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N° 1, octubre de 2012
 
Elecciones en México 2012

Una vez más, fraude en la farsa electoral

 
El quiérase militar Felipe Calderón flanqueado por los altos mandos castrenses observa combate
simulado, al escenificarse la Batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862. Mientras tanto, unos 95 mil
personas han muerto en su guerra sucia.
(Foto: Gobierno federal)

¡Forjar un partido obrero revolucionario!

El 31 de agosto el telón cayó. El último acto de la farsa llegó a su fin. A dos meses de celebrados los comicios del 1° de julio, los honorables jueces del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) validaron la elección. Con voto unánime han determinado que Enrique Peña Nieto compró la presidencia con todas las de la ley. El veredicto del Tribunal, vaya sorpresa,  estableció que EPN y su Coalición Compromiso por México –formada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el execrable Partido Verde Ecologista de México (PVEM)– no violaron una sola de las reglas de los comicios libremercadistas. La imposición ha sido estampada con el sello de la legalidad burguesa. Peña Nieto y La Gaviota (su consorte, la estrella de telenovela Angélica Rivera) llegaron en helicóptero a recoger la constancia de mayoría. Afuera, un ejército de granaderos mantuvo a raya a la multitud que rechazaba la legitimidad del ahora “presidente electo.”

Al otro lado de la pista, Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial perdedor, anunció a la mañana siguiente que no reconocía el fallo y llamó a la “resistencia civil pacífica”. Sin embargo, el 9 de septiembre, día en que anunció su salida del Partido de la Revolución Democrática (PRD), convocó a discutir si se haría del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) un nuevo partido político y propuso… no hacer nada. Más impacientes, los jóvenes universitarios del #YoSoy132 marcharon en un cortejo fúnebre desde Ciudad Universitaria hasta las instalaciones del TEPJF. Hasta el último momento mantuvieron viva la esperanza de que prevaleciera en México la “democracia sin adjetivos” que pregona la ideología burguesa liberal. Muchos del 132 sintieron derrotada la esperanza de sus padres, que en 2000 se volcaron al “voto útil” a favor del empresario cocacolero Vicente Fox para echar de una vez y para siempre al PRI de Los Pinos. Y ahora está de vuelta.

Las elecciones presidenciales en México han concluido, una vez más, con un fraude en medio de una gran farsa. ¿Imposición? Por supuesto, tal como fue el caso en 2006, cuando el mismo tribunal entregó el triunfo al panista Felipe Calderón a pesar de las enormes protestas callejeras. Pero también en 2000, los “poderes fácticos” del duopolio Televisa-TV Azteca, la Bolsa de Valores y Wall Street impusieron a Fox … y muchos celebraron una supuesta “revolución democrática” que abriría al país la vía hacia una democracia liberal al estilo de la de los Estados Unidos. Imposición también hubo en 1988, cuando el sistema de computo “se cayó” misteriosamente, y al reanudarse robó a Cuauhtémoc Cárdenas su victoria electoral. En México el fraude y la imposición de los vencedores son elementos esenciales de todo proceso electoral. Pretender que esta vez es diferente refleja la miopía de una juventud dorada que no ve más allá de sus iPads para discernir la brutal realidad de este país semicolonial, y que sólo lamenta la muerte de sus añoranzas de vivir en una democracia de Disneylandia.

De hecho, la “democracia electoral” burguesa mexicana ha dado al mundo un colorido catálogo de intrincadas trapacerías para ganar las elecciones. El carrusel electoral, llevando a votantes de una casilla a otra; las urnas embarazadas, llenadas con anticipación para multiplicar los números del candidato ganador; los ejércitos de mapaches, para desaparecer las boletas del candidato perdedor; el ratón loco, para impedir que los votantes de la oposición encuentren su distrito electoral; la operación tamal, para reunir los votantes con desayunos gratuitos y el acrarreo para llevarlos a las urnas; la alquimia para ajustar las cifras después del cierre, etc.). Y a lo largo de las campañas, está la entrega de “regalos”, hasta de lavadoras eléctricas. Esta vez se “modernizó” y masificó el proceso al entregar decenas o incluso cientos de miles de tarjetas de débito (Monex) y de plásticos para comprar abarrotes en los almacenes. Cuando los operadores peñanetistas negaron el hecho evidente, fueron pronto desmentidos por las muchedumbres que abarrotaron las tiendas Soriana para usar su crédito otorgado por el PRI antes de que fuera cancelado. Pero los jueces desestimaron las pruebas por falta de comprobantes de compromiso para votar por EPN.

¿Será que hay compra de votos en México? ¡Vaya sorpresa! Al día siguiente de las elecciones, multitudes abarrotan tiendas de la cadena Soriana ante el rumor de que se cancelarán tarjetas que recibieron del PRI al ventilarse quejas de fraude electoral. (Foto: Jesús Villaseca/La Jornada)

Hace seis años, tras la gran burla de entonces, escribimos: “El fraude en México no es una anomalía, sino una parte integral del proceso electoral. Y esto no sólo ocurre en México… De hecho, el sistema electoral burgués en su conjunto es una estafa. Tras el velo de la ‘democracia’ es el dinero de las diversas fuerzas capitalistas lo que decide quién gana y quién pierde. El estado, como señala el marxismo, es un instrumento de fuerza para imponer los intereses de la clase dominante, en tanto que el gobierno es su comité ejecutivo. Ya sea con ‘jugadas sucias’, mediante la compra de votos a cambio de sacos de cemento en México, o con la compra de tiempo en la televisión en Estados Unidos, es así como las fuerzas burguesas contendientes se aseguran de que el ‘voto popular’ refleje sus intereses” (El Internacionalista [edición México] No. 2, agosto de 2006). En EE.UU., que predica su estilo de “democracia” del dinero al resto del mundo, los indicadores más importantes del resultado no son las encuestas de opinión ni las elecciones primarias sino los informes de recaudación de fondos.

Como marxistas revolucionarios sostenemos que la clase obrera y los oprimidos no deben dar ni el menor apoyo político a ninguno de los candidatos y partidos burgueses. Hemos insistido que en las elecciones en México los trabajadores no han estado representados: los partidos y alianzas contendientes son enteramente burguesas. Y esto no sólo vale para el PRI (que gobernó México durante más de 70 años valiéndose de un régimen corporativista como el pilar de una dictadura “cívica” con un tenue barniz de democracia) y el PAN (que gobernó el país en una “alternancia gatopardista” en la que los “cambios” sólo sirvieron para que todo siguiera igual). La oposición burguesa del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Morena es acaudillada por Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, respetables políticos capitalistas comprometidos con la conservación del orden burgués, que han convertido en su franquicia distintiva el desactivar las protestas sociales al desviarlas hacia los canales estériles de la política parlamentaria de la patronal.

Corporativismo y frentepopulismo

Este es el papel del frente popular, mediante el cual los explotados son maniatados a un sector de los explotadores en una “alianza” política entre organizaciones obreras y partidos y/o políticos burgueses, para garantizar que la lucha no sobrepase los límites del capitalismo. El frentepopulismo tiene una larga historia en México, que se remonta a finales de los años 30 cuando el estalinizado Partido Comunista de México se sirvió de él para desviar las tumultuosas luchas obreras, notablemente de los petroleros y ferrocarrileros, en apoyo del gobierno del general Lázaro Cárdenas.  Eventualmente, esto llevó a la consolidación del sistema “corporativista” que fue el sustento del PRI durante los 70 años de su dominio como partido de estado.

Durante las siete décadas de su “dictadura perfecta”, como la denominó el derechista escritor peruano Mario Vargas Llosa, el priato usó con frecuencia el puño de hierro de la represión (como en los charrazos cuando purgó a los comunistas de los sindicatos a finales de los años 40, los arrestos de cientos de huelguistas ferrocarrileros en 1958-1959, las masacres del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971, y las guerras sucias en el campo de los años 50 hasta nuestros días. Pero también se sirvió de la corrupción, comprando a los líderes de la oposición y hasta partidos enteros (los “partidos paleros”). Y sobre todo se enroló a prácticamente todos los sectores sociales de la población en las organizaciones de masas del PRI-gobierno, en particular los “sindicatos” corporativistas (CTM, CROC, CROM, CT, SNTE, SPRM, etc.) que ejercieron un férreo control policial sobre los trabajadores .

Por muy perfecto que fuera su aparato de control civil, todo el edificio se erigiría sobre la base de la economía capitalista de este país semicolonial. Ya en sus inicios, León Trotsky analizó la naturaleza del naciente régimen corporativista iniciado por el general Cárdenas como un “bonapartismo sui generis” (de tipo único):

“En los países industrialmente atrasados, el capital extranjero juega un rol decisivo. De aquí la debilidad relativa de la burguesía ‘nacional’ respecto al proletariado ‘nacional’. Esto da orígen a condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el captial extranjero y el doméstico, entre la débil burguesía nacional y el proletariado relativamente poderoso. Esto confiere al gobierno un carácter bonapartista ‘sui generis’, un carácter distintivo. Se eleva, por así decir, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar ya convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y aherrojando al proletariado con las cadenas de una dictadura policial o bien manibrandos con el proletariado y hasta llegando a hacerle concesiones, obteniendo así la posibilidad de cierta independencia respecto de los capitalistas extranjeros.”

– León Trotsky, “La administración obrera en la industria nacionalizada” (mayo de 1939)

Los días en que un general salido de la Revolución Mexicana podía animar el nacionalismo con medidas como las nacionalizaciones petrolera y ferrocarrilera pertenecen a un pasado remoto. Desde hace mucho el PRI ha sido un instrumento del dominio imperialista. El sistema corporativista fue fortalecido por el imperialismo yanqui después de la II Guerra Mundial para mantener la “paz social” en su “patio trasero”.

Sin embargo, con el tiempo, conforme la base económica del régimen se desgastaba, le resultó más problemático suministrar las pocas migajas. La combinación de insurgencias sindicales de finales de los años 70 y la subida de políticas de libre mercado en Estados Unidos en los 80 operó un viraje en el esquema de dominio del PRI. Las presidencias de Miguel de la Madrid, Carlos Salnas de Gortari y Ernesto Zedillo comenzaron a privatizar la economía en gran escala, enriqueciendo fabulosamente a toda una capa de sus compinches, como a Carlos Slim, y recurriendo cada vez más a la represión. Como era lógico, este cambio produjo una ola de protestas, en particular entre los trabajadores que sufrieron despidos masivos. Fue para desviar esas protestas que surgió el frente popular, que se aglutinó en torno a ex dirigentes priístas comenzando por Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD, y su sucesor Andrés Manuel López Obrador.

En casi un cuarto de siglo de existencia, el frente popular alrededor del PRD ha tenido poco éxito electoral. Ganó en 1997 la jefatura del gobierno del Distrito Federal, y ha gobernado periódicamente en estados del sur, pero nunca ha podido ganar la presidencia del país ni una posición fuerte el Congreso. Después de la derrota de tres campañas presidenciales de Cárdenas hijo y dos de AMLO, uno podría pensar que se sienten como políticos derrotados, sin futuro. Pero no, y con razón. Al producir derrota tras derrota para las masas trabajadoras, los políticos frentepopulistas han cumplido exitosamente su tarea para la clase dominante de hundir las luchas populares. Así lo hizo con las disidencias sindicales en los años 80, nuevamente con el zapatismo en los 90, luego con la rebelión en Oaxaca en 2006 y reiteradamente en los comicios. Lo más reciente es su coqueteo con el movimiento #YoSoy132.

Hay que entender: las derrotas del frente popular son victorias de la burguesía que representa. Para vencer, los obreros, campesinos, indígenas, estudiantes y todos los oprimidos tienen que romper con el frente popular y contribuir a la construcción de un partido obrero revolucionario.

El trotskismo vs. el frente popular

El frente popular en acción: cartel para mitin del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador convocado por el Sindicato Mexicano de Electricistas, la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores (organismo frentepopulista creado por la dirección del SME) y el Partido del Trabajo (partido burgués creado por el presidente priísta Salinas de Gortari), junio de 2012.

Una de las características del frente popular es la participación activa de la izquierda supuestamente socialista. Gran parte de la otrora izquierda del 68 hizo lo propio al disolver sus organizaciones y entrar en el PRD, cuyo aparato consiste en gran medida de ex estalinistas y ex seudotrotskistas, como es también el caso de su franja intelectual, mientras los ex priístas suministran los dirigentes políticos. Los dirigentes de los sindicatos “independientes” y organizaciones campesinas y del movimiento urbano popular aportan las masas de votantes y manifestantes para las marchas. Pero también se necesita un sustento desde afuera para ejercer su poder de atracción, y ahí los varios grupos de la izquierda frentepopulista tienen su grano de arena de aportar.

En lugar de luchar por romper tajantemente con el frente popular burgués, y con toda política de colaboración de clases, los seudoizquierdistas alimentan ilusiones en la posibilidad de “democratizar” al capitalismo por medio de alianzas del movimiento obrero con sectores de la burguesía. Un ejemplo llamativo es el de la Liga de Trabajadores por el Socialismo y su grupo juvenil Contracorriente. En el editorial de Estrategia Obrera No. 100 (21 de agosto de 2012), la LTS afirma que “Al regresar el PRI al poder, volverán el autoritarismo y la antidemocracia”.

¿Volverán? ¿Es que alguna vez se fueron? ¡Que vayan y se lo digan a los habitantes de los barrios pobres de Ciudad Juárez a Monterrey, de Tamaulipas a Chiapas, que han perdido a familiares por montones como “víctimas colaterales” de la “guerra contra el narco” de Calderón! ¡Que se lo digan a los trabajadores del IMSS, a los maestros de Oaxaca, a los pobladores de San Salvador Atenco, a los electricistas del SME, que han tenido más de un enfrentamiento con el “autoritarismo y antidemocracia” de los regímenes panistas de Fox y Calderón!

Más adelante, la LTS insiste en que “Para evitar el avance de la derechización del régimen y las medidas contra el pueblo trabajador y la juventud, la clase obrera debe aspirar a la conquista del poder político”. En primer lugar, la explotación y opresión que sufren los trabajadores no es producto de la “derechización” del régimen sino del sistema capitalista mismo. Y cuando hablan de “la conquista del poder político” y de un “gobierno de los trabajadores”, no susurran ni una palabra sobre la necesidad de destruir el aparato estatal capitalista mediante una revolución obrera. Esto no es una casualidad. Su meta es un gobierno “popular” del estado capitalista.

Además, a pesar de sus guiños de supuesta “independencia”, los seudotrotskistas de la LTS escriben que el PRI y el PAN llegarán a “acuerdos coyunturales con la derecha del PRD”. ¿Pero con “la izquierda” del PRD, con los Martí Bartres y demás amigos de López Obrador no? En realidad el Morena de AMLO, que ya se ha separado del PRD, defiende exactamente la misma política de subordinar los intereses de explotados y oprimidos a sus enemigos de clase, los capitalistas mexicanos y sus amos imperialistas, a quienes AMLO ha cortejado con su infame discurso “amoroso”.

Al mismo tiempo que hace la corte a López Obrador, como insistentemente hizo en 2006, llamando a este político burgués a convocar una huelga general (o sea, a dirigir una acción obrera, como anteriormente llamó al subcomandante Marcos y los indígenas zapatistas a hacer lo mismo), la LTS corteja a los jóvenes del #YoSoy132. Para ese efecto, alimenta sus ilusiones democráticas con un cuento de hadas sobre una imaginaria Asamblea Constituyente que construirá un país de maravillas. Así, según el mismo número 100 de Estrategia Obrera, esta “Asamblea Nacional Constituyente Libre y Soberana” discutirá “de forma democrática y sin ninguna restricción y condicionamiento” todas las demandas del movimiento 132, la expropiación de Televisa o la ruptura con el imperialismo. Las “organizaciones sindicales, populares y de la izquierda puedan presentar sus candidatos, con acceso a los medios de comunicación”, se elegirá sobre la base de un representante para cada 20 mil habitantes, etc., etc.

En lugar de combatir las ilusiones de que se puede democratizar el país mediante nuevas elecciones, la LTS dice que se podría proponer eso en su fantasmagórica Constituyente. Usa la misma retórica del 132, al vituperar contra “la imposición y la antidemocracia”; los auténticos marxistas, en cambio, tienen que expllicar que no existe democracia “sin adjectivos”, que tiene carácter de clase, que es burguesa y hueca, u obrera. No es casualidad que en las asambleas de la Convención Nacional Contra la Imposición sus militantes olviden convenientemente su afiliación “socialista” y se presenten simplemente como elementos del 132. No son trotskistas, son seguidistas profesionales. En lugar de decir la verdad a las masas, como exigen las reglas de la IV Internacional, les dicen lo que éstas quieren oír. Así se puede ganar una popularidad temporal, o al menos un grado de tolerancia, pero no se podrá dirigir una lucha revolucionaria.

En el mismo vagón de los seudotrotskistas que han hecho las paces con las direcciones frentepopulistas se encuentra el Grupo Espartaquista de México (GEM). Durante tres meses no escribieron una sola palabra crítica sobre #YoSoy132.  En su artículo sobre las elecciones, publicado en Espartaco No. 35 (junio de 2012) esta cuestión brilla por su ausencia. Ahora hablan de la composición pequeñoburguesa del movimiento sin señalar el carácter populista burgués de su política.

En un pastoso artículo sobre “El nuevo espectáculo del circo electoral” (Espartaco No. 36, septiembre de 2012), el GEM pretende que el corporativismo desapareció hace más de dos décadas:

“Desde los años 80, el PRI hizo a un lado su vieja política corporativista y nacionalista –identificada con el populismo de Lázaro Cárdenas– a favor de la ‘apertura’ neoliberal, es decir, privatizaciones, ataques antisindicales y creciente subordinación política y económica al imperialismo estadounidense. Al mismo tiempo, este flexible partido burgués ha mantenido sus viejos nexos con sindicatos poderosos, como el petrolero y el SUTERM, y la federación CTM”.

Al pretender que sólo hay “nexos” de los “sindicatos” de la CTM con un cierto partido, el GEM es incapaz de explicar por qué en  los últimos doce años, la lealtad fundamental de gremios como el petrolero, el esquirol SUTERM o el SNTE de La Maestra, Elba Esther Gordillo, no ha sido para con el PRI, sino para quien encabeza el gobierno con el que hay que tratar: el federal para determinados asuntos, alguno de los estatales para otros. Lo que hace corporativista a un sindicato es su integración al aparato estatal de la clase dominante. Y esa integración sigue existiendo, como se pudo ver en 2006 cuando el corporativista SNTE apoyó la represión de los gobiernos priísta (estatal) y panista (federal) contra los maestros oaxaqueños insurgentes de la Sección XXII del SNTE-CNTE.

Dicho sea de paso, la afirmación del GEM de que el Grupo Internacionalista supuestamente piensa que la Sección XXII no es un sindicato es una bobada de mentirosos empedernidos que cualquier persona que lea siquiera uno de nuestros artículos sobre la lucha magisterial en Oaxaca puede facilmente comprobar. Lo que prueba ese alegato es que el GEM no tiene ninguna capacidad de comprensión dialéctica, que no ve la contradicción entre el SNTE como un instrumento de represión estatal, cuyos pistoleros a sueldo han asesinado a decenas de maestros oaxaqueños, y la Sección XXII que Gordillo (quien fue instalada en su puesto por el presidente Salinas) trata de destruir usando toda la maquinaria del estado capitalista a su disposición. El GEM no capta lo que decenas de miles de maestros oaxqueños saben por su propia experiencia de sangre.

Esta ceguera no es en el fondo una incomprensión “teórica”, sino el resultado de una capitulación política. El GEM niega la existencia del corporativismo, porque niega también la existencia del frente popular en México, en ambos casos porque no quiere combatirlos. Cuando en 1997 Cuauhtémoc Cárdenas estaba a punto de ser elegido jefe de Gobierno del Distrito Federal, el GEM “descubrió” que en México no hay ni puede haber un frente popular. Así, justo cuando era más importante llamar a los trabajadores y estudiantes a combatir esta coalición burguesa de colaboración de clases, el GEM renunció a la que había sido su consigna más característica en todos los años que había existido: “¡romper con el frente popular cardenista!” Para los trabajadores mexicanos es de fundamental importancia entender que el frente popular nació como un mecanismo burgués de recambio para mantener bajo control a los sindicatos que habían roto el grillete corporativista. Y el corporativismo continúa porque las condiciones sociales que lo hicieron necesario para una burguesía débil no han cambiado en el fondo. Pero para un grupo que no tiene la menor intención de intervenir en la lucha de clases, se puede eliminar el problema al negar su existencia.

¡Forjar un partido leninista-trotskista!


Manta del Grupo Internacionalista, sección mexicana de la Liga por la IV Internacional. ¡Por la
independencia política de la clase obrera respecto a todos los partidos y políticos burgueses!


La irrupción de una nueva capa de la juventud en la lucha política en México presenta un reto a toda la izquierda. Es notable que en los últimos tiempos, absolutamente todos los partidos y organizaciones políticas han ensalzado a #YoSoy132. Los grupos de la izquierda oportunista se han sumado sin críticas, en muchos casos autocensurándose para congraciarse con el flamante movimiento. Los sindicatos independeintes, el frente popular de AMLO, incluso el derechista PAN, el PRI y el mismo Peña Nieto, el blanco de su inicial protesta, han saludado la iniciativa de los jóvenes. Este coro unánime de aplausos es condescendiente y no ayuda en nada a los jóvenes asqueados por el régimen autoritario burgués que sigue imperando en México a pesar de lo que hemos llamado la “alternancia” gatopardista en Los Pinos.

El hecho es que los jóvenes el #YoSoy132 son los hijos políticos de la pequeña burguesía que votó por Vicente Fox en 2000 pensando que eso produciría un régimen democrático después de décadas asfixiantes del priato. Al mismo tiempo, al igual que los Indignados europeos y el movimiento Ocupa en EE.UU., reflejan la dominación de la ideología liberal burguesa que acompañó la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética y otros estados obreros burocráticamente deformados de Europa Oriental. Creyeron que el comunismo había muerto y que ahora habría un futuro brillante de “democracía”. Pero lo que consecharon fue una nueva depresión económica capitalista que durará años y que les condenó al desempleo. Y en México la más terrible “guerra sucia” en la historia del país. Muchos de estos jóvenes están políticamente desorientados, pero los más conscientes de ellos quieren luchar.

A estos les decimos que el comunismo vive en las luchas de los explotados y oprimidos y en el programa revolucionario de su vanguardia. En México la realización plena de las tareas democráticas sólo será posible en el marco de una revolución socialista que comience a extenderse internacionalmente. En contra de los programas de colaboración de clases que propugnan los “socialistas” del frente popular, o los “trotskistas de la CTM”, la clave para la victoria de las luchas de explotados y oprimidos en México es un partido obrero revolucionario, que organice a la vanguardia obrera como propugnó Lenin, y que aplique la perspectiva teórico-programática de la revolución permanente de Trotsky. A la tarea de construir un tal partido es que se aboca el Grupo Internacionalista, sección mexicana de la Liga por la IV Internacional. Nuestro objetivo es forjar, tanto por medio del estudio teórico como por la intervención en la lucha de clases, a los cuadros de una futura sección mexicana de una IV Internacional reforjada, de una que como la de Trotsky, sea el partido mundial de la revolución socialista.


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe a: internationalistgroup@msn.com

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