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noviembre de 2003   
México:
Contra la contrarreforma energética y el IVA

¡Aplastar la ofensiva privatizadora y
hambreadora – Obreros al poder!

¡Abajo PAN, PRI, PRD y demás partidos burgueses!
¡Forjar un partido obrero revolucionario!

Manifestación contra privatización, 27.11.03

Decenas de miles de trabajadores marchan sobre el Zócalo para oponerse a los planes privatizadores del gobierno de Vicente Fox, el 27 de noviembre.  (Foto: Eduardo Verdugo/AP)

Después de la sublevación obrera en Bolivia y del estallido de masas en Argentina hace dos años, un gran enfrentamiento de clase se prepara en México. Los grandes sectores de la burguesía (tanto nacional como imperialista) que apoyaron a Vicente Fox para presidente en el 2000 hoy están hartos de los titubeos del “hombre de las botas”. Acusan a Fox y su Partido Acción Nacional de continuismo con el septuagenario régimen del Partido Revolucionario Institucional. No es que quieran desmantelar al PRI (que registró un repunte en las elecciones legislativas de julio y ahora domina el Congreso), sino que exigen a su gobierno una arremetida en toda la línea contra la clase obrera y el campesinado. Quieren comenzar con la privatización de la industria eléctrica y de Pemex, “reformar” las leyes laborales para eliminar toda traba a la explotación despiadada y “acabar” con la rebelión indígena y campesina, desde Chiapas hasta Atenco. La respuesta obrera y campesina no se hace esperar, pero carece de la dirección y el programa clasista indispensables para vencer al poderoso enemigo. No el lienzo tricolor nacionalista burgués sino la bandera roja proletaria e internacionalista es la que debe ondear sobre esta lucha.

La privatización de la electricidad y los hidrocarburos, ya sea abierta y sin contratiempos, ya sea lenta y silenciosa, producirá inevitablemente despidos masivos y alzas vertiginosas en las tarifas. Significa más miseria para los trabajadores y un mayor saqueo de este país semicolonial. La introducción de un “mercado libre” energético ya ha producido una serie de desastres, con enormes apagones desde el sur de Brasil hasta California y el último blackout en el Este de los Estados Unidos. Pero es lo que exigen los capitalistas ávidos de nuevas fuentes de ganancias en medio de la guerra imperialista contra el Irak por el control del petróleo del Medio Oriente. Al mismo tiempo, el gobierno federal quiere introducir un presupuesto que gravará los raquíticos ingresos con un impuesto al valor agregado (IVA) del 10 por ciento sobre alimentos y medicinas. La cantidad de dinero que busca recaudar (unos $43 mil millones) es casi idéntica con la suma que se pagará por concepto del “rescate bancario”. Literal y escandalosamente están sacando dinero de los bolsillos de los pobres para dárselo a los ricos. 

La respuesta obrera no está ausente. Decenas de miles de trabajadores provenientes de todo el país están arribando a la Ciudad de México para la “megamarcha” el día 27 contra la largamente anunciada “contrarreforma” energética. Se han organizado ocho caravanas que partirán de los distintos rincones del país, principalmente por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Del norte vienen los contingentes Ricardo Flores Magón, Francisco Villa y Mineros de Nueva Rosita; desde Tamaulipas y Veracruz, la caravana Expropiación Petrolera; desde Chiapas la del Ejército Libertador del Sur, y de Acapulco y Morelos, la de Emiliano Zapata. Quieren desviar la oposición a la política foxista hacia cauces nacionalistas burgueses. Celebrarán una Convención Nacional Obrera, Campesina y Popular “en defensa de la soberanía nacional y contra el neoliberalismo”. Al denunciar solamente al PAN y a las “fracciones neoliberales” del PRI y del Partido de la Revolución Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas, los dirigentes del SME, del Frente Sindical Mexicano (FSM) y la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) buscan formar un “frente popular” de colaboración de clases con sectores nacionalistas de los partidos burgueses. 

Para colmo, el 27 se verá el espectáculo de Cárdenas mismo marchando codo a codo con el senador priísta Manuel Bartlett (que como secretario de gobernación en 1988 hizo “caer” al sistema de computo electoral para negarle la presidencia al ex priísta Cárdenas), y José Murat, el sanguinario gobernador priísta de Oaxaca, en una manifestación que incluye a miles de campesinos y maestros oaxaqueños que han sido blanco de su represión. Este frente de colaboración de clases que reúne a los verdugos y sus víctimas no puede sino preparar una nueva derrota. Distintos grupos de izquierda hablan de una huelga general o de un paro nacional. Pero una acción de un solo día, sobre todo cuando se lleva a cabo en contubernio con sectores de la burguesía, es incapaz de parar la embestida patronal. No se precisa una nueva edición de la Revolución Mexicana, que fracasó por la ausencia de una vanguardia obrera consciente. No hay que olvidar que la última ocasión en que se realizó una huelga general en el país, en 1916, fue en apoyo del general Obregón, quien luego procedió a aplastar a los insurgentes campesinos zapatistas y villistas. La necesaria acción obrera exige la independencia política del proletariado. 

El Grupo Internacionalista insiste: ante la ofensiva patronal, se necesita una poderosa acción obrera, centrada en una huelga de masas de los trabajadores electricistas y petroleros, para hundir los planes privatizadores y hambreadores y forzar el retiro del ejército mexicano de Chiapas y Oaxaca.  Para enfrentar al imperialismo, la acción huelguística de los trabajadores mexicanos cortando el suministro de petróleo podría dificultar enormemente la guerra y ocupación de Irak, apuntando a la revolución obrera que se extendería más allá de la frontera mediante el “punte humano” formado por los millones de trabajadores mexicanos en el Gran Norte. Sobre todo, para librar el combate decisivo que se aproxima, urge alistar al movimiento obrero, romper con todos los partidos burgueses y forjar un partido obrero revolucionario.

La nefasta “reforma eléctrica” 

Uno de los anuncios más importantes del tercer informe de gobierno de Vicente Fox fue la designación de Felipe Calderón Hinojosa como secretario de energía. El objetivo inmediato de este notorio “operador político” del PAN consiste en hacer aprobar reformas constitucionales que permitan a capitalistas privados invertir en la generación y distribución de energía. Formalmente, la propiedad de las compañías energéticas del país, Petróleos Mexicanos, la Comisión Federal de Electricidad y la Cía. de Luz y Fuerza, seguirá en manos del estado. Sin embargo, a nadie se le oculta el hecho de que el programa de reformas propuesto por Fox es no más que la primera etapa de la privatización del sector. 

De hecho, los planes foxistas son la culminación de la ola privatizadora iniciada por los presidentes priístas Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. Constituyen un gran chantaje a los trabajadores. Pretenden que el país enfrenta un gran déficit energético que requiere enormes inversiones imposibles de costear con los solos recursos del gobierno. En realidad, México ya genera un 50 por ciento más de la electricidad que consume, vendiendo el excedente al exterior. Y la CFE paga impuestos correspondientes al 67 por ciento del monto total de su facturación. La supuesta “insolvencia” de las empresas públicas es un mito.

La venta de las compañías paraestatales dedicadas a la producción y distribución de energía en México ha sido una exigencia abierta de sectores importantes de la burguesía mexicana y sus amos imperialistas. Los últimos tres gobiernos priístas terminaron por deshacerse casi completamente de la industria de propiedad estatal bajo las exigencias y amenazas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Hoy, la posibilidad de explotar el rentable sector energético hace que se les haga agua la boca a los patrones nacionales e imperialistas que tienen la posibilidad de invertir en él. La creciente inversión privada y la eventual privatización de Pemex, la CFE y la CLF representan un ataque directo en contra de la clase obrera y los oprimidos. Por añadidura, los pobres del campo y la ciudad enfrentarán drásticos incrementos en el coste de la electricidad, el gas y la gasolina. 

Es claro que la privatización del sector energético no va a comenzar después de la aprobación de las reformas, sino que éstas no harán sino sancionar un proceso ya en curso. Desde 1994 al finalizar el sexenio salinista, se han otorgado 211 “permisos” a particulares para que participen en la producción y distribución de energía. Al original impulso de Salinas, bajo Fox se han construido 18 centrales eléctricas que operará el capital privado (incluyendo las grandes empresas Intergen, Mitsubishi, ABB, Alsthom y Electricité de France). En el 2001, el 92 por ciento de la producción de electricidad en el país estaba en manos de las paraestatales. Según proyecciones de la SE, el panorama será radicalmente distinto en un lustro: el 53 por ciento de la producción estará en manos de compañías privadas (La Jornada, 4 de agosto). 

Al mismo tiempo, se está echando a andar un Pemex “paralelo y privado”. Tres de las compañías norteamericanas que se benefician de la “reconstrucción” de Irak, Kellogg Brown & Root (filial de Halliburton), Bechtel y Flour Daniel ya tienen una importante participación económica en las paraestatales. KBR, aliada con la mexicana ICA, tiene al menos 45 proyectos de construcción para Pemex y la CFE. Según se informa, a partir de este año habrá contratos de servicios de unos US$500 millones, y “el siguiente paso será abrir las áreas de refinación y petroquímica” (Milenio, 20 de agosto). Pese a las declaraciones de Fox en el sentido de que la “rectoría” de la producción energética en el país sigue en manos del estado, ya operan en el sector petroquímico 300 compañías privadas. La “privatización silenciosa” avanza.

Pero lo más importante es que los ataques de Fox contra los niveles de vida de la clase obrera se han realizado con el aval de la burguesía mexicana y sus partidos políticos. A pesar de la “oposición” a la reforma energética que ahora propugnan el PRD de Cárdenas y López Obrador junto con sectores del PRI, la verdad es que Fox no podría haber llegado tan lejos sin la participación consciente de estos dos partidos burgueses de “oposición”. No hay nada tan ridículo como la idea de que dinosaurios salinistas como Bartlett o Madrazo se oponen a los ataques contra la clase obrera que ha lanzado Fox. Y en cuanto al PRD, Cárdenas mismo, durante su gestión a la cabeza del gobierno del DF, otorgó los primeros permisos para la producción y distribución privada de electricidad en el Valle de México.

Al nivel político, la oposición a la privatización eléctrica se ha planteado al nivel de la defensa de la “soberanía nacional” (o sea, en términos netamente burgueses). En su declaración del 30 de septiembre, la dirección del SME convoca a “todas las fuerzas sociales, políticas y patriotas del país, a todos los mexicanos con dignidad a cerrar filas en contra de los vende patrias que confunden a México con una sociedad anónima y buscan entregar al capital extranjero, el patrimonio energético de los mexicanos.” Con su palabrería nacionalista borran la línea de clase que opone los intereses de la burguesía a los de los explotados y oprimidos. Plantear el problema en términos de la lucha de “los mexicanos” contra “extranjeros,” las “trasnacionales” o los “vendepatrias” sólo sirve a los intereses de la burguesía criolla y sus amos imperialistas. No por casualidad, la movilización del día 27 fue relanzada públicamente el 6 de noviembre en el marco de un “frente común contra el proyecto de apertura eléctrica” en la que participaron Bartlett y Murat por PRI, Cárdenas por el PRD, Rosendo Flores, secretario general del SME y el neocharro Francisco Hernández Juárez del Sindicato de Telefonistas (Agencia EFE, 7 de noviembre). 

A la misma hora que se lanzó en la capital el frente contra la apertura del sector eléctrico se llevaba a cabo otra reunión en Tampico con la participación de Leonardo Rodríguez Alcaine del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM) y Felipe Calderón Hinojosa, el flamante secretario de energía. Rodríguez Alcaine, quien mantiene un control férreo del SUTERM desde que hace un cuarto de siglo expulsó a la “tendencia democrática”, heredó de Fidel Velázquez el trono en la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM), el organismo corporativista que durante décadas ha servido de policía laboral a la burguesía para obstaculizar el surgimiento de auténticos sindicatos. En la reunión de Tampico, Calderón alabó a “Don Leonardo” y reconoció el papel que han jugado los “sindicatos” cetemistas: “Sin el SUTERM no habría sido posible arribar a un conjunto de criterios que permitirán una reforma que garantice los derechos de los trabajadores, asegure la generación y el abasto futuro del país y reducir los costos en beneficio de la población.” 

¡Romper con el frente popular cardenista –
Forjar un partido obrero revolucionario!

En contraste con los rompesindicatos “institucionales” de la CTM y del SUTERM, la dirección del poderoso Sindicato Mexicano de Electricistas dice oponerse a las “reformas” antiobreras de Fox y Cía. Pero los burócratas sindicales pro capitalistas de los sindicatos “independientes” se cuiden de respetar las reglas del juego capitalista, y se alían políticamente con sectores de la clase dominante. Una movilización como la del 27, domesticada, enfundada en el lienzo tricolor de la patria burguesa, no puede asustar. Esta movilización es un ejemplo clásico de lo que los marxistas denominan un “frente popular”, una coalición que ata el proletariado al enemigo de clase. Aunque se dan por progresistas, los frentes populares trabaron las luchas obreras en España en 1936-39, Indonesia en 1965 y Chile en 1973, preparando el triunfo de la derecha cavernícola. El revolucionario bolchevique ruso León Trotsky advirtió en julio de 1937 que “el Frente Popular es el problema principal de la estrategia de clase proletaria en esta etapa. Es a la vez el mejor criterio para trazar la diferencia entre el bolchevismo y el menchevismo.”

Rosendo Flores del SME inició su discurso del 27 de septiembre con genuflexiones ante el fallecido presidente priísta Adolfo López Mateos. La sacralización de López Mateos se debe a que fue él quien nacionalizó la industria eléctrica en 1962. En realidad, López Mateos fue uno de los presidentes más emblemáticos del régimen semibonapartista del PRI. Además de haber elegido como su sucesor en la presidencia al sanguinario Díaz Ordaz, utilizó toda la fuerza del estado burgués para aplastar la huelga de los ferrocarrileros de 1958-59, que culminó con el encarcelamiento durante más de dos lustros de sus principales dirigentes. 

Los marxistas señalamos que la nacionalización de una determinada rama industrial a manos de un régimen burgués no tiene como objetivo “garantizar la soberanía nacional” ni, mucho menos, servir al “pueblo”. En realidad, los países de desarrollo capitalista tardío se caracterizan por tener una burguesía nacional tan débil que su única posibilidad de industrializar al país consiste en valerse del estado capitalista para reunir los fondos necesarios para emprender las grandes obras (siderúrgicas, eléctricas, petroleras, ferrocarrileras, etc.) que luego serán privatizadas. No obstante, los trotskistas defendemos la propiedad estatal de la industria eléctrica, pues la privatización, acarreará un ataque brutal a los trabajadores y fortalecerá la garra imperialista sobre el país. 

Ante la política de colaboración de clases impulsada por las direcciones traidoras de la clase obrera, la seudoizquierda no plantea ninguna alternativa. El grupo que publica el periódico Militante se define como “marxista”. Forma parte de la corriente seudotrotskista dirigida por Ted Grant y Alan Woods, quienes estuvieron medio siglo dentro del Partido Laborista británico. Han hecho del “entrismo a largo plazo” su marca registrada, al punto de incrustarse no sólo en partidos obreros reformistas sino también en partidos burgueses. En México se ufana de ser “la voz de la juventud y los trabajadores” dentro del PRD. Ahora, estos “marxistas” perredistas convocan a una huelga general. No obstante, hacen hincapié en que sólo será por el lapso de 24 horas (Militante, suplemento especial, 2a quincena de noviembre). Ni siquiera se pronuncian claramente contra la apertura al capital privado – ¿cómo podría ser de otro modo, siendo que Cárdenas fue el primer privatizador en la rama? Para colmo, buscan “presionar a la dirección del PRD para que se sume a la convocatoria de la huelga”. ¡Vaya “huelga” bajo la batuta de un partido burgués!  ¡Que le digan eso a los estudiantes de la UNAM, que saben bien cómo actúan Cárdenas y su sucesora Rosario Robles ante una huelga: enviando a los granaderos a apalear y arrestar huelguistas!

La Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS), otra organización que se presenta falsamente como trotskista, gusta de posar de vez en cuando como muy radical. Para el 27 hablan incluso de un “paro nacional”, pero al igual que los burócratas del SME, se oponen a la privatización sobre la base nacionalista de resistir la “recolonización de México”. Esto ensalza a los regímenes priístas, bajo los cuales México nunca dejo de ser una semicolonia del imperialismo yanqui. El lema central de la LTS es convocar un “Encuentro Nacional de Organizaciones Obreras, Sociales y Políticas” para constituir un “Frente en defensa de la industria eléctrica” (Estrategia Obrera, 18 de noviembre). En el fondo tienen la misma política que la burocracia del SME, y hasta justifican la búsqueda de alianzas que daría una “conjunción de fuerzas para frenar la privatización”. La LTS no rechaza de antemano el frente popular, y esta fórmula bien podría dar cabida al PRD, a un Cárdenas Solórzano o un Cárdenas Batel. Preguntan ingenuamente “qué carácter tendrá el frente encabezado por Cárdenas” y consortes, “si permitirá unir fuerzas con el objetivo de frenar la ofensiva imperialista” o si al contrario, “buscará ser un freno a la movilización independiente y a una eventual radicalización de esta lucha”. 

Para todo trotskista auténtico, la respuesta ya está dada. Toda alianza política con la burguesía es una traición que no solamente “frena” sino que bloquea una lucha clasista de los trabajadores. No buscamos “frenar” la privatización y los demás ataques antiobreros, sino pararlos en seco; no mediante una “conjunción de fuerzas” con sectores capitalistas como el PRD (cuyos dirigencia está repleta de antiguos estalinistas del difunto PCM/PSUM/PMS) sino por una movilización del poder del proletariado; no un paro o simulacro de huelga de 24 horas como advertencia, sino una lucha de clase en toda la línea. Así, en el reciente levantamiento obrero en Bolivia, llamamos por la formación de “consejos de obreros, campesinos y soldados, como los soviets que tomaron el poder en la Revolución Rusa de octubre de 1917” (ver “Bolivia: Levantamiento obrero apuñalado, los trabajadores todavía en pie de lucha”, El Internacionalista, suplemento, 26 de octubre).

La LTS forma parte de la Fracción Trotskista, encabezada por el Partido de Trabajadores por el Socialismo (PTS) argentino, cuyos compañeros bolivianos de la Liga Obrera Revolucionaria - Cuarta Internacional (LOR-CI) llamaron insistentemente por una “asamblea constituyente revolucionaria”. La Liga por la IV Internacional, de la que el Grupo Internacionalista es la sección, criticó a la LOR-CI por su enfoque democratizante reformista. Pero luego de que el nuevo presidente boliviano Carlos Mesa hizo suya la consigna de asamblea constituyente, de repente la FT/LOR-CI/LTS se pronuncia a favor de una asamblea popular, el nombre del organismo colaboracionista que impidió una verdadera lucha obrera contra el golpe del general Hugo Banzer en 1971. Aunque los revolucionarios pueden valerse de demandas democráticas en el contexto de una lucha clasista, el programa de la revolución permanente de Trotsky insiste en la necesidad de una lucha dirigida por un partido leninista por la revolución obrera, la dictadura del proletariado, que se extenderá internacionalmente – y no la democracia radical o hasta “revolucionaria” que no derroque el dominio burgués.

Por su parte, el Grupo Espartaquista de México (GEM), que hasta hace seis años luchó en contra del frente popular cardenista, ahora niega que exista (e incluso que pueda existir) un frente popular en México. El 27 lo tendrán ante sus ojos desfilando desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo. Pero sólo pueden comprender los que quieren ver. En otra revisión de su anterior política trotskista, el GEM sostiene que la CTM es un sindicato obrero igual que los demás. Hace una equivalencia entre el SME y el corporativista SUTERM, algo que miles de trabajadores electricistas (incluso muchos miembros del SUTERM que han tratado sin éxito a quitarse la camisa de fuerza corporativista) no les perdonarán. El GEM incluso proclama “¡La CTM es de los obreros - romper con el PRI!” (Espartaco, primavera-verano de 2003). En realidad, sin el PRI la CTM no existiría, porque desde el charrazo de la postguerra (1946-48), ha sido un instrumento de control priísta sobre los obreros. 

Como constató recientemente el mismo Rodríguez Alcaine, “la CTM en uno de sus artículos reza que somos miembros del PRI, en forma colectiva e individual” y juró en nombre de la central corporativista “nuestra lealtad a pesar de 70 años” a este partido capitalista (La Jornada, 24 de noviembre). Ante gritos de “no más mentiras” en la asamblea, el jefe cetemista admitió que “sí, algunas veces hemos dicho mentiras”, pero se justificó diciendo “han sido piadosas”. La tarea de los trotskistas es desenmascarar estas mentiras (“piadosas” respecto a la burguesía pero mortales para los obreros), no encubrirlas ni repetirlas, como hacen los “socialistas” cetemistas del GEM. Su reciente afán de embellecer al aparato priísta para regimentar a los obreros va de la mano con la capitulación de su corriente, la Liga Comunista Internacional (LCI), al nivel de conciencia existente entre los trabajadores y las capas pequeñoburguesas. Así en los EE.UU. la Spartacist League se rehúsa a llamar por la derrota de su propio imperialismo en las guerras contra Afganistán e Irak, y abandona su  consigna previa a favor del boicot obrero de cargamentos de guerra. 

El grueso de la izquierda mexicana enarbola la bandera del zapatismo para plantear una nueva Revolución Mexicana (tómese como ejemplo el folleto de la LTS Retomar la obra de Zapata y llevarla hasta el final [febrero de 2003]). Buscando cosechar una popularidad fácil, plantean el debate en el mismo terreno nacionalista que el PRI, el PRD y el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional). Varios académicos burgueses y socialdemócratas también dicen que hay semejanzas entre las situaciones políticas y sociales que hace 100 y 200 años, justo antes de estallidos revolucionarios, y las que se dan hoy en día. Mas los trotskistas decimos la verdad: que en México no habrá otra revolución burguesa – como las tres que ya ha tenido el país, que no han sido capaces de dar la tierra a los campesinos, conseguir la democracia para los trabajadores y los pobres del campo y la ciudad, y ganar una verdadera independencia nacional. El Grupo Internacionalista sostiene que la próxima revolución mexicana será proletaria, que al cumplir las demandas democráticas pasará a las tareas socialistas y buscará la extensión de la revolución,  desde Argentina, Brasil y los países andinos hasta los mismos Estados Unidos. 

Contra el nacionalismo barato que se envuelve en el lienzo tricolor, los trotskistas del GI y la Liga por la IV Internacional (LIVI) planteamos que no se va a derrotar al poderoso imperialismo yanqui montando a caballo, sea con sombrero de charro o con pasamontañas y pipa. La revolución del futuro no será una repetición de las frustradas revoluciones del pasado. México hoy día tiene un poderoso proletariado, cada vez más integrado en la economía norteamericana. Lejos de lamentar, como hicieron el dictador Porfirio Díaz y generaciones de nacionalistas burgueses, “Pobre México, tan lejos de Díos y tan cerca a los Estados Unidos”, los revolucionarios comunistas internacionalistas buscamos movilizar la clase obrera en ambos lados de la frontera. Junto con nuestra defensa revolucionaria del estado obrero burocráticamente deformado de Cuba ante la amenaza imperialista y la contrarrevolución interna, la conjunción de la lucha por la revolución socialista en los países capitalistas del hemisferio y por una revolución política proletaria en la asediada isla antillana sentaría las bases para unos Estados Unidos Socialistas de América Latina. 

La privatización eléctrica no es un asunto meramente mexicano. Se está dando en todo el mundo. No se trata tan sólo de la “globalización” o el “neoliberalismo”, sino que es producto del capitalismo en su época de decadencia imperialista. La lucha para derrotarla tampoco se puede limitar al terreno nacional. Hay que hacer causa común con los trabajadores electricistas costarricenses, brasileños y británicos que han luchado contra el mismo embate. El control del petróleo es igualmente una cuestión internacional, y no se derrotará al pulpo imperialista defendiendo la “soberanía” de los gobiernos burgueses. La lucha contra las “reformas” de Fox tiene que ir de la mano con una lucha por la acción obrera internacional contra la guerra imperialista y ocupación colonialista de Irak. 

La tarea del Grupo Internacionalista y de la Liga por la IV Internacional consiste en luchar por resolver la actual crisis de la dirección proletaria que es, en palabras de Trotsky, la crisis de la humanidad misma. Nuestro propósito es forjar secciones nacionales de una IV Internacional reforjada, que sea digna del nombre que adoptó en su formación: el partido mundial de la revolución socialista. Sólo con tal dirección revolucionaria podemos barrer con este podrido sistema capitalista que produce hambre, racismo, guerras interminables y anuncia el “futuro” de una barbarie termonuclear. Invitamos a los que quieren eliminar estas lacras a unirse a nosotros en esta gran empresa. n


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe: internationalistgroup@msn.com

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