Labor's Gotta Play Hardball to Win!


Showdown on West Coast Docks: The Battle of Longview
(November 2011). 
click on photo for article


Chicago Plant Occupation Electrifies Labor
(December 2008). 
click on photo for article


May Day Strike Against the War Shuts Down
U.S. West Coast Ports

(May 2008)

click on photo for article

 

 


mayo de 2020

Trabajadores luchan con valentía en un foco del coronavirus

¡Victoria a la huelga
de las empacadoras de Yakima!

Trabajadoras de la empacadora Allan Bros. en huelga
                en el valle de Yakima, el 8 de mayo de 2020. (Foto:
                Yakima Herald-Republic)
  Trabajadoras en huelga frente a la empacadora Allan Bros., el 8 de mayo. (Foto: Evan Abell / Yakima Herald-Republic)

Publicamos a continuación el texto de un volante, en español e inglés, del Grupo Internacionalista/EE.UU. repartido entre las y los huelguistas en Yakima.

En medio de la mortal pandemia del coronavirus, cientos de trabajadores del Valle de Yakima, en el estado de Washington, están peleando valientemente por sus condiciones de vida, y por sus vidas. El jueves 7 de mayo, decenas de trabajadores de la empacadora Allan Brothers en Naches pararon actividades y realizaron piquetes en los dos turnos de esta planta procesadora de frutas, que cuenta con 300 trabajadores. En pocos días, los trabajadores de media docena de otras empacadoras se unieron al movimiento de huelga –incluyendo Frosty Packing (“Jack Frost”), Hansen Fruit, Columbia Reach y Roche en la ciudad de Yakima, y Matson Fruit y Monson Fruit en Selah– para protestar y marchar de compañía a compañía en el centro de Yakima y en las poblaciones aledañas.

Ya el lunes la patronal de Roche Fruit concedió un bono semanal de $100. Pero las otras empresas están resistiendo hasta esta concesión. Su intención evidente es de jugar al agotamiento de los huelguistas, esperando que la desesperación les obliga a volver al trabajo. Mientras tanto, sin duda los patrones ahora se reúnen con sus abogados rompesindicatos sobre la manera mas eficaz y económica de regresar a las condiciones “normales” de explotación rentable. Esta será una lucha dura.

Los trabajadores, en su mayor parte mujeres latinas, exigen de las empresas la limpieza y desinfección de las instalaciones, la implementación de medidas de seguridad de “distanciamiento social”, la entrega de equipo de protección personal como mascarillas y guantes, un mínimo de 40 horas de trabajo semanales y que se sume un pago extra por “riesgo de trabajo” a sus salarios de miseria. La mayor parte de los trabajadores con los que El Internacionalista ha hablado esta semana a lo largo de varios días en las líneas de piquete, reciben apenas el salario mínimo, o poco más, a pesar de que han trabajado en las plantas más de una década. R., quien ha trabajado en la misma planta empacadora casi dos décadas, expresó su angustia:

“No tenemos seguridad en el trabajo. Yo tengo hijos, tengo uno de seis años, tengo mucho miedo de que se me vaya a enfermar. A veces, uno dice ¿de qué sirve que los niños ya no fueron a la escuela, cuando yo vengo y hay peligro? Somos más de doscientos trabajadores adentro de la bodega, estamos espalda con espalda. También, si vas al doctor, va a ser mucho dinero para pagarlo. No tengo suficiente dinero para quedarme en casa, pués tengo que venir a trabajar.”

El condado de Yakima, un área rural relativamente aislada en el centro del estado de Washington tiene la tasa más alta de contagios de COVID-19 de los estados de Washington, Oregon y California en la costa del Pacífico. Esto no es casualidad. Lo mismo ocurre con comunidades del Medio Oeste y del Sur, donde están ubicadas plantas empacadoras de carne. Aunque el virus es un fenómeno natural, la pandemia y sus terribles saldos son producto de la sociedad capitalista, en la que los trabajadores son tratados como materia prima para la explotación. Comunidades doble y triplemente oprimidas de afroamericanos, latinoamericanos, indígenas norteamericanos e inmigrantes viven en condiciones que garantizan los contagios, contando con un acceso muy limitado a servicios médicos de alta calidad.

Trabajadores en huelga frente a la empacadora
                Frosty en Yakima, Washington, el 14 de mayo de 2020.
                (Foto: Yakima Herald-Record)
  Trabajadores en huelga frente a la empacadora Frosty en la ciudad de Yakima, el 14 de mayo. (Foto: Evan Abell / Yakima Herald-Republic)

Meses después de que la pandemia llegara a Washington, reguladores demócratas del estado publicaron unas reglas de “emergencia” según las cuales los trabajadores estacionales de las granjas que piscan cientos de millones de dólares en manzanas, fresas, peras y lúpulo seguirán alojados en barracas, donde sin embargo tienen que dormir acostados en dirección alternante (¡!). No es sorpresa que el virus se haya extendido rápidamente en todo el valle. Y los trabajadores agrícolas inmigrantes pueden ser detenidos en cualquier momento por la policía de la Immigration and Customs Enforcement (ICE). El Grupo Internacionalista exige ¡plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes!

Los huelguistas pueden ver que no es verdad que “estamos todos juntos en esto”. Pero, ya que la batalla ha iniciado, la cuestión es quién va a ganar: ¿los trabajadores o los reyes de la manzana? Aunque la producción en algunas plantas ha disminuido su ritmo, no se ha detenido. Camiones y esquiroles entran a las plantas sin problema. Los dirigentes del sindicato, Familias Unidas por la Justicia, han evitado cuidadosamente un verdadero piqueteo, apelando en cambio a la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB). En esta “democracia” capitalista, las leyes laborales dan a los trabajadores el supuesto derecho de organizarse y hasta, en algunos casos, de hacer huelgas. Pero no de ganar.

Hace casi 25 años, los Teamsters y el United Farm Workers lanzaron con bombo y platillo una campaña de sindicalización en los ranchos y empacadoras del valle. Los patrones pudieron neutralizar la campaña, a sabiendas de que el sistema del sindicalismo regulado por la NLRB puede entrampar y desgastar a cualquier sindicato que se apegue a sus reglas, especialmente en una industria con fuerza de trabajo estacional. Jugar según las reglas de la patronal es una vía segura para la derrota.

Una década más tarde, una huelga para conseguir el registro sindical en la cooperativa Snokist resultó victoriosa tras ocho meses, aunque fue poco lo que se consiguió en mejoras salariales. Después de realizar despidos y de declararse en quiebra, Snokist fue comprada por Del Monte. La planta de Yakima aún tiene sindicato, pero la mayor parte de los trabajadores del valle no cuentan con sindicato, están empobrecidos y ahora se les presiona para realizar labores “esenciales” que ponen en riesgo sus vidas.

El sindicato de los Teamsters que representa a los trabajadores de Del Monte también “organiza” los alguaciles del condado y guardias de prisión, quienes serían enviados para atacar cualquier huelga que se atreva a interferir con el supuesto “derecho” de la patronal a explotar a “sus” trabajadores. Los trabajadores con conciencia de clase dicen: policías y guardias de las prisiones ¡fuera de los sindicatos!

Strikers
                at Allan Bros. packinghouse in Naches, Washington, on
                May 8. (Internationalist photo)
  Huelguistas en la empacadora Allan Bros. en Naches, Washington, el 8 de mayo. (Foto: El Internacionalista)

Ahora se ha iniciado una huelga de hambre. Saludamos la inspiradora valentía y determinación de los huelguistas. Sin embargo, tenemos que hablar con franqueza: los patrones de las empacadoras y los dueños de los huertos han demostrado una y otra vez que los llamados a la conciencia y a la moral no les conmueven. Lo que les interesa es ganar cientos de millones de dólares, lo que implica explotar sin piedad a los trabajadores. El único idioma que entienden es el del poder.

Las huelgas deben buscar paralizar las empacadoras hasta que sus dueños cedan ante los trabajadores y cumplan sus demandas, bastante modestas, por lo demás. La clave consiste en organizar la solidaridad en acción, no de palabra. Si miles de manifestantes derechistas pueden reunirse en Olympia, desafiando los decretos de emergencia del gobernador, para exigir que los más oprimidos y explotados sean sacrificados en el altar del “libre mercado”, entonces los sindicatos en todo el estado deben movilizarse ahora para construir piquetes masivos para ganar la huelga y hacer de Yakima un baluarte del poder sindical.■