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mayo de 2004   

Rebelión en Irak
contra la ocupación colonial

Fallujah fighters celebrate, 11 May 2004  
Rebeldes en Fallujah, el 10 de abril, celebran un ataque exitoso contra un
convoy de las fuerzas de ocupación.
(Photo: AFP)

¡Movilizar a los trabajadores del mundo
para echar los imperialistas de Irak!

27 DE ABRIL – Desde comienzos de abril, Irak se ha visto convulsionado por una rebelión que ha alcanzado casi todas las ciudades del centro y sur del país. En un primer momento, las tropas imperialistas fueron echadas de Fallujah, Ramadi, Najaf, Kut, Nasiriya y la vasta Ciudad al-Sadr en Bagdad mismo. Hubo ataques contra comisarías de la policía colonial en Basora en el extremo sur y Mosul en el norte. Superando divisiones históricas que han sido atizadas por los imperialistas desde tiempos del coloniaje británico, los musulmanes de credo sunnita y chiíta se han aproximado para luchar en contra del enemigo común: los invasores encabezados por los EE.UU., con sus aliados imperialistas de segundo y tercer rango (Gran Bretaña, España, Italia, Holanda) y regímenes serviles que dependen de Washington. Durante este mes han muerto más de cien soldados imperialistas y decenas de sus mercenarios “privados”, causando zozobra en los mismos Estados Unidos. Hoy, tropas estadounidenses siguen cercando a Najaf y Fallujah, donde los rebeldes han rechazado cada incursión. Empantanado, el comando norteamericano está preparando una matanza de proporciones horrorosas en Fallujah, donde ya ha asesinado a alrededor de mil iraquíes, en gran parte mujeres y niños, según las autoridades hospitalarias locales.

La Liga por la IV Internacional ha llamado desde antes del comienzo de la invasión imperialista por la defensa de Irak y la derrota de las fuerzas de ocupación, como hizo también en el caso de Afganistán, el blanco anterior de los EE.UU. en su terrorista “guerra contra el terror”. La LIVI ha subrayado que cada golpe asestado por el pueblo iraquí contra sus sanguinarios amos coloniales y los ejércitos de ocupación es un golpe a favor de los explotados y oprimidos del mundo (ver “¡Hundir al imperialismo en las arenas movedizas de Medio Oriente!”). Al mismo tiempo hacemos hincapié en que la lucha contra esta guerra no debe limitarse a quines sean los blancos inmediatos de la agresión, sino que es deber de los obreros con conciencia de clase y de los que se oponen al imperialismo en el mundo entero movilizar su fuerza para parar en seco la maquinaria bélica del Pentágono. Luchamos por el boicot obrero del transporte de material de guerra, y por paros y huelgas contra la guerra y la ocupación. Todos los explotados y oprimidos están bajo fuego; para derrotar la guerra imperialista hay que desatar una poderosa guerra de clases internacional.

La rebelión en curso contra la ocupación de Irak no puede sino alentar la lucha contra los patrones, contra la opresión racial, contra las crecientes medidas de estado policíaco, y contra la dominación imperialista alrededor del globo. Saludamos a los que tienen la valentía a combatir al ejército norteamericano en la ciudad mártir de Fallujah enfrentando un poder de fuego sin igual, desafiando a los mandos militares imperialistas que imitan a los nazis con sus criminales matanzas indiscriminadas.

Los gobernantes en Washington y la obediente prensa burguesa norteamericana se dicen horrorizados por las escenas de unos asesinos a sueldo asesinados en las afueras de Fallujah. Pero no se horrorizan por las niñas asesinadas en sus dormitorios por misiles norteamericanos en Fallujah. Detrás de su fingido espanto está el temor de que la población de Estados Unidos y del resto del mundo pueda ver con sus propios ojos la crueldad de la guerra sucia que EE.UU. libra contra el pueblo iraquí. Incluso se ha prohibido tomar fotografías de los ataúdes de los soldados que arriban a la base aérea de Dover cubiertos con la bandera de barras y estrellas, porque quieren esconder el costo en vidas de su invasión y ocupación colonial. De los miles y miles de iraquíes asesinados por los invasores, ni una sola imagen.

Al mismo tiempo que expresan un profundo odio por los crímenes imperialistas, los revolucionarios proletarios también deben analizar correctamente la naturaleza de la batalla para poder vencer a un enemigo que carece de escrúpulos y que quiere someter el mundo a sus dictados. Entre la izquierda oportunista, se han hecho análisis simplones que pretenden que la invasión de Irak no es sino una guerra por el petróleo. Así se quiere responder a los cínicos y cambiantes argumentos de los artífices de la guerra (inventada conexión con los terroristas del 11 de septiembre de 2001, búsqueda de inexistentes armas de destrucción masiva, y finalmente una lucha falaz por liberar al pueblo iraquí de la dictadura de Saddam Hussein, ex hombre de la CIA y antiguo aliado de EE.UU.) subrayando los bajos móviles de los guerreristas. Pero no es sólo una guerra por el lucro. La LIVI ha explicado que el interés del imperialismo norteamericano por el petróleo, que es bien real, no radica en que quiera importar el oro negro, que recibe de Venezuela, México, Nigeria y Angola, sino en tener el control de la llave que determina el suministro de este vital recurso a sus “aliados” y rivales imperialistas de Europa y Japón. Hemos señalado que la guerra “sin fin” que se está librando contra Afganistán e Irak es precursora de una nueva guerra mundial entre las potencias imperialistas.

Buscar el apoyo de los imperialistas franceses y alemanes que no querían avalar la invasión (pero que sí quieren aprovecharse de la rapiña de Irak) es imitar a los liberales y reformistas que pidieron en vano la intervención de los imperialistas “democráticos” en las guerras de España y Etiopía en los años 30. Es correcto dirigir el fuego político en primer lugar contra el imperialismo predominante, el yanqui, pero a la vez es imprescindible oponerse firmemente a todos los imperialistas, que participaron en las dos guerras contra Yugoslavia (1995 y 1999) y ahora patrullan Afganistán. Un ejemplo notable: el ataque de bomba contra un tren suburbano lleno de trabajadores españoles e inmigrantes en Madrid el 11 de marzo llevó al triunfo electoral del Partido Socialista Obrero Español, en particular cuando se vio que el gobierno del “ex” franquista Aznar mintió al culpar a los nacionalistas vascos de ETA por el criminal bombazo. El nuevo primer ministro del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, decretó el retiro de las tropas españolas de Irak. Pero Rodríguez Zapatero, ahora jefe del imperialista estado español, promete aumentar la participación española en la ocupación de Afganistán, y sigue la guerra contra los nacionalistas vascos que reclaman el derecho elemental a la autodeterminación.

En los Estados Unidos, la oposición a la guerra está siendo canalizada al Partido Demócrata y su candidato virtual a la presidencia, John Kerry. Ese es el sentido de las referencias a “la guerra de Bush”. En realidad, la mayoría de los congresistas demócratas aprobaron la guerra y durante las elecciones primarias, ninguno de los precandidatos demócratas llamó a retirar las tropas norteamericanas de Irak. Propusieron, como máximo, pedir la ayuda de las Naciones Unidas para sustituir a las tropas estadounidenses. Ahora que la fuerza expedicionaria norteamericana está empantanada, hasta Bush pide la intervención de la ONU para decidir sobre un “gobierno provisional” al que pueda traspasar una “soberanía” ficticia el 30 de junio (mientras permanecen en el país más de 150 mil soldados y mercenarios imperialistas). Y el demócrata Kerry, que como joven oficial del ejército norteamericano en Vietnam finalmente se opuso a esa guerra (después de cometer “atrocidades”, según admitió entonces, pero que niega hoy), votó a favor de la invasión a Irak y afirma que va a perseverar y “mantener el curso” (stay the course). Como escribió el Grupo Internacionalista, sección estadounidense de la LIVI, en una edición especial para la marcha “antiguerra” del 20 de marzo:

“Sin embargo, la dura realidad es que tanto los demócratas como los republicanos son partidos de la guerra imperialista, el desempleo y el racismo. Los demócratas instigaron la participación de EE.UU. en la primera y la segunda guerras mundiales y desataron la guerra de Corea, la invasión de Playa Girón contra Cuba, la guerra de Vietnam, la primera guerra contra Afganistán y dos guerras contra Yugoslavia.”
The Internationalist, 15 de marzo

Uno de los argumentos espurios que utilizan los gobernantes estadounidenses para martillar la oposición interna contra la guerra es que, más allá de lo justificado o injustificado de la invasión, si EE.UU. sale ahora va a desencadenar una guerra civil entre sunnitas y chiítas. Es un mito que las dos ramas principales del Islam han estado constantemente enfrentadas políticamente en Irak. En realidad, los chiítas del sur se contaban entre los principales nacionalistas iraquíes y animaban la resistencia contra la ocupación colonial por Inglaterra en los años 20. El historiador marxista iraquí Hanna Batatu escribió de la rebelión de 1920:

“Por primera vez en muchos siglos, los chiítas se unieron políticamente a los sunnitas, y los ciudadanos de Bagdad hicieron causa común con las tribus del río Éufrates.
“Actividades conjuntas sin precedentes entre chiítas y sunnitas, supuestamente religiosas pero en realidad políticas, se celebraron en todas las mezquitas chiítas y sunnitas en su turno...los actos terminaron con oratoria patriótica y un estruendo poético contra los ingleses.
“De hecho, no sería exagerado afirmar que con los acontecimientos de 1919-1920, y más particularmente con los lazos, por muy débiles que sean, que se crearon entre sunnitas y chiítas, comenzó un nuevo proceso: el crecimiento doloroso, a veces gradual, a veces espasmódico, de una comunidad nacional iraquí.”
The Old Social Classes and Revolutionary Movements of Iraq (Princeton University Press, 1978)

Hoy en día, cuando las tropas norteamericanas lanzan su ataque contra Ciudad al-Sadr en Bagdad, un centro de la empobrecida población chiíta, se informa que fueron repartidos volantes de los sunnitas de Fallujah diciendo, “Les apoyamos, hermanos, en vuestra lucha.” Cuando pocos días después comenzó la arremetida contra Fallujah y se mostraron en la televisión árabe escenas de la matanza allá, cientos de chiítas fueron a centros de la Media Luna Roja (equivalente a la Cruz Roja) para donar sangre. Caravanas conjuntas de sunnitas y chiítas de Bagdad viajaron hacia Fallujah para llevar comida y medicamentos al adolorido pueblo en rebelión y combatientes chiítas se unieron a los de Fallujah. El conocido periodista británico Robert Fisk comentó con ironía: “Los ingleses tardaron tres años en convertir tanto a sunnitas como chiítas en sus enemigos en 1920. Los norteamericanos han logrado eso en menos de un año” (Independent [Londres], 6 de abril). Precisamente el 9 de abril, el primer aniversario de la entrada de las tropas imperialistas a la capital iraquí, unos 200.000 musulmanes, muchos de ellos chiítas, fueron a la principal mezquita sunnita de Bagdad en una imponente manifestación de unidad contra la ocupación.

Entre los políticos imperialistas “mayoritarios” en los EE.UU., se oyen ahora voces que pronuncian la temida palabra “quagmire” (pantano), e incluso en el Congreso norteamericano los senadores demócratas Kennedy, Byrd y Biden y hasta el republicano McCain, están comparando la guerra de Irak con la guerra de Vietnam. La administración niega con vehemencia que “Irak sea el Vietnam de Bush”, como sostiene Kennedy (cuyo hermano John lanzó la guerra de Vietnam). Algunos comentaristas sionistas dicen que Irak no tiene nada que ver con Vietnam, pero sí se parece mucho a la situación que prevaleció en el Líbano después de la invasión israelí de 1982. Aunque Israel tuvo una abrumadora ventaja militar, después de lograr la expulsión de la Organización para la Liberación de Palestina, no pudo salir de la ciénaga de riñas y luchas intestinas entre las diversas comunidades libanesas y una década más tarde fue obligado a retirarse. Otros, como el ex consejero de seguridad nacional del presidente demócrata Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, sostienen que la guerra de Irak se asemeja más a la guerra de independencia de Argelia contra su amo colonial, Francia.

Evidentemente, hay diferencias notables entre todas estas guerras. En el caso de Vietnam, hubo además de una lucha de liberación nacional una revolución social en curso que liberó a los campesinos y obreros del yugo capitalista, llevando a la instauración de un estado obrero, aunque burocráticamente deformado bajo el régimen estalinista. Esto indujo en los combatientes del Viet Cong un espíritu de solidaridad y lucha común impensable en una guerra capitalista. También había una nación ya formada, en lugar del estado fragmentado de Irak, además del significativo (aunque limitado) apoyo militar de la Unión Soviética. Pero Vietnam, el Líbano y Argelia tienen en común que un pueblo militarmente superado con creces por las fuerzas imperialistas o sionistas pudo, no obstante, vencer. Pero precisamente por su debilidad militar, en todos estos casos la derrota final de las fuerzas de ocupación se debía en parte a la extensión internacional de la lucha. En el caso de Irak, aunque los combatientes en Fallujah pueden inspirar a la resistencia, una lucha final contra las fuerzas imperialistas tendrá que librarse en todas las grandes ciudades, sobre todo en la capital, donde tendrá la forma de una verdadera insurrección de masas. La cuestión clave, es qué carácter tendría tal insurrección.

Se ha hablado mucho en días recientes de un levantamiento conjunto de sunnitas y chiítas, sin embargo, lo que ha habido hasta ahora es más bien una rebelión de distintas fuerzas de resistencia con amplia simpatía popular, que ha originado una tendencia a la aproximación entre comunidades otrora dispares y hasta hostiles en un lucha contra un enemigo común. Podría resultar en una lucha nacional como en los años 20, o no, según las circunstancias. Pero en todo caso, los revolucionarios proletarios deben tener presente que todas esas fuerzas son hostiles a la liberación de los trabajadores y los sectores oprimidos. Los islamistas chiítas han atacado a comerciantes de licores cristianos en las zonas del Sur. Y sobre todo, las mujeres han sido el blanco de hostigamiento y ataques mortales si se atreven a andar sin el velo islámico. Claro está, los trabajadores tienen que luchar contra las fuerzas de ocupación. Aunque sería necesario coordinar los golpes contra los invasores,  la independencia política de la clase obrera es cuestión de vida o muerte: hay que organizarse independientemente de los fanáticos religiosos de ambos bandos y estar preparados para defenderse contra éstos. Los obreros deben utilizar el poder que se deriva de su fuerza económica y del hecho de constituir la sola fuerza social integrada, que incluye a todas las comunidades étnico-religiosas del país.

Por eso, con una dirección revolucionaria e internacionalista, podrían ser el polo de cohesión de una lucha verdaderamente anticolonial y antiimperialista. Esto es todo lo contrario de lo que hacen hoy los principales partidos iraquíes que se reclaman del comunismo. El Partido Comunista de Irak hasta forma parte del seudo Consejo Gobernante que sirve de pantalla para los colonialistas norteamericanos y británicos. Se trata de verdaderos colaboradores como los quislings de la Europa ocupada por los nazis en la IIa Guerra Mundial. El Partido Comunista Obrero de Irak (WCPI) tiene una postura ligeramente distinta: critica a las fuerzas de ocupación y llama por su retiro (pero sólo para ser sustituidas por fuerzas de la ONU). Sin embargo, frente a la actual rebelión ha asumido la vergonzosa posición de no tomar partido por ningún lado, llamando por un mítico “tercer campo”. En realidad, tal campo no existe en una guerra, y en Nasiriya cuando estalló la lucha contra las tropas italianas, ¡el WCPI exigió que los combatientes anticoloniales se retiraran de una fábrica y hasta pidieron la custodio de las autoridades coloniales (Forward, 15 de abril)!

Fuera de Irak, sobre todo en América Latina, entre corrientes “tercermundistas” que se reclaman del marxismo y hasta del trotskismo, hay un entusiasmo acrítico para lo que pintan como un levantamiento de todo Irak contra las fuerzas de ocupación. Es el caso, por ejemplo, del Partido de Trabajadores por el Socialismo (PTS) argentino y su organización internacional, la Fracción Trotskista, que ve en la lucha actual “un salto involucrando una creciente insurgencia, que mezcla acciones guerrilleras y levantamientos populares” y que supuestamente sienta las bases para una unidad de las distintas comunidades a partir de la lucha armada (La Verdad Obrera, 15 de abril). Pero aunque se habla de la unidad entre sunnitas y chiítas, no hay sino una mínima referencia al papel de la clase obrera, en la que se limitan a repetir verdades eternas sin dar ningún sentido de una intervención independiente de la clase obrera, tanto en Irak como alrededor del mundo, de acción proletaria contra el imperialismo. En México, esta línea nacionalista pequeñoburguesa es representada por la Liga de Trabajadores por el Socialismo.

En cambio, una corriente que durante largo tiempo representó la continuidad del trotskismo revolucionario, la Liga Comunista Internacional, cuyo afiliado en México es el Grupo Espartaquista, hoy día ha abandonado no sólo la demanda, sino la política, del derrotismo revolucionario respecto a los imperialistas en una guerra colonial. La Spartacist League de EE.UU. renegó de la consigna elemental a favor de la derrota de “su propia” burguesía imperialista en la guerra contra Irak, así como en la invasión a Afganistán en 2001. De hecho, en forma escandalosa acusa al Grupo Internacionalista y a la Liga por la IV Internacional de conciliar con el “antiamericanismo” de los fundamentalistas islámicos y nacionalistas precisamente porque continuamos la política revolucionaria de Lenin y Trotsky en medio de la guerra imperialista. Ahora, en medio de una tumultuosa rebelión iraquí, la SL habla de la masacre de Fallujah y hace una reverencia obligada a la defensa de golpes contra los imperialistas, pero trata a las masas trabajadores iraquíes como si no fueran nada más que un conglomerado de tribalistas islámicos. Luego en una frase que es el colmo del cinismo, proclaman:

“Los marxistas buscan movilizar las masas oprimidas tras el poder del proletariado en lucha contra las ocupaciones coloniales, utilizando movilizaciones obreras (huelgas, boicot obrero de pertrechos militares y transportes de tropas) en el servicio de una perspectiva revolucionaria en contra de las fuerzas imperialistas de ocupación así como la burguesía local.”
Workers Vanguard, 16 de abril

Lo único que se puede objetar a esta declaración es que no representa, en ningún aspecto, la política real de la LCI, ni de su sección matriz, la SL/U.S. Ni en los EE.UU. ni en otra parte, la LCI ha llamado por huelgas o boicots obreros de cargamentos militares o de transporte de tropas, ni mucho menos trató de organizarlos durante las invasiones a Afganistán e Irak. En realidad, la LCI abandonó sus llamados anteriores al boicot laboral de cargamentos militares precisamente cuando, en octubre de 2002, el sindicato de estibadores de la Costa Oeste estadounidense estaba luchando contra un cierre patronal y fue amenazado con la represión federal del gobierno de Bush que temía una interrupción en su cadena de aprovisionamiento militar para la guerra en ciernes. Es la Liga por la IV Internacional la que continúa la lucha por el trotskismo auténtico en medio de la guerra; la que no sólo sigue llamando por la acción obrera y huelgas contra la guerra sino que intenta iniciar tales acciones; la que frente a los nacionalistas pequeñoburgueses y corrientes islámicas y religiosas de diversa índole lucha por la revolución proletaria tanto en Irak como en América Latina y en los centros imperialistas (ver “Carniceros Bush y Blair bombardean Bagdad – ¡Movilizar el poder de la clase obrera para derrotar la sangrienta agresión imperialista!” y otros artículos de El Internacionalista N° 3, mayo de 2003).

Los verdaderos comunistas deben ser los mejores combatientes contra los invasores imperialistas, insistiendo en que para conquistar los derechos democráticos para las mujeres y para todas las comunidades étnico-religiosas minoritarias (kurdos, turcomanos, cristianos, etc.), para liberar a los campesinos hambrientos y los pobres de la ciudad de la miseria, no hay otra vía que la de la revolución permanente, dirigida por un partido bolchevique como el que construyeron Lenin y Trotsky en la Rusia zarista. Hoy en día, hay una serie de intentos de reagrupamientos oportunistas que pretenden “refundar” o “reconstruir” la IV Internacional, que en realidad no hacen más que recomponer los diversos restos de las corrientes seudotrotskistas del pasado que han estallados debido a sus contradictorias políticas seguidistas. La prueba de Irak indica nuevamente, en forma tajante, que en lugar de las recombinaciones organizativas, es urgente una lucha programática para reforjar una IV Internacional auténticamente trotskista. n


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe: internationalistgroup@msn.com

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