| Labor's Gotta Play
                      Hardball to Win!
 
  Showdown on West Coast Docks: The Battle
                    of Longview
 (November 2011).
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  Chicago Plant Occupation Electrifies Labor
 (December 2008).
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   May Day Strike Against the War Shuts
                      Down
 U.S. West Coast Ports
 (May 2008)
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 Trabajadores luchan con valentía en un
                  foco del coronavirus
¡Victoria a la huelga de las empacadoras de Yakima!
 
 
                Trabajadoras en huelga frente a la empacadora Allan
              Bros., el 8 de mayo. (Foto:
                Evan Abell / Yakima Herald-Republic)Publicamos a continuación el texto de un volante, en
                español e inglés, del Grupo Internacionalista/EE.UU.
                repartido entre las y los huelguistas en Yakima. 
 En medio de la mortal pandemia del coronavirus, cientos
              de trabajadores del Valle de Yakima, en el estado de
              Washington, están peleando valientemente por sus
              condiciones de vida, y por sus vidas. El jueves 7 de mayo,
              decenas de trabajadores de la empacadora Allan Brothers en
              Naches pararon actividades y realizaron piquetes en los
              dos turnos de esta planta procesadora de frutas, que
              cuenta con 300 trabajadores. En pocos días, los
              trabajadores de media docena de otras empacadoras se
              unieron al movimiento de huelga –incluyendo Frosty Packing
              (“Jack Frost”), Hansen Fruit, Columbia Reach y Roche en la
              ciudad de Yakima, y Matson Fruit y Monson Fruit en Selah–
              para protestar y marchar de compañía a compañía en el
              centro de Yakima y en las poblaciones aledañas. Ya el lunes la patronal de Roche Fruit concedió un bono
              semanal de $100. Pero las otras empresas están resistiendo
              hasta esta concesión. Su intención evidente es de jugar al
              agotamiento de los huelguistas, esperando que la
              desesperación les obliga a volver al trabajo. Mientras
              tanto, sin duda los patrones ahora se reúnen con sus
              abogados rompesindicatos sobre la manera mas eficaz y
              económica de regresar a las condiciones “normales” de
              explotación rentable. Esta será una lucha dura. Los trabajadores, en su mayor parte mujeres latinas,
              exigen de las empresas la limpieza y desinfección de las
              instalaciones, la implementación de medidas de seguridad
              de “distanciamiento social”, la entrega de equipo de
              protección personal como mascarillas y guantes, un mínimo
              de 40 horas de trabajo semanales y que se sume un pago
              extra por “riesgo de trabajo” a sus salarios de miseria.
              La mayor parte de los trabajadores con los que El
                Internacionalista ha hablado esta semana a lo largo
              de varios días en las líneas de piquete, reciben apenas el
              salario mínimo, o poco más, a pesar de que han trabajado
              en las plantas más de una década. R., quien ha trabajado
              en la misma planta empacadora casi dos décadas, expresó su
              angustia: “No tenemos seguridad en el trabajo. Yo tengo
              hijos, tengo uno de seis años, tengo mucho miedo de que se
              me vaya a enfermar. A veces, uno dice ¿de qué sirve que
              los niños ya no fueron a la escuela, cuando yo vengo y hay
              peligro? Somos más de doscientos trabajadores adentro de
              la bodega, estamos espalda con espalda. También, si vas al
              doctor, va a ser mucho dinero para pagarlo. No tengo
              suficiente dinero para quedarme en casa, pués tengo que
              venir a trabajar.” El condado de Yakima, un área rural relativamente aislada
              en el centro del estado de Washington tiene la tasa más
              alta de contagios de COVID-19 de los estados de
              Washington, Oregon y California en la costa del Pacífico.
              Esto no es casualidad. Lo mismo ocurre con comunidades del
              Medio Oeste y del Sur, donde están ubicadas plantas
              empacadoras de carne. Aunque el virus es un fenómeno
              natural, la pandemia y sus terribles saldos son producto
              de la sociedad capitalista, en la que los trabajadores son
              tratados como materia prima para la explotación.
              Comunidades doble y triplemente oprimidas de
              afroamericanos, latinoamericanos, indígenas
              norteamericanos e inmigrantes viven en condiciones que
              garantizan los contagios, contando con un acceso muy
              limitado a servicios médicos de alta calidad.  
                Trabajadores en huelga frente a la empacadora
              Frosty en la ciudad de Yakima, el 14 de mayo. (Foto: Evan Abell / Yakima
                Herald-Republic)Meses después de que la pandemia llegara a Washington,
              reguladores demócratas del estado publicaron unas reglas
              de “emergencia” según las cuales los trabajadores
              estacionales de las granjas que piscan cientos de millones
              de dólares en manzanas, fresas, peras y lúpulo seguirán
              alojados en barracas, donde sin embargo tienen que dormir
              acostados en dirección alternante (¡!). No es sorpresa que
              el virus se haya extendido rápidamente en todo el valle. Y
              los trabajadores agrícolas inmigrantes pueden ser
              detenidos en cualquier momento por la policía de la
              Immigration and Customs Enforcement (ICE). El Grupo
              Internacionalista exige ¡plenos derechos de
                  ciudadanía para todos los inmigrantes! Los huelguistas pueden ver que no es verdad que “estamos
              todos juntos en esto”. Pero, ya que la batalla ha
              iniciado, la cuestión es quién va a ganar: ¿los
              trabajadores o los reyes de la manzana? Aunque la
              producción en algunas plantas ha disminuido su ritmo, no
              se ha detenido. Camiones y esquiroles entran a las plantas
              sin problema. Los dirigentes del sindicato, Familias
              Unidas por la Justicia, han evitado cuidadosamente un
              verdadero piqueteo, apelando en cambio a la Junta Nacional
              de Relaciones Laborales (NLRB). En esta “democracia”
              capitalista, las leyes laborales dan a los trabajadores el
              supuesto derecho de organizarse y hasta, en algunos casos,
              de hacer huelgas. Pero no de ganar. Hace casi 25 años, los Teamsters y el United Farm Workers
              lanzaron con bombo y platillo una campaña de
              sindicalización en los ranchos y empacadoras del valle.
              Los patrones pudieron neutralizar la campaña, a sabiendas
              de que el sistema del sindicalismo regulado por la NLRB
              puede entrampar y desgastar a cualquier sindicato que se
              apegue a sus reglas, especialmente en una industria con
              fuerza de trabajo estacional. Jugar
                según las reglas de la patronal es una vía segura para
                la derrota. Una década más tarde, una huelga para conseguir el
              registro sindical en la cooperativa Snokist resultó
              victoriosa tras ocho meses, aunque fue poco lo que se
              consiguió en mejoras salariales. Después de realizar
              despidos y de declararse en quiebra, Snokist fue comprada
              por Del Monte. La planta de Yakima aún tiene sindicato,
              pero la mayor parte de los trabajadores del valle no
              cuentan con sindicato, están empobrecidos y ahora se les
              presiona para realizar labores “esenciales” que ponen en
              riesgo sus vidas. El sindicato de los Teamsters que representa a los
              trabajadores de Del Monte también “organiza” los
              alguaciles del condado y guardias de prisión, quienes
              serían enviados para atacar cualquier huelga que se atreva
              a interferir con el supuesto “derecho” de la patronal a
              explotar a “sus” trabajadores. Los trabajadores con
              conciencia de clase dicen: policías y guardias de las
                prisiones ¡fuera de los sindicatos!  
                Huelguistas en la empacadora Allan Bros. en Naches,
              Washington, el 8 de mayo. (Foto:
                El Internacionalista)Ahora se ha iniciado una huelga de hambre. Saludamos la
              inspiradora valentía y determinación de los huelguistas.
              Sin embargo, tenemos que hablar con franqueza: los
              patrones de las empacadoras y los dueños de los huertos
              han demostrado una y otra vez que los llamados a la
              conciencia y a la moral no les conmueven. Lo que les
              interesa es ganar cientos de millones de dólares, lo que
              implica explotar sin piedad a los trabajadores. El único
              idioma que entienden es el del poder. Las huelgas deben buscar paralizar las empacadoras hasta
              que sus dueños cedan ante los trabajadores y cumplan sus
              demandas, bastante modestas, por lo demás. La clave
              consiste en organizar la solidaridad en
              acción, no de palabra. Si miles de manifestantes
              derechistas pueden reunirse en Olympia, desafiando los
              decretos de emergencia del gobernador, para exigir que los
              más oprimidos y explotados sean sacrificados en el altar
              del “libre mercado”, entonces los sindicatos en todo el
              estado deben movilizarse ahora para construir
                  piquetes masivos para ganar la huelga y hacer
              de Yakima un baluarte del poder sindical.■ |