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noviembre de 2000 


Contra Chávez, la Bolsa y el FMI:

Venezuela
¡Movilizar el poder obrero para
derrotar el referéndum antisindical!

¡No al populismo burgués – 
Por la revolución socialista internacional!

Derecha: manifestación sindical contra la austeridad hambreadora. Chávez utiliza la venalidad de la burocracia procapitalista como pretexto para deshacer los sindicatos, abriendo paso a más austeridad hambreadora y privatizaciones. (Foto: Ray Escobar)

El “referéndum sindical” convocado para el 3 de diciembre por el gobierno venezolano de Hugo Chávez representa un ataque frontal del estado capitalista contra el movimiento obrero. Llamando a acabar con la “dictadura sindical”, el régimen militar populista utiliza un recurso de corte bonapartista –el plebiscito– para dar un retoque “popular” a esta embestida antiobrera. 

El gobierno intenta azuzar a las masas desesperadas por el hambre y el desempleo en contra de la cúpula sindical, tristemente célebre por su corrupción y sumisión a los partidos burgueses tradicionales. Su propósito: hacer añicos al movimiento obrero organizado y destruir conquistas sindicales ganadas con duras luchas. No se dejen engañar: a la vez que escandaliza a Washington y la reacción criolla al abrazar a Fidel Castro, Chávez prepara el terreno para medidas económicas de austeridad de corte fondomonetarista (con o sin la participación directa del FMI).

Para derrotar la tentativa de someter los sindicatos obreros a la tutela directa del estado capitalista, no es suficiente un voto negativo ni la abstención en el referéndum – se requieren poderosas acciones proletarias, con boicot activo y huelgas combativas, contra la arremetida chavista y los dueños de las altas finanzas capitalistas. Contra la embestida antiproletaria, un poderoso puño obrero: ¡Paren los campos petrolíferos de Maracaibo y las cadenas de ensamblaje de Valencia, paralicen la siderurgia de Ciudad Guyana y el transporte público de todos los centros metropolitanos, bloqueen la Bolsa de Valores de Caracas!

Los burócratas sindicales vendidos de la CTV y otras federaciones, viejos lobos anticomunistas de la guerra fría, piden la ayuda de gobiernos burgueses y organismos internacionales como la OIT contra Chávez, o sea, que se aprete el grillete imperialista sobre el país. Contra la burguesía, sus gobiernos y sus lugartenientes laborales, la Liga por la IV Internacional llama a defender la independencia de los sindicatos para movilizar el poder obrero contra el enemigo de clase y sus planes de “ajuste” de hambre y desempleo. 

Ante el ataque del gobierno capitalista, hay que forjar un partido obrero revolucionario.

El gobierno quiere castigar a los sindicatos tras el triunfo de la reciente huelga petrolera. Al ganar varias de sus reivindicaciones con la huelga de cuatro días a mediados de octubre, los 40.000 trabajadores de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) asestaron un duro golpe a Chávez. El presidente calificó a los dirigentes del sindicato Fedepetrol de “bandidos y chantajistas”, y varios huelguistas fueron detenidos. No obstante, los petroleros se movilizaron de forma combativa y atrajeron el apoyo de otros sectores. “Esta fue la primera derrota política de importancia que ha sufrido el presidente”, sentenció la revista Economist (4 de noviembre), vocera de la City financiera londinense que condenó las reivindicaciones “ruinosamente caras” del sindicato. 

Tras la huelga petrolera, Chávez nombró al general Guaicaipuro Lameda para dirigir los ataques de Pdvsa contra sus trabajadores. (Foto: Kimberly White-Reuters)

No sorprende, entonces, que Fedepetrol sea uno de los blancos principales del referéndum actual. No menos que sus antecesores en el Palacio Miraflores, el gobierno de los populistas con charreteras depende del flujo de los petrodólares y tiene miedo a la fuerza de la clase obrera que le puede cerrar la llave de la producción. Cuando caigan los precios petroleros en el futuro próximo, no cabe duda de que Chávez –que ya emprendió el plan de recorte de “personal excedente”– utilizará esto como pretexto para romper el contrato colectivo que su gobierno se vio obligado a firmar. Este régimen impondrá un paquetazo de igual o mayor brutalidad que el de Carlos Andrés Pérez en el 89, y estará dispuesto a “blindarlo” con una ferocidad no menor que la que se utilizó para reprimir el caracazo. La toma de los sindicatos forma parte de la preparación para este escenario.

El referéndum fue dictado por la Asamblea Nacional, dominada por la coalición oficialista, el Polo Patriótico, y cuenta con el apoyo de una gama de fuerzas desde la gran prensa (El Nacional) hasta la izquierda reformista. Consiste en una sola pregunta que debe ser respondida con un “sí” o un “no”: “¿Está usted de acuerdo con la renovación de la dirigencia sindical, en un plazo de 180 días, y bajo estatuto electoral, conforme con los principios de alternabilidad, elección universal directa y secreta, consagrados en el artículo 95 de la Constitución y que suspendan en sus atribuciones a los directivos de las centrales, federaciones y confederaciones sindicales establecidas en el país?” Con su lenguaje tendencioso de “renovar” y “limpiar” los sindicatos, el gobierno busca intervenir los sindicatos al estilo de los peores regímenes derechistas con el objetivo de bloquear cualquier resistencia obrera frente a los ataques capitalistas.

En su programa radial, el presidente Hugo Chávez amenazó a la mayor central sindical del país, la Confederación de Trabajadores de Venezuela: “A cada cochino le llega su sábado y al cochino de la CTV le llegó el suyo” (El Nacional, 27 de noviembre). La dirección de la CTV se ha identificado históricamente con Acción Democrática (AD), partido del ex presidente Pérez cuyo nombre es sinónimo de corrupción. La burocracia de la CTV y las otras federaciones bajo la mira del gobierno pisotea a los trabajadores de mil maneras. Pero a pesar de sus direcciones vendidas, los sindicatos son organizaciones obreras y es urgente defenderlos contra el estado capitalista que busca sojuzgarlos para destruir todo brote de independencia proletaria. Nuestra consigna: Gobierno, Asamblea Nacional, tribunales y ministros burgueses, ¡manos fuera de los sindicatos! Los trabajadores tienen que limpiar su propia casa.

El plebiscito ya comienza a provocar fricciones dentro del bloque progubernamental. El Movimiento al Socialismo (MAS), uno de los principales integrantes de la coalición chavista, anunció la expulsión de sus dirigentes sindicales por no apoyar el referéndum. Hasta el filochavista Frente Constituyente de Trabajadores (FCT) advierte que la intervención de los sindicatos, y la posible formación de una central única corporativista, convendría a los inversionistas extranjeros que quieren la “flexibilidad” laboral y “abaratar los costos de producción”. Froilán Barrios del FCT manifiesta: “Yo no voy a aceptar que ganaderos, empresarios, amas de casa, alcaldes, gobernadores y otras personas que nada tienen que ver con el movimiento sindical decidan la suspensión de todas las federaciones para imponer una central única gobiernera bajo la excusa de castigar las trampas que hizo la CTV” (La Razón [Caracas], 19-26 de noviembre). Pero a la vez, ¡se jacta de haber colaborado en la Asamblea Constituyente con el anterior decreto sindical del gobierno!

El llamado a la abstención hecho por el FTC, junto con los disidentes del MAS, no pasa de una débil protesta simbólica, al igual que el llamado a votar “No” por parte de la cúpula procapitalista de la CTV. Para defender sus derechos e intereses fundamentales contra este ataque frontal, el proletariado necesita movilizar su fuerza como clase. Hay que organizar comités obreros para la defensa de los trabajadores de la ciudad y del campo contra los ataques capitalistas, vengan del gobierno populista militar de Chávez o de la élite patronal y sus voceros tradicionales. Por lo tanto, es urgente forjar una dirección clasista comprometida con la defensa intransigente de los verdaderos intereses de todos los oprimidos y explotados, una dirección revolucionaria basada en el programa de la revolución obrera internacional.

El diktat del gobierno chavista destaca la importancia del principio marxista elemental de rechazar toda intervención del estado burgués en el movimiento obrero. En un escrito sobre “Los sindicatos en la época de la decadencia imperialista” (ensayo no terminado que fue encontrado en el escritorio de León Trotsky después de su asesinato en agosto de 1940), el fundador del Ejército Rojo escribió:

“Es preciso adaptarse a las condiciones concretas existentes en los sindicatos de cada país con el objeto de movilizar a las masas, no solamente contra la burguesía, sino también contra el régimen totalitario dentro de los mismos sindicatos y contra los dirigentes que refuerzan este régimen. La primera consigna para esta lucha es: independencia completa e incondicional de los sindicatos frente al estado capitalista. Esto significa una lucha cuyo objetivo es convertir a los sindicatos en órganos de las amplias masas explotadas y no de la aristocracia laboral.

“La segunda consigna es democracia sindical. Esta segunda consigna surge directamente de la primera y presupone para su realización la completa libertad de los sindicatos frente al estado colonial o imperialista.”

Recalcamos: realizar la democracia sindical presupone defender la independencia de los sindicatos frente al enemigo de clase, el gobierno burgués. 

Trabajadores del acero protestan en 1997 frente al Congreso venezolano, contra las condiciones de trabajo peligrosas y pagos de retiro inadecuados. (Foto: AP)

Sería ilusorio confiar en que los venales burócratas sindicales convoquen una lucha real contra el atropello del gobierno chavista. Frente a las amenazas de la ministra del trabajo Blancanieves Portocarrero y todo su séquito de enanos, el gigante al que hay que despertar es el proletariado venezolano (incluyendo a sectores importantes que siguen desprovistos de toda organización sindical). Para hacerlo, militantes clasistas tendrán que librar una lucha frontal contra todos los partidos burgueses y sus agentes, sean de los partidos tradicionales como AD y el Copei, o del Movimiento V República y Polo Patriótico de Chávez. Como escribió Trotsky: “La independencia de los sindicatos en el sentido de clase, en sus relaciones con respecto al estado burgués, puede ser asegurada en las condiciones actuales solamente por una dirección completamente revolucionaria, es decir por la dirección de la IV Internacional.”

En concordancia con su rechazo a Chávez y las poses “radicales” que éste adopta, los partidos burgueses tradicionales, secundados por el organismo empresarial Fedecámaras, pretenden presentarse hoy hasta como paladines de los derechos obreros. ¡Qué descaro! En los años dorados del régimen de Carlos Andrés Pérez, el gobierno se jactaba de suprimir las huelgas. Su ministro del trabajo declaró orgulloso que debía “señalarse que en el año 1977 no se registró en todo el país ni una sola huelga legal”, mientras que el año anterior, de las 179 huelgas lanzadas, 178 fueron declaradas ilegales (Pablo González Casanova [coord.], Historia del movimiento obrero en América Latina, 1984).

Durante cuatro décadas Acción Democática y el Copei se alternaron en los puestos gubernamentales conforme con el “Pacto de Punto Fijo” sellado bajo la égida del imperialismo norteamericano tras la caída de la dictadura de Pérez Jiménez en 1958. Mediante este sistema bipartidista, adecos y copeyanos promovieron una especie de populismo clientelar alimentado por las fabulosas rentas petroleras. La caída de la demanda y de los precios petroleros a finales de los 80, junto con el crecimiento vertiginoso de la deuda, hizo caduca toda la estructura política venezolana. Al volver a la presidencia a principios de 1989, Pérez anunció un programa de shock decretado por el Fondo Monetario Internacional. El resultado fue el caracazo, el estallido de protestas callejeras masivas que fue brutalmente reprimido por el mismo ejército hoy en el poder con un saldo de 2.000 muertos. Sus reverberaciones se sintieron a lo largo del continente y provocaron la profunda preocupación de Wall Street y la Casa Blanca.

Tres años después del caracazo, el teniente coronel Hugo Chávez Frías, a la cabeza de una logia de oficiales nacionalistas que se llamaban “bolivarianos”, lanzó una intentona de golpe que antes de ser sofocada atrajo el apoyo de gran parte de una población desesperada por años de crisis y promesas rotas. Indultado Chávez por el presidente Rafael Caldera, su boina roja se convirtió en símbolo del nuevo populismo militar que sirvió de base para su Movimiento V República, que ganó las elecciones de 1998 de forma aplastante, canalizando el gran odio popular que se había acumulado en contra de los desgastados y archicorruptos políticos puntofijistas. 

La burguesía venezolana permitió que el “huracán Chávez” tomara el poder porque tenía miedo de otro caracazo. Vio en la demagogia nacionalista de Chávez y los fusiles del ejército un último recurso frente a una población que hervía con rabia contra toda la confraternidad politiquera que se revolcaba en la corruptela mientras empujaba a las masas a una miseria cada vez más desesperante. Por cierto, el chavismo es una píldora amarga para los amos del valle, la élite dorada de Chacao y Baruta, que entre tragos de whiskey en los country club, viajes de weekend a Miami y concursos de belleza, se divierte mofándose de la “incultura” del nuevo presidente. Pero los imperialistas entienden muy bien que Chávez defiende el sistema capitalista. La Economist de Londres (4 de noviembre) subraya: “A pesar de su retórica, desde que asumió el cargo como presidente el año pasado el Sr. Chávez...no ha hecho en realidad nada que amenace a los inversionistas privados.”

“Venezuela mejora la administración financiera de los gastos con un préstamo de US$20 millones del Banco Mundial”, anunció en junio de 1999 el BM, conocido alrededor del mundo por sus planes hambreadores; la cartera de proyectos de esta institución imperialista en Venezuela alcanzó este año un total de US$530 millones. Tras parlotear de la posibilidad de una “moratoria” negociada al pago de la deuda externa, Chávez hizo un peregrinaje a Wall Street para asegurar a los banqueros y especuladores que no tenían por qué preocuparse. Ya “abrió” el sector eléctrico a los capitales imperialistas y la privatización. 


Tanto como sus antecesores puntofijistas, los populistas militares 
temen la fuerza obrera que les puede cerrar la llave del flujo de 
petrodólares. Refinería construida durante los años 70. 
(Foto: Veronica Garbutt)

En medio de la catástrofe de las lluvias y derrames que golpearon al país en diciembre de 1999, Chávez dijo que el pago de la deuda externa es “sagrado”. Su ministro de relaciones exteriores José Vicente Rangel (otrora candidato presidencial del MAS) subrayó: “A pesar de las fuertes pérdidas y el enorme impacto [del desastre] en la economía...la nación cumple y seguirá cumpliendo sus compromisos con el pago de la deuda externa” (Noticiero AP, 24 de diciembre de 1999).

Como ya ha señalado la Liga por la IV Internacional: “En Venezuela, el militar burgués Hugo Chávez irrita a EE.UU. mediante su demagogia populista y sus abrazos con Fidel Castro, pero...no pasa de ser un mecanismo para engañar y someter a las masas con el apoyo de la ‘izquierda’ oportunista”; “el de Chávez es un régimen 100 por ciento capitalista que encadena los trabajadores, no vacilará un segundo para reprimirlos, y se esfuerza por atraer a los inversionistas imperialistas” (suplemento de El Internacionalista sobre la crisis en Ecuador, enero de 2000).

Desde dentro del movimiento obrero, hay que organizar una oposición clasista para librar una lucha sin cuartel contra la burocracia sindical cuya larga trayectoria de servicios al régimen capitalista ha preparado el camino para la arremetida actual. Mientras susurra acerca de la “posibilidad” de una huelga nacional contra el ataque antisindical, la directiva de la CTV anuncia que cuenta con el respaldo de varios organismos internacionales defensores, supuestamente, de los derechos laborales. Advertimos a los trabajadores venezolanos: ¡ojo con estos falsos amigos!

Los internacionalistas proletarios hemos denunciado y desenmascarado la política anticomunista de organizaciones como la ORIT y la CIOSL y sus lazos con instituciones imperialistas. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), cuyo “apoyo” ha sido esgrimido también por la dirigencia de la CTV, es un organismo de la ONU al que acuden los burócratas sindicales proimperialistas para chantajear a los estados obreros burocráticamente deformados, por ejemplo como sostén de Solidarnosc en Polonia durante la campaña antisoviética encabezada por Reagan y Thatcher.

Asimismo, rechazamos de la forma más enérgica las declaraciones de Carlos Navarro, jefe de la CTV, acerca de “sanciones internacionales”, lo que significa una amenaza de pedir “apoyo” de otros gobiernos capitalistas y del mismo imperialismo. Claro que tienen “buenas relaciones” con ellos: durante décadas los lugartenientes laborales de los regímenes adecos y copeyanos jugaron un papel central en los “juegos sucios” del imperialismo yanqui, por ejemplo en el Instituto por el Desarrollo del Sindicalismo Libre, frente “laboral” de la CIA. 

Pero en un enfrentamiento entre el estado burgués y organismos de la clase obrera, por corruptos y vendidos que sean sus dirigentes, todo obrero consciente debe defender a los sindicatos para proteger la capacidad de defensa elemental de su clase así como su futuro revolucionario. 
 

Hugo Chávez con un jeque petrolero en septiembre durante reunión en Caracas de la OPEP. Emplea el nacionalismo “bolivariano” para someter las masas al imperialismo. (Foto: AFP)

Para mejor engañar y sojuzgar a las masas, sirviendo así a la burguesía local y sus amos imperialistas, Chávez mantiene un bombardeo constante de retórica nacionalista. Presenta su mezcolanza idiosincrásica clichés nacionalistas y frases bíblicas bajo el rótulo de ideología “bolivariana”. El proyecto de Simón Bolívar a comienzos del siglo XIX fracasó porque el nivel de desarrollo capitalista no era suficiente para lograr la unificación de las flamantes repúblicas latinoamericanas. En el siglo XX, con la llegada de la época imperialista de la decadencia capitalista, las burguesías latinoamericanas eran incapaces de lograrla por estar subordinadas al imperialismo, en primer lugar el norteamericano, que conforme al lema del imperio romano, “divide et impera”, mantiene divididos a los países del continente. 

Hoy, la unificación de América Latina no será burguesa y bolivariana sino bolchevique y proletaria. Como declaró el movimiento trotskista en 1934:

“América del Sur y Central sólo podrán salir de su retraso y sometimiento si unen todos sus estados en una federación poderosa. Pero no será la retrasada burguesía sudamericana, esa sucursal del imperialismo extranjero, la llamada a resolver esta tarea, sino el joven proletariado de Sudamérica quien dirigirá a las masas oprimidas.”
–“La guerra y la IV Internacional” 
La única salida para la clase obrera es la política independiente de intransigente oposición proletaria a todos los gobiernos burgueses, encabezando a los campesinos pobres y todos los oprimidos, luchando por la conquista del poder obrero y los Estados Unidos Socialistas de América Latina como parte de la revolución proletaria mundial. Esta es la perspectiva trotskista de la revolución permanente.

Una poderosa movilización clasista contra el ataque antisindical en Venezuela tendría un impacto mucho más allá de las fronteras nacionales. Cunde el descontento popular en toda la región andina a la vez que el imperialismo yanqui escala su intervención directa mediante el Plan Colombia. En Perú, el verdugo Fujimori acaba de huir habiendo perdido el respaldo del Tío Sam, que favorece ahora al ex economista del Banco Mundial Alejandro Toledo. Argentina fue sacudida hace unos días por la tercera huelga general contra la austeridad antiobrera impuesta por el gobierno “reformista” de De la Rúa. 

Entre los vecinos más cercanos de Venezuela, Ecuador vive una profunda crisis social bajo el gobierno dolarizador formado cuando un “levantamiento pacífico” de organizaciones indígenas y militares populistas provocó la huida del ex presidente Jamil Mahuad. En Colombia se realizó un poderoso paro general en agosto contra la austeridad que el gobierno impone, en medio de la terrible depresión económica, conforme con las directrices del FMI y el Plan Colombia de contrainsurgencia sanguinaria. Existe un enorme potencial para una lucha proletaria revolucionaria e internacionalista, que debe extenderse a los mismos Estados Unidos, cuya mentada “democracia” burguesa se ha convertido en hazmerreír mundial por la prolongada crisis de la sucesión presidencial. 

Para realizar este potencial, hay que llevar a cabo un combate a fondo contra las direcciones actuales que encadenan los trabajadores a la clase explotadora. En Venezuela, toda la gama de izquierda se unió a políticos abiertamente procapitalistas y varios sectores empresariales –entre ellos la principal cadena televisiva del país, propiedad del gran holding venezolano Grupo Cisneros– para poner a Chávez en el Palacio Miraflores. Esta posición de franca colaboración de clases fue la planteada no sólo por el Partido Comunista y el MAS –que también sustentaron al presidente anterior, el socialcristiano Rafael Caldera– sino con gran entusiasmo por Patria Para Todos y muchos otros, incluso los pequeños grupos seudotrotskistas. 

Así el diminuto Partido Socialista de los Trabajadores, de la corriente morenista, escribió: “Para todos es bien conocido que detrás de la candidatura del comandante Chávez nos hemos aglutinado una amalgama de corrientes de pensamiento que van desde sectores de origen socialcristiano (MSI), socialdemócratas (MAS), stalinistas (PCV) y radicales de diversos matices (trotskistas, etc.), y una serie de luchadores e intelectuales de izquierda no totalmente ubicable, pero que aspira a un cambio verdadero o por lo menos nacionalista radical” (La Chispa, octubre de 1998). Enarbolando la consigna chavista de una asamblea constituyente, los morenistas llamaron a “hacer un Frente Popular por luchar en una Asamblea Constituyente Democrática y Plenipotenciaria”. 

Al apoyar, asesorar y embellecer a los nacionalistas castrenses, los edecanes izquierdistas de Chávez hacen lo mismo que sus antecesores políticos a lo largo del continente. Predicando la colaboración con caudillos burgueses desde Omar Torrijos en Panamá hasta Velasco Alvarado en el Perú y J.J. Torres en Bolivia, prepararon el camino para una derrota tras otra para la clase obrera. 

El ejemplo clásico del populismo militar como arma burguesa para sojuzgar a los trabajadores es el peronismo en Argentina. El general Juan Domingo Perón empleó una combinación de nacionalismo patriotero, demagogia paternalista y represión abierta para imponer una camisa de fuerza al movimiento obrero, controlado directamente desde el palacio presidencial y el Ministerio del Trabajo. Tanto en los años 50 como en los 70, los regímenes peronistas encadenaron a la clase obrera y la dejaron indefensa cuando abrieron paso a nuevos golpes derechistas. En la década de los 90, el peronista Menem se convirtió en uno de los lacayos más confiables de Washington y defensor de las privatizaciones al por mayor. 

La historia de América Latina a lo largo del último siglo nos enseña, y los acontecimientos recientes en Venezuela confirman: La lucha proletaria, revolucionaria e internacionalista contra el populismo y nacionalismo burgués es cuestión de vida o muerte para la clase obrera.

Decir la verdad a las masas y luchar por su movilización clasista es tarea que incumbe a aquellos que busquen forjar un genuino partido obrero revolucionario. Un partido de vanguardia leninista movilizaría la fuerza de la clase obrera en defensa de todos los oprimidos, cuestión crucial en un país azotado por el desempleo y donde el racismo contra los negros es uno de los rasgos más notorios de la burguesía local. 

Este partido puede construirse únicamente en la lucha por reforjar la IV Internacional, partido mundial de la revolución socialista fundado por el revolucionario bolchevique León Trotsky. Uniéndose con sus hermanos y hermanas de clase alrededor del mundo en la lucha por la revolución socialista, los trabajadores venezolanos pueden defenderse contra el creciente bonapartismo castrense y asestar un verdadero golpe al sistema capitalista de explotación, miseria y opresión. La lucha contra la embestida antisindical del gobierno chavista burgués forma parte de esta lucha.

Liga por la IV Internacional
noviembre de 2000 


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