquí, allá y en todas partes, desde Venezuela hasta Argentina, Bolivia, Irán y ahora Túnez, Egipto y Libia. Aunque susurran en voz baja que “debemos oponernos a la agresión imperialista”, trátese de bombardeos o de otros medios, la CMI es extrañamente discreta al respecto. Como en el caso de Irán, que desembocó en una escisión en la internacional de Woods, su principal problema es que su héroe Hugo Chávez es un gran amigo de Gadafi.

Rebeldes libios amenazan a trabajadores africanos negros. La izquierda oportunista justifica linchamientos al afirmar que el racismo es culpa de Gadafi. (Foto: AP)

Al apoyar la “revolución libia” mientras simultáneamente se oponen a la intervención militar imperialista, se les debe haber ocurrido a estos socialdemócratas que aquellos a cuya cola quieren ponerse en Libia no apreciarían esta oposición (meramente formal) a los bombardeos imperialistas contra Gadafi, que los rebeldes consideran como su única esperanza de sobrevivir, ya no digamos de ganar. De hecho, junto con los “liberales misileros” y los dirigentes del Partido Laborista, algunos (más o menos) izquierdistas occidentales, se han pronunciado a favor de los bombardeos imperialistas (o al menos, rehúsan fustigarlos). Tal como hicieron diversos apóstatas de izquierda en torno al bombardeo de Yugoslavia que perpetraron Tony Blair y Bill Clinton en 1999, quieren “darle una oportunidad a la guerra”.

Otro “izquierdista” de esta calaña es el académico libanés Gilbert Achcar, quien por mucho tiempo fuera un portavoz del S.U. y todavía es miembro del Instituto Internacional de Investigación y Formación fundado por los dirigentes del S.U. Ernest Mandel y Livio Maitan. En una entrevista que dio Achcar a su “buen amigo Steve Shalom” y que fue publicada por el sitio del S.U. International Viewpoint (marzo de 1011),[4] Achcar afirma que “dada la urgencia de impedir la masacre que se habría producido si las fuerzas de Gadafi tomaran Bengasi y ante la ausencia de cualquier medio alternativo para conseguir el objetivo de proteger a los civiles, nadie puede oponerse razonablemente” [a la Resolución 1973 de la ONU, que aprueba la realización de acciones militares contra el régimen libo]. Estas declaraciones desencadenaron toda una serie de respuestas, incluida la del dirigente del SWP británico Alex Callinicos, quien dice que está de acuerdo con su “viejo amigo Gilbert Achcar” en que algunas veces pedir ayuda a los imperialistas está bien, sólo que no lo está en este caso particular. Que un “debate” tan amigable pueda darse entre este círculo de académicos de “izquierda” es una muestra de que ninguno de ellos tiene ni la más remota conexión con el marxismo revolucionario.[5]

Para los trotskistas revolucionarios, una “discusión” de este tipo es repugnante: no sólo es necesario luchar con uñas y dientes contra la intervención imperialista, sino que es una obligación defender a un país semicolonial bajo ataque, cualquiera que sea el pretexto con  el que se lo ataca (cualquiera que sea su régimen interno) y, en consecuencia, luchar por la derrota de sus atacantes, sin importar cuán “democrática” o “humanitaria” digan que es su misión. En la segunda mitad de los años 30, León Trotsky estuvo por la defensa de Etiopía (llamada entonces Abisinia) en contra del ataque de la Italia imperialista, cuando ésta era gobernada por el feudal y dueño de esclavos Haile Selassie. Los comunistas franceses apoyaron la rebelión del Rif (en el norte de Marruecos) a principios de los años 20, y trabajadores portuarios bajo dirección comunista se negaron a embarcar pertrechos que serían enviados a las tropas francesas que defendían la colonia de Marruecos. ¿Era progresista el dirigente tribal Muhammad Abd Al-Krim? Para nada. V.I. Lenin defendió la “Rebelión Bóxer” en China en 1900, que se proponía restaurar la dinastía manchú Qing. Karl Marx y Friedrich Engels estuvieron por la defensa de la Rebelión de los Cipayos en la India a finales de los años 50 del siglo XIX, aún cuando señalaban que lo que la había desencadenado había sido un motín de soldados mercenarios que habían cometido no pocas atrocidades y eran dirigidos por fuerzas musulmanas de carácter feudal.[6] En todos estos casos, la cuestión fundamental era la lucha contra el imperialismo. Como escribió Lenin en El socialismo y la guerra (1915):

“Si, por ejemplo, mañana Marruecos declarase la guerra a Francia, la India a Inglaterra, Persia o China a Rusia, etc., estas guerras serían guerras ‘justas’, guerras ‘defensivas’, cualquiera que fuese el país que atacara primero, y todo socialista desearía la victoria de los estados oprimidos, dependientes, de derechos mermados, en lucha contra las ‘grandes’ potencias.”

Hoy, el asunto primordial en Libia es la lucha contra el imperialismo. Durante décadas, las dictaduras en esta región de alta importancia estratégica, lo mismo que el opresor estado sionista de Israel, han dependido del apoyo del imperialismo. El levantamiento en Libia se vio alimentado precisamente porque Gadafi adoptó las políticas económicas capitalistas dominantes como parte de su alianza con los imperialistas. Pedir a los imperialistas que intervengan, ya sea militarmente o mediante sanciones económicas es garantía de que en este momento de grandes levantamientos potencialmente revolucionarios, las potencias imperialistas dominantes, en primer lugar Estados Unidos, sigan siendo los árbitros, explotadores y opresores de las masas árabes. Es necesario organizar la lucha por una revolución obrera en toda la región, no sólo en contra de los dictadores  como Gadafi, sino también en contra del imperialismo y los “demócratas”, monarquistas e islamistas que les quieren servir como testaferros.

Los izquierdistas que abiertamente piden la intervención militar occidental, tales como la Alliance for Workers Liberty de Sean Matgamna en Inglaterra o Gilbert Achcar, son lo que Lenin llamó socialimperialistas, como los socialdemócratas alemanes que votaron a favor del presupuesto de guerra del káiser en 1914 con el pretexto de que así luchaban contra la reacción zarista. Otrora los maoístas los hubieran llamado los “perros de presa” del imperialismo, aunque en este caso sería más adecuado decir que son sus “perros falderos”. Por otra parte, al recaudar apoyo político a favor de los rebeldes proimperialistas libios, cuya rebelión depende de la intervención de EE.UU., Inglaterra, la ONU y la OTAN –intervención que abiertamente piden– los socialdemócratas y otros “socialpacifistas” en el movimiento “antiguerra” sirven como peones, es decir, como embaucadores y títeres que han abierto la vía para el ataque imperialista. Hoy como ayer, una verdadera lucha contra la guerra y el dominio de los imperialistas exige luchar para aplastar el sistema imperialista por medio de una revolución socialista en toda la región, y en el mundo entero.


[1] El SWP norteamericano esta fraternalmente ligado al Secretariado Unificado de la IV Internacional (S.U.). Hoy, el grupo Socialist Action, que igualmente está vinculado al S.U., acaba de escribir que “buena parte de la izquierda se creyó la retórica [de Gadafi], tal como han hecho –y siguen haciendo– con otros populistas burgueses en países neocoloniales” (Socialist Action, marzo de 2011). Olvidan mencionar que entre los que aplaudieron al dirigente libio se encontraba el SWP, partido al que la mayor parte de la dirección de Socialist Action pertenecía en aquella época.

[2] Véase “Where Were You, David North?” (¿Dónde estabas, David North?) en The Internationalist, No. 29, verano de 2009; “Socialist in Bourgeois Electionland” (Socialistas en la fantasía electoral burguesa) en The Internationalist No 28; y “SEP/WSWS: Scab ‘Socialists’” (SEP/WSWS: esquiroles “socialistas” [diciembre de 2007]), disponible en nuestro sitio web, www.internationalist.org.

[3] Esta sórdida historia ha sido documentada en diversos artículos publicados en Workers Vanguard, el periódico de la Spartacist League, cuando era la voz del trotskismo revolucionario. Los artículos pueden encontrarse en el sitio Web Anti-SEP-tic.

[4] Disponible en español en el sitio Viento Sur, cercano al S.U. (18 de marzo).

[5] Al menos Achcar es coherente en su apoyo al imperialismo: en 1980 presentó una moción –junto con Tariq Ali– ante el S.U. en la que se exigía el retiro de las tropas soviéticas de Afganistán que enfrentaban el ataque de los islamistas respaldados por la CIA (véase Gilbert Achcar, Eastern Cauldron [Monthly Review Press, [2004]). En 2006 apoyó las pseudoelecciones que se realizaron bajo la ocupación norteamericana en Irak.

[6] Véase “”Lenin sobre la ‘Rebelión Bóxer’” y “Marx acerca de la Revuelta de los Cipayos” en The Internationalist, No. 21, verano de 2005.


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe a: internationalistgroup@msn.com

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