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  octubre de 2019

Ponencias y comentarios en la conferencia sobre Trotsky realizada en La Habana

Nota de la redacción: Las siguientes versiones en español han sido editadas para su publicación.

Trotsky en México:
antiimperialismo y la lucha por la
independencia política del proletariado

Por Alberto Fonseca
La Habana, Cuba, 8 de mayo de 2019

Activista del Grupo Internacionalista, sección mexicana de la Liga por la IV Internacional.


León Trotsky y su compañera Natalia Sedova a su llegada al puerto mexicano de Tampico el 9 de enero de 1937, donde los recibió Frida Kahlo. (Foto: Hulton-Deutsch Collection/Corbis)

La llegada de León Trotsky a México en enero de 1937, en los momentos más oscuros de la más oscura medianoche del siglo, le dio al revolucionario ruso la oportunidad de librar sus últimas y cruciales batallas.

Apenas cuatro meses después del arribo de Trotsky a al puerto de Tampico el 7 de enero de 1937, las Jornadas de Mayo en Barcelona representaron, con su derrota, el punto de inflexión de la Guerra Civil en España. En ese momento, el gobierno del Frente Popular sofocó un levantamiento obrero. Cuando los telefonistas tomaron la central telefónica de Barcelona, el gobierno republicano burgués envió a la Guardia de Asalto y la Guardia Nacional Republicana para expulsarlos, acusándolos de estar al servicio de Franco.

Lo que en realidad estaban haciendo los estalinistas, lo que estaba haciendo el gobierno del Frente Popular, por medio de esta acción represiva, era eliminar el control obrero que se había establecido en la zona más industrializada de España. Así, a los pocos meses de haber llegado a México, Trotsky tuvo la ocasión de estudiar lo que estaba ocurriendo en España y, en particular, las causas de la derrota de la situación revolucionaria que se había abierto en 1936 con la masiva resistencia obrera contra el golpe de estado que encabezó Francisco Franco.

Trotsky formuló con toda claridad que el frente popular no es una táctica, sino el crimen más grande, pues conduce directamente a la derrota de las luchas de la clase obrera. No se trata solamente de una cuestión teórica de interés únicamente académico. La cuestión del frente popular tiene una importancia fundamental –y no sólo en Europa. La tuvo también aquí en Cuba. La estrategia traidora del frente popular hizo que aquí el Partido Socialista Popular, como se llamaba el partido estalinista, apoyara el régimen de Fulgencio Batista durante la Segunda Guerra Mundial, integrándose a su gabinete. En México, la política del frente popular hizo que el Partido Comunista entregara la dirección de la flamante Confederación de Trabajadores de México al gobierno del general Lázaro Cárdenas. Esto implicó, a final de cuentas, la integración de los sindicatos al estado capitalista. La política del frente popular significa colaborar con el enemigo de clase. 

Póster para anunciar un evento en el Museo Trotsky en Coyoacán, Ciudad de México.

Trotsky tuvo también la oportunidad de estudiar en México a un país de desarrollo capitalista tardío en el que menos de tres décadas antes había comenzado una revolución democrático-burguesa. El hecho de que la Revolución Mexicana que comenzó en 1910 se mantuviera dentro de los límites del capitalismo, implicó que las tareas democráticas que la motivaron nunca pudieron realizarse. Hoy es interesante recordar las reivindicaciones de los revolucionarios de principios del siglo XX en México. Tomemos el lema de Francisco I. Madero, “sufragio efectivo, no reelección” (es decir, que no haya fraude electoral): lo que ha resultado es que México es hoy campeón mundial en fraude electoral. Tomemos el lema de Zapata, “la tierra para el que la trabaja”: los campesinos indígenas que recibieron la tierra (en su inmensa mayoría de mala calidad) tienen que trabajar hoy en día como jornaleros en las agroindustrias del norte de México, y también al otro lado de la frontera, en Estados Unidos. Tomemos la necesidad siempre planteada de liberarse del dominio de Estados Unidos: hoy México es una neocolonia norteamericana.

Las reivindicaciones democráticas en México no fueron satisfechas. La Revolución Mexicana fue abortada. Esto muestra por la negativa la validez de la perspectiva teórico-programática de la revolución permanente. Esto, de nuevo, no es mera teoría. En 1938, el gobierno de Lázaro Cárdenas emprendió la expropiación de la industria petrolera. Esto consistió esencialmente en la expropiación de las compañías imperialistas inglesas que extraían petróleo en el país. El imperialismo británico ordenó un boicot en contra del petróleo mexicano. Culpó al gobierno mexicano de estar al servicio de Hitler, pues éste tuvo que vender petróleo a la Alemania nazi.

Trotsky llamó a los trabajadores del mundo a defender esta medida realizada por México. Consideró que era una medida elemental en contra del imperialismo. Señaló la importancia de que el país semicolonial fuera defendido en contra de las represalias imperialistas. ¿Significó esto que Trotsky apoyara al gobierno de Cárdenas? No. Insistió, al contrario, en la necesidad de construir un partido obrero revolucionario e independiente. Enfatizó el ABC del marxismo: los trabajadores deben mantener plena independencia de clase con respecto a la burguesía. Esta fue justamente la política contraria a la de los estalinistas, que estaban formando un frente popular, una alianza de colaboración de clases, con el gobierno de Cárdenas. De hecho, los estalinistas quisieron ingresar a las filas del Partido de la Revolución Mexicana (PRM), como se llamaba el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la época de Cárdenas. El PRM, para más señas, era pues un partido burgués de estado. Cárdenas no permitió a los estalinistas entrar a las filas de su partido, pero de todas maneras el Partido Comunista hizo las veces de satélite externo del PRI.

Podemos ver nuevamente la política del frente popular en México cuando las organizaciones izquierdistas apoyan a uno u otro caudillo burgués: Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador... 

Trotsky acuñó en esos momentos la noción del bonapartismo sui generis (bonapartismo único en su tipo). Para Trotsky, el gobierno de Cárdenas era bonapartista (él mismo era un general del ejército), pero en virtud de la presión del imperialismo tenía que balancearse entre las clases y hacer concesiones a los trabajadores. 

La noción de bonapartismo sui generis sigue siendo fundamental para comprender algunos fenómenos contemporáneos. Tenemos algunos regímenes burgueses en países de desarrollo capitalista tardío que en ciertas condiciones se ven obligados a hacer algunas concesiones a los trabajadores, frente a los cuales es crucial mantener la independencia de clase. Hay situaciones en las que un país semicolonial, incluso bajo un gobierno burgués, enfrenta una invasión imperialista. Trotsky insistió en que los revolucionarios tenemos un lado que tomar. En la Ciudad de México hay una estación del metro que se llama Etiopía. El símbolo de la estación es una cabeza de león que representa a Haile Selassie, el emperador de Etiopía. Que haya una estación con ese nombre se debe a que el gobierno de Cárdenas dio apoyo a Etiopía en contra de la invasión mussoliniana en 1935, pero también apoyo político al emperador. Trotsky insistió en la defensa de Etiopía, pero no dio ningún apoyo político a Haile Selassie. Esta diferencia es de extrema importancia.

Tenemos de nuevo esta cuestión hoy en día con el ataque imperialista contra Venezuela. Es muy importante entender que ante esta arremetida del imperialista los revolucionarios tenemos un lado: el de la defensa militar de la asediada nación sudamericana, sin dar el menor apoyo político al gobierno bonapartista burgués del presidente chavista Nicolás Maduro.

Ahora hablaré brevemente acerca de la última batalla de Trotsky. La libró también estando en México. Fue la batalla que libró contra la minoría pequeñoburguesa del Socialist Workers Party (SWP) norteamericano que (tras la firma del Pacto Hitler-Stalin, cuando no era muy popular la defensa de la Unión Soviética) exigió que el partido renunciara a esta posición clasista fundamental. Esta minoría introdujo, en cambio, la patraña del “tercer campo”. La fracción pequeñoburguesa, dirigida por Max Shachtman y James Burnham, dijo no estar ni con el imperialismo, ni con la URSS, sino con un fantasmagórico “tercer campo”. En realidad, esto fue sólo un disfraz para apoyar a final de cuentas al imperialismo. Al inicio de la Guerra Fría antisoviética, los tercercampistas no sólo se rehusaron a defender a Corea contra los imperialistas que devastaron este país asiático, sino que colaboraron directamente con ellos.1 Sería interesante que los partidarios de la “teoría” del “tercer campo” visitaran Corea del Norte y vieran hoy en día los vestigios de la destrucción causadas por los centenares de miles de toneladas de bombas y napalm que arrojaron los imperialistas “democráticos”.

Entonces, para Trotsky ¿la situación de la Unión Soviética tenía solución? Sí, creía que era fundamental pelear por la revolución política proletaria y la extensión internacional de la revolución. La burocracia estalinista había usurpado el poder político de la clase obrera y seguía un programa pequeñoburgués nacionalista opuesto por el vértice al marxismo. Sin embargo, las formas de propiedad colectivizada no habían sido aún echadas abajo, y era preciso defenderlas, mientras se peleaba también por restablecer la democracia proletaria.

Demos un paso atrás. Era fundamental defender a una semicolonia como México en contra del imperialismo. Para pelear contra el imperialismo se tenía que defender también a la Unión Soviética. No se puede hoy defender a Venezuela sin pelear también por la defensa de Cuba que es, a final de cuentas, el verdadero blanco del imperialismo. Trump lo ha dejado bien claro. [Aplausos]

Las últimas batallas de Trotsky en lo más negro de la media noche del siglo siguen, como se dijo en una ponencia previa, siendo estrellas muy brillantes. Pueden ser nuestras guías en esta nueva medianoche del siglo que ha llegado tan temprano. Sin embargo, podemos, debemos, pelear.

*    *    *

La historia del trotskismo boliviano

Por S. Sándor John
La Habana, Cuba, 8 de mayo de 2019

Autor de Bolivia’s Radical Tradition: Permanent Revolution in the Andes (2009) y El trotskismo boliviano: Revolución permanente en el Altiplano (2016), activista de Class Struggle Education Workers (Trabajadores de la Educación Clasistas).

Realizar esta conferencia aquí en Cuba es de enorme importancia. Y frente a las medidas más recientes, hay que recalcar la necesidad de luchar por la defensa de Cuba. ¡Abajo la Ley Helms-Burton! Hay que luchar por la defensa de la Revolución Cubana y por derrotar la tentativa de golpe de Trump y de los demócratas en Venezuela. Todo esto tiene mucho que ver con la perspectiva de Trotsky y de la IV Internacional de Trotsky de luchar por una Federación Socialista del Caribe y por los Estados Unidos Socialistas de América Latina. [Aplausos]

También quiero decir que la democracia obrera es una parte fundamental del verdadero bolchevismo, es decir del trotskismo. Esto implica el debate, a veces acalorado, de las diferencias políticas, porque sabemos que las diferencias teóricas, programáticas y políticas tienen consecuencias reales en la vida real. Bolivia es un ejemplo de esto.

Mural del pintor trotskista boliviano Miguel Alandia Pantoja “Educación y lucha de clases” en el Monumento a la Revolución, La Paz. (Foto: Sándor John)

Ha habido muchos movimientos revolucionarios en América Latina, pero ha habido tres grandes revoluciones latinoamericanas en el siglo XX: la mexicana, la boliviana y la cubana. De estas tres, únicamente la Revolución Cubana, a fin de cuentas, rompió con el capitalismo. La Revolución Boliviana de 1952 está conectada también con otra triada: la de los tres países del mundo en donde el movimiento trotskista adquirió una influencia de masas a escala nacional durante un período extenso: Vietnam, Ceilán (Sri Lanka) y Bolivia.

Entonces ¿qué es lo que explica esto? ¿Se trata simplemente de una curiosidad histórica? De hecho, hay quienes afirman que este fenómeno ha sido una curiosidad política, folklórica tal vez. Pero no es así. En 1960 un periodista de la revista imperialista norteamericana Life hizo un viaje a Bolivia, en un momento en que la Unión Soviética estaba ofreciendo a Bolivia construirle una fundidora, porque el país no tenía ninguna forma de refinar su propio estaño. Por motivos políticos, geoestratégicos, Nikita Jruschov ofreció construirla. (Gratis. Eso no es “imperialismo”, hay que decir.2) Cuando llegó la delegación soviética, cientos de mineros bolivianos, esto en Siglo XX, la mina más importante del país, dieron una acogida calurosa a los camaradas soviéticos. En sus cascos cafés los mineros llevaban el símbolo de la IV Internacional a la vez que llevaban mantas con consignas sobre Lenin y Trotsky.

El periodista imperialista decía a su público en Norteamérica, que ignoraba todo esto, que, bueno, hay que entender que los mineros bolivianos son unos analfabetos que ni siquiera saben que esos míticos personajes, Lenin y Trotsky, ya no viven. Pero no es así: al contrario, la revolución permanente para esos mineros bolivianos tenía significado. El trotskismo tenía sentido para ellos: les ayudaba a dar significado a su vida y sus luchas, les ayudaba a entender el mundo en el que vivían.

Entonces, en los tres países mencionados, no existía un Partido Comunista ya estructurado y la masa de la clase obrera adquirió conciencia política en un momento en que la Internacional Comunista había adoptado la política del frente popular. El frente popular implicaba para los trabajadores de países coloniales como Vietnam (colonia francesa), Ceilán (colonia británica) y Bolivia (neocolonia norteamericana y hasta cierto punto británica) dar apoyo a sus propios esclavizadores. Por lo tanto, en los tres países que he mencionado, había una oportunidad para que el trotskismo, en alguna forma, se convirtiera en la expresión política de las masas trabajadoras.

En Bolivia había “precios democráticos” del estaño durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Saben qué significaba eso? Los precios dizque “democráticos” del estaño boliviano eran precios bajos, porque el estaño era una materia prima estratégica para la guerra imperialista. Los japoneses habían capturado Malasia, colonia de Inglaterra, y había que mantener los precios bajos del estaño, lo que significaba utilizar las ametralladoras norteamericanas para masacrar a los mineros cuando hicieron huelgas para elevar sus salarios. Y el ministro de trabajo del gobierno que ordenó esta masacre era del partido estalinista que había surgido, el Partido de la Izquierda Revolucionaria.

Anuncio de una compañía extractora de estaño que resalta la importancia para la economía boliviana de la producción mineral. Para agrandar, haga clic en la imagen.

Entonces, la teoría de la revolución permanente no era una cosa exótica llevada por casualidad al Altiplano ;boliviano. La teoría y programa de la revolución permanente sostenía que la fuerza dirigente de una revolución social en un país de desarrollo capitalista tardío como Bolivia sería el proletariado. Hasta la propaganda comercial de los barones del estaño en Bolivia reflejaba esto, a su propia manera, al publicar imágenes como ésta [indica foto proyectada que aparece aquí al lado] en periódicos burgueses, en la que el estaño es el centro de la economía. Una clase minoritaria, el proletariado minero, se convierte en gigante, generando la aplastante mayoría de las divisas adquiridas por el país, y tiene en sus manos el destino de la nación, lo que era completamente cierto.

Pero eso significaba para esos mineros una sobreexplotación inhumana, infernal, en las minas, en una sociedad racista en la que existía el pongueaje, que era el servicio obligatorio del campesinado indígena, quechua y aymara, a los “gamonales”, los dueños de los latifundios. Fue de este campesinado del que surgió el proletariado boliviano, que mantiene vínculos íntimos con las aldeas campesinas, especialmente cuando ocurre lo que en Bolivia se llama “masacres blancas”, esto es, los despidos en masa. Cuando fueron despedidos –como en el caso de César Lora, uno de los grandes héroes del trotskismo mundial– volvieron a las aldeas y organizaron sindicatos campesinos.

Los fundadores del trotskismo boliviano intentaron, también a su propia manera, integrar esa realidad en su perspectiva política a sabiendas de que la opresión racista en contra de la mayoría indígena era un rasgo fundamental de esa sociedad, que se expresaba lingüística, cultural, étnica y racialmente en contra de ese campesinado. En cuanto al “desarrollo desigual y combinado”, se manifestaba lingüísticamente: el lenguaje de la minería boliviana es una curiosa mezcla de palabras en inglés (como sink and float, block caving), en español (minero sindicato) y palabras en quechua y aymara, como las usadas para referirse a tipos particulares de perforación, ciertos oficios (como chasquiri, designación relacionada con el mensajero incaico, el chasqui), etc. 

El partido trotskista boliviano, el Partido Obrero Revolucionario (POR), fue fundado en 1935, con las particularidades que he buscado abordar en el libro. Unos años después, en México, Trotsky fue visitado por dos personajes que habían participado en la fundación del POR. La visita ocurrió durante el Congreso Indigenista Interamericano [realizado en Pátzcuaro, Michoacán en 1940]. El contexto cultural indígena y su relación con el tema de la revolución se expresaban también en el arte y la cultura con los cuales los trotskistas bolivianos estaban muy entrelazados. Se lo puede apreciar un poco, por ejemplo, en esta pintura de la “diosa de la educación” –una de especial relevancia para los que intentamos ganarnos la vida en el ámbito educativo, creo– en el mural “Educación y lucha de clases” (1957) del gran muralista trotskista boliviano Miguel Alandia Pantoja, que jugó un papel importante en el POR y en la fundación de la Central Obrera Boliviana (COB).

Sándor John durante su presentación sobre la historia del trotskismo boliviano en el encuentro sobre León Trotsky en La Habana, Cuba.
(Foto: Gabriel García Higuera)

Para los mineros bolivianos, la idea de que serían ellos mismos quienes encabezarían el derrocamiento del régimen de los barones del estaño y de los terratenientes –la élite que en Bolivia se llamaba “la Rosca”– no era extraña o exótica. La idea de que los mineros iban a dirigir la revolución en Bolivia era una perspectiva planteada en la famosa Tesis de Pulacayo aprobada en 1946 (para sorpresa de muchos) por la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia. La Tesis de Pulacayo fue escrita por el POR, que quería que reflejara la teoría de la revolución permanente.

Y, de hecho, los mineros fueron justamente los que derrocaron al gobierno de la Rosca en abril de 1952. Porque el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) –el partido nacionalista burgués, que era un partido de conspiraciones golpistas muy frecuentes– programó un golpe para abril de 1952, junto con el jefe de los carabineros. Pero cuando el ejército opone mucha más resistencia de lo que los emenerristas pensaban, los carabineros se retiran y los jefes del MNR dicen “bueno, vamos a hacer las paces con el gobierno”. Pero los mineros literalmente bajan de las montañas que rodean La Paz. Con los trotskistas en la vanguardia, asaltan el arsenal, toman morteros y otras armas y se enfrentan al ejército, derrotan al ejército y lo aplastan en las Jornadas de Abril, el 9 de abril, el 10 de abril, el 11 de abril de 1952.

Los militantes trotskistas que participaron en los acontecimientos cuentan que la muchedumbre se aproxima al palacio de gobierno, el Palacio Quemado, golpean la puerta, pero nadie contesta, nadie abre la puerta. Siguen golpeando y finalmente sale lo que en Bolivia se llama un “soldadito”, muy temeroso. Temblando con miedo abre la puerta; se ha ido el gobierno. Y todos entran, los mineros llevando en hombros a su dirigente Juan Lechín, y le dicen “Juancito, Juancito, tú eres el que debe ser el presidente porque nosotros los mineros, nuestros compañeros son los que han muerto para derribar a la Rosca”. Pero Juan Lechín, dirigente de la Federación de Mineros que militaba en el MNR a la vez que coqueteaba con el POR, hace un telefonazo al “subjefe” del MNR, Hernán Siles Suazo. Le dice “ven al Palacio” y le entrega el gobierno al MNR.

En esos momentos, la única fuerza armada actuante fueron las milicias de los mineros. En esas condiciones, el control de la situación depende fundamentalmente de la dirección política, que ejercía el MNR. El periódico francés imperialista Le Monde, cuyo corresponsal era muy inteligente, publicó en su primera plana en el primer aniversario de la revolución, en abril de 1953: “La revolución boliviana entre Wall Street y Trotsky”. ¿Qué pasa entonces y cómo es que las diferencias políticas tienen tanta importancia? La desorientación política era enorme – hay mucho que decir y parece que ya se me está acabando el tiempo.

Ocurre durante la primavera y el verano de 1953 una oleada enorme de luchas campesinas, encabezadas en el Valle de Cochabamba por los trotskistas. Se cristaliza un núcleo de trotskistas quechuas junto con dos trotskistas de origen suizo. El imperialismo norteamericano presiona cada vez más al MNR para reconstituir el ejército masacrador, y se divide el POR en, supuestamente, dos fracciones. Frente al gobierno del MNR, una de las fracciones plantea en esencia seguir con la política de presión, desde afuera. La otra fracción plantea hacer entrismo al MNR, para presionarlo desde adentro. Al contrario de lo que se cree generalmente en el movimiento trotskista internacional, la fracción que proponía el entrismo no era la de los partidarios de Michel Pablo y Ernest Mandel, sino la otra, la de Guillermo Lora (que no era una fracción “cannonista”).

Pero una de las cosas más emocionantes de este tipo de investigación es que a veces alguien te cuenta algo que parece casi mitológico, pero luego cavas en una pila de documentos viejos, medio enterrados en un sótano, desatas unos hilos y encuentras la prueba de que sí es verdad. En Cochabamba en 1992 conocí a un viejo campesino trotskista quechua. Estábamos discutiendo diferencias políticas y entonces me pregunta: “Para ti, camarada, ¿el MNR era burgués o pequeñoburgués?”. Ya que habíamos terminado la entrevista propiamente dicha, le digo: “para mí, burgués”. Y comenzó a llorar.

Entonces le digo “camarada, ¿por qué está llorando?” Y él me dice: “Teníamos otra, una tercera fracción, aquí en Cochabamba, y decíamos que el MNR era (con el acento quechua con el que él hablaba) burgués. Nuestra fracción fue la única que defendió la teoría trotskista: había que defender a Bolivia contra el imperialismo, pero no apoyar políticamente al gobierno, ni siquiera de forma crítica. Y por eso nuestra fracción fue desmantelada y reprimida por la burguesía, y los camaradas extranjeros fueron expulsados del país”.

El MNR restableció el ejército masacrador y en 1964 ese ejército dio el golpe de René Barrientos, un nombre que aquí en Cuba todo mundo conoce porque Che Guevara viajó a Bolivia intentando derrotar a ese dictador “gorila” sanguinario.

Entonces las diferencias políticas tienen consecuencias reales. Las diferencias políticas son cuestión de vida o muerte. Y eso se vivió no una vez, no dos, no tres, sino muchísimas veces con las luchas de los trotskistas bolivianos. Se me ha terminado el tiempo, pero quiero notar que otra cosa que uno observa realmente al estudiar la historia del movimiento trotskista boliviano es el heroísmo, de hecho, de los militantes de todas las fracciones.

Sumario

En la ronda de discusión hubo tres preguntas para Sándor. He aquí sus respuestas.

Primero, quiero llamar la atención de los asistentes a los eventos de agosto de 1971, cuando ocurrió otro sangriento golpe militar en Bolivia que llevó al poder a otro dictador sanguinario, Hugo Bánzer Suárez, quien fue incorporado al Salón de la Fama de la infame, de la tristemente célebre Escuela de las Américas. Debido a la política del frente popular, el movimiento obrero se encontraba desarmado, literalmente, tanto política como militarmente, cuando los obreros y los mineros en particular intentaron aplastar ese golpe reaccionario, de la manera más heroica contra viento y marea,

Traje algunos ejemplares de mi libro sobre el trotskismo boliviano para donar a las bibliotecas, que habla, entre otras cosas, de la fracción “quechua-suiza” que surgió en Cochabamba a mediados de los años 50, que tenía una posición política en mi opinión más correcta, en términos generales, que las dos fracciones dominantes en el POR con respecto al MNR y el gobierno nacionalista burgués.

Ahora paso a responder las preguntas.

El compañero brasileño comentó sobre la postura de un escritor según el cual la cuestión de la Revolución Boliviana marcó la destrucción de la IV Internacional y que la IV Internacional no existe. Estoy de acuerdo en que la IV Internacional no existe ahora. En mi opinión, dejó de existir como organización en 1951-1953, con la crisis pablista y la división y la dispersión que ésta causó. Creo que hay que reforjarla. Sin embargo, no estoy de acuerdo con ese escritor ni con la corriente en la que él militaba, la del grupo británico Workers Power, que básicamente pone un signo de igualdad entre los dos lados, los pablistas y los antipablistas, en la escisión de 1953. 3

El tema de Bolivia no causó la destrucción de la IV Internacional. Más bien, la crisis de la IV Internacional se reflejó y se manifestó en la falta de participación real de las otras secciones en la vida política de la sección boliviana y en el hecho de que la dirección pablista diera su respaldo a la línea de apoyo político y de adaptación al MNR. La dirección del SWP, que infelizmente no cuestionó ni pensó mucho respecto a este tema, hacía eco de esta política.

Se me preguntó acerca de la mita. Mita< es la palabra de los incas para referirse a su sistema de trabajo obligatorio. En Bolivia se utiliza como sinónimo del salario de un día de trabajo. Cuando Che Guevara estuvo en Bolivia, dijo en esencia que los mineros debían salir de las minas e ir a Ñancahuazú [la base guerrillera]. Pocos lo hicieron, porque entendían que su fuerza radicaba en su situación de trabajadores mineros, cuya labor era la base del país. Pero los mineros querían expresar su solidaridad y votaron a favor de donar “una mita” a los guerrilleros. Para castigar a los mineros por haber hecho eso, la dictadura de René Barrientos llevó a cabo la masacre de la Noche de San Juan, el 24 de junio de 1967, ametrallando a los mineros por haber mostrado su simpatía y su solidaridad con los guerrilleros que valientemente buscaban combatir a la dictadura militar apoyada por Estados Unidos.

Por último, quería agradecerle a otro compañero por la pregunta sobre la izquierda del MNR. Es un tema muy importante y complejo, que no tuve tiempo de desarrollar realmente aquí, pero que forma parte clave del argumento del libro.

La fracción del POR que hizo “entrismo” entró al MNR como tal, o sea al MNR como partido. (La fracción que lo hizo fue la construida por Guillermo Lora, aunque Lora como persona no lo hizo.) Este partido, el MNR, tenía un ala izquierda, encabezada por Juan Lechín, el jefe de la Federación Minera y con la revolución dirigente de la Central Obrera Boliviana también. La izquierda del MNR fue el mecanismo con el cual este partido nacionalista y su gobierno controlaban a las masas.

El POR, los dirigentes poristas, durante años habían escrito discursos para Lechín y actuado como sus asesores. Lechín era y dirigente de la izquierda emenerrista. Cuando se le nombra ministro del trabajo, los poristas –de las dos fracciones principales– seguían escribiendo discursos y documentos para él. Y se sembraron enormes ilusiones en el ala izquierda del MNR.4

Creo que esa política era realmente catastrófica y desastrosa. Lechín era muy popular. También fue una de las personas que firmaron el decreto para restablecer el ejército burgués. La izquierda del MNR fue el mecanismo mediante el cual el movimiento obrero y el movimiento campesino fueron sometidos al estado burgués.

Comentarios en la discusión en la
conferencia de La Habana sobre Trotsky

Sobre el imperialismo y las divisiones en el movimiento trotskista

Los siguientes comentarios se hicieron durante la ronda de discusión llevada a cabo después de una serie de ponencias sobre el imperialismo, la historia de la IV Internacional y otros temas en el primer día (6 de mayo) de la conferencia.

Sándor, 6 de mayo:

Tengo unos comentarios breves, primero sobre la cuestión del imperialismo, y en segundo lugar sobre la cuestión de las escisiones de la IV Internacional.

La cuestión del imperialismo es de suma importancia, ya que el imperialismo norteamericano está intentando aplastar la Revolución Cubana, que es una conquista de toda la humanidad, y también está atacando a Venezuela, donde a pesar de que no ha habido una revolución social, o socialista, propiamente dicha, es importante defenderla en contra de la arremetida del imperialismo norteamericano.

Esa cuestión de la “teoría del imperialismo” tiene, en mi opinión, consecuencias políticas de suma importancia. El rompimiento entre la Segunda y la Tercera Internacional cuando Lenin y Trotsky encabezaron la fundación de la Tercera Internacional, tenía como uno de sus puntos fundamentales la ruptura radical con la actitud de la Segunda Internacional, de la socialdemocracia, frente a las luchas de los pueblos coloniales. La Tercera Internacional dijo que las revoluciones de los pueblos oprimidos, la revolución colonial, forma parte de la revolución socialista mundial. Sostuvo que había que apoyar militarmente las luchas de los pueblos coloniales.

Esto es de enorme importancia. En la IV Internacional, como parte del programa de la revolución permanente, Trotsky defendió esta posición a capa y espada, incluso contra aquellos que por accidente se encontraban en sus filas y que rechazaban la defensa, por ejemplo, de Etiopía contra Italia, o que menospreciaban las luchas nacionales de los pueblos coloniales.

Por eso también, Trotsky y la IV Internacional defendieron militarmente a China –esto es, incluso a la China burguesa, en los años 30 ya antes de la Revolución China [de 1949]– en contra del Japón imperialista, haciendo la distinción muy importante entre la defensa militar de países coloniales y semicoloniales contra el imperialismo y el apoyo político a sus gobiernos. Esta distinción es fundamental en el trotskismo: se defiende a los países atacados por el imperialismo, y esto no implica necesariamente dar un apoyo político, o una confianza política a sus gobiernos o sus direcciones. Es enormemente importante esta distinción. Por ejemplo: exigir la independencia de Puerto Rico, exigir y defender a capa y espada la independencia de Marruecos, incluso durante la Guerra Civil española, cuando poner a los soldados marroquíes en contra del franquismo era fundamentalmente importante.

El segundo punto tiene que ver con las escisiones en el movimiento trotskista después de la guerra. Esta cuestión no consiste en una mera colección de datos; los hechos tienen un significado. Entonces, yo creo que hay cierta conexión con lo que escuchamos en la mañana acerca del exterminio de los trotskistas en la Unión Soviética, en el campo de Vorkuta y en otros, y de muchos otros cuadros trotskistas durante la Segunda Guerra Mundial.

Es uno de los elementos que condicionaron esta crisis. Otro es que el movimiento trotskista se enfrentaba a una situación no prevista: que fueron las revoluciones realizadas por medios burocrático-militares generalmente en el caso de Europa Oriental, con la formación de estados obreros burocráticamente deformados, que había que defender en contra del imperialismo, sin apoyar políticamente a sus gobiernos, luchando por la revolución política proletaria; y también, otras revoluciones en Yugoslavia y China, Cuba, etc.

Entonces, la IV Internacional quedó muy desorientada. Y se dividió [en 1951-1953]. Para algunos que no conocen íntimamente su historia, las divisiones pueden parecer exóticas, esotéricas, como de un “comité invisible” que se mencionó hace poco.5 Pero en realidad, los dos puntos de vista, entre los pablistas y los que se oponían a Michel Pablo,6 tenían diferencias fundamentales sobre la cuestión del partido, la construcción consciente de una dirección marxista, revolucionaria, basada en la clase obrera para dirigir una revolución socialista a escala mundial como acto consciente de millones y millones de proletarios y oprimidos.

Entre los que se encontraban en las filas pablistas y posadistas7 había muchos revolucionarios excelentes, pero el pablismo sufría de lo que en el movimiento trotskista se llama “objetivismo”, como si la revolución se hiciera a sí misma, como si la revolución fuera una dinámica de la historia que llega como una marea incontenible, incluso llevando a la burocracia estalinista a convertirse en revolucionaria. Entonces, esta diferencia, en mi opinión, fue una diferencia fundamentalmente sobre la cuestión de la construcción de un partido leninista, internacional, proletario y revolucionario, o ir a la zaga, hacer seguidismo, a las fuerzas y las direcciones existentes. Es una diferencia enormemente importante.

Sobre lo que es y lo que no es el trotskismo

En el segundo y el tercer día de la conferencia (7 y 8 de mayo), en algunas ponencias se plantearon posiciones derivadas del llamado “socialismo del tercer campo” de Max Shachtman y Tony Cliff, que rompieron con la IV Internacional por oponerse a la posición que el movimiento trotskista sostuvo como cuestión fundamental la defensa militar incondicional de la URSS contra el imperialismo y la contrarrevolución capitalista.

En el caso de Shachtman, esta ruptura se realizó al comienzo de la Segunda Guerra Mundial; en el de Cliff, ocurrió cuando, durante la Guerra de Corea, se rehusó a tomar partido con las fuerzas coreanas y chinas que lucharon contra el imperialismo norteamericano y británico, calificándolas de peones del “imperialismo ruso”.

En una de las ponencias se planteó que, en la URSS a fines de los años 20, Trotsky y la Oposición de Izquierda debían haberse unido con Nikolai Bujarin, teórico de la Oposición de Derecha, en contra de Stalin.

Sándor, 7 de mayo:

Mis comentarios están orientados en gran parte a las y los compañeros cubanos aquí presentes. Vine a Cuba por primera vez en 1967, de niño. Por supuesto, como a tanto otros, me gustaba mucho Coppelia.8 Coppelia tenía muchos sabores de helado. A veces, puede parecer como si el trotskismo, el movimiento trotskista, fuera un surtido de sabores de helado. Pero no es así. Los debates que se realizan tienen que ver con cuestiones muy reales. Por ejemplo, las cuestiones que hemos escuchado hoy con respecto a la naturaleza de clase de la Unión Soviética y de otros países donde el capitalismo fue destruido, la cuestión de Bujarin y de Trotsky, la cuestión de la orientación del movimiento revolucionario, son cuestiones de vida o muerte de millones y millones de personas.

El trotskismo no es cualquier cosa. El trotskismo nació de la defensa a ultranza de la Revolución de Octubre y de sus conquistas. ¿Trotsky y Bujarin debieron haberse aliado en la Unión Soviética contra el centro estalinista por “la democracia”? El peligro mayor era o no era la derecha capitalista: para los trotskistas, en la Unión Soviética, ¿es ésta realmente una pregunta? La apología de Bujarin fue una de las cosas que hicieron en la Unión Soviética, bajo Gorbachov, los que buscaban una vía hacia el capitalismo. Esa cuestión debe quedar bien clara.

¿Quién era Bujarin? Nos oponemos al proceso falsificado y la ejecución de Bujarin, pero Bujarin era el teórico del “socialismo en un solo país”; Bujarin fue el teórico del bloque político con el Kuomintang, o sea la subordinación del Partido Comunista chino a la burguesía nacional china que llevó a la destrucción de la Revolución China en 1927. Ese era Bujarin. Estamos hablando, pues, de cosas reales.

La democracia. ¿Es el trotskismo paladín de la democracia “en general”? ¿Quiere el trotskismo la democracia “en general” en un estado donde el capitalismo ha sido abolido, en un estado obrero burocráticamente degenerado o deformado? ¿El trotskismo plantea la libertad para todos los partidos políticos en estados de este tipo? No, según Trotsky. No, según Lenin. Según Lenin, si se lee sus “Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado” [1919], verán que la democracia “en general” es la democracia burguesa. Lo que queremos es la democracia proletaria. ¿Qué es la democracia burguesa, el llamado a la democracia burguesa, en un estado obrero burocráticamente degenerado o deformado? Significa la contrarrevolución capitalista. La contrarrevolución capitalista.

No se trata de un asterisco o una nota de pie para Trotsky, quien escribió muchas polémicas y libros enteros sobre estos temas. Los camaradas, las camaradas deben saber que hubo una escisión fundamental en el movimiento trotskista entre los que mantuvieron el programa de la IV Internacional, de defensa militar incondicional de la Unión Soviética en contra del imperialismo, y los que rechazaron ese programa, como Max Shachtman.9 Eso significaba que Shachtman se rehusó a defender a la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial.

¿En dónde acabó Shachtman? Lo voy a decir: apoyando la invasión a Playa Girón. ¿En dónde quedaron los que mantuvieron la posición de defensa de la Unión Soviética? Mantuvieron la defensa militar incondicional de todos los estados en los que el capitalismo había sido derrocado, junto con el programa de la revolución política proletaria.

La democracia tiene nombre y apellido, como se dice en México. Democracia obrera versus democracia burguesa. No existe la democracia “en general”. Esa es la cubierta de la dictadura de la burguesía. Puede desaparecer en un instante, como en Chile, con la ilusión en las instituciones del estado burgués (sin dar apoyo político al régimen burgués). Yo estaba aquí en Cuba, construyendo escuelas como parte de la Brigada Julio Antonio Mella del Ejército Juvenil del Trabajo, cuando eso pasaba en Chile.10 Si la democracia burguesa enfrenta un golpe derechista como en Chile o el ataque de los franquistas en la Guerra Civil Española, por ejemplo, luchamos por derrotar al ataque derechista. Pero en un estado obrero burocráticamente deformado o degenerado, la democracia burguesa es la cara de la contrarrevolución.

La última batalla de Trotsky fue en contra de la posición de diluir, desechar la defensa del primer estado obrero contra sus enemigos. Es una cuestión muy concreta, no abstracta. No se trata de distintos sabores de helado. Es cuestión de revolución o contrarrevolución. El trotskismo fue el defensor, hasta las últimas barricadas, de las conquistas de la revolución, y sigue siendo el caso hoy en día. Sin eso, no hay trotskismo. [Aplausos.]

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Irina, 7 de mayo:

Me llamo Irina. No soy una académica. Estoy muy emocionada por estar en esta conferencia sobre León Trotsky en Cuba.

Nací y crecí en la Unión Soviética a finales de los años 50 y los 60. La primera vez que escuché el nombre de Trotsky fue de mi padre. Recuerdo que la Revolución Cubana fue muy emocionante, como Joven Pionera y como militante de la Komsomol [la Unión Comunista de la Juventud] en aquel entonces. Incluso teníamos canciones especiales sobre Cuba. Cuando mi madre supo que ahora iba a venir a Cuba por primera vez, me recordó una de esas canciones.11

Cuando mi padre me habló de Trotsky me insistía en que yo no debía mencionar este nombre en el jardín de niños, porque a pesar de que yo nací un poco después de la muerte de Stalin, la gente todavía tenía miedo de mencionar ciertas cuestiones, o de hacer bromas sobre ellas, en la Unión Soviética.

El papel de Trotsky como dirigente de la Revolución Rusa y fundador del Ejército Rojo no era una cuestión abstracta para nosotros. Tampoco fue una cuestión abstracta para mi padre. Mi padre tenía 19 años cuando se unió al Ejército Rojo en 1941 y luchó en la Segunda Guerra Mundial, en la que perdió un ojo. Mi abuelo y mi tío perdieron una pierna cada uno.

Mi padre luchó en defensa del estado obrero, la URSS, y, lo mismo que otras personas, fue capturado por los nazis, dos veces. Dos veces escapó también. Ya en las primeras horas de la Segunda Guerra Mundial, mi padre vio el resultado del sabotaje de Stalin a la defensa de la URSS, pues Stalin no creía que Hitler fuera a atacar a la Unión Soviética; y llevó en sus brazos a uno de sus compañeros, que estaba herido de muerte.

También supimos de las maquinaciones de Stalin cuando su tío, mi tío abuelo, que había ido a España durante la Guerra Civil en 1936, volvió a la URSS y fue encarcelado por Stalin. También, cuando mi padre fue a la escuela como exsoldado, varias veces fue visitado y cuestionado por agentes de la NKVD, por haber caído preso. Stalin creía que a los que habían sido capturados tal vez se les había lavado el cerebro para convertirlos en enemigos.

Había unas cuestiones claras para mi padre y para otros como él, lo mismo que para nosotros los trotskistas, como yo. Una es el carácter de clase del estado soviético, como estado obrero. Otra es la cuestión de quién había traicionado a la Unión Soviética: fue Stalin quien lo hizo, no Trotsky.

Por último, quiero decir que la defensa del estado obrero de la Revolución Cubana es tarea de todos los obreros del mundo. [Aplausos.]

Irina, 8 de mayo:

Tengo algunos comentarios sobre la caracterización de la naturaleza de clase de la Unión Soviética como “capitalismo de estado”.

Como ex ciudadana soviética, encuentro estas posiciones absurdas – y peligrosas. Este tipo de ideas sirven motivos políticos. Además, ayudarían al estalinismo a desacreditar al trotskismo.

El “tercer campo” significaba, literalmente, no defender a la Unión Soviética en la guerra contra los nazis. Estas teorías, que acabamos de escuchar, significan oponerse a que la Unión Soviética adquiriera las armas necesarias para defenderse.

Estas teorías significan también que Tony Cliff decía literalmente que la guerra de Corea fue una guerra entre dos imperialismos, el imperialismo norteamericano y el supuesto “imperialismo soviético”. La ayuda material y militar de la Unión Soviética a Cuba no fue “imperialismo soviético”, sino una parte crucial de la lucha contra el imperialismo. [Exclamaciones: “¡Correcto!” Aplausos prolongados.]

Por último, la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética fue una terrible derrota para la clase obrera mundial. Hoy en día, nadie puede negar este hecho.



  1. 1. De hecho, con el respaldo del Departamento de Estado, Shachtman ayudó a escribir volantes de propaganda anticomunista que los bombarderos norteamericanos lanzaron durante la guerra (ver folleto del Internationalist Group, DSA: Fronting for the Democrats, 2018).
  2. 2. Esta es una referencia a nuestras polémicas, durante la conferencia, contra las teorías de Tony Cliff, Max Shachtman y otros acerca del supuesto “imperialismo soviético”. (Ver “Comentarios en la discusión en la conferencia de La Habana sobre Trotsky, 6-8 de mayo de 2019”.)
  3. 3. Se refiere al Secretariado Internacional encabezado por Michel Pablo, Ernest Mandel y Pierre Frank por un lado y el Comité Internacional antipablista iniciado por el Socialist Workers Party norteamericano de James P. Cannon por el otro.
  4. 4. Esto se manifestó, por ejemplo, en la consigna, repetida innumerables veces, de “Todo el poder a la Izquierda” (o sea, la izquierda del MNR encabezada por Lechín).
  5. 5. Referencia irónica a una de las ponencias en la que se habló de una corriente semi-anarquista francesa que se llama así.
  6. 6. Michel Pablo (Michalis Raptis, 1911-1996) fue el secretario internacional de la IV Internacional después de la Segunda Guerra Mundial. El término “pablismo” se utiliza para referirse a su política y la de sus herederos políticos (Ernest Mandel y otros), caracterizada por la adaptación a las direcciones existentes del movimiento obrero y de los pueblos coloniales.
  7. 7. Seguidores de J. Posadas (Homero Cristalli, 1912-1981), un lugarteniente de Pablo que, expresando un tipo de pablismo a ultranza, acabó estableciendo su propia “IV Internacional posadista” en los años 60.
  8. 8. Coppelia es la famosa heladería estatal de La Habana.
  9. 9. En el último día de la conferencia, el historiador canadiense Bryan Palmer, biógrafo del fundador del trotskismo norteamericano, James P. Cannon, y autor de un importante libro sobre las huelgas de 1934 de los camioneros de Minneapolis, dirigidas por los trotskistas, dio una ponencia sobre Cannon, Shachtman and los primeros años del trotskismo norteamericano, disponible en línea aquí: http://links.org.au/node/5408. Los escritos fundamentales de Trotsky en la lucha de 1939-1940 contra Shachtman y sus aliados se encuentran en su libro crucial En defensa del marxismo.
  10. 10. Llevando el nombre del dirigente estudiantil y fundador del PC cubano Mella, esta fue una brigada de construcción de jóvenes cubanos en la que algunos jóvenes voluntarios de otros países participaron como huéspedes.
  11. 11. Se trata de “Kuba Liubov Maia” (“Cuba, mi amor”, 1962), disponible en línea aquí: https://www.youtube.com/watch?v=WzqkZl85qLY