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agosto de 2009
¡Barrer con
golpistas, generales y capitalistas! ¡Luchar por un gobierno
obrero y campesino!
Honduras:
el primer golpe de estado
del gobierno de Obama
Tropas de élite cercan la casa del presidente
hondureño Manuel Zelaya, el 28 de junio.
(Foto: Orlando
Sierra/AFP)
¡Forjar un partido obrero
revolucionario!
Sindicalistas
en la marcha al aeropuerto Toncatín, donde la policía
asesinó a un joven, el 4 de julio.
(Foto: Centros de Medios Independientes/Honduras)
6 DE AGOSTO – El derrocamiento
del presidente Manuel Zelaya Rosales perpetrado por generales
hondureños a finales de junio, sacudió a toda
América Latina. A izquierdistas y
sindicalistas les trajo de vuelta a la memoria la tenebrosa
época de los años
70 y 80 en que buena parte de la región era gobernada por juntas
militares,
miles de personas fueron asesinadas, decenas de miles se vieron
obligadas a buscar refugio en el exilio, mientras que los que se
quedaron eran sometidos por el
terrorismo del estado.
Inclusive los gobiernos
burgueses de “centro-izquierda” como los de Argentina, Bolivia, Chile,
Ecuador,
etc., se sienten amenazados, pues todos ellos mantienen relaciones
espinosas
con sus fuerzas armadas. Debajo de un tenue ropaje
“democrático”, los oficiales
que libraron las “guerras sucias” y encabezaron los escuadrones de la
muerte
están en activo. Los “moderados” pidieron al nuevo gobierno en
Washington que resuelva el problema. Hasta Hugo Chávez
pidió a
EE.UU.: “Obama, haga algo”.
Pero, a más de un mes de su asonada, los golpistas siguen al
mando en
Tegucigalpa, el número de muertos entre los manifestantes se
incrementa y a
Zelaya se le bajan los humos en la frontera.
Un día después del
golpe
militar insistimos a los que luchaban en su contra en que debían
precaverse
ante una intervención norteamericana (en lugar de pedirla), y
exigir
“¡imperialismo yanqui, manos fuera!” (véase
artículo en la contraportada).
Instamos a los trabajadores a “luchar contra el golpe” sin dar “apoyo
político
alguno al presidente derechista”. De hecho, los sindicatos
hondureños han
jugado un papel fundamental en la resistencia contra el golpe. Sin
embargo,
mientras los manifestantes luchan por el regreso de Zelaya con plenos
poderes,
el presidente derrocado ha aceptado condiciones que harían de
él no más que una
figura decorativa. En cualquier caso, los que han orquestado el golpe
se mantendrán
en sus puestos, listos para atacar nuevamente.
Lo que hace falta no es una
negociación, sino la movilización de obreros y campesinos
para acabar con los gorilas, políticos
burgueses y patrones que están detrás del golpe, por
medio de una lucha revolucionaria
encaminada al establecimiento de un gobierno
obrero y campesino que expropie a los oligarcas y a la
burguesía en su
conjunto, como parte integrante de una revolución obrera en toda
Centroamérica
y más allá.
Hoy por hoy, la resistencia
está siendo organizada mediante organismos como el Frente
Nacional Contra el
Golpe de Estado (FNCGE). Se trata de una formación de corte
frentepopulista que
une organizaciones obreras e izquierdistas al Partido
Unificación Democrática,
una pequeña formación burguesa. En estos momentos,
decenas de miles de
hondureños están protestando valientemente frente a los
fusiles del ejército.
Pero si los que resisten al golpe tienen siquiera un mínimo de
éxito en contra
de los golpistas, esta coalición burguesa
de oposición será una barrera que impedirá toda
lucha en contra de la clase
dominante hondureña que generó el golpe. Para eliminar
este obstáculo para la
revolución, es preciso iniciar la organización del
núcleo de un partido obrero revolucionario que
sea
políticamente independiente de todos los políticos, los
partidos y las
coaliciones de la burguesía.
La mano de EE.UU. en el
golpe
Un viejo chiste que se cuenta
en América Latina dice: “¿Sabes por qué nunca ha
habido un golpe de estado en
Estados Unidos? Pues porque no hay una embajada norteamericana en
Washington”.
Claro está, hubo un golpe de estado judicial en 2000, cuando la
Suprema Corte,
con una votación de 5 contra 4, impuso a George Bush en la Casa
Blanca a pesar
de que había perdido en el voto popular.
Independientemente de que
republicanos o demócratas estén al mando, el imperialismo
norteamericano sigue
siendo el poder tras las fuerzas más reaccionarias de todo el
hemisferio. La
secretaria de estado Hillary Clinton reprochó suavemente la
intentona, pero se
cuidó de no calificarla como golpe de estado, lo que
según la ley
norteamericana habría obligado a cortar de tajo la ayuda
norteamericana a las
fuerzas que realizaron el golpe. En cambio, pidió al presidente
costarricense
Óscar Arias que fungiera como “mediador”. Esto equivale al
reconocimiento de
facto del “gobierno” de facto encabezado por el títere Roberto
Micheletti.
Clinton también criticó acremente a Zelaya al calificarlo
como “imprudente” por
intentar volver a Honduras. Así que el régimen apuntalado
por el ejército se
mantiene en el mutismo, esperando que corran los días hasta la
celebración de
“elecciones” en octubre.
En nuestro primer
artículo
escribimos que “el ejército hondureño no mueve un dedo
sin que lo sepan el
Pentágono y la CIA” y que “cuando menos, Washington está
tolerando el golpe”.
Poco después comenzó a filtrarse la información de
que “diplomáticos”
norteamericanos estaban metidos hasta el cuello en las conspiraciones
golpistas. El New York Times (30 de
junio) informa lo siguiente:
“Mientras empeoraba la
situación en Honduras, el secretario de estado adjunto, Thomas
A. Shannon Jr.,
junto con Hugo Llorens, el embajador norteamericano de Honduras,
habló con el
Sr. Zelaya, con oficiales del ejército y con dirigentes de la
oposición...
“‘Hablaron de cómo
podría
removerse al presidente del puesto, de cómo podría ser
arrestado, de qué
autoridad se encargaría de hacerlo’, según afirmó
un funcionario del gobierno.
Este funcionario señalo, sin embargo, que las especulaciones se
habían centrado
en las maniobras legales para remover al presidente, no en la
realización de un
golpe”.
El
embajador estadounidense, el gusano
cubano Hugo Llorens, habla en el Colegio de Defensa
Nacional de Honduras sobre la geopolítica de EE.UU., dos semanas
antes
del golpe.
(Foto:
Fuerzas Armadas de Honduras)
Resulta que durante varias
semanas, representantes del gobierno norteamericano discuten con los
golpistas
acerca de la manera de “remover” a Zelaya e incluso de “arrestarlo” ...
y luego
finge sorpresa cuando, después de obtener el visto bueno del
Congreso
hondureño, la Suprema Corte hondureña y la
arquidiócesis de Tegucigalpa, el
ejército toma la iniciativa y lo depone (¡!). La
única objeción de EE.UU.
consistió en que el trabajo fue realizado de una manera
demasiado tosca.
Después del golpe, con la
ola
de repudio que generó en América Latina, el gobierno de
Obama decidió que tenía
que hacer algo, de modo que apeló a Arias, viejo compinche de
los Bush (padre e
hijo) y viejo auxiliar en la resolución de conflictos en
Centroamérica que
amenacen la estabilidad del imperio. Cuando los representantes del
“presidente”
golpista Micheletti arribaron a San José, llevaban consigo como
“asesor” a un
tal Bennet Ratcliff, un consultor político ubicado en San Diego
con lazos con
los Clinton. El New York Times (13 de
julio) reporta: “un funcionario que presenció las
pláticas dijo que el equipo
prácticamente no hizo nada sin antes consultarlo” con Ratcliff.
“‘Toda
propuesta presentada por el grupo de Micheletti fue escrita o aprobada
por el
norteamericano’, dijo otro funcionario cercano a las charlas,
refiriéndose a
Ratcliff”.
En Washington, el Consejo
Hondureño de la Empresa Privada contrató al lobbista
Lanny Davis para
representar al “gobierno” golpista. Éste planeó reuniones
con congresistas
republicanos y compareció ante el Congreso. Davis fue el abogado
personal de
Bill Clinton durante el caso Lewinsky. Durante las elecciones primarias
del año
pasado, apoyó a Hillary Clinton (quien lo conoció en
Yale, junto con George W.
Bush) lanzando algunos de los más violentos ataques de corte
racista en contra
de Obama. (Davis también es un “asesor de alto rango y portavoz”
del Israel
Project, una instancia sionista de “relaciones públicas”. Israel
es el único
país que ha reconocido al “gobierno” golpista de Honduras.)
Mientras tanto, el embajador
norteamericano en Honduras, Hugo Llorens, es un gusano cubano
que estuvo
a cargo de asuntos andinos en el Consejo de Seguridad Nacional cuando
en 2002
se llevó a cabo el golpe de estado que por breve tiempo mantuvo
secuestrado a
Hugo Chávez y en el que EE.UU. estuvo fuertemente involucrado.
Al igual que en
ese caso, y como en el derrocamiento y secuestro del presidente
haitiano
Jean-Bertrand Aristide que en 2004 realizaron fuerzas norteamericanas,
los
golpistas hondureños sacaron una supuesta “carta de renuncia” de
Zelaya, que
inmediatamente fue desenmascarada como apócrifa. Por
añadidura, varios viejos
agentes de Reagan y Bush han estado activos recientemente, incluyendo a
Ottro
Reich (otro gusano cubano) y John Negroponte (conocido como el
Procónsul
cuando fungía como embajador norteamericano en los años
80), ambos fuertemente
vinculados con los contras nicaragüenses y los escuadrones de la
muerte
salvadoreños.
Varios izquierdistas han
argumentado, en virtud de las conexiones con los Clinton, que se
trató de una “dictablanda clintoniana” y de un
“torpedo bajo la línea de flotación del intento de Obama
de distensión con
América Latina y con Cuba misma” (Guillermo Almeyra en La Jornada, 2 de agosto). Esto sólo denota que las
ilusiones en
Barack Obama se mantienen fuertes en América Latina (y en
EE.UU.). Los
golpistas hondureños pudieron haber pensado en torcerle el brazo
al presidente
norteamericano. Ciertamente se identifican con la extrema derecha.
Hillary
Clinton puede ser particularmente hostil a Zelaya y Chávez. Sin
embargo, se
trata del gobierno de Obama, no del de Clinton, y el gobierno de EE.UU.
en su
conjunto, no sólo una de sus supuestas facciones, estuvo
preparando el
derrocamiento de Zelaya.
La oligarquía
capitalista
hondureña y el golpe
En América Latina, es
frecuente que la izquierda reformista califique a la clase dominante de
oligarquía, y que etiquete como fascistas a los regímenes represivos.
Por lo regular hay todo un programa político implícito
asociado a estas
caracterizaciones. Si se trata de una oligarquía (o sea de un
gobierno de unos
cuantos), entonces la lucha debe ser por la democracia (el gobierno
“del
pueblo”), afirman. De manera similar, si un gobierno es fascista, lo
que buscan
es organizar un frente popular junto con políticos y partidos
burgueses
“demócratas” para combatirlo. El propósito consiste en
mantener la lucha
constreñida en un marco democrático-burgués.
En contraste, los trotskistas de la Liga por la IV Internacional
insistimos en
que luchamos por una revolución
socialista en contra del capitalismo.
El fascismo denota
históricamente un movimiento que se basa en la
movilización masiva de una
pequeña burguesía enloquecida, arruinada, con el fin de
aplastar una clase
obrera organizada y potencialmente revolucionaria. No existen en
Honduras ni
una ni otra de estas condiciones, y el actual régimen usurpador
es una
dictadura cívico-militar de las que se han visto muchas en
América Latina.
En reuión de
emergencia, los capitalistas hondureños ratifican su apoyo al
golpista Micheletti, el 20 de julio. (Foto: Resistencia Honduras)
En cambio y a diferencia de
algunos países capitalistas latinoamericanos más
desarrollados, Honduras sí
tiene una oligarquía, un muy restringido círculo
gobernante compuesto por unos
cuantos clanes que mantienen un rígido control de la
economía y la política del
país. La socióloga hondureña Leticia
Salomón identificó como importantes
patrocinadores del golpe al magnate de los medios Carlos Roberto
Facussé (ex
presidente, monopolista en el rubro del aceite de coco, dueño
del diario La Tribuna), el Grupo Continental de
Jaime Rosenthal y Gilberto Goldstein (dueños de El
Tiempo) y a las familias Ferrari, Canahuati, Atala, Lamas,
Násser, Kattán, Lippman y Flores, que en conjunto
controla el “90 por ciento de
la riqueza del país” (Público
[España], 30 de julio).
Esto deja de lado, sin
embargo, vastos sectores de la economía que producen
fundamentalmente para la
exportación y que son de propiedad directa de los imperialistas:
Chiquita
Brands y Dole Foods en el caso del plátano;
compañías mineras norteamericanas y
canadienses; y maquiladoras de ropa y calzado Nike, Adidas y Gap. Sus
ganancias
y exportaciones se han visto seriamente afectadas por los dos paros
nacionales,
los constantes bloqueos carreteros, el toque de queda y otras
consecuencias del
golpe militar.
Los generales que realizaron
el golpe aparecieron recientemente en televisión para explicar
que, en
realidad, estaban “defendiendo la democracia”. Uno dijo del gobierno de
Zelaza:
“Honduras es solamente un objetivo intermedio, porque el objetivo final
de esa
amenaza del socialismo, comunismo disfrazado de democracia, va para el
corazón
de Estados Unidos”. Parece un regreso a la retórica de la Guerra
Fría
antisoviética de la época en que Ronald Reagan alertaba
acerca de una “marea
roja” que amenazaba a Estados Unidos desde Centroamérica. No
obstante, los
capitalistas sí pensaban que Zelaya estaba jugando al
“comunismo”. Después de
todo, elevó el salario mínimo en un 60 por ciento. Esto
causó gran
consternación en los consejos de administración de los
monopolios fruteros
imperialistas:
“Chiquita se quejó de que
las
nuevas regulaciones pudieran reducir las ganancias de la
compañía, al exigir
que la compañía tenga costos más elevados que en
Costa Rica: 20 centavos de
dólar más para producir una caja de piña y diez
centavos más para producir una
caja de plátano, para ser exactos”.
–Nikolas Kozloff, “Chiquita in
Latin America”, Counterpunch, 17 de
julio
Los gobernantes
capitalistas hondureños son una estirpe exclusivista, insular y
racista que ha
recurrido a la dictadura militar, excepto por los ocasionales
interludios
“democráticos”, puesto que distan mucho de tener el peso social
para dominar el
país por sí mismos. Un ejemplo de su mentalidad lo ofrece
uno de los altos
funcionarios del régimen golpista, Enrique Ortez, quien se
refirió a Barack
Obama como el “negrito”, el equivalente más cercano en
español a la peor
injuria racista en inglés. Los comentarios
de Ortez fueron tan
racistas que los medios norteamericanos los pasaron por alto, sin
siquiera
citar la frase completa. Según El Tiempo
(7 de julio) de Tegucigalpa, Ortez dijo en una entrevista televisada
una semana
antes del golpe:
“He negociado con maricones,
con prostitutas, con ñángaras [referencia insultante a
los izquierdistas],
negros, blancos. .... No tengo prejuicios raciales, me gusta el negrito
del
batey que está presidiendo Estados Unidos”
Un día después de
ser
designado como “canciller”, Ortez dijo en televisión:
“El presidente de la
República
[EE.UU.], que lo respeto, el negrito, no conoce dónde queda
Tegucigalpa.”
Por si acaso alguien no se
hubiera percatado del insulto, agregó una referencia a Obama
como “ese negrito
que no sabe nada de nada”.
Después de algunos
días, los
golpistas se vieron obligados a retirarlo como jefe de la diplomacia, y
en
cambio lo nombraron ministro de Gobernación. Finalmente, debido
a la presión de
Washington, Micheletti tuvo que desecharlo por completo. Pero el hecho
de que
pudiera externar tales afirmaciones, da cuenta de la mentalidad de la clase capitalista hondureña, para la que
semejantes señalamientos son absolutamente normales, reflejando
su desdén
racista hacia la gran proporción de población negra (e
indígena) de Honduras.
Así, aún
constatando la
existencia de una estrecha oligarquía, que actua de socio menor
de los amos
imperialistas, hay que comprender que requiere un gobierno altamente
represor
para su sobrevivencia en un enpobrecido país semicolonial como
Honduras. La
conclusión política no es restringir la lucha a los
límites de la democracia
burguesa, imaginaria e imposible en todo caso, sino luchar por el
derrocamiento
la clase capitalista basada en la miseria de las masas trabajadores y
que
constantemente genera golpes militares para mantener su dominio.
¡Aplastar el
golpe! ¡Obreros
al poder!
El golpe hondureño no es
un
mero asunto local, sino un evento de alcance continental. Tuvo el
propósito
evidente de enviar un mensaje a los presidentes de El Salvador,
Mauricio Funes,
del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
FMLN), y Nicaragua,
Daniel Ortega del Frente Sandinista de Liberación nacional
(FSLN). Estos
grupos, que otrora fueran guerrillas izquierdistas, se han convertido
en
partidos burgueses que imponen políticas económicas
capitalistas de “libre
mercado”. Ortega, ahora un cristiano “renacido”, ha llegado a
proscribir el
aborto bajo cualquier circunstancia. Pero esto no resulta lo
suficientemente
reaccionario para la derecha cavernícola centroamericana. (En El
Salvador,
ARENA, el partido de los escuadrones de la muerte, publicó un
anuncio de toda
una plana de periódico en la que se pronunciaba por el
reconocimiento del
régimen hondureño, y el jefe de su bancada parlamentaria
le advertía a Funes
que “debe tener un espejo que se puede ver con el presidente ‘Mel’
Zelaya”
porque lo mismo le podría pasar a él.)
Maestros
hondureños votan la huelga indefinida en una asamblea frente a
la sede del sindicato magisterial COPEMH, el 3 de agosto,
después del entierro de los maestros Roger Vallejo y Martin
Riviera, asesinados por la dictadura.
(Foto:
Centro de Medios Independientes/Honduras)
A lo largo del mes pasado,
sindicatos y grupos campesinos e indígenas de Honduras se han
estado
movilizando insistentemente en las calles en contra de la dictadura
cívico-militar. Han reunido decenas de miles de manifestantes en
repudio de los
golpistas, y han sufrido cientos de arrestos. Los sindicatos
magisteriales han
sido uno de los baluartes de la resistencia, habiendo cerrado las
escuelas
durante tres semanas, para luego participar en dos paros nacionales, y
ahora de
vuelta en una huelga indefinida tras es asesinato a sangre fría
de dos
maestros, Roger Vallejo y Martín Riviera, éste
último recibiendo 25 puñaladas
al salir del funeral de Vallejo. El sindicato de la industria de
bebidas y
embotellamiento (STIBYS) también ha jugado un papel importante,
siendo su local
sindical uno de los centros de organización de las protestas. El
secretario
general del sindicato, Carlos Reyes, candidato independiente para la
presidencia, fue salvajemente golpeado durante el segundo pario
nacional.
Hasta ahora, los “paros
cívicos” se han concentrado en el sector público, pues
los operadores de las
maquiladoras ejercen un estrecho control sobre sus empleados. Una
verdadera
huelga general que cierre las maquiladoras, los sectores bananero y
minero y
que bloquee las exportaciones hondureñas, tendría un
impacto considerable. Pero
esto exige una orientación política totalmente distinta,
que basa la
organización sobre un programa internacionalista de lucha de
clases, y no en el
programa democrático-burgués y nacionalista que hasta el
momento ha
prevalecido.
Como hemos señalado,
Honduras
tiene una larga historia de agitación izquierdista y sindical.
Fue con el
propósito de aplastar la presencia comunista en los sindicatos
que el ejército
tomó el poder en un golpe previo, en 1963, cuando el
demócrata liberal John F.
Kennedy despachaba en la Casa Blanca. Muchos izquierdistas participan y
hasta
juegan un papel dirigente en las protestas. El FNCGE lanza comunicados
a la
clase obrera mundial. Sin embargo, su programa consiste en reinstalar a
“Mel”
Zelaya en el palacio presidencial. En las manifestaciones ondean las
banderas
hondureñas, mientras se corea “Mel amigo, el pueblo está
contigo”. Sin embargo,
Zelaya obedece las órdenes de Washington, y si vuelve al
país sólo será para enterrar
toda esperanza que los pobres y los trabajadores hubieran tenido en su
presidencia. El referéndum para la realización de una
asamblea constituyente,
uno de los principales detonantes de la intentona militar, ya es letra
muerta.
Varios dizque socialistas y
hasta autoproclamados comunistas, argumentan en el sentido de que es
necesario
subordinar todo a la lucha para restaurar a Zelaya en la presidencia,
incluso
si no es un radical ni, ciertamente, un representante de los
trabajadores
empobrecidos. (De hecho, Zelaya es un oligarca certificado, cuyo padre,
Manuel
Zelaya Ordóñez, fue un rico capitalista que fue declarado
culpable, y luego
perdonado, por el asesinato de 15 campesinos, estudiantes y religiosos
y de
haber lanzado sus cuerpos en un pozo en su rancho tras las masacre de
Los
Horcones en 1975.)
El subordinar la lucha por la
revolución a la reposición o la defensa de un gobierno
burgués no fue el
programa de los revolucionarios bolcheviques Lenin y Trotsky. En
vísperas de la
Revolución de Octubre de 1917 llamaron a derrotar una intentona
golpista
dirigida por el general zarista Kornilov, sin defender al gobierno
burgués de
Kerensky. Como escribió Lenin, “en estas circunstancias, un
bolchevique diría:
nuestros obreros y nuestros soldados van a combatir a las tropas
contrarrevolucionarias, si éstas inician ahora una ofensiva
contra el Gobierno
Provisional; lo harán no para
defender a este gobierno ... sino para defender independientemente la
revolución, persiguiendo sus propios fines: los asociados a la
victoria de los
obreros, de los pobres, de la causa de la paz, y no a la victoria de
los
imperialistas o de Kerensky” (“Rumores sobre una conspiración”,
agosto de
1917).
Fue Stalin, el “gran
organizador de derrotas”, quien sacrificó la Revolución
Española (y asesinó a
los revolucionarios) en el altar del Frente Popular, masacrando a los
obreros
de Barcelona con el pretexto de que amenazaban la república
burguesa. Sin
embargo, fue precisamente el gobierno republicano y su policía y
ejército,
controlados por los estalinistas, los que impidieron una victoria sobre
el
reaccionario militarista Francisco Franco, al impedir que los obreros y
los
campesinos llevaran a cabo una revolución que ya habría
comenzado a expropiar a
capitalistas y terratenientes.
Hoy en día en Honduras,
los
marxistas revolucionarios deberían movilizarse para derrotar al
régimen
golpista, pero sobre la base de un programa para organizar una
revolución
obrera, no para hacer alianzas políticas con Zelaya y otras
fuerzas políticas
burguesas. La importante participación de los sindicatos en la
resistencia
debería ser usada no para restablecer las condiciones que
imperaban el 27 de
junio, sino para luchar contra todos los políticos capitalistas
y su sistema,
que ha condenado al 75 por ciento de la población a vivir una
vida de miseria.
Honduras tiene los salarios más bajos de toda
Centroamérica, donde los maestros
ganan el equivalente a 130 dólares mensuales, mientras que los
trabajadores de
las maquiladoras ganan 140 (en jornadas de 12 horas.). Esta es la
razón
principal por la que las maquiladoras de ropa y calzado se
establecieron en el
país.
Claramente, tal lucha exige
preparación. Puede comenzar en el curso de las actuales
batallas, intentando
trasformar los paros “cívicos” en una huelga nacional que
incluya a los
trabajadores y sus aliados. Es de fundamental importancia extender la
lucha a
los trabajadores de las maquiladoras, a las plantaciones fruteras y a
los
trabajadores del transporte. Los trabajadores en El Salvador,
Guatemala,
Nicaragua y Costa Rica deben movilizarse, incluso mediante la
realización de
huelgas, para oponerse al golpe en Honduras, que representa una amenaza
directa
también para ellos.
Más allá de
Centroamérica, los
trabajadores deben implementar el llamado de la Federación
Internacional de los
Trabajadores del Transporte, de rehusarse en este momento fundamental a
cargar
o descargar naves con bandera hondureña, rechazo que debe
extenderse a todo
cargamento que provenga de –o se destine a– Honduras. Las
manifestaciones en Estados
Unidos, México y otros países de América Latina
deben exigir la liberación de
los cientos de hondureños arrojados a las mazmorras de la
dictadura. Sindicatos
magisteriales deben solidarizarse con sus valientes compañeros y
compañeras
hondureños que han se juegan todo para derrotar a los gorilas.
Es preciso
seguir exigiendo que el gobierno norteamericano saque las manos de
Honduras,
que se cierre la base militar Soto Cano en Palmerola y que se corte
toda ayuda
a Honduras.
La movilización contra el
golpe
capitalista debe hacerse sobre una base clasista, formando consejos
de obreros,
campesinos y de pobres del campo y la ciudad, incluyendo a las
oprimidas
poblaciones negra e indígena. Tales consejos pueden proveer las
bases para
acabar con toda la clase de los explotadores capitalistas. Sobre todo,
lo que
hace falta es una lucha para forjar el núcleo de un partido
obrero
revolucionario en Honduras y en toda Centroamérica. Tal partido
podrá ser
construido únicamente sobre la base del programa de la revolución permanente, de la IV Internacional de
León Trotsky. En
la época imperialista hasta las reivindicaciones
democráticas más elementales
como la revolución agraria, la liberación nacional y la
democracia para los
explotados y oprimidos en los países semicoloniales como
Honduras, sólo podrán
ser realizadas mediante la toma del poder por parte de la clase obrera,
a la
cabeza del campesinado y de los pobres, bajo la dirección de su
partido
comunista, para establecer su propio dominio de clase y extender la
revolución
a escala internacional. ■
Para
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