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mayo de 2005 Hoy buscan quitarnos
las licencias de conducir, ¿y mañana?
¡Hay que movilizar a la clase obrera para resistir! “Real ID”: Siniestra medida
antiinmigrante,
paso hacia el estado policíaco ¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes!
En
los últimos días, la población inmigrante de
Estados Unidos ha sido el blanco
de un ataque racista lanzado desde las más altas esferas del
gobierno. El 11 de
mayo fue aprobada por el Senado y la Cámara de Representantes en
Washington una
draconiana ley migratoria, conocida como la Ley “Real ID”, que pretende
establecer normas uniformes para las licencias de conducir emitidas por
los 50
estados de la unión. Aunque se presentó como una medida
“antiterrorista”, en
realidad tiene como blanco a los 11 (o más) millones de
inmigrantes
indocumentados que viven y trabajan en este país. Los racistas piensan
que con la sola firma del presidente George W. Bush, que se dio esa
misma
noche, van a impedir que los “illegal aliens” manejen
vehículos. De ponerse en práctica, esto
sería no solamente un trauma personal para millones de familias,
que necesitan
viajar en auto para sobrevivir, sino un golpe mortal a importantes
sectores de
la economía capitalista, que depende de los trabajadores sin
derechos legales
por su mano de obra que percibe sueldos miserables. Más
probable será que haga
la vida de este sector vital de la clase obrera una pesadilla
aún peor, además
de subir el costo en el mercado negro de los documentos “sustitutos”. Más
siniestro aún, y para
toda la población de EE.UU., con este paso se está
aproximándose a la temida
cédula nacional de identificación, medida de estado
policíaco que tantos
republicanos derechistas y también buen número de
liberales demócratas han
querido introducir desde hace décadas. La orden perentoria
“Muestren sus
documentos” ya no será algo que sólo se oiga
en viejas
películas sobre la dictadura
nazi (cuando los policías alemanes gritaban ¡Ausweis
zeigen!), o sobre el régimen sudafricano del apartheid,
sino que,
debidamente traducida al inglés, será una experiencia
diaria, pronunciada en
tono amenazante en retenes de carreteras, inspecciones del metro y a la
entrada
de edificios, escuelas y hospitales. Este
atropello racista contra
los inmigrantes abre la vía para un ataque contra los derechos
democráticos
de todos. Ante la
amenaza real representada por la ley Real ID, junto con las
anteriores leyes antiinmigrantes como la USA PATRIOT Act y la
contrarreforma
migratoria de 1996, muchas organizaciones de inmigrantes han puesto sus
esperanzas en los tribunales y políticos liberales capitalistas. El mismo día en que el Senado
aprobó la ley sobre
las licencias de conducir, una jueza de la Corte Suprema Estatal de
Nueva York,
Karen Smith, dictaminó que el Departamento de Vehículos
Motorizados (DMV) de NY no puede cancelar las
licencias de los inmigrantes indocumentados por no tener una tarjeta
válida del
Seguro Social. El DMV no ha sido autorizado por la legislatura para
reglamentar
asuntos migratorios, declaró, al emitir el requerimiento
judicial pedido por el
Fondo Puertorriqueño de Defensa Legal y Educativa (PRLDEF, por
sus siglas en inglés). Grupos de
defensa de los
derechos humanos cantaron victoria. “Luz verde a las licencias para
indocumentados”, lanzó como encabezado el diario neoyorquino Hoy
(11 de
mayo). Pero el fallo en este caso quedará sin efecto, debido a
que
el procurador
del estado (el demócrata Elliot Spitzer) ha hecho una
apelación del mismo ante
una instancia judicial superior, y ahora podría ser contravenido
también por la
flamante ley federal. Al
día siguiente, en el Senado y la Cámara federales, se
introdujo un proyecto de
ley de reforma de las leyes migratorias patrocinada por los senadores
Edward
Kennedy (liberal demócrata) y John McCain (conservador
republicano). Los empedernidos
racistas antiinmigrantes de FAIR (Federación Americana para la
Reforma
Migratoria) anunciaron que se opondrán a la legislación,
porque “crecerá la
inmigración ilegal” y, supuestamente, legalizaría la
situación de los
indocumentados. Los mismos autores de la “Ley por unos EE.UU. seguros y
una inmigración ordenada” explican que no es así. El
representante Jim Kolbe
(republicano de Arizona) dijo sin ambages: “Son inmigrantes ilegales –
violaron
la ley y deben ser castigados. Es por eso que esta legislación
incluye multas y penas estrictas para los que ya están dentro
del país
ilegalmente, además de fuertes
castigos para los patrones que contraten inmigrantes ilegales.” Más claro no
podría ser. Según este proyecto de
ley (S. 1033/H.R. 2330), multas y castigos superarían unos 2 mil
dólares (más un elevado precio del permiso) para cada
adulto indocumentado; además, el permiso sólo
duraría seis años, los solicitantes serían
sometidos a un examen de antecedentes penales o policiales,
habrían que pagar impuestos sobre sus ingresos, tendrían
que registrarse para la conscripción, y serían deportados
si carecen de empleo durante más de 60 días. Con todo,
resulta evidente que sólo un porcentaje reducido de los
trabajadores indocumentados se ser-virían de estos
hipotéticos visados H-5B. Los
visados H-5A que prevé el proyecto Kennedy-McCain, por su parte,
no son nada más una reedición de la iniciativa del
presidente George Bush para crear nuevamente una categoría de
“trabajadores huéspedes”, que luego de su estadía
temporaria serían enviados de vuelta “a casa”. Propuesta en su
discurso anual sobre el estado de la
unión en enero
de 2004 y luego alabada en una reunión de los dos rancheros,
Bush y el
presidente mexicano, Vicente Fox Quesada, la iniciativa se
convirtió en letra
muerta ante la presión de la derecha republicana. El nuevo
proyecto “bipartidista” ha sido concebido para procurar el apoyo del
presidente norteamericano – lo dicen explícitamente – aunque
probablemente corra la misma suerte que su antecesor. Y aunque es
bienvenido por los grupos latinos burgueses como LULAC (Liga de
Ciudadanos Latinoamericanos Unidos) y MALDEF (Fondo Mexicano-Americano
de Defensa Legal y Educativa) no hace nada a favor de los
trabajado-res indocumentados y en lugar de eso busca “castigarlos”. La amarga
verdad es que
todo el “debate” sobre la inmigración está subordinado
a la cuestión fundamental de la guerra imperialista
“sin fin” que han declarado los gobernantes norteamericanos luego del
ataque al
World Trade Center y el Pentágono el 11 de septiembre de 2001.
Tanto demócratas
como republicanos utilizan el “11-S” para justificar su matanza, que
como en
todas las guerras imperialistas del último siglo ha intensificado la histeria antiinmigrante. Al lanzar la guerra
contra
Afganistán, de inmediato se decretó la detención
de miles
de árabes y personas del sur
de Asia. Se los
mantuvo incomunicados, e incluso se rechazó proporcionar los
nombres de los
detenidos.
Por doquier en el país se incrementó la
discriminación contra todos los inmigrantes. Para celebrar su triunfo
electoral para un
segundo turno, el presidente Bush ordenó una verdadera
carnicería humana en la ciudad iraquí de Fallujah
digna del ejército nazi (o del
ejército
israelí contra los palestinos, o del imperialismo norteamericano
en Japón,
Vietnam, etc.). El surgimiento de grupos paramilitares en la frontera
con el propósito de cazar inmigrantes se encuentra estrechamente
vinculado con la guerra y el ascenso electoral de la ultraderecha. Grupos
como el Minuteman
Project y la Arizona Guard se pavonean con sus rifles AR-15 y pistolas
Glock en
sus “retenes” de sillas
desplegables y una hielera llena de cerveza. Estos grupos se vieron
alentados por el
éxito en
las elecciones del 2 de noviembre último de la Propuesta 200, la
“Ley para la
Protección del Ciudadano y Pagador de Impuestos en Arizona”, que
impediría a
los inmigrantes hacer uso de servicios públicos. Los paramilitares racistas no
son sino la
expresión más descarada de esta
arremetida en toda la línea contra los trabajadores inmigrantes.
Estos matones
cobardes deben ser arrollados por la fuerza de la clase obrera
organizada. Los
llamados de grupos
liberales a Bush y al Congreso a favor de una “amnistía” son
condenados al fracaso. ¿Por qué diablos hay que amnistiar
a quienes no han
cometido ningún delito? Para echar abajo
las murallas
que están construyendo, para hacer añicos a sus leyes
xenófobas y para derrotar
a la reacción racista, hay que movilizar el poderío
enorme de la clase obrera, multirracial y
multinacional. Para
comenzar, acciones bien concretas como una huelga de los
taxistas en la
ciudad de
Nueva York contra la ley “Real ID” dejaría bien en
claro para
la clase dominante
cuánto depende de los trabajadores
inmigrantes ... y el caos que desencadenaría con su medida
racista. Los revolucionarios
internacionalistas luchamos
por plenos derechos de ciudadanía para todos los
inmigrantes,
medida que fue una de las primeras realizadas
por la Revolución Bolchevique de 1917. Para los
comunistas y todos los
trabajadores con conciencia de clase, los obreros no tienen patria,
pertenecen
a una clase internacional. Tal como ocurrió en la Rusia
zarista, en los
EE.UU. de hoy sólo será a través de la revolución
socialista
internacional que podremos eliminar
las fronteras nacionales que nos imponen los capitalistas para
dividirnos de nuestros compañeros y compañeras “del otro
lado”. Embestida
racista antiinmigrante Después del 11 de
septiembre
se dio una intensificación brusca
de ataques racistas contra los inmigrantes. Taxistas sikhs hostigados
en pleno
Brooklyn debido a que llevan turbantes, incendios de mezquitas. La Universidad de la Ciudad de Nueva York
(CUNY) lanzó una “purga de guerra” contra los estudiantes
“indocumentados”,
contra la cual el Grupo Internacionalista inició una
campaña de protestas con
la participación de sindicalistas y asociaciones de trabajadores
inmigrantes
(entre ellos los taxistas). Ya en los
meses anteriores se había dado una serie
de
ataques
potencialmente
mortales contra inmigrantes latinoamericanos en Farmingville y luego
Farmingdale
en Long Island. En este envenado clima chovinista, en diciembre de
2003 la
administración del gobernador George Pataki y su director del
DMV decidieron
hacer su “aporte” a la “guerra contra el terror” al exigir de todos los
conductores un número de Seguro Social válido, o que se
les retiraría su
licencia de conducir. Patrocinado
por el
Departamento de “Seguridad de la Patria” (Homeland Security), el DMV
neoyorquino envió miles de cartas de forma selectiva con el
efecto de aterrorizar
a familias inmigrantes en todo el estado. Exigió
que los destinatarios se presentaran a las oficinas del
DMV
en un lapso de 15 días para verificar el número del
Seguro
Social con el cual
obtuvieron sus licencias. Según las autoridades, de las 600.000
cartas
enviadas, más de 250.000 no fueron
contestadas. Hasta ahora han suspendido las
licencias de
unos 7 mil conductores, pero tienen la intención de hacer lo
mismo con el
cuarto de millón restantes. Esto tendría consecuencias
desastrosas. Muchos
trabajadores inmigrantes perderían sus trabajos.
“¡Necesito manejar al
trabajo!” proclamaban pancartas en una de varias protestas contra la
medida
discriminatoria. También se necesita usar el auto para
transportar a los hijos a escuelas y
hospitales. En
California, en el otoño
de 2003, el ahora ex gobernador Grey Davis buscando ganar votos de los
inmigrantes en vísperas de una elección especial para
destituirle de su puesto, firmó
una ley que permitía a los indocumentados obtener licencias de
conducir. Sin
embargo, el actual gobernador, Arnold Schwarzenegger anuló
esta ley, después de ganar las elecciones con los votos
de
los racistas partidarios del “English only”, que en el pasado aprobaron
una
serie de propuestas que negaban a los inmigrantes el acceso a
servicios
fundamentales. De esta manera, el gobernador
privó a cientos
de miles de inmigrantes de un documento básico de
identificación, con el
resultado previsible de un aumento de conductores que manejan en las
carreteras
sin licencia y sin seguros. Ahora, en un gesto muy
característico de este actor
racista, amigo del fascista austríaco Jorg
Heider y admirador confeso del talento político de Hitler,
Schwarzenegger ha
expresado su apoyo a los cazamigrantes en la frontera sur. En
cuanto a la nueva ley de “Real ID”, exige que las licencias de conducir
se basen en una serie de datos (acta
de nacimiento, tarjeta del Seguro Social, prueba de ciudadanía o
residencia
legal, etc.), con adicional información biométrica, en
formato legible electrónicamente. Aunque no especifica
cuál tecnología debe
ser usada, es probable que
se trataría de los mismos chips RFID (identificación por
radiofrecuencia), el “chip
espía”, que el gobierno
estadounidense
quiere obligar a todos los países a que lo usen en sus
pasaportes. El gobierno insiste en que, si
algún
estado de EE.UU. no
acata esta reglamentación, entonces en el resto del país
sus licencias no serán
reconocidas como documento de identificación. Los residentes de
dicho estado
tendrán que usar otros
documentos, como un
pasaporte, para abordar un avión o eventualmente viajar en tren.
De hecho, en
lugares como Nueva York, la hostilidad mutua con respecto al resto del
país es
tal (en las manifestaciones contra la guerra han aparecido pancartas
con la
consigna, “¡EE.UU. fuera de NY!”) que el exigir un pasaporte a
los que salgan o ingresen a Nueva York
podría
ser bien popular, ¡y eso en ambos lados del río Hudson! La ley de “Real ID” fue anexada
al presupuesto
militar suplementario para cubrir los gastos de las guerras de Irak y
Afganistán. Así fue aprobada unánimemente por el
Senado sin ninguna audiencia
ni ningún debate (como tampoco hubo en la Cámara de
Representantes). El
director del proyecto del programa de la ACLU (Unión
Norteamericana para las
Libertades Cívicas) sobre tecnología y libertad, Barry
Steinhardt, advierte:
“Esta es la cédula nacional de identificación, no se
hagan ilusiones. Puede que
sea emitida por los 50 estados, pero serán los mismos
documentos, respaldados
por un enorme banco de datos”. Una vez
que exista, no
será utilizada solamente para las licencias de conducir.
También se exigirá sin
duda para abrir una cuenta bancaria, comprar una casa, o recibir
atención
médica en los hospitales. Y no es sólo en los EE.UU. que
esto está ocurriendo – en
Inglaterra, el gobierno de Tony Blair, después de ser reelegido
con los votos
de apenas el 20 por ciento del electorado, está subiendo la
presión para agilizar
la aprobación de una cédula nacional de
identificación en cuestión de semanas. El
alcance de la nueva ley estadounidense no se limita a la cédula
de identificación. El primer apartado introduce una serie de
medidas para hacer
más difícil conseguir el asilo político o impedir la deportación. De ahora en
adelante, los
que pidan asilo deberán entregar
“evidencia” que “corrobore” los alegatos de maltrato. Como si
los torturadores
del mundo entero, al igual que los sicópatas de Abu Ghraib que
cumplieron las
órdenes del secretario de guerra, tomaran fotos de sus
hazañas, y luego
proporcionarían a sus víctimas un comprobante de tortura
para entregar al
agente del ICE (Immigration and Customs Enforcement – la más
reciente encarnación de la
migra, la odiada policía
migratoria estadounidense). El mismo apartado permite la
deportación aún en
medio de un trámite de asilo,
impidiendo a los tribunales pararla,
si el gobierno alega que la persona pertenece o ayuda a cualquier
organización
en una lista negra administrativa. Otra sección de la ley hace exenta de toda prohibición o reglamento
legal la construcción
de un muro o una barda en toda la línea fronteriza. El nuevo
presupuesto de
“seguridad” asigna unos US$455 millones para contratar más
investigadores
criminales, agentes del ICE y oficiales de deportación, y otros
US$177 millones
para nuevos agentes de la Patrulla Fronteriza. También autoriza
sumas
ilimitadas para investigar e implementar tecnologías de
vigilancia terrestre (videos,
sensores y detectores de movimiento). La ley es un verdadero
catálogo de la represión
antiinmigrante, y ha despertado una ola de rechazo en México en
particular. El
gobierno de Fox envió una nota de protesta, en parte para
recuperarse de las
airadas protestas contra el mandatario mexicano por su
declaración racista de
que los inmigrantes latinos hacen los trabajos que “ni siquiera los
negros
quieren hacer”. Hasta el cardenal Norberto Rivera denunció como
“ridícula” la
pretensión norteamericana de cerrar la frontera, criticando los
“muros de la
ignominia” (La Jornada, 16 de mayo). Es
aleccionador el hecho
de que la nueva embestida legal contra los inmigrantes, el sector
más
vulnerable de la clase obrera norteamericana, fuera
aprobada como parte de la legislación que
financió la
continuación de la guerra imperialista en Medio Oriente. De
hecho, las guerras
imperialistas siempre traen consigo una intensificación de la
represión
policial y del hostigamiento racista dentro del propio país.
Representa un
consenso dentro de la clase dominante (tanto demócratas como
republicanos
votaron por la guerra y por las leyes represivas draconianas como USA
PATRIOT y
Real ID) sobre la necesidad de regimentar la población y cercar
las fronteras. Este consenso guerrerista bipartidista
de los partidos gemelos del capitalismo norteamericano se refleja en el
aumento de
actividades de grupos fascistoides. Mientras los Minutemen merodean en
la
frontera de Arizona, brotan otros grupos xenófobos,
como NumbersUSA o la Coalición para Licencias de
Conducir Seguras. Y, acorde con las nuevas tecnologías,
iniciativas como
“reportillegals.com” y “noinvaders.org” instan a la población a
ser soplones y
delatar a sus vecinos por Internet. También
crea el clima para
estallidos de odio xenófobo contra los inmigrantes, como por
ejemplo la racista
“Canción del tsunami” transmitida por la estación Hot 97
de Nueva York en enero
pasado, que se regocijaba por las muertes de chinos,
asiáticos, africanos, niños
y madres en el maremoto indonesio. Pero de lejos mucho más peligrosa que esa canalla que
hace negocio de la tragedia y se embriaga por la opresión, es la acción
del racista estado capitalista contra los explotados y oprimidos. ¡Movilizar a la clase obrera
multiétnica y multinacional contra el ataque racista capitalista! Después del 11 de
septiembre, el arresto de
miles de árabes e inmigrantes del sur de Asia y el auge de
discriminación
chovinista representaron un golpe contra toda la clase obrera
estadounidense.
En meses recientes, la burguesía, empantanada en
Irak, ha emprendido una campaña de
represión racista para atemorizar
a millones de trabajadores inmigrantes aquí. El
Departamento de “Seguridad
de la Patria” busca “alentar al gobierno a nivel estatal y local para
ayudar a
implementar leyes migratorias”, primero en Alabama y luego en Colorado,
Idaho y Virginia, informa el New York
Times (12 de abril de 2004). Simultáneamente se han llevado
a cabo grandes
redadas, como en el aeropuerto de Newark, New Jersey, en abril de 2004,
cuando
detuvieron a 134 pasajeros en un solo día, o la razzia por la
Patrulla
Fronteriza en los condados de San Bernardino y Riverside en California,
cuando
arrestaron a más de 150 inmigrantes (Los Angeles Times,
10 de junio de
2004). Entre el
4 y el 10 de
abril de este año, el nuevo procurador general, Alberto
Gonzales, realizó el
“Operativo Falcón”, en el cual detuvo
a unos 10 mil “fugitivos”, entre ellos un alto porcentaje de
inmigrantes, tanto legales como “ilegales”. Ha habido numerosas protestas en contra
del auge de la represión antiinmigrante, pero casi todas
orientadas a buscar
apoyo entre los políticos burgueses. En un piquete de más
de 100 personas el 13
de abril de 2004 frente a las oficinas
del DMV neoyorquino en Manhattan, una serie de clérigos y
políticos burgueses
suplicaron al gobernador a revisar su decreto. Hicieron hincapié
en que un
aumento de conductores sin licencia tendrá como consecuencia de
más vehículos sin
seguros, produciendo un alza en las tarifas de seguro para
todos. Un mes
antes, llevaron 500
inmigrantes a cabildear en la asamblea legislativa estatal. En
recomendaciones
posteriores al DMV proponen hacer las licencias “más
seguras contra el fraude” utilizando hologramas y papel
resistente a la alteración. Quieren desviar
el descontento de los inmigrantes hacia los canales
estériles del parlamentarismo burgués, y con eso
legitiman el discurso sobre la
inmigración “segura”. Más recientemente, la
Coalición de Inmigrantes
de Nueva York (NYIC) emitió un comunicado de prensa (18 de mayo)
que crea ilusiones en torno al proyecto
Kennedy-McCain, lo que representaría una supuesta “oportunidad
histórica” para
una “reforma migratoria integral”. Califica la propuesta de una
solución
“win-win” (benéfica para ambos lados), tanto para trabajadores
como patrones, y
pretende que ofrecería “un camino hacia la residencia permanente
y finalmente a la ciudadanía”. La NYIC
afirma que tiene “muchas ganas de trabajar con
nuestros legisladores y con el presidente Bush para mejorar el
proyecto”. No
menciona, en cambio, ni la aprobación de la ley Real ID, ni el
hecho de que el
proyecto que alaba impondría
multas y castigos de miles de dólares a los indocumentados que busquen regularizar su estatus migratorio. La
impotencia de las protestas puramente simbólicas organizadas por
los
demócratas liberales y burócratas sindicales es evidente.
Ni el gobernador ni
la legislatura de NY hicieron nada contra la suspensión de las
licencias, se
aprobó la ley Real ID a todo vapor, y el dictamen de la jueza
anulando la
acción del DMV no será implementado. El proyecto
Kennedy-McCain es un nuevo
ataque contra los inmigrantes sin documentos, además de tener
pocas probabilidades
de ser aprobado en el clima político actual. En
lugar del callejón sin salida de la política burguesa,
urge emprender
una verdadera lucha de la clase obrera y los oprimidos por los derechos
democráticos básicos de los inmigrantes. ¡Es
necesario que la clase obrera multirracial,
multiétnica y crecientemente multinacional de Estados Unidos se
movilice para exigir plenos
derechos de
ciudadanía para todos los inmigrantes, ya! Esto es estrechamente ligado a la lucha por derrotar
a la guerra imperialista, mediante acciones
clasistas del proletariado a escala internacional, como huelgas
obreras contra la guerra. Hay que
combatir toda
forma de discriminación, defender Ante las redadas industriales,
como sugerimos
hace algunos años, una protesta de unos cientos de
trabajadores en el
tradicional distrito de la costura de Manhattan tendría
un impacto
enorme (ver “¡Por acción obrera contra el terror de la
migra!” El
Internacionalista N° 1, mayo de 1998). Y frente a un auge de deportaciones o una nueva
ola de detenciones masivas, la
clase obrera debe movilizarse para bloquearlas
en las calles y en los aeropuertos mismos. Uno de
los pasos más
importantes para contrarrestar los golpes de los represores
sería una campaña
masiva y combativa de sindicalización. Sin embargo, el
obstáculo mayor
a una campaña exitosa para sindicalizar a millones de
trabajadores
inmigrantes es
la propia burocracia sindical, políticamente subordinada al
Partido Demócrata y
altamente integrada a los
mecanismos del estado capitalista. Por su lealtad al orden
burgués, ésta se rehúsa a utilizar
los métodos de lucha clasista por ser “ilegales”. El elemento
esencial es sacar
a estos burócratas, romper con
los demócratas y forjar un partido obrero revolucionario,
multirracial y
multinacional. Este partido de vanguardia, internacionalista por su esencia, sería el defensor acérrimo de los intereses de todos los trabajadores, no importa su lugar de origen – un tribuno de todos los que sufren la opresión social. Lucharía en particular por la liberación de los negros, cuestión clave en el capitalismo norteamericano, que se construyó sobre la base de la esclavitud, cuyos efectos perduran hasta nuestros días. Para los comunistas, no hay inmigrantes “ilegales”, todos somos ciudadanos del mundo. Y para que este principio, sintetizado en el lema “proletarios del mundo, uníos”, se vuelva realidad, es preciso echar al basurero de la historia la sociedad capitalista mediante la revolución socialista internacional. n Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe: internationalistgroup@msn.com |
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