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diciembre de 2008  

¡Es preciso organizar guardias obreras de autodefensa! ¡Control obrero de la producción!

Dirigentes sindicales izquierdistas
asesinados en Venezuela


Trabajadores venezolanos bloquearon carreteras en todo el estado de Aragua, el 2
de diciembre, en protesta por el asesinato de dirigentes sindicales izquierdistas. 
(Foto: El Siglo [Maracay])

¡Forjar un partido obrero leninista-trotskista!

1° de DICIEMBRE de 2008 – En la tarde del 27 de noviembre, unos 400 trabajadores de la lechera Alpina en el estado venezolano de Aragua ocuparon la planta para exigir que la compañía, de propiedad colombiana, cumpliera con sus compromisos contractuales. Al principio, los patrones intentaron que los trabajadores abandonaran a sus dirigentes de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT). Al fracasar esa jugada, la policía estatal irrumpió en la planta para golpear brutalmente a los trabajadores, dejando a cuatro de ellos gravemente heridos. En respuesta, el sindicato alertó a los trabajadores del área industrial y, de acuerdo con un informe del dirigente estatal de la UNT, Luis Hernández, “en cuestión de minutos la empresa estaba rodeada por trabajadores afiliados a la Unión Nacional de Trabajadores. Gracias a esta acción solidaria se logró recuperar el control de la empresa y que los trabajadores nuevamente ocuparan la misma.”

Sin embargo, unas horas más tarde, cuando se dirigían a sus domicilios, Hernández y otros dos dirigentes de la UNT que habían dirigido la lucha que los trabajadores de Alpina habían librado ese día –Richard Gallardo y Carlos Requena– fueron asesinados a tiros en un centro comercial en la localidad vecina de Cagua. El esbirro que los asesinó huyó en una moto. Los tres sindicalistas eran también dirigentes de la Unidad Socialista de Izquierda (USI), que se ha opuesto al gobierno populista burgués de Hugo Chávez y sus intentos de imponer la tutela estatal sobre el movimiento obrero. Cualquiera que sea la siniestra fuerza que ordenó el asesinato, el ataque estuvo dirigido en contra de uno de los sectores más combativos del movimiento obrero venezolano. A pesar de la retórica socialista de Chávez, este episodio muestra la realidad de la “revolución” bolivariana: sindicalistas de izquierda son asesinados, en tanto que las fuerzas de la represión estatal burguesa defienden a los patrones.

A lo largo del último año, Venezuela ha estado en punto muerto en el enfrentamiento entre el izquierdista régimen nacionalista de Chávez y la derechista oposición pro imperialista. En las elecciones regionales del 23 de noviembre [de 2008], la “Coalición Patriótica” pro gubernamental recuperó un millón y medio de los votos que Chávez había perdido en el referendo constitucional del año pasado. Además, el voto a favor de la oposición fue menor este año. No obstante, la derecha obtuvo varias gubernaturas y alcaldías de importancia, como la de Caracas metropolitano. En este sentido, resultó significativo que el PSUV perdiera Petare, una ciudad obrera conurbada de la capital que durante mucho tiempo ha sido un bastión chavista: en esta ocasión, muchos simpatizantes de Chávez no salieron a votar. En años recientes, el gobierno financió proyectos sociales de gran envergadura gracias a las superganancias que dejaron al país los altos precios del petróleo. Sin embargo, ahora que los precios del petróleo van a la baja, el “petrosocialismo” burgués venezolano enfrenta dificultades. Aún así, Chávez ha vuelto a lanzar una campaña a favor de una enmienda constitucional que permitiría su reelección.

A escala internacional, el imperialismo norteamericano ha seguido presionando al régimen venezolano, al que Washington vilipendia por el apoyo que da Chávez a Cuba. Esta presión probablemente se tornará aún más intensa con el gobierno de Obama que bajo el impopular gobierno de Bush. A pesar de ello, no son pocos los que en América Latina esperan con ilusión un rostro “más amable y gentil” del imperialismo yanqui, tal como ocurrió con John F. Kennedy. Luego sobrevino la invasión de Playa Girón auspiciada por éste, mientras que los programas contrainsurgentes de la “Alianza para el Progreso” arrojaban como saldo a cientos de insurgentes izquierdistas asesinados. A principios de 2008, EE.UU. anunció el restablecimiento de la Cuarta Flota (que dejó de existir en 1950) para patrullar el Caribe. (Durante el golpe de 2002, naves de la armada norteamericana se estacionaron cerca de la costa venezolana para apoyar a los golpistas.) Chávez respondió con gran efecto al invitar a la armada rusa a realizar maniobras conjuntas la semana pasada, generando gran consternación en el gobierno norteamericano. Los trotskistas defendemos a la Venezuela nacionalista y al estado obrero deformado cubano en contra del imperialismo.

Este empate no puede durar indefinidamente. O bien Chávez se se somete al “imperio”, o bien se desencadena un enfrentamiento en el que la alternativa en última instancia será la revolución obrera o la contrarrevolución sangrienta. Si el asesinato de estos tres dirigentes sindicales de izquierda resulta ser parte de un plan desestabilizador de la derecha, o si se trata de un ataque más del gobierno en contra de la clase obrera, todo indica que la hora de la verdad se aproxima con rapidez. La cuestión clave será, como ya lo es hoy en día, la de la dirección revolucionaria de la clase obrera.

Aguda lucha de clases en Aragua

Richard Gallardo (izquierda) y Luis Hernández, dirigentes de la federación sindical UNT en Aragua y candidatos de la Unidad Socialista de Izquierda fueron asesinados el 27 de noviembre de 2008.

Los tres dirigentes socialistas asesinados tenían un admirable historial como luchadores de la clase obrera. Richard Gallardo, un obrero textil de la ciudad de Maracay, dirigió a los trabajadores cuando se levantaron en contra del golpe en abril de 2002 que tenía el propósito de derrotar a Chávez. Igual hizo siete meses más tarde cuando los patrones decretaron un lockout contrarrevolucionario bajo la guisa de una “huelga”. Gallardo fue nombrado coordinador nacional de la UNT cuando ésta fue fundada en 2003, tras la ruptura con la CTV (Confederación de Trabajadores de Venezuela), cuyos dirigentes pusieron una máscara “obrera” a los golpes de 2002. También participó en la formación de varias organizaciones socialistas (PST-La Chispa, Partido Revolución y Socialismo y la USI), las dos últimas vinculadas con el ala de la UNT dirigida por Orlando Chirino. También fue candidato por la USI a diputado en la asamblea estatal en las elecciones regionales celebradas tres días antes de su asesinato.

Luis Hernández era trabajador de la planta de Pepsi-Cola en Aragua. En 2003 dirigió una ocupación de la planta que duró una semana cuando la compañía anunció despidos masivos. Fue presidente de la UNT a nivel estatal y candidato de la USI para la alcaldía del municipio de Zamora en las elecciones del 23 de noviembre. Carlos Requena, el más joven de los tres (ninguno tenía más de 40 años), había participado activamente en la lucha de los trabajadores en torno a cuestiones de salud a escala nacional. Los tres dieron todo a la lucha obrera, y sus muertes no deben ser en vano.

El vil asesinato de Hernández, Gallardo y Requena desató una explosión de ira en todo el estado de Aragua. Al día siguiente, el 28 de noviembre, cientos de trabajadores salieron a las calles, bloquearon el tráfico con llantas en llamas y realizaron una marcha. En el entierro de Luis Hernández al día siguiente, la población de su pueblo natal, Villa de Cura, se volcó a las calles en “escenas de dolor, confusión, rabia e impotencia”, según relató el periódico local El Clarín (30 de noviembre). Luego, el 2 de diciembre, trabajadores de más de 200 sindicatos de Aragua dieron una poderosa muestra de fuerza, mediante la ocupación de la autopista hacia la capital, Caracas, y de carreteras en todo el estado, bloqueando todo el tráfico (con la excepción de ambulancias y una caravana funeraria) durante diez horas o más, para exigir que los asesinos paguen por su crimen.

Todo mundo se preguntaba quién lo hizo. Una posibilidad obvia es que se trate de sicarios contratados por Alpina, la empresa multinacional que ha utilizado asesinos paramilitares para matar a dirigentes sindicales en sus plantas en Colombia (donde más de 2,500 sindicalistas han sido asesinados por el gobierno y paramilitares desde 1986). Medios favorables a Chávez como Radio YKVE Mundial sugieren que el asesino podría estar ligado a la policía del estado de Aragua, bajo control del gobernador, Didalco Bolívar, otrora aliado de Chávez que se pasó a la oposición derechista el año pasado en la disputa por el paquete de enmiendas constitucionales que fue derrotado por un escaso margen en el referéndum de diciembre de 2007. La Liga por la IV Internacional se pronunció por el voto nulo en dicho referendo (ver nuestro artículo “Venezuela: imponer el control obrero en la vía hacia la revolución socialista”, diciembre de 2007).

Pero los sindicalistas de Aragua dirigieron sus sospechas hacia los propios partidarios de Chávez, que se sienten amenazados por la oposición política desde la izquierda. El diario de Maracay Siglo (29 de noviembre) informó que “los dirigentes sindicales que encabezaban la protesta atribuyen la muerte de Hernández a seguidores del recién electo alcalde Aldo Lovera, quienes recientemente… lo habrían amenazado de muerte”. Lovera es miembro del PSUV (Partido Socialista Unificado de Venezuela), el partido de estado burgués de Chávez. Hernández había impugnado el triunfo electoral de Lovera y exigía un recuento, lo que le valió las amenazas de los seguidores de Lovera. En las protestas del 2 de diciembre, trabajadores de Villa de Cura declararon que no levantarían su bloqueo hasta que Lovera renunciara como alcalde del municipio de Zamora.

Diversos grupos sindicales, de izquierda y de defensa de los derechos humanos han emitido declaraciones y organizado manifestaciones de protesta ante representaciones diplomáticas de Venezuela por el asesinato de estos tres líderes sindicales socialistas. Los llamados exigen un “castigo ejemplar” para los asesinos  y los autores intelectuales del crimen. Sin embargo, estos llamados piden, sin excepción, que sea el gobierno de Chávez el que realice la investigación: “Reclamamos al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y al gobierno regional de Aragua, la inmediata apertura de una investigación que dé con el paradero de los asesinos materiales e intelectuales de este pavoroso crimen”, declaran conjuntamente varios grupos de la izquierda argentina (IS, PTS, PO, MST, MAS, FOS, IT, CS, UST, OS).

Desenmascarar el incumplimiento de las autoridades legales de su deber es una cosa, pero pedir a los gobiernos chavistas a nivel estatal y nacional que conduzcan la investigación cuando el principal sospechoso (el alcalde de Zamora) es miembro del PSUV, es una invitación a que se encubra a los responsables del crimen. Estos llamados refleja el apoyo político que ofrece la mayor parte de la izquierda a escala internacional al dirigente nacionalista burgués venezolano. Muy al contrario, la lección que se desprende de este crimen debe ser la necesidad de la independencia proletaria. Es evidente que hay que formar grupos sindicales de autodefensa y milicias obreras independientes del control del gobierno burgués de Chávez, o de cualquiera de sus sectores, tal como señala el Programa de Transición trotskista. Hasta donde sabemos, sin embargo, ninguna de las declaraciones de las diversas agrupaciones que se ostentan como trotskistas presenta esta consigna elemental.

El asesinato de Richard Gallardo, Luis Hernández y Carlos Requena no es un incidente aislado. Orlando Chirino, coordinador de la UNT y dirigente de la USI, dijo a la prensa: “En Aragua ya van 7 los compañeros de nuestra corriente sindical y nuestra organización sindical que han sido asesinados en los dos últimos años” (La Clase, 28 de noviembre de 2008). En Valencia, capital del vecino estado de Carabobo, los obreros de la planta FUNDIMECA han sido atacados por sicarios, con la complicidad de la policía y los jueces. Sin embargo, son los trabajadores los que enfrentan persecución judicial, en tanto que los pistoleros quedan impunes. En Villa de Cura, un dirigente del Partido Comunista, Luis Delgado Díaz, fue asesinado en su casa en septiembre de 2007. Y un día antes de que Gallardo fuera asesinado, advirtió: “compañeros hay que cuidarse, vienen por nosotros, hay que organizar equipos de protección” (La Clase, 1° de diciembre de 2008).

En Venezuela, al menos, se ha vuelto manifiesta la necesidad de la autodefensa obrera. Chirino, dirigente de la UNT, la USI y CCURA (Corriente Clasista Unida Revolucionaria Autónoma) ha llamado vagamente a recaudar fondos para “nuestros propios planes de seguridad”. El dirigente del ala chavista de la escisión de la UNT, Marea Socialista (MS), Stalin Pérez, fue más explícito al pronunciarse por “empezar a organizar inmediatamente las autodefensas obreras y populares” (Aporrea, 28 de noviembre). Pero en ambos casos, esta demanda se presenta en forma aislada, en lugar de formar parte de una ofensiva obrera más amplia para imponer el control obrero de la producción y avanzar hacia la formación de órganos de poder dual: comités obreros en las plantas y consejos obreros regionales, independientes del control gubernamental.

En 2007, cuando Chávez formó su partido de estado burgués, el PSUV, él torció el brazo a la izquierda y al movimiento sindical para unirse y así conseguir el control sobre la clase obrera que no había podido lograr en una década en el poder. La UNT se dividió, cuando Pérez y Marea Socialista se unieron al aparato burocrático gobernante, en tanto que Chirino y la CCURA se rehusaron. Sin embargo, ambas alas son reformistas y su política no va más allá del mero sindicalismo. Aunque la CCCURA y la USI defienden a los trabajadores en contra de funcionarios gubernamentales, y a pesar de que Chávez los acuse de “envenenar” a los trabajadores al rehusarse a someterse a la disciplina del PSUV, la UNT de Chirino no ha dirigido luchas para tomar las plantas, excepto durante la emergencia de 2002.

Hoy, la respuesta ante el asesinato de estos tres dirigentes sindicales de la UNT debe incluir huelgas masivas y ocupaciones de fábrica en todo el estado, y en otras partes de Venezuela. Ya en mayo de 2007, los dirigentes de la UNT perfilaron un plan sobre las fábricas que habría que tomar. Los trabajadores e Alpina deben tomar la planta y abrir los libros para averiguar qué está haciendo la administración. Aragua es donde los trabajadores de Sanitarios Maracay han librado una tenaz lucha desde hace dos años, tomando la planta que fabrica muebles de baño cuando el dueño la abandonó, con el propósito de mantenerla funcionando bajo gestión obrera. Sin embargo, la planta no ha conseguido las materias primas que necesita, en tanto que los empleados de cuello blanco saboteaban su lucha, la policía estatal bajo Didalco Bolívar (entonces aliado de Chávez) los reprimía salvajemente y el ministro del trabajo se rehusaba a satisfacer sus demandas.

La izquierda venezolana
entre la espada y la pared

La lucha fundamental en Venezuela es por forjar una dirección revolucionaria. Urge tener un partido obrero de vanguardia genuinamente leninista-trotskista para dirigir la resistencia contra los ataques de las distintas facciones del gobierno nacionalista burgués, y simultáneamente, en contra del la amenaza constante de agresión imperialista por parte de Estados Unidos y la reacción interna dirigida por contrarrevolucionarios criollos.

Sin embargo, los múltiples grupos en Venezuela que se reclaman del trotskismo han adoptado posturas heterogéneas respecto a la cuestión clave del gobierno de Chávez. Tras la derrota del referendo constitucional del 2 de diciembre de 2007, el coordinador de la UNT y dirigente de la USI1, Orlando Chirino, pasó de presentar la política correcta a favor del voto nulo (es decir, abstención), a afirmar que la victoria de la campaña derechista por el “no” representó un “triunfo de los obreros y del pueblo” (Aporrea, 7 de diciembre de 2007). Chirino incluso ha compartido la tribuna con algunos dirigentes de la CTV y hablado bajo los auspicios de la Fundación Friedrich Ebert, un organismo de la socialdemocracia alemana (llamado así en honor del canciller que aprobó el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en 1919) que canalizó fondos de la CIA a Portugal.

Por otra parte, el otrora camarada de Chirino, Stalin Pérez del colectivo Marea Socialista2, se unió al PSUV de Chávez en mayo de 2007, y desde entonces ha estado muy ocupado, maniobrando entre las facciones de la “burguesía bolivariana”, la boliburguesía, como se la conoce en Caracas. Para justificar su adhesión a este partido capitalista, el portavoz de Marea Socialista se remontó a la carrera del seudo trotskista argentino Nahuel Moreno en el Buenos Aires de los años 503  (“Recordando a Nahuel Moreno”, Marea Socialista, No. 2, 2007). Tanto MS como la USI pueden citar como apoyo a su política ejemplos tomados de la carrera de este artista del transformismo político. Al criticar el programa de la revolución permanente de Trotsky, Nahuel Moreno se pronunció a favor de una “revolución democrática”, mostrando a la vez una fuerte predilección por caudillos nacionalistas, desde Juan Domingo Perón en Argentina, hasta Jomeini en Irán.

Otro grupo, la Corriente Marxista Revolucionaria (CMR), ha ganado cierta notoriedad en virtud de que el dirigente de su agrupación internacional, Alan Woods, ha intentado erigirse en preceptor de Chávez en materia de trotskismo. Woods presenta una parodia del programa de Trotsky como si el dirigente bolchevique ruso fuera una suerte de asesor de regímenes nacionalistas burgueses. La CMR se adhirió al PSUV de Chávez, de la misma manera que los afiliados de la Tendencia Marxista Internacional de Woods han estado desde hace mucho integrados al PPP (Partido del Pueblo Pakistaní) de Bhutto en Pakistán y al PRD (Partido de la Revolución Democrática) de López Obrador en México. Los charlatanes que no ven contradicción alguna entre llamarse marxistas y adherirse a un partido burgués, jamás dirigirán una revolución obrera.

Un caso emblemático es la defensa de la CMR de los trabajadores que tomaron la fábrica Sanitarios Maracay en noviembre de 2006. Mientras que Woods y Cía se codeaban amablemente con Chávez en audiencias privadas celebradas en el palacio presidencial de Miraflores, los obreros de Maracay enfrentaban la brutal represión de la policía chavista en Aragua. Cuando la UNT rompió con Chávez al rehusar sumarse a su partido de estado, los trabajadores de Sanitarios Maracay se alinearon con el ala de la UNT dirigida por Chirino. Richard Gallardo, uno de los tres sindicalistas asesinados, dirigió una huelga a nivel estatal en defensa de Sanitarios Maracay en mayo de 2007. Mostrando su verdadera lealtad, la CMR criticó a Chirino y a la UNT, la federación a la que pertenece el sindicato de Sanitarios, por haber cometido errores “sectarios” por oponerse al “comandante Chávez” (“Algunas verdades sobre la heroica lucha de los trabajadores de Sanitarios Maracay”, 22 de agosto de 2007).

La CMR se ha pronunciado por la nacionalización de Sanitarios Maracay bajo control obrero. Pero en los casos en los que Chávez se ha visto obligado a nacionalizar plantas debido a la lucha obrera, como con la siderúrgica SIDOR, otrora propiedad del conglomerado italo-argentino Techint, que el gobierno finalmente tomó en abril de 2008, ha sido precisamente con el objetivo de aplastar la combatividad obrera. A lo largo de sus zigzagueos, Chávez ha dejado bien en claro que su concepto de “socialismo del siglo XXI” no entraña expropiar a la burguesía, y ni siquiera romper políticamente con ella. Tras su derrota en el referendo constitucional de diciembre de 2007, el presidente venezolano reorganizó su gabinete, amnistió a muchos de los que participaron en el golpe de estado de 2002 y condenó el “extremismo” izquierdista en los siguientes términos:

“Tenemos que buscar alianzas con la clase media … incluso con la burguesía. No podemos plantear tesis que han fracasado en el mundo entero, como eso de eliminar la propiedad privada. Esa no es nuestra tesis. [No hay que dejarnos] chantajear por voces del extremismo, de tesis pasadas de moda que en ninguna parte del mundo las van a conseguir: que si eliminación de la propiedad privada... ¡no, no, no! Esa no es nuestra tesis. Hay que buscar, más allá de eso, las alianzas para fortalecer el nuevo bloque histórico, como lo llamaba (Antonio) Gramsci.”

Aporrea, 4 de enero de 2008

Chávez citó también las autoridades revolucionarias de V.I. Lenin, Fidel Castro, Daniel Ortega ... y Aleksandr Lukachenko, el caudillo que dirigió la restauración del capitalismo en Bielorrusia y aconsejó al presidente venezolano sobre la necesidad de inculcar en la burguesía “amor por su nación y por su patria”, para que de ese modo “¡inviertan en el propio país!”

La lucha por una dirección revolucionaria

Quienes dicen a los combativos obreros de Aragua que sigan a la cauda de Chávez están condenándolos a seguir sufriendo la explotación capitalista. La alternativa, sin embargo, no es un sindicalismo socialdemócrata, limitado a luchas defensivas sobre cuestiones salariales y de jornadas de trabajo, sino una ofensiva revolucionaria. No basta con decir (como lo hace la Liga de Trabajadores por el Socialismo4, otra organización venezolana  que se autodenomina trotskista), que hace falta un partido “independiente” genérico, y ni siquiera que hay que construir un “partido obrero revolucionario”. En un país en el que todas las tendencias de izquierda y hasta el burgués partido de estado se califican a sí mismas como “revolucionarios” y “socialistas”, es claro que el único partido que puede dirigir la lucha por la revolución obrera es el que se base en el programa bolchevique de la revolución socialista internacional defendido por Lenin y Trotsky.

Si la izquierda venezolana sigue en su curso actual, dividida entre los que apoyan políticamente a Chávez y los que no van más allá de la defensa estrecha de conquistas sindicales, corre el riesgo de terminar en algo semejante al dilema de la izquierda chilena durante la caída del gobierno de la Unidad Popular (UP) de Salvador Allende. En aquella época, además de los partidos Comunista y Socialista que formaban parte de la coalición de frente popular de Allende con sectores de la burguesía, había un pequeño grupo izquierdista, la Unión Socialista Popular (USOPO) que se había escindido del PS en virtud de su oposición a la formación de la UP. La USOPO tenía un fuerte apoyo en dos importantes minas del cobre (Chuquicamata y El Teniente), más o menos del mismo modo en que la UNT se encuentra arraigada en diversas industrias venezolanas.

Aunque la USOPO no apoyaba al gobierno burgués de Allende, nuevamente al igual que UNT, tampoco intentó organizar un levantamiento obrero en su contra, ni siquiera cuando en 1972 estaba en pleno ascenso el movimiento de los cordones industriales (consejos obreros embrionarios en los cinturones obreros en torno a Santiago y Valparaíso). Para 1973, cuando se acercaba el final, Allende atacó a los mineros del cobre, calificándolos de “privilegiados” por defender con toda justeza sus conquistas sindicales como la escala móvil de salarios para protegerse contra los estragos de la inflación. Los trotskistas apoyamos la huelga de El Teniente y Chuquicamata al principio, pero conforme avanzó la batalla, las fuerzas de la Democracia Cristiana tomaron el control de la huelga y se aliaron con sectores de extrema derecha abiertamente fascistas en contra de la UP. Al final, la desmoralización de los trabajadores tuvo como efecto que no hubiera ninguna resistencia obrera sostenida en contra del golpe de 1973.

En la medida en que los que buscan ser revolucionarios en Venezuela sigan a la cola de Chávez o se limiten a meras medidas reflejas de defensa, serán incapaces de derrotar la sostenida campaña reaccionaria para detener y a final de cuentas derrocar al gobierno nacionalista y remplazarlo con títeres incondicionales del imperialismo. La Liga por la IV Internacional busca forjar el núcleo de un partido leninista de vanguardia sobre la base del programa trotskista de la revolución permanente, defendiendo, en particular, la causa de los campesinos, a los que la mínima “reforma agraria” de Chávez ha negado la tierra, y luchando por la extensión internacional de la revolución a todo el hemisferio, incluida la fortaleza imperialista norteamericana. Esto es fundamental para resolver el dilema fundamental en la Venezuela de hoy, donde una combativa clase obrera se encuentra paralizada debido a la falta de una dirección revolucionaria del proletariado.


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