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octubre de 2022

Contra el nacionalismo burgués, luchar por la revolución proletaria internacional


Misiles HIMARS (High Mobility Artillery Rocket System) suministrados por el Pentágono a Ucrania, disparando contra fuerzas rusas en el frente sur. Oficiales estadounidenses revisan con anticipación cada ataque con misiles y pueden vetar cualquier objetivo. El suministro de cantidades masivas de armas por parte de EE.UU. y la OTAN a su régimen cliente de Kiev, manteniendo al mismo tiempo el control operativo sobre los sistemas avanzados, ha sido un elemento clave en convertir el conflicto en una “guerra subsidiaria” imperialista contra Rusia.
(Foto: Adrienne Surprenant / MYOP para The Wall Street Journal)

El 15 de octubre, el Comité Ejecutivo de la Liga por la IV Internacional aprobó una resolución que declara que “debido a que los cambios cuantitativos han producido un cambio cualitativo, es ahora necesario pronunciarse a favor del defensismo revolucionario con respecto a Rusia y del derrotismo con respecto al régimen cliente de EE.UU. y la OTAN en Ucrania”.

22 de OCTUBRE – La guerra entre Rusia y Ucrania se ha librado durante ocho meses con una intensidad al rojo vivo, ha sido el factor dominante en la política y la economía mundial y su fin no está a la vista. En realidad, es posible que no termine en el futuro cercano. No hay “negociaciones de paz”, pues no hay ningún resultado que ambas partes puedan aceptar. Washington y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han prometido “hacer de la guerra de Rusia contra Ucrania un fracaso estratégico”,1 al insistir en que Rusia debe ser derrotada y obligada a retirarse de todo lo que fue la parte oriental de Ucrania, incluidas Crimea y las “repúblicas populares” de Donetsk y Lugansk que en 2014 se separaron del régimen golpista infestado de fascistas de Kiev. Muchos estrategas imperialistas quieren ir más lejos y fragmentar a Rusia para destruir al que consideran como rival geopolítico y para hacerse de sus recursos.

Para Moscú, esto representa una amenaza a su propia existencia, particularmente ahora que las repúblicas separatistas en las regiones orientales y sureñas de Zaporozhie y Jersón aprobaron, con una amplia mayoría de votos, unirse a la Federación Rusa. Contrario a los bulos de la propaganda occidental de que la población fue obligada a votar “a punta de fusil”, el apoyo fue masivo y con frecuencia celebratorio, con muchos votantes que decían “hemos esperado ocho años que esto ocurra”. La única razón por la que no se unieron a Rusia en 2014 fue que el presidente Vladimir Putin buscaba implementar una imposible “autonomía” regional dentro de las fronteras ucranianas en el marco de los acuerdos de Minsk I y II. Mediante los referéndums se ejerció el derecho a la autodeterminación, que los imperialistas rechazan y pretenden ahora revocar, y la adhesión de estas regiones a la Federación Rusa debe ser apoyada por los trabajadores con conciencia de clase y los defensores de los derechos democráticos en todo el mundo.


Votación en Lugansk en el referéndum para la incorporación a la Federación Rusa, 24 de septiembre. ¿Se trató de un “referéndum fraudulento”? Difícilmente. Más de 4.75 millones de personas votaron a favor de unirse a Rusia en las dos repúblicas secesionistas del este y en las dos regiones del sur, con una participación de más del 90 por ciento de los votantes, mucho más alta que en cualesquiera elecciones en Occidente. Se trató de un ejercicio legítimo del derecho a la autodeterminación, que debe ser apoyado por todos los defensores de los derechos democráticos. (Foto: AP)

Desde que comenzó la operación militar rusa en Ucrania, la Liga por la IV Internacional declaró que la guerra fue provocada por los imperialistas y llamó por el derrotismo revolucionario en ambos bandos del reaccionario conflicto nacionalista, como parte integrante de la lucha global para derrotar la ofensiva de guerra de EE.UU. y la OTAN en contra de Rusia y China. Seguimos defendiendo el autogobierno en las repúblicas separatistas y llamando por el derecho a la autodeterminación en las regiones rusófonas del sur y el oriente, así como a poner alto de manera permanente a los fascistas ucranianos y aplastar su programa de limpieza étnica. Al mismo tiempo, la declaración de la LIVI del 23 de febrero antes del comienzo de la guerra señalaba que “si resultara en una guerra de los patrocinadores imperialistas de Ucrania contra Rusia, sería un asunto totalmente distinto.”2 Si el ejército ucraniano se convirtiera efectivamente en una extensión de la OTAN, ya no se trataría simplemente de una guerra ruso-ucraniana, sino de una guerra con la OTAN a través de su régimen cliente en Kiev.

Esto ya ha ocurrido. Aunque el proceso se estuvo desarrollando desde hace meses, ha alcanzado ya el punto en el que la cantidad se ha convertido en cualidad. La transición estuvo marcada por la ofensiva relámpago en la región nororiental de Járkov a principios de septiembre, que en su planeación, armamento y comando fue por completo una operación de EE.UU. y la OTAN. El conflicto se ha convertido en una “guerra subsidiaria” imperialista en la que el gobierno y ejército ucranianos actúan esencialmente como agentes –y se encuentran bajo el control– de los imperialistas de la OTAN. El imperialismo norteamericano ha animado guerras de este tipo desde hace mucho tiempo, notablemente en Afganistán en los años 1980, cuando patrocinó, pertrechó y dirigió a los muyajedines islamistas (guerreros santos) en contra de las fuerzas soviéticas, a las que EE.UU. instigó a intervenir para apuntalar al asediado gobierno reformador afgano, aliado de la URSS.3

En respuesta a la ofensiva relámpago contra Járkov, el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó una movilización parcial de los reservistas del ejército, y señaló (con razón) que ahora Rusia “no sólo está luchando contra las unidades neonazis, sino efectivamente contra la entera maquinaria militar del conjunto occidental”. Al reconocer el cambio acumulativo y ahora cualitativo en el carácter de la guerra, la Liga por la IV Internacional declara que en la situación actual, el llamado de los revolucionarios proletarios a derrotar la ofensiva de guerra de los imperialistas contra Rusia y China (un estado obrero burocráticamente deformado) implica estar por la derrota del régimen cliente de EE.UU. y la OTAN en Ucrania, así como por la defensa militar de Rusia (una potencia capitalista regional) sin dar ningún apoyo político al reaccionario gobierno nacionalista burgués de Putin y, por el contrario, llamar a la lucha obrera en su contra.


Baño de sangre en Donetsk, 14 de marzo: un misil ucraniano Tochka-U mató a 23 civiles en el centro de la capital de la prorrusa República Popular de Donetsk. Prácticamente no hubo cobertura de este suceso en la prensa occidental, y las pocas menciones que hubo repetían la absurda afirmación del gobierno de Kiev de que se había tratado de un misil ruso. En los ochos años de la guerra de Ucrania, en la que los fascistas han hecho de punta de lanza, en contra de las repúblicas del Donbás, más de 14 mil personas han sido asesinadas. (Foto: ura.ru)

El cambio en la naturaleza del conflicto se expresa en muchas áreas. La vasta cantidad de armas y municiones más o menos sofisticadas que se ha hecho llegar a Ucrania desde Estados Unidos y otros países occidentales (y de sus estados clientes en Europa Oriental) ha alcanzado niveles sin precedentes. Al menos 65 mil millones de dólares han sido autorizados tan sólo por EE.UU., únicamente en 2022. (En contraste, el total de ayuda militar de EE.UU. a Taiwán a lo largo de los últimos 45 años asciende a 90 mil millones de dólares.) Con esto ha venido el control. No sólo es que EE.UU. y sus aliados estén profundamente involucrados en el entrenamiento, planificación y ejecución de las acciones militares ucranianas; no es sólo que Ucrania esté repleta de agentes de la CIA y de unidades militares conformadas por fuerzas especiales tanto en retiro como en activo, además de varios miles de “voluntarios” extranjeros (mercenarios) en las unidades ucranianas bajo dirección fascista, sino que funcionarios norteamericanos tienen que autorizar cada ataque con cohetes HIMARS.

Cuando el Telegraph de Londres (1º de agosto) le preguntó al jefe de la inteligencia militar ucraniana, el mayor general Vadym Skibitsky, por qué estos sistemas “han hecho blanco con tanta precisión en los depósitos de combustible y en los almacenes de munición rusos, así como en los cuarteles generales en el oriente de Ucrania”, éste contestó que se debe a que “usamos información en tiempo real”. Añadió: “No te puedo decir si [estamos directamente empleando] satélites británicos y norteamericanos, pero sí que tenemos muy buenas imágenes satelitales”. El reportero prosigue: “[Skibitsky] insinuó que había un nivel de consulta entre funcionarios de inteligencia de ambos países antes del lanzamiento de misiles que permitiría al gobierno de Estados Unidos detener cualquier ataque potencial si no estaba de acuerdo con el blanco que se pretendería destruir”. Esto significa que EE.UU. ha aprobado efectivamente su uso en contra de civiles en Donetsk, así como en contra de la planta nuclear de Zaporozhie.

El ministro de defensa de Ucrania, Oleksii Reznikov (izquierda) agradece al jefe de la OTAN Jens Stoltenberg su apoyo y dice que Ucrania “se ha integrado de facto a la alianza”. (Captura de pantalla desde Twitter)

Este nivel de control quedó formalizado en las reuniones del 12 y 13 de octubre en Bruselas. El sistema de defensa aérea de Ucrania se está integrando en la “Iniciativa de Defensa Aérea Conjunta” dirigida por Alemania, que coordina los sistemas de defensa aérea de 14 países de la OTAN. El 1º de octubre, Ucrania solicitó el ingreso “fast track” a la OTAN mediante un proceso expedito, y el 12 de octubre el ministro de defensa Oleksii Reznikov tuiteó desde Bruselas para agradecer al secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg al decir que “nos hemos” (Ucrania) “integrado de facto a la Alianza”. Entretanto, el presidente norteamericano Joe Biden declaró (19 de septiembre) que EE.UU. seguirá bombeando materiales de guerra hacia Ucrania “mientras sea necesario”. Stoltenberg repitió (13 de octubre) “mientras sea necesario”, añadiendo que “la victoria de Rusia en la guerra contra Ucrania será una derrota para la OTAN”. Como decimos en Berlín, alles klar, todo claro.

Hoy, el armamento de Ucrania es provisto por EE.UU. y la OTAN, incluyendo municiones para sus armas estilo soviético y ruso. Las principales ofensivas ucranianas son ideadas, discutidas y puestas a prueba mediante juegos de guerra por el Pentágono con la participación de funcionarios ucranianos. Funcionarios estadounidenses autorizan todo uso de los sofisticados sistemas de misiles que han cambiado el curso de las batallas. Funcionarios ucranianos reciben información de geolocalización de fuerzas rusas en “tiempo real” proveniente de satélites norteamericanos en tabletas provistas por el Pentágono a través del sistema Starlink de Elon Musk, de las cuales 20 mil aparatos han sido enviados a Ucrania. El ejército ucraniano está cada vez más integrado a la maquinaria de la OTAN, aún más que en el caso de muchos de los países miembros de la OTAN, con un nivel de control operativo de EE.UU. y la OTAN que excede el de la mayor parte de los demás países de esta alianza militar imperialista. En pocas palabras, el régimen de Kiev y su ejército se han convertido en agentes operativos de “una guerra de los patrocinadores imperialistas de Ucrania en contra de Rusia”.

Entretanto, la determinación de los imperialistas de “castigar a Putin” por rehusarse a obedecer las “reglas” del “nuevo Orden Mundial dominado por EE.UU. (proclamado tras la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética) los ha llevado a imponer brutales sanciones que equivalen a una guerra económica total contra Rusia. El tiro les ha salido por la culata, toda vez que al recortar las exportaciones de petróleo y gas natural de Rusia se generó una subida de precios a nivel mundial, que ha hecho llegar más dinero a Moscú que nunca. Los gobiernos capitalistas europeos han ordenado drásticos recortes en el uso de energía que implican que la gente se congelará este invierno, mientras que en todo el planeta el incremento en el costo de los alimentos implica que millones ya están padeciendo hambre. Y los gobernantes imperialistas europeos han cumplido este plan, que llevaría a la destrucción de sectores clave de su economía, comenzando con la industria acerera.

Sumando todos estos elementos, la intensificada ofensiva de guerra contra Rusia y China se está precipitando hacia una Tercera Guerra Mundial termonuclear – a menos que los imperialistas sean detenidos mediante una revolución obrera.

La evolución de la guerra en Ucrania

En realidad, la guerra de Ucrania comenzó en 2014, cuando un golpe de estado realizado por fascistas y ultranacionalistas ucranianos –instigados, financiados y asesorados por imperialistas europeos y especialmente norteamericanos– derribó al gobierno electo en Kiev e instituyó un régimen virulentamente rusófobo. En los años transcurridos desde entonces, fuerzas bajo dirección fascista incorporadas al ejército y la policía ucranianas libraron una guerra sin cuartel contra la población rusoparlante del este, en la que mataron a 14 mil personas.4 Mientras tanto, la OTAN se expandió hasta las fronteras rusas, incorporando 13 países que otrora formaron parte del bloque soviético, a pesar de la promesa de EE.UU. en 1990 de no extenderse “ni una pulgada” hacia el este. La OTAN ha realizado juegos de guerra anuales cada vez más grandes con decenas de países, cientos de aeronaves y barcos, además de miles de efectivos militares, todo para prepararse para una guerra contra Rusia. Entonces, con la elección del presidente demócrata Joe Biden y el inicio de su gobierno a principios de 2021, Ucrania comenzó una nueva ofensiva antirrusa, en la frontera del Donbás y al interior.5

Frente a esta amenaza creciente, Putin ordenó al ejército ruso la realización de maniobras a gran escala y exigió garantías de seguridad de parte de EE.UU. y la OTAN. Cuando los dirigentes occidentales terminante y repetidamente se rehusaron a descartar la integración de Ucrania a la OTAN, el presidente ruso lanzó su “operación militar especial” (OME), que ahora califica como golpe “preventivo”. En las semanas previas al inicio de la operación rusa, los ataques ucranianos en el Donbás se multiplicaron considerablemente, y en los primeros días de la guerra las fuerzas rusas encontraron y publicaron documentos del comando de la Guardia nacional de Ucrania que detallan planes para un ataque a gran escala contra las repúblicas separatistas a partir del 8 de marzo. Biden y Cía. constantemente hablan de una “guerra rusa no provocada”, pero fue claramente instigada y provocada por los imperialistas de EE.UU. y la OTAN, así como por su estado lacayo ucraniano.

En su discurso del 21 de febrero, Putin reconoció la independencia de las dos repúblicas secesionistas y se enfocó en su defensa. Pero el 24 de febrero, lanzó una “operación militar especial” que, contra nuestras expectativas y las de muchos otros, se convirtió rápidamente en una guerra en toda la regla con Ucrania. En un artículo que publicamos el 28 de febrero,6 llamamos por “derrotismo revolucionario en los dos bandos de esta reaccionaria guerra nacionalista, por la lucha internacionalista proletaria en contra de ambos regímenes capitalistas y, sobre todo, en contra de los gobernantes norteamericanos y europeos que iniciaron esta conflagración”.

En abril describimos cómo es que fascistas como los de la Brigada Azov permean el aparato represivo ucraniano, sus altos mandos y sus tropas de choque, y detallamos los vínculos de estos neonazis con el imperialismo norteamericano.7 En mayo señalamos que, “Junto con sus aliados de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), Washington está enviando armamento ofensivo cada vez más pesado al ejército ucraniano, infestado de fascistas. Sin embargo, EE.UU. ha cifrado su objetivo de largo alcance en la caída de Rusia como un ejemplo dramático de la capacidad militar de EE.UU. y la OTAN, y como una amenaza implícita contra China. EE.UU. ha prometido derrotar a Rusia y degradar su ejército de modo que quede ‘debilitado’ para los próximos años”.8 La amenaza contra China se ha hecho cada vez más explícita en el período reciente.


Ex marine norteamericano entrena a soldados ucranianos cerca de la frontera en Soledar, en el Donbás. En la medida en que el campo de batalla se ha transformado en una “guerra subsidiaria” de EE.UU. y la OTAN contra Rusia, Ucrania se ha atiborrado de entrenadores militares y asesores imperialistas, agentes de la CIA, comandos de la OTAN, mercenarios, “voluntarios” extranjeros en las fuerzas dirigidas por fascistas y otros. (Foto: Laura Boushnak de The New York Times)

Desde entonces, la “ayuda” del Pentágono y la OTAN a Ucrania se ha incrementado exponencialmente, especialmente con la provisión de misiles de alta precisión guiados por satélite y de otro equipo más avanzado. Se sabía desde antes de que la guerra empezara –como hemos documentado– que ya desde 2014 los imperialistas de EE.UU. y la OTAN han trabajado con las fuerzas militares ucranianas, y de manera particular con sus componentes fascistas y ultranacionalistas. A pesar de que se dijo que los entrenadores militares occidentales salieron del país al inicio de la guerra, la presencia de personal militar y de inteligencia de EE.UU. y la OTAN en las fuerzas ucranianas ha sido tan notoria que los medios se han sentido obligados a mencionarla, así sea brevemente y ocultándola debajo de montañas de propaganda de guerra y de abiertas mentiras obscenamente proucranianas y antirrusas.

El New York Times (26 de junio) publicó un artículo, “Allied Commandos in Ukraine Secretly Funnel Aid to Troops” [comandos aliados en Ucrania canalizan secretamente ayuda a las tropas], que confirma que “personal de la CIA ha seguido operando en el país en secreto”, particularmente “en la conducción de buena parte de la vasta cantidad de información proveniente del espionaje que Estados Unidos comparte con las fuerzas ucranianas”. El artículo señala que “comandos de otros países de la OTAN, incluidos Inglaterra, Francia, Canadá y Lituania también han estado trabajando dentro de Ucrania” y que el Décimo Grupo de Fuerzas Especiales del Ejército de EE.UU. estableció una célula “con la misma estructura usada en Afganistán” contra fuerzas soviéticas, que es parte de un “conjunto más amplio de células de coordinación operativas y de espionaje dirigidas por el Comando Europeo del Pentágono”, en tanto que “un equipo de la Fuerza Aérea y de la Guardia Nacional Aérea denominado Grey Wolf [lobo gris]” provee “apoyo” a la fuerza aérea ucraniana.

Un mes más tarde, aparecieron diversos artículos sobre la compleja cadena de abastecimiento militar mediante la que se hace llegar enormes cantidades de armas y municiones a Ucrania mediante un “grupo poco conocido”, el Centro Internacional de Coordinación de Donantes, localizado en el cuartel general del Comando Europeo de EE.UU. en Ramstein, Alemania (“Special Military Cell Flows Weapons and Equipment into Ukraine”, New York Times, 28 de julio). Esta organización colabora estrechamente con el Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania, “una coalición de unos 50 países dirigida por el Pentágono” que provee ayuda al ejército ucraniano. Además, decenas de miles de millones de dólares en apoyo económico han sido enviados desde EE.UU., la OTAN, el Banco Mundial, la Unión Europea y otras fuentes para apuntalar al régimen de Kiev. Esto trasciende con mucho la simple ayuda militar: a estas alturas, prácticamente la totalidad de las armas y municiones ucranianas vienen de Occidente. Sin ellas, Ucrania habría sido derrotada hace meses.

Los imperialistas de EE.UU. y la OTAN toman el control


Lloyd Austin y Antony Blinken, secretarios de defensa y de estado de EE.UU., respectivamente, se reúnen con el jefe del régimen cliente de la OTAN en Ucrania, Volodymyr Zelensky, en Kiev, el 24 de abril. El ex actor, ahora en el papel de presidente de Ucrania, acapara los reflectores de los medios, pero son sus patrocinadores imperialistas los que toman las decisiones.  (Foto: Ucrania Servicio de Prensa Presidencial)

Al intensificarse en semanas recientes, el conflicto se ha convertido ahora en una guerra de las potencias imperialistas mismas, que actúan a través de su régimen títere en Kiev, en contra de Rusia, EE.UU. ha tomado un control cada vez más firme de las operaciones en Ucrania, particularmente en la ofensiva que comenzó el 6 de septiembre y que obligó a Rusia a retirarse de la región entera de Járkov.

Según un reportaje del New York Times (14 de septiembre), “La estrategia detrás de los rápidos triunfos militares en Ucrania en días recientes comenzó a tomar forma hace meses durante una serie de intensas conversaciones entre funcionarios ucranianos y norteamericanos acerca de la manera de avanzar en la guerra contra Rusia”. El reportaje, “basado en entrevistas a múltiples oficiales norteamericanos de alto rango” y otras personas bien informadas, dice que jefes militares ucranianos, bajo las órdenes del presidente títere Zelensky, habían planeado una amplia ofensiva en el sur. Sin embargo, un juego de guerra de EE.UU. indicó que la ofensiva fracasaría, además de que información de inteligencia indicaba que Moscú se había estirado demasiado en el norte. Cuando el agregado militar norteamericano “comenzó a tener reuniones diarias con altos oficiales ucranianos”, “Inglaterra, Estados Unidos y Ucrania realizaron una evaluación del nuevo plan” para lanzar una ofensiva cerca de Járkov, “tratando de hacer una nueva simulación de guerra”. El plan, según un alto mando en Kiev, “dependió enteramente del tamaño y del ritmo de la ayuda militar adicional proveniente de Estados Unidos”. Así fue que EE.UU. envió misiles HIMARS guiados satelitalmente y los demás pertrechos. Desde la planeación hasta el armamento y el comando, la ofensiva de Járkov fue una operación de EE.UU. y la OTAN.

Luego, el 26 de septiembre, fuertes explosiones causaron perforaciones en los ductos Nord Stream 1 y 2 en el Mar Báltico, con múltiples indicios de la participación de EE.UU. y la OTAN. Quienquiera que lo haya hecho quería que los ductos que transportan gas natural de Rusia a Alemania quedaran completamente inutilizables. Los medios y políticos imperialistas han intentado presentar la absurda idea de que Rusia pudo haber volado sus ductos, lo que no tiene ningún sentido, toda vez que (a) son propiedad de la compañía energética estatal rusa Gazprom, (b) el flujo de gas en el ducto Nord Stream 1 ya se había detenido para realizar reparaciones, (c) el gobierno alemán (bajo la presión de EE.UU.) había pospuesto indefinidamente la entrada en operación del Nord Stream 2 y (d) los ductos serían fundamentales para eventualmente restablecer relaciones económicas con los países de la Unión Europea (UE).

El exministro de defensa polaco Radek Sikorski tuiteó el día después de las explosiones del oleoducto Nord Stream.(Captura de pantalla de Twitter)

Cuando uno se pregunta, sin embargo, cui bono, quién se beneficia, las respuestas inmediatas son: (1) el gobierno polaco, que se opuso a la operación de ambos ductos desde el principio y estaba a punto de abrir un gasoducto que llevaría gas natural noruego a Polonia; (2) Washington, que de igual manera se oponía a los gasoductos Nord Stream y se beneficiaría del cese de importaciones de gas ruso, obligando a los europeos a comprar más gas natural líquido, y más caro, a Estados Unidos. En febrero, el presidente norteamericano Biden prometió que si Rusia invadía a Ucrania, “ya no habrá Nord Stream 2”, y añadió: “lo vamos a acabar”. Después de las fugas, el secretario de estado de EE.UU. Antony Blinken declaró que “Esto constituye también una extraordinaria oportunidad”; y (3) Ucrania, por supuesto, también se beneficiaría.

En lo que toca a la evidencia, datos de radar muestran que entre el 22 y el 25 de septiembre, helicópteros norteamericanos pasaron horas sobrevolando el área cerca de la isla danesa de Bornholm, donde ocurrieron las explosiones del 26 de septiembre. Un día después de las explosiones, el ex ministro de defensa polaco tuiteó “Gracias USA”, junto a una foto del agua que burbujeaba debido a la fuga de gas. Cuando el profesor de la Universidad de Columbia Jeffrey Sachs dijo en una entrevista televisiva con el sitio de noticias de negocios de Bloomberg que él “apostaría que esto [la explosión] fue resultado de una acción de EE.UU., o quizás de una de EE.UU. y Polonia” fue sacado del aire. Desde luego, Sachs no es amigo de Rusia: fue quien diseñó el programa de “terapia de shock” que empobreció a millones de rusos después de la contrarrevolución que destruyó a la Unión Soviética.


El 8 de octubre, un camión bomba explotó en el puente sobre el Estrecho de Kerch, que conecta a Crimea con la Rusia continental, haciendo colapsar un carril de la vía e incendiando algunos carrotanques de petróleo. Aunque la acción terrorista fue claramente realizada por los ucranianos, agentes de la inteligencia británica estuvieron elaborando durante meses un detallado plan para volar el puente, vínculo esencial para el reabastecimiento de fuerzas rusas en el sur. Ingenieros y equipos de emergencia rusos restablecieron el tránsito de automóviles y de trenes esa misma tarde. (Foto: AFP)

Entretanto, el ataque con bomba del 8 de octubre contra el puente que conecta Crimea con el resto de Rusia ocurrió después de meses de planeación por parte de agentes de la OTAN para destruir este vital corredor. Una revelación periodística aparecida en el sitio de Internet de periodismo de investigación Grayzone (10 de octubre) informa que, aunque la operación fue supervisada por la policía política ucraniana, la SBU, “Antes de que Ucrania volara el Puente Kerch, espías británicos lo planearon”. Una presentación redactada a petición de un agente británico de inteligencia de alto nivel (y asesor de alto nivel de la OTAN) esbozó un elaborado plan con detallados diagramas que explicaban cómo volar el puente. La operación llevada a cabo difería de la propuesta en el plan (empleando en cambio un camión bomba) y los rusos pudieron restablecer el tráfico por tren y automóvil esa misma tarde. Sin embargo, las amplias labores de planeación para la realización de esta operación, que amenazaba con cortar el reaprovisionamiento de las fuerzas rusas en el sur, subrayan el estrecho involucramiento de los imperialistas occidentales en las operaciones militares ucranianas.

En resumen, en armamento, municiones, planeación y control, la guerra en Ucrania se ha convertido en una guerra entre Rusia y un régimen que no sólo es cliente y agente de las potencias occidentales, sino que en muchos aspectos operativos está directamente subordinado a los imperialistas de EE.UU. y la OTAN.

Conflictos interimperialistas en fermento


Los imperialistas europeos no están necesariamente en la misma página que Joe Biden. Viaje nocturno en tren a Kiev a mediados de junio: de izquierda a derecha, el entonces primer ministro italiano Mario Draghi, el presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Olaf Scholz. Draghi ha perdido el puesto, Macron y Scholz enfrentan un descontento social en fermento debido a que las sanciones imperialistas de la OTAN y a UE contra Rusia han comenzado a tener repercusiones en el frente interno. (Foto: Ludovic Marin / AFP)

Aunque actualmente marchan más o menos en formación cerrada, serias tensiones se están desarrollando entre los gobernantes imperialistas de occidente. Desde el principio, Alemania y Francia han sido mucho menos entusiastas con el llamado por la “victoria” de Ucrania en la guerra y han preferido hablar de “paz” y de poner fin a los enfrentamientos. Hay razones objetivas detrás de esto. Si bien en EE.UU. las sanciones contra Rusia han producido abundantes ganancias para los gigantes norteamericanos de la energía (gracias a sus precios más altos de petróleo y gas), sin producir ninguna escasez seria, en Europa las sanciones están ocasionando agudos incrementos en los precios del combustible y de los servicios públicos, lo que implicará severos recortes en el uso de la electricidad y en la calefacción en el invierno que se aproxima, posiblemente llevando a la quiebra a sectores clave de la industria. El éxito económico de Alemania ha dependido de la provisión energética barata rusa. Mientras que la economía norteamericana está en pleno boom, la economía europea se está tambaleando.

Extraordinariamente, las burguesías imperialistas europeas han cumplido este programa que podría paralizar sus economías. Qué tanto puedan mantenerse en esta posición es una pregunta abierta, pues el descontento popular está al alza y las consecuencias políticas no tardarán en llegar. A principios de septiembre y de nuevo a finales del mes, decenas de miles de personas participaron en protestas convocadas por derechistas en Praga, la capital checa, en contra de los altos costos de la energía, la OTAN y la Unión Europea. En Alemania, ultraderechistas fascistoides y fascistas abiertos realizaron manifestaciones pro rusas para exigir la apertura inmediata del gasoducto Nord Stream 2 para disminuir los precios del combustible y la electricidad. En Francia, el presidente Emmanuel Macron ha usado su poder ejecutivo para decretar la vuelta al trabajo de los trabajadores de la refinación de petróleo que están en huelga para conseguir un aumento salarial, lo que desencadenó una huelga general el 18 de octubre.


El 4 de septiembre en Praga, 70 mil personas participan en una manifestación bajo dirección derechista para protestar en contra de los altos costos de los energéticos, de la OTAN y de la Unión Europea. 
(Foto: Martin Divisek / EPA)

Por doquier en Europa, mientras se dice a la gente que se sacrifique por Ucrania, las protestas contra las adversidades económicas han beneficiado principalmente a partidos derechistas. Los partidos mayoritarios de la socialdemocracia y de la “izquierda” burguesa están tan atados al estado capitalista y a la OTAN que no pueden dirigir ningún tipo de revuelta popular (incluso si quisieran hacerlo, lo que por supuesto no es el caso). Los Demócratas Suecos, partido de extrema derecha antiinmigrante, incrementó su caudal de votos en las elecciones de septiembre y alcanzó el 20 por ciento del total, con lo que se convirtió en el partido con la segunda bancada más grande en el parlamento. Dos semanas más tarde, los fascistas Fratelli d’Italia consiguieron el primer lugar con el 26 por ciento de los votos, y está ahora a punto de dirigir al gobierno italiano, 100 años después de que el dictador fascista Benito Mussolini realizara su Marcha sobre Roma en octubre de 1922. (Los Fratelli d’Italia son pro-Ucrania, y han votado a favor de enviar armas a Ucrania, en tanto que su principal ideólogo ha alabado en repetidas ocasiones al fascista batallón Azov.)

Los revolucionarios proletarios que llaman a defender a Rusia contra la guerra imperialista y a derrotar al régimen subsidiario de EE.UU. y la OTAN en Ucrania se enfrentarían directamente a los gobiernos capitalistas, liberales burgueses, socialdemócratas en el gobierno y fuera de él, así como a los “socialistas de la OTAN” en la supuesta “extrema izquierda”. También tendrán que oponerse políticamente de manera tajante a los movimientos por la “paz” que no son sino apéndices de la campaña de guerra imperialista, ya sea que sean explícita o implícitamente proucranianos. No podrán, por supuesto, hacer causa común con los derechistas prorrusos, que son algunos de los más virulentos –y mortíferos– anticomunistas. En el momento actual, la oposición clasista que busque derrotar a los imperialistas “en su propio país” tendrá que realizarse por medio de acciones obreras que vinculen las protestas contra los altos costos de la vida y los ataques antisindicales a la guerra y las sanciones imperialistas.

La actual guerra subsidiaria imperialista para derrotar, destruir y desmembrar a Rusia es una consecuencia directa de la contrarrevolución que destruyó a la Unión Soviética y a los estados obreros burocráticamente deformados del bloque soviético en 1989-1992. Desde entonces, los aspirantes a amos del mundo en Washington y Wall Street han buscado imponer su hegemonía global, a pesar del declive de su poderío económico, especialmente durante la depresión económica que duró una década tras el crash financiero de 2007-2008 y, más recientemente, con la pandemia de COVID, que ha matado a más personas en Estados Unidos que en ningún otro país. Hoy, el propósito fundamental de la campaña de guerra de EE.UU. y la OTAN consiste en desencadenar una contrarrevolución capitalista en la República Popular de China en contra de la cual los imperialistas norteamericanos ya están librando una guerra económica. Esto fue subrayado en la Estrategia Nacional de Defensa de EE.UU. publicada por el gobierno de Biden en octubre de 2022:

“Rusia representa una amenaza inmediata al sistema internacional libre y abierto, al violar de manera temeraria las leyes básicas del orden internacional…. La RPC, en cambio, es el único competidor que tiene tanto el deseo de remodelar el orden internacional, como, cada vez más, el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para avanzar hacia dicho objetivo”.9

La misma perspectiva fue presentada en la “Concepción Estratégica” adoptada en la cumbre de la OTAN a finales de junio, en la que, como hemos escrito, “EE.UU. pudo obligar a sus aliados europeos a calificar como ‘maliciosas’ las acciones chinas y a declarar que las ‘ambiciones explícitas y las políticas coercitivas” de la RPC “representan un desafío contra nuestros intereses, seguridad y valores’.”10 Hemos añadido, sin embargo, que “cualquier aplicación práctica de la ‘concepción estratégica’ de la OTAN será difícil de tragar para los imperialistas europeos”, toda vez que importantes compañías de la UE derivan buena parte de sus ganancias del mercado chino. El documento de “Estrategia” de Biden más o menos admite esto al señalar que los “aliados y socios podrían tener distintas apreciaciones de la RPC” y que una de las claves para “competir” con China consiste en “alinear nuestros esfuerzos con nuestra red de aliados y socios”.

La Liga por la IV Internacional ha sido única dada nuestra insistencia en la centralidad de la defensa de China –y de los otros estados obreros deformados, Cuba, Corea del Norte y Vietnam– en contra de la campaña de guerra imperialista, en Ucrania y otros lugares. La mayor parte de la izquierda se ha comprado la mentira burguesa de que China es capitalista –y hasta “imperialista”– y se rehúsa a defenderla en contra de la contrarrevolución auspiciada por los verdaderos imperialistas. Sin embargo, aun cuando la burocracia estalinista socava las conquistas de la Revolución China al permitir enormes incursiones capitalistas, China pudo contener la pandemia de COVID gracias a la economía socializada y planificada, con un saldo de poco más de 5 mil muertos, en comparación con los 6.5 millones en el mundo capitalista. Esto ha enfurecido a los gobernantes norteamericanos, quienes constantemente critican la política china de “cero COVID”, una queja que repiten muchos soldaderos del imperialismo en la izquierda.

De la misma manera, la mayor parte de la izquierda ha repetido el refrán imperialista que denuncia al “imperialismo ruso”, una justificación conveniente para respaldar a Ucrania en la guerra actual. Para algunos, herederos de los renegados antitrotskistas Tony Cliff y Max Shachtman, esto representa una continuación de sus calumnias en contra de un supuesto “imperialismo soviético” durante la Guerra Fría antisoviética. Incluso entre aquellos que se sienten incómodos con la defensa del régimen golpista infestado de fascistas en Kiev, varias tendencias han practicado contorsiones para explicar que el “imperialismo” ruso no es como el imperialismo de EE.UU. y la OTAN, etc. Ya en 2014, la LIVI explicó en un análisis detallado que, sobre la base de los criterios presentados por V.I. Lenin en su obra fundamental, El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916), a pesar de las ambiciones imperiales de Putin, la Rusia postsoviética no es imperialista, sino una potencia capitalista intermedia (como también lo es Ucrania).11

El nacionalismo ruso de Putin socava la lucha contra los imperialistas de EE.UU. y la OTAN


El presidente ruso Vladimir Putin en una exposición que celebra el 350 aniversario del nacimiento de Pedro el Grande. En un discurso pronunciado ahí, Putin comparó las regiones del este y del sur de Ucrania que se han unido a la Federación Rusa con la retoma realizada por el zar de las tierras ocupadas por Suecia. (Foto: Mikhail Metzel / Sputnik)

En el fondo, una oposición genuinamente comunista a la “guerra subsidiaria” de los imperialistas contra Rusia sólo es posible sobre la base del trotskismo, especialmente de la explicación de Trotsky de la traición estalinista de la revolución. Esta traición abrió la vía para la contrarrevolución, dirigida por los imperialistas, que destruyó a la Unión Soviética y, en consecuencia, a la guerra subsidiaria en contra de la Rusia capitalista. Trotsky luchó por la defensa del estado obrero burocráticamente degenerado soviético en contra del imperialismo y la contrarrevolución. Sin embargo, entre los diversos socialdemócratas que hoy hablan del “imperialismo ruso” para justificar su capitulación a “sus” gobernantes imperialistas, hay varios que afirman falsamente representar la herencia del trotskismo y que se rehusaron a defender a la Unión Soviética en contra del imperialismo en la “guerra subsidiaria” de la CIA en Afganistán, en contra de la contrarrevolución financiada por la CIA dirigida por la nacionalista Solidarność en Polonia, en contra de la reunificación capitalista de Alemania en 1989-1990, o en el momento del contragolpe de Yeltsin y Bush en Moscú en agosto de 1991.

Sin la comprensión de que, al contrario del dogma antimarxista de Stalin, la construcción de “socialismo en un solo país” es imposible, como todos los bolcheviques –Lenin, Trotsky, incluso Stalin– sostuvieron en la Revolución de Octubre de 1917, son muchos los que, en ambos lados de la línea de clases, culpan o dan crédito por la destrucción de la Unión Soviética simplemente a las reformas económicas procapitalistas de la perestroika de Mijaíl Gorbachov, como muchos han hecho en recientes análisis retrospectivos de la contrarrevolución. Putin repudia la base misma de la ex Unión Soviética, pero no es posible sobre la base del nacionalismo ruso derrotar al imperialismo de EE.UU. y la OTAN y su despiadada campaña para dominar hasta el último rincón del planeta. Lo que hace falta es una lucha internacional por la revolución socialista mediante los esfuerzos conjuntos del proletariado de Rusia, Ucrania y el mundo entero.

Como señalamos en vísperas de la guerra, Putin pretende deshacer el legado de los bolcheviques, a quienes culpa de haber “inventado” a Ucrania.12 Como chovinista granruso, Putin inició una guerra nacionalista contra Ucrania cuyos gobernantes ultranacionalistas –admiradores del colaborador nazi Stepan Bandera– han librado, desde que tomaron el poder en 2014, una guerra racista en contra de la población rusoparlante de lo que eran las regiones oriente y sur de Ucrania. A pesar de que la reaccionaria guerra nacionalista entre Rusia y Ucrania se ha transformado en una guerra de los imperialistas de EE.UU. y la OTAN que amenaza la sobrevivencia de Rusia, Putin la libra sobre una base nacionalista, lo que corresponde a la naturaleza de clase de su régimen, haciendo de los “valores tradicionales” su bandera de batalla y citando al ideólogo zarista Iván Ilyin al vitorear la “fortaleza espiritual” de los rusos.


Columna blindada de la milicia de la República Popular de Donetsk (DNR, por sus siglas en ruso) en Mariupol, abril de 2022. El peso de la batalla en Mariupol recayó sobre las fuerzas de la DNR. La Liga por la IV Internacional ha llamado por la defensa del autogobierno en Donetsk y Lugansk en contra de los genocidas fascistas y ultranacionalistas ucranianos desde 2014, y sigue sosteniéndolo a lo largo de la actual guerra.  (Foto: Reuters)

Como nacionalista burgués, Putin es incapaz de librar una verdadera lucha en contra del imperialismo. En cambio, ha buscado durante mucho tiempo cooperar, en vano, con los imperialistas. Esto queda de manifiesto en su sugerencia al presidente norteamericano Bill Clinton en 2000 de que Rusia podría querer unirse a la OTAN. Estuvo detrás del apoyo de Putin a los Acuerdos de Minsk, negociados por Francia y Alemania, para establecer una ilusoria autonomía regional en el Donbás dentro de Ucrania. Se expresó en las ilusiones de que los imperialistas podrían realmente estar de acuerdo en establecer y cumplir garantías de seguridad en el sentido de que Ucrania no se uniría a la OTAN, que el presidente ruso exigió en diciembre de 2020. Y contrario a lo que dice Washington de que Putin estaba determinado para capturar Kiev, su claro propósito desde el comienzo de la guerra ha consistido en presionar a Ucrania para que acepte tales garantías. Nada de esto fructificó, debido a que los empedernidos guerreros de la Guerra Fría de Washington y Bruselas lo vetaron.

Evidentemente, Putin heredó de Stalin la ilusión de conseguir una “coexistencia pacífica” con el imperialismo.13 Esto explica importantes errores de cálculo en la “operación militar especial”. El plan de realizar una operación militar con fuerzas limitadas se basó en un juicio equivocado sobre la respuesta de los nacionalistas ucranianos –y sobre todo de sus amos imperialistas, dispuestos a destruir a Rusia. Lo que subyace a la retirada forzosa de Rusia frente a la ofensiva relámpago ucraniana en la región de Járkov en septiembre, es el hecho de que sus fuerzas estaban considerablemente sobre extendidas. Aunque algunos rusos de línea dura atribuyen esto a errores cometidos por comandantes específicos, esta sobre extensión era inherente a la naturaleza de la OME. Apenas unos 200 mil efectivos rusos fueron desplegados (más unos 35 mil de las repúblicas del Donbás) para cubrir una línea de frente que se extiende a lo largo de 1,500 kilómetros. El tamaño de estas fuerzas no se incrementó sino hasta ahora.

La propaganda de guerra imperialista sobrepasa hoy incluso las historias fabricadas de que Saddam Hussein ordenó que bebés kuwaitíes fueran arrancados de las incubadoras en la primera guerra contra Irak, y que estuvo acumulando armas de destrucción masiva en la segunda. Junto al incesante bombardeo de historias de atrocidades rusas (una tras otra de las cuales han quedado demostradas como invenciones) los medios retratan a las fuerzas rusas como si estuvieran perdiendo todos los días en cada forma posible, hasta que toman otra ciudad importante (Mariupol, Severodonetsk, Lisichansk). De hecho, al nivel militar Rusia ha conseguido ocupar (y ahora incorporar) la mayor parte de las áreas rusófonas en el oriente y el sur de la Ucrania previa a 2014 y ha establecido un puente terrestre con Crimea. Política y geopolíticamente, sin embargo, el balance es muy distinto. Los objetivos de la OME eran la “desmilitarización” y “desnazificación” de Ucrania. Sin embargo, Ucrania está mucho más militarizada hoy que en febrero de 2022, y está funcionalmente integrada a la OTAN, en tanto que los fascistas son presentados como héroes nacionales. ¡Y entonces Putin intercambió a dirigentes del fascista Batallón Azov por un oligarca ucraniano pro ruso!


Dirigentes del Batallón Azov, tomados preso en la planta Azovstal en Mariupol, fueron liberados por Putin en un intercambio de prisioneros el 22 de septiembre. Ellos son terroristas genocidas que deben ser juzgados por un tribunal de sus víctimas, el pueblo de Donetsk, que durante ocho años fue sometido a un sitio asesino a manos del Batallón Azov y otras unidades militares fascistas. Su liberación fue una traición a aquellos que Putin dice defender.  (Foto: Ministerio del Interior de Ucrania)

Nuevamente, llamar por la defensa militar de Rusia contra el ataque imperialista de EE.UU. y la OTAN no implica de ninguna manera dar el menor apoyo político al gobierno burgués de ese país. En el período previo al estallido de la Segunda Guerra Mundial imperialista, los trotskistas defendieron a Etiopía, gobernada por el emperador dueño de esclavos Haile Selassie, en contra del imperialismo italiano que buscaba convertir al único país independiente de África en una colonia. En 1939, Trotsky llamó a los comunistas chinos a defender a China, gobernada por Chiang Kai-shek, el carnicero de Shanghái, en contra del imperialismo japonés. Y por supuesto, la IV Internacional de Trotsky defendió a la Unión Soviética, el primer estado obrero de la historia, a pesar de las traiciones y los crímenes de Stalin, incluyendo el asesinato de trotskistas (y eventualmente el del mismo Trotsky). Los cuartainternacionalistas, al defender el programa de la Revolución Bolchevique, siempre han sido los más resueltos combatientes contra el imperialismo.

A lo largo de la guerra actual, la LIVI ha sido única en su llamado por la derrota de la campaña de guerra imperialista en contra de Rusia y China mediante la lucha de clases internacionalista que se encamine hacia la revolución proletaria. Incluso cuando la guerra nacionalista entre Rusia y Ucrania se ha transformado en una guerra subsidiaria imperialista en contra de Rusia, y nuestra política ha cambiado en consecuencia, pasando del derrotismo revolucionario en ambos lados a la defensa de Rusia, llamamos y seguimos llamando a favor de la lucha revolucionaria en contra de los gobernantes capitalistas en Moscú y Kiev.

La lucha por la revolución proletaria internacional


Trabajadores de la planta siderúrgica de ArcelorMittal en Kryvyi Rih en huelga en mayo de 2018. La posibilidad de una lucha de clases conjunta de trabajadores ucranianos y del Donbás ha sido socavada por la guerra nacionalista. Sin embargo, los ataques patronales contra los derechos sindicales continúan, y militantes sindicales combativos responderían luchando por la solidaridad obrera internacional. (Foto: Industriall)

Junto con la intensificación de la guerra en Ucrania, los gobernantes imperialistas y sus lacayos en Kiev están haciendo uso de esta “extraordinaria oportunidad” para intensificar los ataques contra los trabajadores, desde Ucrania hasta Europa y más allá. Los trabajadores ucranianos son usados como carne de cañón, las masas europeas son empobrecidas con una inflación rampante, desprovistos de calor y energía mientras que los monopolios de la energía alcanzan ganancias récord –una vez más, los “dividendos están al alza, los proletarios a la baja”, como escribió la comunista germanopolaca Rosa Luxemburg en la Primera Guerra Mundial. Esto también sienta las bases para una poderosa lucha de clases contra los explotadores que quieren que los explotados se lleven la peor parte en la guerra. Pero para librar esta lucha hace falta una dirección forjada sobre la base de un programa internacionalista revolucionario, como el de los bolcheviques bajo Lenin y Trotsky.

Provocado por EE.UU. y la OTAN para que emprendiera acciones militares en contra de Ucrania, como hemos subrayado el nacionalista ruso Putin ha librado una guerra nacionalista –cancelando la posibilidad de una lucha común entre los trabajadores rusos y ucranianos en contra de los gobernantes nacionalistas/fascistas de Ucrania. Sin embargo, había –y sigue habiendo– una base real para una lucha de clases unida: en 2018, los trabajadores (rusoparlantes) de la siderúrgica de Kryvyi Rih en Ucrania central se fueron a huelga en la enorme planta, propiedad de la subsidiaria alemana de ArcelorMittal, para exigir un aumento salarial en concordancia con los sueldos de la UE. Ahora el gobierno libremercadista de Kiev ha usado la guerra como excusa para imponer leyes que permiten a los patrones desconocer contratos laborales, incrementar la jornada laboral hasta 60 horas semanales, despedir trabajadores a voluntad e ignorar leyes para la seguridad en el trabajo. Los trabajadores rusoparlantes del Donbás podrían haberse unido a las protestas contra estos ataques.

Hay también una base para la acción obrera internacional en contra de los capitalistas rompesindicatos y los guerreristas imperialistas. El 2 de septiembre, ArcelorMittal anunció que cerraría plantas y departamentos en España y Alemania, y que podría cerrar por completo la planta de Kryvyi Rih, debido a que se las considera productoras “no competitivas” debido al alto precio del gas natural. Los enormes incrementos en el costo del combustible son, por supuesto, resultado directo de las sanciones que los imperialistas de EE.UU., la OTAN y la UE impusieron a Rusia. Militantes con conciencia de clase podrían llamar por ocupaciones obreras de las plantas (y no sólo de las que se ha anunciado el cierre) así como por la expropiación de los monopolios de la energía que especulan para aumentar sus ganancias, mientras que sindicatos y comités de fábrica imponen el control obrero de la producción. Pero esto no tendrá éxito a menos de que la lucha se oponga directamente a la guerra imperialista.

Actualmente, protestas y huelgas se extienden por Europa, hasta ahora confinadas por los dirigentes sindicales e izquierdistas procapitalistas a meras reivindicaciones económicas. En Francia, una huelga de petroleros que exigen incrementos salariales para seguirle el ritmo al incremento en el costo de la vida y a favor de un reparto de utilidades dado el aumento en las ganancias de los gigantes energéticos llevó al cierre de muchas gasolineras debido a la falta de combustible. El 16 de octubre, decenas de miles marcharon en París para protestar contra el alto costo de la vida, y el 18 de octubre hubo una “huelga general” para exigir incrementos salariales a la par de la inflación y en defensa del derecho a huelga. Éste es “el tipo de descontento que los dirigentes [del gobierno de la OTAN] temen al batallar para mantener un frente unido contra Rusia”, dice el New York Times (15 de octubre). Sin embargo, las protestas han evitado oponerse a las sanciones y a la guerra contra Rusia que se encuentran detrás de la crisis económica, además de que están siendo desviadas para apoyar al “frente popular” en torno al populista burgués Jean-Luc Mélenchon.

En los primeros meses de la guerra hubo algunas acciones obreras aisladas en Italia y en el norte de Grecia, que buscaban bloquear el transporte de armas, tanques, municiones y otro material de guerra hacia Ucrania. Estas acciones deben generalizarse y dirigirse explícitamente en contra de la guerra imperialista contra Rusia. En EE.UU., el 3 de octubre se publicó una carta abierta suscrita por miembros y jubilados del International Longshore and Warehouse Union (ILWU – sindicato de los trabajadores portuarios de la Costa del Pacífico de EE.UU.), que critica la posición proucraniana y antirrusa del sindicato bajo el título de “¡El ILWU debe oponerse a la guerra provocada por EE.UU. y la OTAN!” La carta hace un llamado a favor de acciones portuarias, convocando al Consejo Internacional de Estibadores y a la Federación Internacional de los Trabajadores del Transporte a dirigir a los estibadores en todo el globo para que se “rehúsen a cargar o descargar cargamentos militares”.


Estibadores de la ciudad portuaria de Le Havre, Francia, se manifiestan en la “huelga general” del 18 de octubre. ¡Por acciones de los trabajadores portuarios para parar en seco el transporte de cargamentos militares para la OTAN en la guerra imperialista contra Rusia!   (Foto: Lou Benoist / Agence France-Presse)

Muy probablemente, cualquiera de estas acciones estará dirigida en contra del envío de material militar a Ucrania, pero sin una oposición explícita a transportar cargamento de guerra de la OTAN esto elude el asunto crucial, que es el de qué lado se está. Muchas federaciones sindicales mayoritarias en Italia, Alemania, Inglaterra, EE.UU. y otros lugares apoyan abierta y enfáticamente la campaña de guerra imperialista. Para combatirlas efectivamente hace falta enfrentar la omnipresente e histérica propaganda de guerra pro-Ucrania. Los llamados pacifistas de “No a la guerra” y “Alto a la guerra” serían usados en la práctica para los que hacen ondear la bandera azul y amarilla de Ucrania para llamar a poner alto a la guerra rusa. Y aunque algunos izquierdistas intentan disfrazar su apoyo a Ucrania añadiendo la exigencia de “poner alto la expansión de la OTAN hacia el este” (un poco tarde para ello), a “romper con/salir de la OTAN” o incluso a “votar sobre la integración a la OTAN” (¡!), lo que hace falta es una lucha para derrotar a la OTAN y aplastar al imperialismo mediante la revolución socialista.

Mucho se habla de un “otoño caliente” de luchas obreras y de un “invierno de descontento” en Europa. La inflación en el continente ya está en sus niveles más altos en décadas –10.9 por ciento de aumento anual en septiembre, y aún mayor para los alimentos (16 por ciento) y la energía (40 por ciento)– y sigue al alza. Los gobiernos capitalistas “tiemblan” ante la perspectiva de “un período de descontento social y sindical no visto al menos desde los años 1970” (New York Times, 21 de octubre). La clase media está preocupada por sus ahorros que se evaporan, mientras que los pobres y los trabajadores luchan para alimentar a sus familias. En Francia, políticos burgueses recuerdan que el alto costo del pan desencadenó la Revolución Francesa de 1789 … y de la Revolución Rusa de 1917. Una vez que la realidad de los cortes de electricidad y la escasez de combustible se haga presente y se ordene a la población que tirite y se congele por Ucrania, se podrá armar u infierno.


¡Pan y revolución! Trabajadoras y esposas de soldados marcharon el Día Internacional de la Mujer Trabajadora durante la Primera Guerra Mundial, desencadenando la Revolución Rusa de 1917. Los manifestantes coreaban: “¡Abajo la carestía! ¡Abajo el hambre! ¡Pan para los trabajadores!” Las guerras pueden engendrar revoluciones, pero eso exige una dirección comunista auténticamente revolucionaria.  (Foto: K. Bulla / Archivo Estatal Central de Kino-Photo-Phono Documentos)

No obstante, de nuevo, lo que hace falta es una dirección revolucionaria que luche sobre la base del programa de la guerra de clases en contra de los imperialistas y su guerra. Limitar las reivindicaciones a cuestiones económicas o llamar a favor de un movimiento “antiguerra” de carácter genérico mientras se pasa por alto diferencias fundamentales sobre la naturaleza de la guerra únicamente sirve a la izquierda parlamentaria y “moderada, que en su mayor parte se ha unido al partido de la guerra del “apoyar a Ucrania”, ya sea abierta, ya sea tácitamente. Sería engañar a las masas, puesto que en realidad no hay solución a las privaciones que asedian a los trabajadores a menos de que la guerra imperialista y las sanciones contra Rusia –que estos “socialimperialistas” apoyan y que han causado y exacerbado la crisis económica– sean derrotadas como parte de la lucha por la revolución obrera.

Un programa transicional con el cual hacer frente a la desesperada situación de los trabajadores incluiría: contra la inflación galopante, los militantes sindicales deben luchar por la indexación de los salarios (ajuste automático en relación con el costo de la vida) –esto es, una escala móvil de salarios, incluyendo enormes aumentos en los salarios mínimos– y por la formación de comités bajo dirección sindical para controlar precios y suministros. Contra el desempleo, deben reivindicar una tajante reducción de la jornada laboral sin pérdida salarial, para proveer trabajos para todos. En contra de los ataques xenófobos y la amenaza fascista, es preciso construir grupos de defensa obrera y exigir plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes. Estas cuestiones no serán resueltas en los parlamentos burgueses, sino por medio de la acción proletaria en la calle y en las fábricas. Sobre todo, lo que se necesita es luchar por el derribo del orden capitalista mismo, por un gobierno obrero y por unos Estados Unidos Socialistas de Europa de consejos obreros.

Como escribió Lenin durante la primera guerra imperialista mundial:

“Esta lucha de masas revolucionaria del proletariado por el socialismo saldrá de la lucha de masas en contra de los infortunios y penas que ha traído la época del imperialismo y en contra del incremento de precios, el desempleo, el incremento en los impuestos, las aventuras coloniales y la opresión nacional…. Todos estos tipos de lucha se unirán en una fuerte corriente de lucha por el poder político, una lucha por el socialismo y por la unificación de los pueblos socialistas”.
–V.I. Lenin, “La socialdemocracia y el problema de la paz” (junio de 1916)

Las guerras pueden engendrar la revolución, y con la guerra imperialista la disyuntiva es revolución socialista o el descenso a la barbarie. Como insistió Lenin, toda referencia a la “paz” sin la lucha revolucionaria de masas es un timo para las masas, toda vez que el decadente sistema capitalista –el imperialismo– genera guerras sin fin. Esto ha quedado demostrado de nueva cuenta a lo largo de las tres décadas que han transcurrido desde la destrucción de la Unión Soviética, pues el así llamado “Nuevo Orden Mundial” ha producido una guerra tras otra. Tan pronto como EE.UU. y la OTAN huyeron de Kabul, derrotados en su guerra de 20 años en Afganistán, provocaron una nueva guerra contra Rusia. Para poner alto a la enloquecida carrera hacia una Tercera Guerra Mundial con el propósito de imponer una contrarrevolución en China, los revolucionarios, trabajadores con conciencia de clase y todos los defensores de los oprimidos deben luchar para derrotar la actual guerra subsidiaria de EE.UU. y la OTAN contra Rusia.

Protesta “No a la guerra contra Rusia”, Nueva York, 5 de marzo. El Partido Demócrata ha impulsado la campaña de guerra contra Rusia que apunta hacia una guerra mundial. (Foto Internacionalista)

En su omnímoda propaganda de guerra contra el espantajo ruso, los gobernantes imperialistas y los agentes de la prensa a su servicio afirman que “Putin está aislado del mundo”, que el jefe del Kremlin es universalmente detestado, que Rusia se ha convertido en un estado paria. ¿En serio? Veamos. Un total de 45 países han impuesto sanciones contra Rusia –incluidos Liechtenstein, Mónaco y Montenegro. Sin embargo, ningún país de América Latina se ha sumado al boicot. Ningún país de África ha aceptado las sanciones. En Asia, tan sólo Japón, Singapur y Corea del Sur se han unido a la campaña contra Rusia. En Brasil, ambos contendientes en la próxima segunda ronda electoral, Lula y Bolsonaro, le hacen la corte a Rusia y China, el primero para la importación de fertilizantes, el segundo como un importante comprador de exportaciones brasileñas, mientras que ambos países le han provisto vacunas contra el COVID. Entonces, ¿quién exactamente está aislado?

La más reciente estratagema del alarmismo es la de acusar a Putin de amenazar con una guerra nuclear. ¿Con base en qué? Porque declaró que si la integridad territorial de Rusia es amenazada “ciertamente haremos uso de todos los sistemas de armamento de que disponemos.”14 Biden dijo que esto “incrementa la posibilidad de un Armagedón”, la batalla final entre el bien y el mal, mientras que los medios debaten si Putin usará o no armas nucleares tácticas. No obstante, fuentes del espionaje norteamericano dicen que la postura nuclear de Rusia no ha cambiado, y el uso de armas nucleares tácticas carece de sentido en la guerra de Ucrania.15 Entretanto, la OTAN está justo ahora (17 al 30 de octubre) realizando un enorme ejercicio nuclear en Europa, la Operación Mediodía Inalterable, que incluye el vuelo de bombarderos estratégicos desde Dakota del Norte en EE.UU. hasta el Mar del Norte, simulando un bombardeo nuclear. ¿Han leído algo de esto en los medios? Seguramente no. ¿Quién está entonces realmente amenazando a quién? Kto kogo –quién, a quién– como solía decir Lenin.

En su demonología, el Occidente retrata al presidente ruso como un loco satánico, el último en un largo linaje de villanos rusos: “Vlad el malo”, como la reencarnación de Rasputín e Iván el Terrible. Al dar al público que están determinados a mantener desinformado sólo “lo que necesita saber”, los medios presentan la guerra como una batalla maniquea entre el bien y el mal. Imaginando que a estas alturas su audiencia se tragará cualquier cosa cocinada en la operación Gran Mentira de los fascistas ucranianos, sin importar cuán ilógica resulte, dicen que tal vez los rusos han estado lanzando fuego de artillería contra la planta nuclear de Zaporiyia que ya tienen bajo su dominio. EE.UU. dice que quiere averiguar dónde se encuentran las “líneas rojas” del jefe del Kremlin, y luego sigue escalando. Muchos halcones de guerra incluso verían con beneplácito que Putin usara armas nucleares tácticas, pues ciertamente el Pentágono ha hecho ya simulacros de guerra basado en el supuesto que utilizaría sus propios misiles nucleares W76-2 “de bajo rendimiento” de lanzamiento submarino contra atolones chinos en el Mar de China del Sur.

Los imperialistas han encargado a sus think tanks [comités de expertos para la política imperialista] “pensar lo impensable”, mientras amplían sus escenarios para la contrarrevolución en China.16 La labor de los auténticos comunistas es construir un partido obrero revolucionario, sobre la base del programa bolchevique de Lenin y Trotsky, para dar dirección a las masas trabajadoras, los pobres y los oprimidos en sus luchas por sobrevivir y para trazar la vía hacia adelante para barrer con los explotadores y opresores que convertirían al planeta en un páramo radioactivo. En vísperas de las operaciones militares, la LIVI describió el posible curso de la guerra, y el programa correspondiente para la acción obrera. Hoy, la guerra nacionalista entre Rusia y Ucrania se ha convertido en una guerra subsidiaria de EE.UU. y la OTAN en contra de Rusia, parte de la campaña de guerra para el dominio imperialista del mundo y un paso hacia una guerra contrarrevolucionaria contra China. Esta campaña, que se precipita hacia una Tercera Guerra Mundial termonuclear, sólo puede ser derrotada mediante una revolución proletaria internacional, dirigida por una IV Internacional reforjada, auténticamente trotskista. ■


  1. 1. Casa Blanca, National Security Strategy [Estrategia de seguridad nacional], octubre de 2022.
  2. 2. “¡Derrotar la campaña de guerra y las sanciones de EE.UU. y la OTAN contra Rusia!”, Suplemento especial de El Internacionalista, febrero de 2022.
  3. 3. En esa época, los auténticos trotskistas de la entonces revolucionaria Tendencia Espartaquista Internacional dijeron “¡Viva el ejército Rojo en Afganistán!”, mientras que buena parte de la izquierda hacía eco de la gritería imperialista contra el “imperialismo soviético” y, directa o indirectamente, apoyó a las bandas de degolladores islamistas que asesinaban a maestras comunistas por enseñar a niñas. Otros ejemplos de “guerras subsidiarias” patrocinadas por los imperialistas son el de la guerra creada por EE.UU. de los contras nicaragüenses contra el régimen sandinista en Nicaragua y la guerra de los militares salvadoreños financiados y entrenados por EE.UU. en contra de la guerrilla izquierdista, en ambos casos con el propósito de debilitar a la Unión Soviética y a Cuba.
  4. 4. Véase el informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, “Conflict-related casualties in Ukraine” (22 de enero), que cifra los muertos entre 14,200 y 14,400, los heridos entre 37 mil y 39 mil, más del 80 por ciento de ellos en las áreas de las repúblicas de Donetsk y Lugansk. Otras estimaciones cifran el número de muertos en 18 mil y de heridos en más de 50 mil.
  5. 5. Desde finales de enero hasta marzo de 2021, además del incremento de fuego de mortero contra las repúblicas de Donetsk y Lugansk y la adopción de una nueva “Estrategia Militar de Seguridad de Ucrania” con la intención de reconquistar estas regiones “con la ayuda de la comunidad internacional en términos favorables para Ucrania”, el gobierno de Zelensky acusó a dos miembros pro-rusos del parlamento de traición, clausuró los tres canales de televisión en ruso e implementó una ley que exige el uso exclusivo del ucraniano (efectivamente prohibiendo el uso del ruso) en las escuelas, oficinas gubernamentales y empresas comerciales.
  6. 6. “Detrás de la guerra: campaña de guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia y China” (28 de febrero), suplemento especial de El Internacionalista, febrero de 2022.
  7. 7. “The Truth About Ukraine’s Fascist Infestation” (4 de abril), The Internationalist No. 66.
  8. 8. “We Meet Dr. Strangelove Again in Washington”, The Internationalist, mayo de 2022.
  9. 9. “In Long View, Biden Strategy Aims at China”, New York Times, 13 de octubre.
  10. 10. Véase el artículo “Provocaciones de guerra de EE.UU. contra China en torno a Taiwán” en este mismo
  11. 11. Véase “El espantajo del imperialismo ruso” (mayo de 2014) en este número.
  12. 12. Véase “El nacionalista ruso Putin vs. El internacionalista bolchevique Lenin”, en este número.
  13. 13. En el caso de Stalin, la imposibilidad de la coexistencia pacífica con el imperialismo se debía a la incompatibilidad fundamental entre el capitalismo y la existencia misma del estado obrero soviético. En el caso de Putin, se debe a la relativa debilidad del capitalismo ruso y al frenesí de los imperialistas de EE.UU. y la OTAN, que no pueden tolerar un desafío a su hegemonía global mientras que la base económica de su dominio mundial se erosiona.
  14. 14. “Informe del presidente de la Federación Rusa”, 21 de septiembre, tomado de kremlin.ru
  15. 15. Es importante señalar que Estados Unidos planeó el uso de armas nucleares tácticas en Europa, a finales de los años 1960. Véase “NATO Approves Rules for Defensive use of Tactical Nuclear Weapons”, New York Times (4 de diciembre de 1969).
  16. 16. Véase “The Russians Are Coming, The Russians Are Coming”, en particular la sección sobre un “Armagedón nuclear Made in USA” y el recuadro sobre los “Bombarderos locos sueltos (en la Casa Blanca): un vistazo a la historia” en Revolution No. 19, septiembre de 2022.