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N° 1, octubre de 2012 Una vez más, fraude en la farsa electoral
El quiérase militar Felipe Calderón flanqueado por los altos mandos castrenses observa combate simulado, al escenificarse la Batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862. Mientras tanto, unos 95 mil personas han muerto en su guerra sucia. (Foto: Gobierno federal) ¡Forjar un partido obrero revolucionario! El 31 de agosto el telón
cayó. El último acto de la farsa
llegó a su fin. A dos meses de celebrados
los comicios del 1° de julio, los honorables
jueces del Tribunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación (TEPJF) validaron la
elección. Con voto unánime han
determinado que Enrique Peña Nieto
compró la presidencia con todas las de la
ley. El veredicto del Tribunal, vaya sorpresa, estableció
que EPN y su Coalición Compromiso por
México –formada por el Partido
Revolucionario Institucional (PRI) y el
execrable Partido Verde Ecologista de
México (PVEM)– no violaron una sola de
las reglas de los comicios libremercadistas. La
imposición ha sido estampada con el sello
de la legalidad burguesa. Peña Nieto y La
Gaviota (su consorte, la estrella de telenovela
Angélica Rivera) llegaron en
helicóptero a recoger la constancia de
mayoría. Afuera, un ejército de
granaderos mantuvo a raya a la multitud que
rechazaba la legitimidad del ahora “presidente
electo.” Al
otro lado de la pista, Andrés Manuel
López Obrador, el candidato presidencial
perdedor, anunció a la mañana
siguiente que no reconocía el fallo y
llamó a la “resistencia civil
pacífica”. Sin embargo, el 9 de
septiembre, día en que anunció su
salida del Partido de la Revolución
Democrática (PRD), convocó a
discutir si se haría del Movimiento de
Regeneración Nacional (MORENA) un nuevo
partido político y propuso… no hacer
nada. Más impacientes, los jóvenes
universitarios del #YoSoy132 marcharon en un
cortejo fúnebre desde Ciudad
Universitaria hasta las instalaciones del TEPJF.
Hasta el último momento mantuvieron viva
la esperanza de que prevaleciera en
México la “democracia sin adjetivos” que
pregona la ideología burguesa liberal.
Muchos del 132 sintieron derrotada la esperanza
de sus padres, que en 2000 se volcaron al “voto
útil” a favor del empresario cocacolero
Vicente Fox para echar de una vez y para siempre
al PRI de Los Pinos. Y ahora está de
vuelta. Las
elecciones presidenciales en México han
concluido, una vez más, con un fraude en
medio de una gran farsa.
¿Imposición? Por supuesto, tal
como fue el caso en 2006, cuando el mismo
tribunal entregó el triunfo al panista
Felipe Calderón a pesar de las enormes
protestas callejeras. Pero también en
2000, los “poderes fácticos” del duopolio
Televisa-TV Azteca, la Bolsa de Valores y Wall
Street impusieron a Fox … y muchos celebraron
una supuesta “revolución
democrática” que abriría al
país la vía hacia una democracia
liberal al estilo de la de los Estados Unidos.
Imposición también hubo en 1988,
cuando el sistema de computo “se cayó”
misteriosamente, y al reanudarse robó a
Cuauhtémoc Cárdenas su victoria
electoral. En México el fraude y la
imposición de los vencedores son
elementos esenciales de todo proceso electoral.
Pretender que esta vez es diferente refleja la
miopía de una juventud dorada que no ve
más allá de sus iPads para
discernir la brutal realidad de este país
semicolonial, y que sólo lamenta la
muerte de sus añoranzas de vivir en una
democracia de Disneylandia. De
hecho, la “democracia electoral” burguesa
mexicana ha dado al mundo un colorido
catálogo de intrincadas
trapacerías para ganar las elecciones. El
carrusel electoral, llevando a votantes
de una casilla a otra; las urnas embarazadas,
llenadas con anticipación para
multiplicar los números del candidato
ganador; los ejércitos de mapaches,
para desaparecer las boletas del candidato
perdedor; el ratón loco, para
impedir que los votantes de la oposición
encuentren su distrito electoral; la operación
tamal, para reunir los votantes con
desayunos gratuitos y el acrarreo para
llevarlos a las urnas; la alquimia para
ajustar las cifras después del cierre,
etc.). Y a lo largo de las campañas,
está la entrega de “regalos”, hasta de
lavadoras eléctricas. Esta vez se
“modernizó” y masificó el proceso
al entregar decenas o incluso cientos de miles
de tarjetas de débito (Monex) y de
plásticos para comprar abarrotes en los
almacenes. Cuando los operadores
peñanetistas negaron el hecho evidente,
fueron pronto desmentidos por las muchedumbres
que abarrotaron las tiendas Soriana para usar su
crédito otorgado por el PRI antes de que
fuera cancelado. Pero los jueces desestimaron
las pruebas por falta de comprobantes de
compromiso para votar por EPN. ¿Será que hay compra de votos en México? ¡Vaya sorpresa! Al día siguiente de las elecciones, multitudes abarrotan tiendas de la cadena Soriana ante el rumor de que se cancelarán tarjetas que recibieron del PRI al ventilarse quejas de fraude electoral. (Foto: Jesús Villaseca/La Jornada) Hace
seis años, tras la gran burla de
entonces, escribimos: “El fraude en
México no es una anomalía, sino
una parte integral del proceso electoral.
Y esto no sólo ocurre en México…
De hecho, el sistema electoral burgués en
su conjunto es una estafa. Tras el velo de la
‘democracia’ es el dinero de las diversas
fuerzas capitalistas lo que decide quién
gana y quién pierde. El estado, como
señala el marxismo, es un instrumento de
fuerza para imponer los intereses de la clase
dominante, en tanto que el gobierno es su
comité ejecutivo. Ya sea con ‘jugadas
sucias’, mediante la compra de votos a cambio de
sacos de cemento en México, o con la
compra de tiempo en la televisión en
Estados Unidos, es así como las fuerzas
burguesas contendientes se aseguran de que el
‘voto popular’ refleje sus intereses” (El
Internacionalista [edición
México] No. 2, agosto de 2006). En
EE.UU., que predica su estilo de “democracia”
del dinero al resto del mundo, los indicadores
más importantes del resultado no son las
encuestas de opinión ni las elecciones
primarias sino los informes de
recaudación de fondos. Como
marxistas revolucionarios sostenemos que la
clase obrera y los oprimidos no deben dar ni el
menor apoyo político a ninguno de los
candidatos y partidos burgueses. Hemos insistido
que en las elecciones en México los
trabajadores no han estado representados: los
partidos y alianzas contendientes son
enteramente burguesas. Y esto no sólo
vale para el PRI (que gobernó
México durante más de 70
años valiéndose de un
régimen corporativista como el pilar de
una dictadura “cívica” con un tenue
barniz de democracia) y el PAN (que
gobernó el país en una
“alternancia gatopardista” en la que los
“cambios” sólo sirvieron para que todo
siguiera igual). La oposición burguesa
del Partido de la Revolución
Democrática (PRD) y Morena es acaudillada
por Cuauhtémoc Cárdenas y
Andrés Manuel López Obrador,
respetables políticos capitalistas
comprometidos con la conservación del
orden burgués, que han convertido en su
franquicia distintiva el desactivar las
protestas sociales al desviarlas hacia los
canales estériles de la política
parlamentaria de la patronal. Corporativismo
y frentepopulismo Este
es el papel del frente popular, mediante
el cual los explotados son maniatados a un
sector de los explotadores en una “alianza”
política entre organizaciones obreras y
partidos y/o políticos burgueses, para
garantizar que la lucha no sobrepase los
límites del capitalismo. El
frentepopulismo tiene una larga historia en
México, que se remonta a finales de los
años 30 cuando el estalinizado Partido
Comunista de México se sirvió de
él para desviar las tumultuosas luchas
obreras, notablemente de los petroleros y
ferrocarrileros, en apoyo del gobierno del
general Lázaro Cárdenas. Eventualmente,
esto
llevó a la consolidación del
sistema “corporativista” que fue el sustento del
PRI durante los 70 años de su dominio
como partido de estado. Durante
las siete décadas de su “dictadura
perfecta”, como la denominó el derechista
escritor peruano Mario Vargas Llosa, el priato
usó con frecuencia el puño de
hierro de la represión (como en los charrazos
cuando purgó a los comunistas de los
sindicatos a finales de los años 40, los
arrestos de cientos de huelguistas
ferrocarrileros en 1958-1959, las masacres del 2
de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971, y
las guerras sucias en el campo de los
años 50 hasta nuestros días. Pero
también se sirvió de la
corrupción, comprando a los
líderes de la oposición y hasta
partidos enteros (los “partidos paleros”). Y
sobre todo se enroló a
prácticamente todos los sectores sociales
de la población en las organizaciones de
masas del PRI-gobierno, en particular los
“sindicatos” corporativistas (CTM, CROC, CROM,
CT, SNTE, SPRM, etc.) que ejercieron un
férreo control policial sobre los
trabajadores . Por
muy perfecto que fuera su aparato de control
civil, todo el edificio se erigiría sobre
la base de la economía capitalista de
este país semicolonial. Ya en sus
inicios, León Trotsky analizó la
naturaleza del naciente régimen
corporativista iniciado por el general
Cárdenas como un “bonapartismo sui
generis” (de tipo único): “En
los países industrialmente atrasados, el
capital extranjero juega un rol decisivo. De
aquí la debilidad relativa de la
burguesía ‘nacional’ respecto al
proletariado ‘nacional’. Esto da orígen a
condiciones especiales de poder estatal. El
gobierno oscila entre el captial extranjero y el
doméstico, entre la débil
burguesía nacional y el proletariado
relativamente poderoso. Esto confiere al
gobierno un carácter bonapartista ‘sui
generis’, un carácter distintivo. Se
eleva, por así decir, por encima de las
clases. En realidad, puede gobernar ya
convirtiéndose en instrumento del capital
extranjero y aherrojando al proletariado con las
cadenas de una dictadura policial o bien
manibrandos con el proletariado y hasta llegando
a hacerle concesiones, obteniendo así la
posibilidad de cierta independencia respecto de
los capitalistas extranjeros.” –
León Trotsky, “La administración
obrera en la industria nacionalizada” (mayo de
1939) Los días en que un general
salido de la Revolución Mexicana
podía animar el nacionalismo con medidas
como las nacionalizaciones petrolera y
ferrocarrilera pertenecen a un pasado remoto.
Desde hace mucho el PRI ha sido un instrumento
del dominio imperialista. El sistema
corporativista fue fortalecido por el
imperialismo yanqui después de la II
Guerra Mundial para mantener la “paz social” en
su “patio trasero”. Sin
embargo, con el tiempo, conforme la base
económica del régimen se
desgastaba, le resultó más
problemático suministrar las pocas
migajas. La combinación de insurgencias
sindicales de finales de los años 70 y la
subida de políticas de libre mercado en
Estados Unidos en los 80 operó un viraje
en el esquema de dominio del PRI. Las
presidencias de Miguel de la Madrid, Carlos
Salnas de Gortari y Ernesto Zedillo comenzaron a
privatizar la economía en gran escala,
enriqueciendo fabulosamente a toda una capa de
sus compinches, como a Carlos Slim, y
recurriendo cada vez más a la
represión. Como era lógico, este
cambio produjo una ola de protestas, en
particular entre los trabajadores que sufrieron
despidos masivos. Fue para desviar esas
protestas que surgió el frente popular,
que se aglutinó en torno a ex dirigentes
priístas comenzando por Cuauhtémoc
Cárdenas, fundador del PRD, y su sucesor
Andrés Manuel López Obrador. En
casi un cuarto de siglo de existencia, el frente
popular alrededor del PRD ha tenido poco
éxito electoral. Ganó en 1997 la
jefatura del gobierno del Distrito Federal, y ha
gobernado periódicamente en estados del
sur, pero nunca ha podido ganar la presidencia
del país ni una posición fuerte el
Congreso. Después de la derrota de tres
campañas presidenciales de
Cárdenas hijo y dos de AMLO, uno
podría pensar que se sienten como
políticos derrotados, sin futuro. Pero
no, y con razón. Al producir derrota
tras derrota para las masas trabajadoras, los
políticos frentepopulistas han cumplido
exitosamente su tarea para la clase dominante
de hundir las luchas populares. Así
lo hizo con las disidencias sindicales en los
años 80, nuevamente con el zapatismo en
los 90, luego con la rebelión en Oaxaca
en 2006 y reiteradamente en los comicios. Lo
más reciente es su coqueteo con el
movimiento #YoSoy132. Hay
que entender: las derrotas del frente popular
son victorias de la burguesía que
representa. Para vencer, los obreros,
campesinos, indígenas, estudiantes y
todos los oprimidos tienen que romper con el
frente popular y contribuir a la
construcción de un partido obrero
revolucionario. El
trotskismo vs. el frente popular El
frente popular en acción: cartel para
mitin del candidato
presidencial Andrés
Manuel López Obrador convocado por el
Sindicato Mexicano de Electricistas, la
Organización Política del
Pueblo y los Trabajadores (organismo
frentepopulista creado por la
dirección del SME) y el Partido del
Trabajo (partido burgués creado por
el presidente priísta Salinas de
Gortari), junio de 2012. Una
de las características del frente popular
es la participación activa de la
izquierda supuestamente socialista. Gran parte
de la otrora izquierda del 68 hizo lo propio al
disolver sus organizaciones y entrar en el PRD,
cuyo aparato consiste en gran medida de ex
estalinistas y ex seudotrotskistas, como es
también el caso de su franja intelectual,
mientras los ex priístas suministran los
dirigentes políticos. Los dirigentes de
los sindicatos “independientes” y organizaciones
campesinas y del movimiento urbano popular
aportan las masas de votantes y manifestantes
para las marchas. Pero también se
necesita un sustento desde afuera para ejercer
su poder de atracción, y ahí los
varios grupos de la izquierda frentepopulista
tienen su grano de arena de aportar. En
lugar de luchar por romper tajantemente con
el frente popular burgués, y con
toda política de colaboración de
clases, los seudoizquierdistas alimentan
ilusiones en la posibilidad de “democratizar” al
capitalismo por medio de alianzas del movimiento
obrero con sectores de la burguesía. Un
ejemplo llamativo es el de la Liga de
Trabajadores por el Socialismo y su grupo
juvenil Contracorriente. En el editorial de Estrategia
Obrera No. 100 (21 de agosto de 2012), la
LTS afirma que “Al regresar el PRI al poder,
volverán el autoritarismo y la
antidemocracia”. ¿Volverán?
¿Es que alguna vez se fueron? ¡Que
vayan y se lo digan a los habitantes de los
barrios pobres de Ciudad Juárez a
Monterrey, de Tamaulipas a Chiapas, que han
perdido a familiares por montones como
“víctimas colaterales” de la “guerra
contra el narco” de Calderón! ¡Que
se lo digan a los trabajadores del IMSS, a los
maestros de Oaxaca, a los pobladores de San
Salvador Atenco, a los electricistas del SME,
que han tenido más de un enfrentamiento
con el “autoritarismo y antidemocracia” de los
regímenes panistas de Fox y
Calderón! Más
adelante, la LTS insiste en que “Para evitar el
avance de la derechización del
régimen y las medidas contra el pueblo
trabajador y la juventud, la clase obrera debe
aspirar a la conquista del poder
político”. En primer lugar, la
explotación y opresión que sufren
los trabajadores no es producto de la
“derechización” del régimen sino
del sistema capitalista mismo. Y cuando hablan
de “la conquista del poder político” y de
un “gobierno de los trabajadores”, no
susurran ni una palabra sobre la necesidad de
destruir el aparato estatal capitalista
mediante una revolución obrera.
Esto no es una casualidad. Su meta es un
gobierno “popular” del estado capitalista. Además,
a pesar de sus guiños de supuesta
“independencia”, los seudotrotskistas de la LTS
escriben que el PRI y el PAN llegarán a
“acuerdos coyunturales con la derecha del PRD”.
¿Pero con “la izquierda” del PRD, con los
Martí Bartres y demás amigos de
López Obrador no? En realidad el Morena
de AMLO, que ya se ha separado del PRD, defiende
exactamente la misma política de subordinar
los intereses de explotados y oprimidos a sus
enemigos de clase, los capitalistas mexicanos
y sus amos imperialistas, a quienes AMLO ha
cortejado con su infame discurso “amoroso”. Al
mismo tiempo que hace la corte a López
Obrador, como insistentemente hizo en 2006,
llamando a este político burgués a
convocar una huelga general (o sea, a dirigir
una acción obrera, como anteriormente
llamó al subcomandante Marcos y los
indígenas zapatistas a hacer lo mismo),
la LTS corteja a los jóvenes del
#YoSoy132. Para ese efecto, alimenta sus
ilusiones democráticas con un cuento de
hadas sobre una imaginaria Asamblea
Constituyente que construirá un
país de maravillas. Así,
según el mismo número 100 de Estrategia
Obrera, esta “Asamblea Nacional
Constituyente Libre y Soberana” discutirá
“de forma democrática y sin ninguna
restricción y condicionamiento” todas las
demandas del movimiento 132, la
expropiación de Televisa o la ruptura con
el imperialismo. Las “organizaciones sindicales,
populares y de la izquierda puedan presentar sus
candidatos, con acceso a los medios de
comunicación”, se elegirá sobre la
base de un representante para cada 20 mil
habitantes, etc., etc. En
lugar de combatir las ilusiones de que se puede
democratizar el país mediante nuevas
elecciones, la LTS dice que se podría
proponer eso en su fantasmagórica
Constituyente. Usa la misma retórica del
132, al vituperar contra “la imposición y
la antidemocracia”; los auténticos
marxistas, en cambio, tienen que expllicar que
no existe democracia “sin adjectivos”, que tiene
carácter de clase, que es burguesa y
hueca, u obrera. No es casualidad que en las
asambleas de la Convención Nacional
Contra la Imposición sus militantes
olviden convenientemente su afiliación
“socialista” y se presenten simplemente como
elementos del 132. No son trotskistas, son
seguidistas profesionales. En lugar de decir
la verdad a las masas, como exigen las reglas
de la IV Internacional, les dicen lo que
éstas quieren oír. Así
se puede ganar una popularidad temporal, o al
menos un grado de tolerancia, pero no se
podrá dirigir una lucha revolucionaria. En
el mismo vagón de los seudotrotskistas
que han hecho las paces con las direcciones
frentepopulistas se encuentra el Grupo
Espartaquista de México (GEM). Durante
tres meses no escribieron una sola palabra
crítica sobre #YoSoy132. En su
artículo sobre las elecciones, publicado
en Espartaco No. 35 (junio de 2012) esta
cuestión brilla por su ausencia. Ahora
hablan de la composición
pequeñoburguesa del movimiento sin
señalar el carácter populista
burgués de su política. En
un pastoso artículo sobre “El nuevo
espectáculo del circo electoral” (Espartaco
No. 36, septiembre de 2012), el GEM pretende
que el corporativismo desapareció hace
más de dos décadas: “Desde
los años 80, el PRI hizo a un lado su
vieja política corporativista y
nacionalista –identificada con el populismo de
Lázaro Cárdenas– a favor de la
‘apertura’ neoliberal, es decir,
privatizaciones, ataques antisindicales y
creciente subordinación política y
económica al imperialismo estadounidense.
Al mismo tiempo, este flexible partido
burgués ha mantenido sus viejos nexos con
sindicatos poderosos, como el petrolero y el
SUTERM, y la federación CTM”. Al
pretender que sólo hay “nexos” de los
“sindicatos” de la CTM con un cierto partido, el
GEM es incapaz de explicar por qué en los
últimos doce años, la lealtad
fundamental de gremios como el petrolero, el
esquirol SUTERM o el SNTE de La Maestra,
Elba Esther Gordillo, no ha sido para con el
PRI, sino para quien encabeza el gobierno con el
que hay que tratar: el federal para determinados
asuntos, alguno de los estatales para otros. Lo
que hace corporativista a un sindicato es su
integración al aparato estatal de la
clase dominante. Y esa integración
sigue existiendo, como se pudo ver en 2006
cuando el corporativista SNTE apoyó la
represión de los gobiernos priísta
(estatal) y panista (federal) contra los
maestros oaxaqueños insurgentes de la
Sección XXII del SNTE-CNTE. Dicho
sea de paso, la afirmación del GEM de que
el Grupo Internacionalista supuestamente piensa
que la Sección XXII no es un sindicato es
una bobada de mentirosos empedernidos que
cualquier persona que lea siquiera uno de
nuestros artículos sobre la lucha
magisterial en Oaxaca puede facilmente
comprobar. Lo que prueba ese alegato es que el
GEM no tiene ninguna capacidad de
comprensión dialéctica, que no ve
la contradicción entre el SNTE como un
instrumento de represión estatal, cuyos
pistoleros a sueldo han asesinado a decenas de
maestros oaxaqueños, y la Sección
XXII que Gordillo (quien fue instalada en su
puesto por el presidente Salinas) trata de
destruir usando toda la maquinaria del estado
capitalista a su disposición. El GEM no
capta lo que decenas de miles de maestros
oaxqueños saben por su propia experiencia
de sangre. Esta
ceguera no es en el fondo una
incomprensión “teórica”, sino el
resultado de una capitulación
política. El GEM niega la
existencia del corporativismo, porque niega
también la existencia del frente popular
en México, en ambos casos porque no
quiere combatirlos. Cuando en 1997
Cuauhtémoc Cárdenas estaba a punto
de ser elegido jefe de Gobierno del Distrito
Federal, el GEM “descubrió” que en
México no hay ni puede haber un frente
popular. Así, justo cuando era más
importante llamar a los trabajadores y
estudiantes a combatir esta coalición
burguesa de colaboración de clases, el
GEM renunció a la que había sido
su consigna más característica en
todos los años que había existido:
“¡romper con el frente popular
cardenista!” Para los trabajadores mexicanos es
de fundamental importancia entender que el
frente popular nació como un mecanismo
burgués de recambio para mantener bajo
control a los sindicatos que habían
roto el grillete corporativista. Y el
corporativismo continúa porque las
condiciones sociales que lo hicieron necesario
para una burguesía débil no han
cambiado en el fondo. Pero para un grupo que no
tiene la menor intención de intervenir en
la lucha de clases, se puede eliminar el
problema al negar su existencia. ¡Forjar
un partido leninista-trotskista! Manta del Grupo Internacionalista, sección mexicana de la Liga por la IV Internacional. ¡Por la independencia política de la clase obrera respecto a todos los partidos y políticos burgueses! La
irrupción de una nueva capa de la
juventud en la lucha política en
México presenta un reto a toda la
izquierda. Es notable que en los últimos
tiempos, absolutamente todos los partidos y
organizaciones políticas han ensalzado a
#YoSoy132. Los grupos de la izquierda
oportunista se han sumado sin críticas,
en muchos casos autocensurándose para
congraciarse con el flamante movimiento. Los
sindicatos independeintes, el frente popular de
AMLO, incluso el derechista PAN, el PRI y el
mismo Peña Nieto, el blanco de su inicial
protesta, han saludado la iniciativa de los
jóvenes. Este coro unánime de
aplausos es condescendiente y no ayuda en nada a
los jóvenes asqueados por el
régimen autoritario burgués que
sigue imperando en México a pesar de lo
que hemos llamado la “alternancia” gatopardista
en Los Pinos. El
hecho es que los jóvenes el #YoSoy132 son
los hijos políticos de la pequeña
burguesía que votó por Vicente Fox
en 2000 pensando que eso produciría un
régimen democrático después
de décadas asfixiantes del priato. Al
mismo tiempo, al igual que los Indignados
europeos y el movimiento Ocupa en EE.UU.,
reflejan la dominación de la
ideología liberal burguesa que
acompañó la destrucción
contrarrevolucionaria de la Unión
Soviética y otros estados obreros
burocráticamente deformados de Europa
Oriental. Creyeron que el comunismo había
muerto y que ahora habría un futuro
brillante de “democracía”. Pero lo que
consecharon fue una nueva depresión
económica capitalista que durará
años y que les condenó al
desempleo. Y en México la más
terrible “guerra sucia” en la historia del
país. Muchos de estos jóvenes
están políticamente desorientados,
pero los más conscientes de ellos quieren
luchar. A estos les decimos que el comunismo vive en las luchas de los explotados y oprimidos y en el programa revolucionario de su vanguardia. En México la realización plena de las tareas democráticas sólo será posible en el marco de una revolución socialista que comience a extenderse internacionalmente. En contra de los programas de colaboración de clases que propugnan los “socialistas” del frente popular, o los “trotskistas de la CTM”, la clave para la victoria de las luchas de explotados y oprimidos en México es un partido obrero revolucionario, que organice a la vanguardia obrera como propugnó Lenin, y que aplique la perspectiva teórico-programática de la revolución permanente de Trotsky. A la tarea de construir un tal partido es que se aboca el Grupo Internacionalista, sección mexicana de la Liga por la IV Internacional. Nuestro objetivo es forjar, tanto por medio del estudio teórico como por la intervención en la lucha de clases, a los cuadros de una futura sección mexicana de una IV Internacional reforjada, de una que como la de Trotsky, sea el partido mundial de la revolución socialista. ■
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