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agosto de 2009   

Discurso de Esteban Volkov (Sieva) en el 69 aniversario del asesinato de León Trotsky

El triunfo de la IV Internacional:
el deber y la tarea aún por realizar

Publicamos a continuación las palabras de Esteban Volkov (Sieva), nieto de León Trotsky, en el aniversario del asesinato del codirigente, junto con Lenin, de la Revolución de Octubre de 1917. Su discurso fue pronunciado frente a la estela funeraria diseñada por el muralista Juan O' Gorman en el jardín del Museo Casa León Trotsky en Coyoacán, México. Fue aquí donde el gran revolucionario ruso e internacionalista vivió los últimos años de su exilio antes de su asesinato por un agente estalinista en agosto de 1940. Entre los que asistieron a la ceremonia hubo una docena de camaradas de la Liga por la IV Internacional. Una vocera del Grupo Internacionalista, sección mexicana de la LIVI, pronunció un breve discurso y al final se cantó La Internacional en español, inglés, francés y ruso.

Esteban Volkov, 69 aniversario luctuoso del asesinato de León Trotsky, agosto de 2009. Foto: El InternacionalistaEsteban Volkov leyendo su discurso para recordar el 69 aniversario del asesinato de su abuelo, León Trotsky, Coyoacán, México, agosto de 2009.
Foto: El Internacionalista

En fecha del 20 de agosto, se cumplieron 69 años, cuando en una cálida tarde de verano, regresando de la escuela, tras una larga caminata hasta nuestra casa de Viena 19, en Coyoacán, alcancé a ver aún con vida por última vez a mi abuelo Lev Davidovitch, más conocido como León Trotsky.

Aún me parece que fue ayer, cuando esta tarde por una puerta entreabierta de la biblioteca, vi al abuelo herido de muerte, recostado en el piso del comedor con la cabeza ensangrentada, y a su lado su inseparable compañera Natalia, quién le aplicaba hielo en la herida en su cabeza, tratando de detener la hemorragia. A su lado estaban también, si mal no recuerdo, los camaradas norteamericanos: Charlie Cornell y Joe Hansen.

Al oír mis pasos en el cuarto vecino, señalando hacia ahí, indicó, “Mantengan a Sieva alejado, no debe ver esto”. Poco antes también había advertido a los camaradas, al oír el llanto y los quejidos del agente de Stalin, desde su despacho, donde estaba siendo golpeado por alguno de los camaradas: “No lo maten, debe hablar”, fueron sus palabras.

Ya en el hospital en su último momento de conciencia, antes de entrar al quirófano, dirigió su último mensaje a Joe Hansen: “Estoy seguro del triunfo de la Cuarta Internacional. ¡Adelante!”

Stalin el sanguinario tirano del Kremlin, jefe máximo de la contrarrevolución, había finalmente logrado asesinar a uno de los más notables revolucionarios que ha dado la humanidad, quien junto a Lenin tuvo un papel decisivo en la preparación, ejecución y triunfo de la primera revolución socialista en el planeta.

El asesinato de Trotsky fue la culminación del exterminio de los compañeros de lucha de Lenin, y de la gran mayoría de la generación que hizo posible el triunfo de Octubre. Estos eran los métodos que usó Stalin para mantener su usurpador e ilegítimo régimen burocrático.

Escasos tres meses antes, en la madrugada del 24 de mayo, habíamos sufrido el fallido primer atentado contra la vida de León Trotsky en la casona de Coyoacán. En esta ocasión el pintor Alfaro Siqueiros, con una veintena de fanáticos stalinistas, habían tomado por asalto la casa de Viena 19, impidiendo la salida de sus cuartos a los camaradas guardias, mediante una nutrida cortina de fuego y ametrallando profusamente la recámara de los abuelos, desde tres direcciones, con ametralladoras Thompson. Los rápidos reflejos de Natalia, que de inmediato empujó al abuelo fuera de la cama y lo mantuvo en un rincón de la oscura recámara, fueron los que salvaron la vida de ambos. Yo entonces dormía en la recámara vecina, recibiendo un rozón de bala en el pulgar del pie derecho.

Unas bombas incendiarias lanzadas en mi recámara, para quemar los armarios, con el propósito de destruir archivos, fueron la inequívoca tarjeta de visita de Stalin. Ya que sólo a él le podía interesar la destrucción de los mismos.

Es difícil describir en esta ocasión, el grado de alegría y euforia que embargó al abuelo por el hecho de haber salido con vida de este fallido primer atentado. Sólo el descubrimiento de la ausencia del guardia en turno, Sheldon Hart, ensombreció el ambiente.

Pero Lev Davidovitch sabía que la tregua iba a ser corta, y que tenía los días contados. Cada mañana comentaba al despertar, “Natasha, nos han dado un día más de vida”.

La pregunta era: ¿Por donde vendría el siguiente atentado? Tan así, que cuando sufrió el atentado fatal, del 20 de agosto [de 1940], estando todo ensangrentado, con los lentes rotos, parado en el marco de la puerta, al acercársele apresuradamente Natalia, sólo le exclamó: “¡Jackson!” señalando con la mano hacia el asesino sujetado por guardias, como diciendo, “¡Por ahí vino lo que esperábamos”!

Mi reencuentro con el abuelo fue en México, en agosto de 1939, un año antes de su asesinato. Tenía yo entonces 13 años de edad, llegué procedente de Francia, con el matrimonio Rosmer, viejas amistades de los abuelos.

Mis recuerdos de Lev Davidovitch de este último capítulo, de este último año de su existencia, son muy nítidos y claros. Para mí es difícil describir con palabras, dar la imagen del ser vivo, del revolucionario con la dimensión, con la brillantez de León Trotsky.

Fue un ser de una inteligencia excepcional y de una entrega total, absoluta a la lucha por el socialismo. Toda su personalidad fue modelada en el marco de esta lucha. Era generoso, solidario, paciente para explicar y educar políticamente a los camaradas, con gran sentido del humor, creando un ambiente jovial y cálido en su entorno.

Trabajador inagotable, no desperdiciaba un minuto de su existencia, irradiaba vitalidad y optimismo. Tenía una gran admiración por el trabajo humano, donde no admitía privilegios ni distingos. La palabra temor o miedo no existía en su vocabulario.

Lo que más me impresionó de su persona era su certeza absoluta, su seguridad inamovible en cuanto al advenimiento del socialismo en el futuro de la humanidad.

Seguridad adquirida a través de sus experiencia vivencial, de haber participado como personaje clave y observador privilegiado en uno de los acontecimientos más notables y asombrosos de la historia de la humanidad, como fue la revolución bolchevique rusa, la cual en su inicio implantó bases de un auténtico socialismo, que posteriormente por las adversas circunstancias históricas de entonces degeneró bajo el embate de una contrarrevolución. Al menos demostró para siempre que el socialismo sí es una realidad tangible y alcanzable.

Los que no aceptamos la vida eterna, en cambio si creemos en la inmortalidad de las ideas.

León Trotsky fue de una mente tan activa y prolífica en análisis, en tesis y consignas políticas, que transcribió y nos legó en un inmenso e inagotable arsenal de ideología y teoría marxista, fruto de más de 40 años de lucha revolucionaria. Con lo que me atrevería a decir que León Trotsky sigue entre nosotros. Su inmenso legado marxista nos permite analizar y comprender todo el acontecer histórico pasado y presente, y planear el futuro.

Ante la cada vez mayor voracidad y brutalidad del régimen capitalista de hoy en día, refiriéndose a la revolución socialista, surgen la palabras de León Trotsky: “¡Nunca hubo una tarea más grande sobre la tierra. El Partido nos demanda todo de nosotros, totalmente y completamente. A cambio nos proporciona la inmensa satisfacción, de que uno participa en la construcción de un mejor futuro y de que uno lleva sobre sus espaldas una partícula del mayor anhelo de la humanidad, y que nuestra vida no habrá sido vivida en vano.

El último mensaje de León Trotsky a Joe Hansen fue: “Estoy seguro en el triunfo de la Cuarta Internacional. ¡Adelante!

Aún no se ha cumplido. Este es el deber y es aún la tarea por realizar para los camaradas que luchan con el ejemplo y las ideas del gran revolucionario León Trotsky.

Recordemos sus palabras:

“Mi fe en el futuro socialista de la humanidad no es menos ardiente en la actualidad, contrariamente es más firme de lo que fue en mi juventud. Natasha se ha acercado a la ventana desde el jardín y la ha abierto plenamente de modo que el aire entre más libremente. Puedo ver el verdor de la hierba en la base del muro y arriba el cielo de un claro azul y sol brillar en todas partes. La vida es bella. Dejemos a las generaciones futuras a liberarla de toda maldad, opresión y violencia para que la disfruten en toda su plenitud.”

Gracias.

Esteban Volkov
21 de agosto de 2009


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